La basilica de los Santos Just y Pastor
conjunto episcopal del siglo VI
"La basílica de los misterios"
- La basílica fue el lugar de culto para los visigodos que se establecieron en Barcino
Barcelona (EFE).- La basílica de los Santos Mártires Justo y Pastor de Barcelona permitirá al público visitar los restos del conjunto episcopal del siglo VI, correspondiente al núcleo católico, que coexistió con el centro episcopal arriano, lugar de culto para los visigodos que se establecieron en Barcino.
En la visita se puede contemplar a través de un vidrio en el suelo de la actual basílica el ábside lateral de la cabecera triabsidal de la basílica del siglo VI, hallado por los arqueólogos en las excavaciones de 2013. En el nivel inferior se conserva la cripta ('confessio') de un personaje destacado vinculado a la comunidad cristiana del momento; así como una pequeña ventana ('fenestella confessionis') desde la cual los fieles podían mirar el interior de la cripta soterrada y orar.
La parte central del ábside, donde se encontraba el altar, quedaba enmarcada por el arco triunfal, que descansaba sobre dos grandes columnas. Este hallazgo permite a los expertos comenzar a dibujar la planta de este antiguo templo de culto cristiano que se situaría en sentido transversal a la actual iglesia gótica.
También es visitable en el circuito previsto la parte de una piscina bautismal con planta en forma de cruz, también del siglo VI, excavada en 2012. La coexistencia de dos obispados en la Barcelona del siglo VI es algo insólito por cuanto sólo se tiene constancia arqueológica de un ejemplo idéntico en Rávena (Italia).
La arqueóloga Julia Beltrán recuerda que "el siglo VI es potente para Barcelona, pues Barcino fue escogida como Sede Regia por los reyes visigodos Gesaleico, Teudis y Teudiselo y se sabe que había una buena convivencia de los recién llegados arrianos con la población local católica". Barcelona acogió en el siglo VI dos concilios, el primero en el año 540, siendo obispo Nebridi, tuvo lugar con toda probabilidad en la propia iglesia de los Santos Justo y Pastor
Las obras de rehabilitación de la sacristía han permitido asimismo localizar una galería subterránea excavada en el terreno natural y a diferentes niveles, de 14,72 metros de recorrido, que, según la hipótesis de los historiadores, habría sido utilizada como fresquera para guardar alimentos entre los siglos XVII y el XVIII.
En el itinerario se puede contemplar la capilla del Santísimo y de los Nuevos Mártires, que data de 1705, a la que se accede a través de una reja forjada de la misma época y enmarcada con un vidrio decorado por el artista Perico Pastor con los productos utilizados en los sacramentos eclesiásticos: el trigo, el vino y el aceite.
En la cúpula de esta capilla se han descubierto recientemente unas pinturas de Josep Mirabent y Bartomeu Ribó, del siglo XIX, y se han instalado además dos cuadros de Perico Pastor alusivos a la eucaristía del Antiguo y del Nuevo Testamento: "El pueblo de Israel recogiendo el maná en el desierto" y "La multiplicación de los panes y los peces". Para el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, "esta remodelación es un ejemplo claro de la puesta en valor de la recuperación histórico-artística de la ciudad".
La visita -de lunes a sábado en tres horarios- cuesta cinco euros y por otros cinco euros suplementarios se puede completar con la vista panorámica de la parte antigua de Barcelona desde el campanario renacentista, que alberga las campanas Egidia, Pastora, Justa y Montserrada (siglos XVII y XVIII) y las terrazas góticas, a 35 metros de altura, después de superar 174 escalones.
En busca del arca perdida de Barcelona
- La última sorpresa en una de las primeras iglesias de la ciudad
Un hallazgo
arqueológico tras otro, una capilla
olvidada durante décadas y una insólita talla embellecida con pan de oro que representa el arca de la Alianza y cuyo rastro se perdió hace cien años… La basílica de
Sant Just y de Sant Pastor pide a gritos un Ildefonso Falcones que
desentrañe los misterios de esta iglesia, una de las más antiguas e
importantes de Barcelona, y los convierta en otro éxito de ventas. Materia prima novelesca e histórica no faltará.
Pocos rincones de Ciutat Vella atesoran tantos
vestigios del pasado y tantas maravillas en tan pocos metros cuadrados.
Una de las últimas sorpresas, por ahora, ha sido el hallazgo de una
espectacular pieza de madera con inscripciones en hebreo, jeroglíficos y
bajorrelieves de clara inspiración egipcia, entre otros exóticos
ornamentos orientalistas.
“Representa un lateral del arca de la Alianza”, dice el rector de la parroquia, Armand Puig, más extasiado que Indiana Jones en la primera de sus aventuras. Profesor y ex decano de la Facultat de Teologia de Catalunya, mosén Puig es un reconocido biblista, experto en el Nuevo Testamento y, por encima de todo, un sabio.
Un erudito capaz de tararear con notable acierto
estrofas en alemán de El Mesías de Händel o de traducir directamente del
hebreo. “Yo soy el Señor, vuestro Dios, que os sacó de la tierra de
Egipto”, dice mientras comienza a leer una de dos las leyendas de la
talla. En la otra aparecen los Diez Mandamientos, también en hebreo, tal
como se recogieron en el Libro del éxodo. La obra, con un grosor de 30
centímetros, mide casi 1,70 metros de alto y 2,89 de ancho; 3,17, si
también se incluyen los extremos de la barra que cargaban a hombros los
levitas, los hijos de Leví, miembros de una de las doce tribus de Israel
y los encargados de transportar el arca en la travesía por el desierto.
Según la tradición cristiana, este cofre custodiaba las
Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí. El origen
de esta arca perdida es, sin embargo, muchísimo más reciente. Los
expertos, que aún no se han pronunciado, están intrigados con el
hallazgo, pendiente de restauración. Podría tratarse de una pieza de la
primera mitad del siglo XIX, que se pudo utilizar en representaciones
religiosas del Corpus, junto a un baldaquín que también ha de
restaurarse y que se recuperó al remodelar otras dependencias, anexas a
la sacristía.
La talla y un sagrario aparecieron en la capilla del
Sant Nom de Jesús, en un lateral de la segunda planta, con un gran
balcón sobre la nave central que se tapió en 1923, por lo que ambas
piezas tuvieron que subirse hasta allí antes con la ayuda de una cuerda y
una polea: no cabían por ningún otro sitio. Las escaleras originales se
destruyeron y la capilla se convirtió en un almacén donde durante años
reinó el polvo y el olvido.
La basílica de los Sants Màrtirs Just i Pastor, su
nombre oficial, se levanta sobre un templo romano, los restos de una
catedral visigótica del siglo VI, una iglesia románica y la capilla
gótica de Sant Celdoni. Se cree que en este lugar, muy próximo a la
plaza Sant Jaume, se reunían los primeros cristianos de Barcino. También
que podría ser un lugar de culto ininterrumpido desde al menos el siglo
IV. Mucha historia, como se descubre con cada excavación o cada vez que
se tira una pared o se rehabilita una zona y aparece una nueva
sorpresa, ya sea en las alturas, como ha ocurrido ahora, o en el
subsuelo, como pasó antes.
Júlia Beltrán, la arqueóloga de cabecera de sant Just y
sant Pastor, opina que bajo la iglesia debe haber una impresionante red
de canalizaciones de agua e infraestructuras hidráulicas de la época
romana. El templo se halla dentro del antiguo recinto amurallado de la
colonia fundada por el emperador Augusto, en una zona habitada desde la
fundación de la ciudad. Este enclave era el segundo promontorio más
elevado de la urbe. El primero, el Mons Taber, estaba en la cercana
calle Paradís, junto a la sede del Centre Excursionista de Catalunya.
Ello explica que las excavaciones realizadas a partir del 2013 en la
iglesia hayan sido tan fructíferas.
Los arqueólogos han encontrado desde una losa del foro
al podio de una escultura ecuestre romana, así como restos de cuando
aquí hubo una catedral, en los tiempos de la Barchinona visigoda. De
aquellos días son también los vestigios de una piscina bautismal y una
confesión, un espacio subterráneo destinado al entierro de un personaje
muy destacado, posiblemente sant Pacià, obispo de Barcelona, que nació
hacia el año 310 y falleció 80 años después. Más reciente es el osario
–el más grande de estas características hallado en la Península– con
restos de 400 personas víctimas de la peste negra que diezmó la
población de Europa en el siglo XIV. Los cuerpos, de hombres, mujeres y
niños, aparecieron desnudos (sus ropas se quemaban para evitar la
propagación de la epidemia), con sudarios de lino y apilados en once
capas diferentes sobre las que se vertía cal viva. Se cree que todos
ellos fallecieron en el intervalo de una semana.
Sobrecoge imaginar cuántas sorpresas alberga aún esta
iglesia, donde se organizan visitas guiadas a las que merece la pena
acudir por mil razones: la panorámica de 360 grados que se disfruta
desde el campanario; los vitrales del ábside, de 1522, obra de Jaume
Fontanet; el retablo de la Santa Creu, que Pere Nunyes (o Pedro Nunhes)
pintó entre 1525 y 1530; la talla renacentista de la Moreneta, que
presidía el retablo gótico de la nave central y que ahora se halla en la
sacristía... Y del arte de la noche de los tiempos al del siglo XXI,
como demuestran dos monumentales lienzos de Perico Pastor en la capilla
del Santíssim.
Todo se ha podido hacer con la financiación del
Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, la Generalitat, La Caixa, el
Arzobispado y el mecenazgo de la Fundació Vila Casas. De momento el
grifo de las inversiones se ha cerrado. Antes de que eso ocurriera, se
pudieron solucionar los problemas de grietas, humedades y goteras que
registraba la cubierta de la basílica. Durante los trabajos se habilitó
una nueva escalera de caracol, que nace junto a la sacristía y que
permitió acceder al lateral de la segunda planta. Así se redescubrió una
capilla durante muchos años olvidada.
No cuesta imaginar qué debieron pensar los operarios y
arquitectos que invadieron esta cápsula del tiempo y se toparon con una
reconstrucción sincrética tan bella del arca de la Alianza. Cuando sus
compañeros les preguntaron desde el exterior qué veían, hubieran podido
responder, como Howard Carter en la tumba de Tutankamón: “Cosas
maravillosas”. Es casi un milagro que una madera tan enigmática, pero
tan humilde (nada de ébano o caoba), haya resistido tan bien el agua,
las termitas y los excrementos de los murciélagos y las palomas.
La estancia se ha rehabilitado y se ha instalado un
ostensorio del siglo XVIII con una figura restaurada del niño Jesús, que
podría pasar por un querubín, de relativo valor histórico, pero de
bellísima factura. Se trata de un guiño al emplazamiento de esta
capilla, sobre otra, la de la Mare de Déu de l’Esperança, a la izquierda
de la entrada principal, que da la bienvenida a la basílica y es
conocida y objeto de veneración entre las parejas que ansían ser padres.
Les atrae la escultura de la virgen embarazada. El rostro serafítico de
la talla de su hijo, una planta más arriba, no tiene nada que ver con
el del Dios esculpido en el arca, flanqueado por las inscripciones en
hebreo. De aspecto hierático y castigador, intimida tanto como el
Pantocrátor de Sant Climent
de Taüll.
de Taüll.
El arca sigue en la capilla, a la espera de que se
decida dónde exponerla y de que se resuelva el misterio de su origen.
Una posible pista puede estar en otro de sus dibujos, un caduceo: dos
serpientes entrelazadas que representan a Hermes o Mercurio, el
mensajero de los dioses del Olimpo, símbolo de la medicina y del
comercio. El paseante atento puede encontrar una figura idéntica no muy
lejos: en el balcón de hierro forjado del inmueble de la calle Ciutat,
número 3, que hoy alberga unas dependencias municipales y que mandó
construir un indiano
en 1838.
Las fechas concuerdan: el francés Champollion había descifrado apenas 16 años antes la piedra Rosetta, que un soldado de Napoleón halló en Egipto y que permitió traducir los jeroglíficos de los faraones. Una hipótesis plausible señala que este acaudalado vecino sucumbió a la pasión por Oriente que invadió Europa y encargó una reproducción del lateral del arca de la Alianza con el mismo caduceo de su balcón. Era una forma de sacar pecho ante sus coetáneos: “Aquí vive alguien que ha prosperado con los negocios”. Luego pudo donar la talla a esta basílica de Ciutat Vella, durante mucho tiempo conocida como la iglesia de los señores de Barcelona. Quizá lo hizo con la secreta ambición de pasar a la historia como un generoso mecenas. Sic transit gloria mundi. Así acaba la gloria mundana. No contó con que su espléndido regalo acabase en una capilla olvidada.
http://www.lavanguardia.com/videos/barcelona/20160115/301436553598/arqueta-egipcia-sant-just-barcelona.html
en 1838.
Las fechas concuerdan: el francés Champollion había descifrado apenas 16 años antes la piedra Rosetta, que un soldado de Napoleón halló en Egipto y que permitió traducir los jeroglíficos de los faraones. Una hipótesis plausible señala que este acaudalado vecino sucumbió a la pasión por Oriente que invadió Europa y encargó una reproducción del lateral del arca de la Alianza con el mismo caduceo de su balcón. Era una forma de sacar pecho ante sus coetáneos: “Aquí vive alguien que ha prosperado con los negocios”. Luego pudo donar la talla a esta basílica de Ciutat Vella, durante mucho tiempo conocida como la iglesia de los señores de Barcelona. Quizá lo hizo con la secreta ambición de pasar a la historia como un generoso mecenas. Sic transit gloria mundi. Así acaba la gloria mundana. No contó con que su espléndido regalo acabase en una capilla olvidada.
http://www.lavanguardia.com/videos/barcelona/20160115/301436553598/arqueta-egipcia-sant-just-barcelona.html
LA BASILICA DE LOS MISTERIOS
Escondida
en la ciudad de Barcelona, la basilica de los santos Justo y Pastor, en
el Gótico de la Ciudad Condal, esconde muchos secretos inconfesables:
una virgen negra que en realidad es una diosa egipcia, la auténtica
Moreneta lejos de la réplica del Monasterio de Montserrat, la tumba del
último rey visigodo, arrianos, vírgenes embarazadas junto a tumbas
masónicas… el escenario ideal para el complot de una buena novela de
conspiraciones.
No es necesario ser creyente o desarrollar una sensibilidad extrema
para tener una sensación de tranquilidad y protección al estar dentro de
esta iglesia. Respirar en estas fechas el aire frio y vivir por unos
instantes la vida es como retroceder más de mil años atrás en el
tiempo.
Sant
Just i Pastor es una de las iglesias más antiguas y, posiblemente, la
mejor conservada; fue el primer templo consagrado al “verdadero” Dios.
Desde el año 65 se sabe que los fieles ofrecían los divinos
sacrificios, celebraron los Sagrados misterios y recibiendo los Santos
Sacramentos.
La iglesia se levanta muy cerca del anfiteatro donde eran
martirizados los cristianos. Las creencias populares indican que bajo el
recinto actual existía un laberinto subterráneo donde se reunían los
primeros fieles. Los cristianos acudían allí, bajo el suelo, que recogía
la sangre y las cabezas de los mártires, con el fin de rezar por las
almas de los muertos.
La cripta fue hallada en 1723, momento en que se construyó la
sepultura para depositar los cadáveres de los beneficiados de Sant Just,
según la descripción del rector D. Francisco Gloria y Bosch. El
pavimento de la cripta era un mosaico de piedras blancas y azules. Cabe
explicar que tras la persecución y la muerte de los fieles, cuando
transcurría el año 324, con la conversión del emperador Constantino, se
pudo comenzar a construir en aquellos lugares donde tiempo atrás los
feligreses se habían reunido en secreto.
Los mártires serían los cimientos de la Iglesia triunfante, un consuelo para los vivos y un monumento en honor a los muertos. Siendo la iglesia de Sant Just el único templo construido sobre las criptas, cabe suponer que fuera el primer templo construido dentro de los muros de Barcelona, durante los cinco primeros siglos de la Iglesia.
Sant Just i Pastor o Iglesia de la Santa Cruz
Sobre estos datos, algunos autores infieren que la iglesia de los Santos Justos y Pastor no puede ser tan antigua como la Catedral. No obstante, en base a una sumaria información de 29 de Octubre del año 1578, enviada por el Rector de la iglesia, y con la ayuda de seis testigos que afirmaban: “Ser tradición constante y fama pública, que la iglesia de los Santos Justos y Pastor fue la catedral de Barcelona y Sede de sus Obispos”, se tiene constancia de que debió ser el templo principal de la Ciudad Condal.
En el archivo de la Parroquia consta, que en el cementerio de la iglesia de los Santos Justos y Pastor, antes de la entrada de los musulmanes en Barcelona, se hallaba construida una capilla bajo el titulo de San Félix y Santa Cruz. En la crónica de “San Pere de les Puelles” la fundación de la iglesia se atribuye a Ludovico Pio en el año 801 o 839. A favor de esta capilla consiguió de su padre el Emperador Carlomagno tres privilegios al altar de San Félix: el de Testamento Sacramental, el de Batalla Juzgada y el Juramento de los Judíos; privilegio confirmado en el capítulo 48 del volumen 2 de las Constituciones de Catalunya.
La historia de la Batalla Juzgada cuando menos es curiosa, ya que en caso de existir un litigio entre caballeros, donde faltaran pruebas suficientes para que un juez pudiera emitir sentencia, se apelaba a la batalla juzgada o juicio de Dios, por la cual se daba la razón al caballero vencedor. Los litigantes acudían a la iglesia de San Just i Pastor, y con la mano sobre los evangelios prestaban solemne juramento, comprometiéndose a utilizar solo las armas utilizadas y no pudiendo hacer uso de armas encantadas o piedras mágicas.
En
el caso de existir disputa entre un cristiano y un judío, era éste
último el que debía jurar solemnemente que diría la verdad ante el altar
de San Félix. El juramento se formalizaba sobre los diez mandamientos.
El judío debía contestar Amén (que así sea) a las aterradoras amenazas
que le agravarían en caso de ser mentira lo que allí juraba.
El tercer privilegio era el del Testamento sacramental, el cual
permitía a los ciudadanos de Barcelona, en peligro de muerte, expresar a
los testigos su última voluntad. Dicho testamento tendría validez en
el caso de que los testigos, en un plazo no superior a seis meses,
jurasen ante el altar de San Félix, en presencia de un notario y del
rector, la última voluntad del difunto.
Al derruirse la pequeña capilla románica exterior que tenía las
advocaciones de San Felix y Santa Cruz, estos cultos y el beneficio de
San Félix, pasaron en 1333 a la Capilla de los Santos Justos y Pastor.
La larga tradición del testamento fue derogada por obsoleta en 1991,
aunque parezca mentira que algo así llegara a nuestros días.
Patrocino religioso
Desde el siglo IV se cree que la iglesia tiene el mismo patrocinio
religioso. Fue en los años 390-392 cuando se dedicó a los santos Justos y
Pastor la pequeña iglesia situada en esta colina cercana al decamano
principal (principal arteria de una ciudad romana), lugar en el cual
yacían los restos de un templo romano. Los Santos Justo y Pastor,
también conocidos como los Santos Niños, nacidos en Tielmes (Madrid)
fueron unos supuestos mártires hispanorromanos de 7 y 9 años, ejecutados
en el 304 en Alcalá de Henares por orden del gobernador Daciano, por
negarse a abjurar del cristianismo.
Algunos
autores afirman que el mito de los santos Justo y Pastor no es otra
cosa que la cristianización del culto a Cástor y Pólux, lo cual podría
suponer otro indicio en cuanto a lo que se adoraba antiguamente en este
lugar. Cástor y Pólux se hallaban muy unidos y, según parece, se
querían mutuamente con un amor fraternal inmenso. Destacaban por sus
habilidades físicas las cuales fueron evidentes cuando Jasón emprendió
junto a los Argonautas (entre los que se hallaban algunos personajes
importantes como Heracles) la expedición en busca del vellocino de oro.
Los dos hermanos no se negaron a acompañarlo y, durante el transcurso de
la misma, Pólux hizo gala de sus amplias dotes como pugilista, llegando
a matar en medio de un combate a un soberano.
Sin embargo, los Dióscuros no vivirían hasta la vejez, Cástor resultó
muerto durante la expedición en busca del vellocino de oro, ya que el
joven hijo de Leda lo era también de Tindáreo y, a causa de esto, no
gozaba de la inmortalidad. Pólux, por tanto, estaba condenado a
contemplar morir a su hermano, para después vivir eternamente mientras
el alma de Cástor permanecía en el Hades. Fue entonces cuando Pólux tomó
entonces una decisión que nos da una verdadera lección de amor
fraternal: suplicó a su padre Zeus que le permitiese compartir su
inmortalidad con Cástor. De esta manera, mientras uno de los hermanos
permanecía en el Hades, el otro ocupaba el puesto de divinidad.
A
ambos se les rindió culto en Grecia y en Roma (en el Foro de esta
última había un templo cuyos restos aún hoy pueden contemplarse). En la
constitución de Géminis-Gemelos- las dos estrellas más brillantes
reciben el nombre de Cástor y Pólux, aunque Cástor en realidad es un
conjunto de varios astros, que contados hacen un total de 13. Pues bien,
la iglesia de Sant Just i Pastor, en su techo, muestra 13 escudos con
aguas simbólicas. Curiosamente, al unirse los 13 escudos entre sí, de
forma imaginaria, nos aparece ¡la constelación de Géminis!
El enigma WitizaComo consta en el libro de óbitos parroquial del 19 de marzo de 1736, fue descubierta en excavaciones del pavimento de la iglesia una lápida de los Witiza-Akhila del año 899; la original se encuentra hoy depositada en el Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona y dentro de esta basílica (junto a la pared izquierda de la entrada principal) puede consultarse la copia. La traducción literal dice:
“Aquí reposa Witiza hijo de Teodoredi. Perdónele Dios amén. Era 938 de la Encarnación de Dios años 890 segundo reinado Carlos rey día 13 se murió.”
La Arquitectura gótica del templo se cimentó y elevó en 1342, sobre el terreno de los antiguos templos paleocristianos y románicos, del cual aún se conservan además de la LAUDA DE WITIZA elementos visigóticos como son las pilas para el agua bendita, junto a la entrada, a mano derecha.
Las dos pilas están vaciadas sobre dos capiteles recuperados, y están labradas en mármol exteriormente por tres caras que simbolizan la Trinidad; la escritura es de derecha a izquierda y está grabada en forma invertida. Las letras son griegas por influencia bizantina, y en los extremos de la cruz cuyos brazos ata un círculo se lee BARK, es decir Barcino, como la conocían los romanos. En la otra pila, con las tres cruces también del siglo VI, y que se encuentra tras el altar, se lee la inscripción NIKA en griego, que quiere decir “Victoria”.
Este misterio contrasta con la versión oficial, ya que al comienzo de la calle Hércules, donde da la propia iglesia, se lee en un cartel del ayuntamiento: “Basílica del siglo XIV”, cuando la lápida ya demuestra que sus anteriores propietarios eran visigodos. A todo ello, hay que sumar que oficialmente el emperador Witiza está enterrado en Toledo, cuando fuera de los libros de historia se puede comprobar que su sepulcro está aquí mismo.
La virgen negra
El interior de esta iglesia acoge el altar mayor de 1832, con seis columnas monolíticas de mármol de Tarragona en hemiciclo y media cúpula, de estilo neoclásico. Aquí se venera la imagen de la Virgen María de Montserrat, y la tradición indica que la imagen que se reverencia en Montserrat hubiera sido adorada en esta iglesia hasta que fue escondida en la montaña para salvarla de la invasión musulmana.
Dice la leyenda que la Santa Imagen fue obra del Evangelista San Lucas, y que San Pedro la trajo a España en el año 50, siendo entregada al Obispo de Barcelona. Pero esto sólo puede tildarse de leyenda, ya que las vírgenes negras no aparecerán hasta los finales del arrianismo.
En fecha 22 de abril del año 718 fue escondida en la montaña de Montserrat, donde fue hallada cien años después de forma milagrosa por unos pastores, cambiándosele el nombre de Jerosolimitana, que es como se conocía, por el de la mítica montaña.
La leyenda cuenta que en el año 880, un sábado al atardecer, unos chicos pastores vieron descender del cielo una gran luz, acompañada por una bella melodía, que se ponía a media altura de la montaña. A la semana siguiente volvieron con sus padres y la visión se repitió. Igualmente sucedió a las semanas siguientes con la compañía del rector de Olesa de Montserrat. Enterado del acontecimiento, se presentó el obispo de Manresa; entonces encontraron una cueva en la que restaba la imagen de esta virgen negra. Cuando el obispo supo la noticia, intentó trasladar el ídolo hasta Manresa, pero no se pudo hacer puesto que la estatua pesaba demasiado. El obispo lo interpretó como el deseo de la Virgen María de permanecer en el lugar en que se la había encontrado, y mandó que construyeran la ermita de Santa Maria, origen del monasterio actual.
La virgen negra que se venera actualmente es una talla románica del siglo XII, de madera de álamo. Representa, en teoría, a la Virgen María con el niño sentado en su regazo y mide unos 95 centímetros de altura. En la mano derecha sostiene una esfera que simboliza el universo, para unos, mientras que para otros es un símbolo de que el mundo es redondo como sostenían los sacerdotes egipcios. El niño Jesús tiene la mano derecha levantada en señal de bendecir, mientras que en la izquierda tiene una piña. Excepto la cara y las manos de Maria y del niño Jesús, la imagen está pintada de dorado, aunque no siempre fue así. La Virgen María, en cambio, es de color negro, hecho que le ha valido el apodo popular de Moreneta. El ennegrecimiento de la talla del siglo XII, dice la leyenda, es debido de al humo de las velas que durante siglos han ido quemando a sus pies en señal de veneración. Se ennegrecieron con el paso del tiempo, por la acción de los cirios, por enterramiento o por cualquier otro agente exterior. Pero esta teoría no se sostiene por ninguna parte, ya que la virgen, al pasársele un trapo, no destiñe ni puede ser lavada. Esta virgen es negra de origen, como todas las vírgenes negras traídas a Europa por parte de la Orden del Císter o los templarios.
Es difícil establecer una relación detallada de las estatuas que existieron en los siglos XII y XIII, pero es seguro que las más veneradas en aquella época fueron precisamente las que nos ocupan. Y ello hasta tal punto que la mayor parte de los sitios más destacados de espiritualidad medieval en Francia albergaban una Virgen Negra, tanto si se trataba del Mont-Saint-Michel, como del Puy, de Chartres, de Rocamadour, de Sion-Vaudemont o de muchos otros lugares…
Según nos deja escrito Jacques Huynen, en su libro “El enigma de las vírgenes negras”, el culto a las vírgenes negras aparece en el mundo cristiano durante la etapa del medievo, en torno a los siglos XI y XIII. En realidad, no es más que la adaptación a los cánones del cristianismo del culto egipcio a la diosa madre Isis como símbolo de la tierra y la fertilidad (cuyo antecedente lo encontramos en las Venus del paleolítico), tal y como hicieran en su momento los griegos con Démeter, los celtas con Belisana o los romanos con Ceres.
Se tiene constancia también del culto pagano a Diana-Artemisa en Éfeso -ciudad de Asia Menor situada en la actual Turquía- como diosa negra de la tierra, siendo venerada en un templo octogonal concebido como santuario donde habitaba el espíritu de la deidad.
Muchos de los recintos donde reciben culto estas vírgenes negras, están cargados de gran fuerza telúrica y fueron antaño lugares donde se practicaban rituales iniciáticos, algunos de carácter secreto. Curiosamente, la iglesia de Sant Just i Pastor, parece cumplir con estos cánones.
La tradición cuenta que el eremita San Antón veneraba en su Egipto natal a una Isis del periodo alejandrino como si de una imagen de la Virgen María se tratase, y que, al ser traída dicha efigie a Europa, comenzó en el viejo continente el culto a tan sugestivos iconos marianos. Ello debe tener cierto fundamento si tenemos en cuenta que la Isis egipcia fue venerada en varios puntos de Francia como una madona cristiana, caso de la propia capital París, cuyo nombre se debe a los Parisii, adoradores del popular mito egipcio.
Las vírgenes negras aparecen mencionadas en el Cantar de los Cantares: “nigra sum sed formonsa filiae Hierusalem sicut tabernacula Cedar sicut pelles Salomonis“. Precisamente, la Orden del Temple, autorizada en el año 1118, tuvo su primera residencia en las ruinas del templo de Salomón, una construcción octogonal cedida por el rey Balduino de Jerusalén, el mismo monarca que dio carta blanca a la congregación.
Tenemos constancia empero que la Moreneta sería una de estas vírgenes negras, adoración pagada de la diosa Isis que, como hemos mencionado, se localizó en la Cueva Santa de la montaña de Montserrat.
A la Santa Cueva se accede a través del Camino de la Santa Cueva, que está excavado en la montaña, a lo largo del Macizo de Montserrat; fue construido entre 1691 y 1704 gracias al mecenazgo de Gertrudis de Camporrell, marquesa de Tamarit. La construcción de la capilla se produjo entre 1696-1705, gracias al patrocinio nuevamente de Gertrudis de Camporrell. Hay que destacar el emplazamiento vertical de la capilla a la pendiente de la montaña, que le da una sensación de estar suspendida al aire; es un bello ejemplo de integración entre arquitectura y naturaleza.
Conocido esto, echemos un vistazo al aspecto de la Moreneta, tal y como está descrita en distintas crónicas de la historia.
“El libro de la historia y milagros de la Virgen de Montserrat”, que se vendía en el monasterio, en el 1550, dice lo siguiente: “La bendita imagen de nuestra Señora le pone la mano izquierda sobre su hombro izquierdo [del niño Jesús] y saca su mano derecha por el costado derecho, tanto que el niño puede verla”. Quiere eso decir, que en el siglo XVI la virgen no contaba con una bola u orbe en su mano, sino que fue un añadido posterior.
Fray Antonio de Yepes escribió en 1660: “Teniendo a nuestro Señor con una sierra”. Quiere esto decir que el propio niño Jesús sostenía esta herramienta, lo cual es otra novedad iconográfica.
En la noche de la Santísima Trinidad de 1691, mientras los monjes cantaban los maitines, se prendió fuego en el camarín y la virgen quedó envuelta en llamas, desapareciendo su vestido inicial. Después de este suceso y después de que los franceses abandonaran el monasterio, tras las guerras napoleónicas, se procedió a restaurar la imagen. Estamos hablando del año 1812. Un monje escribió lo siguiente: “Por motivos que todos sabemos se retocó el rostro de Nuestras Señora y manos, el cual se echó de ver que era de un color regular, y asimismo se pintó el rostro del Niño de un moreno claro, según estaba antes”.
En 1823 la Moreneta fue traída a Barcelona, después de habérsele quitado las joyas (que nunca más volverían a verse), y colocaron la imagen en el altar de la Catedral, trasladándose luego a la parroquia de San Miguel. En el Portal del Angel, número 1, se procedió en aquel entones a restaurar la virgen, colocándole una nueva talla del niño Jesús, y le pusieron manos nuevas la virgen. La imagen se colocó sobre una peana cuadrada de molduras de perfil académico, pintándose todas las encarnaduras y policromías de la virgen de color negro, incluyendo el orbe, a excepción del trono donde está sentada, que aún conserva la primera decoración románica a base de arcadas.
El 12 de junio de 1824 emprendió de nuevo viaje hacia el Monasterio de Montserrat hasta el 25 de junio de 1834 que se escondió de nuevo por un cambio de gobierno. Ya en 1931, se retiró la imagen del camarín y se dejó una copia, por el temor del inicio de la Guerra Civil. La imagen fue a parar a la Iglesia de Sant Just i Pastor, donde parece ser estuvo escondida hasta finalizar la guerra.
Sin embargo, aquí es donde parece que encontramos el gran dilema porque la Moreneta del Monasterio de Montserrat sostiene un orbe en sus manos de color dorado, mientras que el original debió ser negro, como así atestiguan las crónicas y el archivo histórico de la Ciudad Condal, tal y como hemos constatado con anterioridad. Además, la Moreneta de Sant Just i Pastor, no sólo mantiene en su mano un orbe de color negro, sino que su estampa muestra una virgen de facciones negras pintadas, lejos de la uniformidad actual de la que supuestamente debería ser la oficial. A todas luces parecería que la auténtica Moreneta no es la que se alberga en el Monasterio de Montserrat, sino ¡la que se encuentra sobre el altar de la iglesia de Sant Just i Pastor!
Todo lo anterior viene dado por una pista. Un joven Gaudí acudía todos los días a este iglesia, sin conocerse un motivo cierto. Cabe recordar que Gaudí fue masón hasta la médula, y de eso no hay ninguna duda. Gaudí, como buen católico practicante, le rendía honores a la Moreneta todos los días.
Aparte lo anterior y para echar más leña al asunto, nada más entrar a la iglesia, a mano izquierda, a los pies de una virgen embarazada, se aprecia lo que a simple vista parece una tumba masónica.
Un vistazo a la misma sirve para advertir que las letras “A”, son del tipo masónicas, ya que forman un compás y escuadra. El número 17 y 26 ó 1726 en principio no dice nada, salvo si tomamos separadamente el 17 y el 26; entonces, el inverso del 17 es el 71 o la Junta del Sanedrín más el Sumo Sacerdote; y el 26, es uno de los números del nombre de YHWH. Y quien se halla debajo, se ampara de la FM, el Sanedrían y Dios (= YHWH). Dentro del recuadro de la lápida se ve un triángulo, un escoplo y un compás. Con el primero y el último nos volveríamos a acercar a la FM. Sobre el recuadro hay una cenefa que podría equivaler al murciélago, lo que nos llevaría a un símbolo bien divulgado por la aristocracia catalana, pero también simbolizaría al Iniciado.
Uniéndolo todo, nos aparece la tumba de un masón, hebreo, que busca el amparo del Sanedrín y de YHWH.
Uno de los aspectos que más sorprenden de la Orden del Temple es la presencia de la figura octogonal en todas sus construcciones. Hay bastantes octógonos en esta iglesia, junto a un lema harto interesante en la entrada, acerca de que “ésta es la casa del señor y las puertas del cielo”, nos dan nuevas pistas sobre la presencia de templarios en este lugar. Lo cierto es que la iglesia de Sant Just i Pastor no deja de sorprender por sus misterios.
Los trabajos del plan director para restaurar el templo gótico ya han propiciado varias sorpresas como los restos arqueológicos de estructuras monumentales romanas de los siglos I dC, en concreto la base de una columna que fue reutilizada para construir lo que fue una basílica católica del siglo VI y una pica bautismal de la misma época. También se encontraron sorpresas en el subsuelo de la sacristía con una fosa común, se calcula de unas 120 personas que fallecieron víctimas de la peste negra en el siglo XIV, según explicaciones de Julia Beltrán, responsable de los trabajos de arqueología. Y tampoco esperaban encontrar pinturas en la cúpula de la capilla del santísimo, construida en 1705, donde bajo una espesa capa de pintura gris hallaron representaciones de cuatro momentos de la pasión realizadas por los pintores Josep Mirabent y Bartomeu Ribó del año 1857.
Son momentos de la pasión y resurrección en tonos alegres y luminosos: “Lo primero que salió fue una cara y en diferentes catas salieron otras partes de las composiciones hasta que descubrimos el conjunto que es precioso”, ha explicado Joan Alonso, miembro el equipo de arquitectura de Joan Figuerola que ha elaborado el plan director de intervención de la basílica. En esa misma capilla, que se ha reformado varias veces, se pueden ver dos cuadros alusivos a la Eucaristía y al antiguo y Nuevo Testamento realizados por el pintor contemporáneo Perico Pastor, autor también de la decoración de la vidriera de entrada a ese espacio.
Probablemente una de las partes más espectaculares de la restauración realizada está en las alturas- concretamente después de subir 174 escalones- en las terrazas intermedias que estaban cegadas por paredes y que tapaban buena parte de los vitrales de los siglos XIV y XV. Esos añadidos evitaban, además, la entrada de luz natural y sumía la nave central de la basílica en cierta penumbra. “En algún momento y posiblemente por falta de espacio decidieron añadir dependencias en la terraza a lo largo de la nave lateral”, ha comentado Alonso.
El remate del espectáculo está al final de la muy angosta escalera de caracol: una vista de 360 grados sobre Barcelona, un mirador desde el que se ven muy cerca otros campanarios, como el de la Catedral, Santa Maria del Mar, Nuestra Señora del Pi y la Mercè en la cercanía y toda la ciudad, de mar a montaña, y de norte a sur. El campanario tiene una altura de unos 35 metros y su base es del siglo XVI. La torre está culminada por una baranda colocada en 1572 y adosadas a uno de los cuerpos del campanario están dos esculturas de la basílica: Sant Just i Sant Pastor, dos jóvenes que fueron martirizados en tiempos del emperador Diocleciano por no renegar de su fe. Las campanas Egidia, Pastora, Justa y Montserrada, realizadas entre los siglos XVII y XVIII, han sido también restauradas en una compleja operación que supuso bajarlas del campanario y trasladarlas al taller de unos maestros campaneros en Palencia.
La restauración de Sant Just no ha hecho nada más que empezar, han coincidido en destacar tanto el rector de la basílica, como los arqueólogos y restauradores que han intervenido en ella y el alcalde Xavier Trias que ha destacado la importancia de los hallazgos realizados que dan fe de los primeros cristianos en la historia de la ciudad: "sería una equivocación no reconocer los valores religiosos". En la primera fase se han gastado 250.000 euros que han sido aportados por el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, la fundación La Caixa y la fundación Vila-Casas.
Para un futuro queda, como mínimo, la restauración de todas las vidrieras –algunas de ellas en evidente deterioro- las cubiertas de todo el templo, las terrazas de las capillas laterales y la restauración interna de la nave. Algo para lo que no hay ni cifra orientativa.
Las campanes
Foto cedidas por Tomas Pinel Lopez
La Barcelona medieval mantuvo sus hábitos y costumbres funerarios a pesar de encontrarse en un episodio de epidemia de peste.
Esta es una de las conclusiones que ha aportado el estudio de los
entierros de una fosa múltiple encontrada en el interior de la basílica de los Sants Màrtirs Just i Pastor, una de las iglesias más antiguas de Barcelona. La fosa fue descubierta durante la campaña de excavaciones del año 2012, dentro del proyecto de investigación sistemática que se está llevando a cabo en la basílica desde el año 2011 como parte del plan Barcino.
Para hacerse una situación de lugar, hay que ir hasta la misma
fundación de lo que hoy conocemos como Barcelona y que nació como una
colonia fundada por el emperador romano Augusto en torno a dos pequeños
cerros. Uno era el monte Tàber, en la actual calle del Paradís; y el
otro se encontraba donde hoy está la plaza de Sant Just. Esto hace que
en el subsuelo de la basílica de los Sants Màrtirs Just i Pastor haya documentada una ocupación humana continuada desde el mismo momento de la fundación de Barcino hasta la actualidad.
La fachada actual del edificio es neogótica, del XIX, pero la nave es de factura gótica. Se empezó a construir en 1342, y en 1363 ya se habían terminado los tres primeros tramos de la nave. Sin embargo, los orígenes del templo hay que ir a buscarlos mucho más allá, a principios del siglo VI, cuando se erigieron una basílica y un baptisterio. La iglesia fue catedral en época visigoda. Todo ello hace que sea un lugar muy importante, donde las excavaciones arqueológicas que se están llevando a cabo aportan mucha información y no pocas sorpresas. Una de estas sorpresas ha sido el hallazgo de la citada fosa común en el subsuelo de la actual sacristía.
Los resultados de los estudios llevados a cabo con los restos encontrados se han publicado en la revista Quarhis (Quaderns d’Arqueologia i Història de la Ciutat de Barcelona), que edita el Muhba (Museo
de Historia de Barcelona), y los firman Julia Beltrán de Heredia e
Irene Gibrat. Las autoras explican que la zona donde fue localizada la
fosa está “muy alterada por las estructuras del edificio gótico”. Tenía
una profundidad de 1,5 metros y se supone que originariamente tenía unas
dimensiones mínimas de 4 x 3,5 metros. En el interior había 120 entierros hechos de manera simultánea en
un periodo de tiempo de entre dos y cinco días. La fosa había sido
cubierta con una gran cantidad de cal viva para desinfectar y evitar la
proliferación de bacterias.
La importancia de este hallazgo radica en el hecho de que es la primera vez que se encuentra un testimonio directo de una epidemia de peste en Barcelona. Beltrán de Heredia y Gibrat explican: “Hay muchos estudios vinculados al tema de la peste negra; sabemos que afectó a todas las clases sociales, también sabemos de las revueltas del Call, cuando la población culpó a los judíos de la peste, de las ordenanzas del Consejo de Ciento para proteger a la población, de las consecuencias sociales y económicas, pero no tenemos datos arqueológicos sobre esta epidemia”.
El hecho de que la fosa se haya encontrado en un lugar sagrado, allí donde habitualmente se celebraban los entierros, y la disposición en que se encontraron los cuerpos, colocados unos junto a los otros, la inmensa mayoría en decúbito supino y con las manos sobre el pecho, y vestidos con un sencillo sudario, indican que, a pesar de la gravedad de la situación, fueron tratados de manera cuidadosa y con respeto y que no se modificaron los hábitos de comportamiento habituales ante la muerte. Parece que este mismo comportamiento se siguió en las demás parroquias barcelonesas, como Santa Maria del Pi o la propia catedral. Hay que recordar que en aquella época los entierros tenían lugar en cementerios parroquiales y, en ocasiones, en el interior de las iglesias.
En otros lugares de Europa, como Londres, sí hay documentados entierros de epidemias de peste, pero allí construyeron dos cementerios especiales totalmente nuevos, alejados de la ciudad. En Barcelona, en cambio, a pesar de la falta de espacio, está claro que se mantuvieron, dentro de lo posible, los hábitos y las tradiciones funerarias. Y eso que la ciudad, encorsetada por las murallas, tenía problemas de espacio y los cementerios no daban abasto. Se halla documentado el hecho de que, en aquella época, en Santa Maria del Pi se compraron algunas casas de los alrededores, que habían quedado vacías al morir sus propietarios, para poder ampliar el cementerio.
Cuando Barcelona sufría epidemias de peste
La fachada actual del edificio es neogótica, del XIX, pero la nave es de factura gótica. Se empezó a construir en 1342, y en 1363 ya se habían terminado los tres primeros tramos de la nave. Sin embargo, los orígenes del templo hay que ir a buscarlos mucho más allá, a principios del siglo VI, cuando se erigieron una basílica y un baptisterio. La iglesia fue catedral en época visigoda. Todo ello hace que sea un lugar muy importante, donde las excavaciones arqueológicas que se están llevando a cabo aportan mucha información y no pocas sorpresas. Una de estas sorpresas ha sido el hallazgo de la citada fosa común en el subsuelo de la actual sacristía.
La importancia de este hallazgo radica en el hecho de que es la primera vez que se encuentra un testimonio directo de una epidemia de peste en Barcelona. Beltrán de Heredia y Gibrat explican: “Hay muchos estudios vinculados al tema de la peste negra; sabemos que afectó a todas las clases sociales, también sabemos de las revueltas del Call, cuando la población culpó a los judíos de la peste, de las ordenanzas del Consejo de Ciento para proteger a la población, de las consecuencias sociales y económicas, pero no tenemos datos arqueológicos sobre esta epidemia”.
El hecho de que la fosa se haya encontrado en un lugar sagrado, allí donde habitualmente se celebraban los entierros, y la disposición en que se encontraron los cuerpos, colocados unos junto a los otros, la inmensa mayoría en decúbito supino y con las manos sobre el pecho, y vestidos con un sencillo sudario, indican que, a pesar de la gravedad de la situación, fueron tratados de manera cuidadosa y con respeto y que no se modificaron los hábitos de comportamiento habituales ante la muerte. Parece que este mismo comportamiento se siguió en las demás parroquias barcelonesas, como Santa Maria del Pi o la propia catedral. Hay que recordar que en aquella época los entierros tenían lugar en cementerios parroquiales y, en ocasiones, en el interior de las iglesias.
En otros lugares de Europa, como Londres, sí hay documentados entierros de epidemias de peste, pero allí construyeron dos cementerios especiales totalmente nuevos, alejados de la ciudad. En Barcelona, en cambio, a pesar de la falta de espacio, está claro que se mantuvieron, dentro de lo posible, los hábitos y las tradiciones funerarias. Y eso que la ciudad, encorsetada por las murallas, tenía problemas de espacio y los cementerios no daban abasto. Se halla documentado el hecho de que, en aquella época, en Santa Maria del Pi se compraron algunas casas de los alrededores, que habían quedado vacías al morir sus propietarios, para poder ampliar el cementerio.
http://lameva.barcelona.cat/barcelonablog/insolito/cuando-barcelona-sufria-epidemias-de-peste?lang=es
http://www.btv.cat/btvnoticies/2013/07/01/la-campana-dels-sants-just-i-pastor-espanta-les-bruixes/
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