jueves, 27 de septiembre de 2018

El 3D de Sant Pere Nolasc


El 3D de Sant Pere Nolasc


Un mural que simula un impresionante efecto tridimensional preside la iglesia de la plaza Castella

Está considerada una de las obras maestras del pintor neoclásico francés Joseph Flaugier, que se instaló en la ciudad en 1773


El 3D de Sant Pere Nolasc
El efecto tridimensional del mural de Sant Pere Nolasc es asombroso, conseguido solo mediante la mezcla de grises y ocres (Xavi Casinos)
Un bello templete con columnas preside, detrás del altar, la nave central de la iglesia de Sant Pere Nolasc, en la plaza Castella de Barcelona, lo que le confiere un aire de monumentalidad. Sin embargo, cuando uno se va acercando, descubre que no es lo que parece. Se trata tan solo de un efecto óptico logrado por el artista, cuya habilidad le confiere un volumen en tres dimensiones que realmente no existe, pues se trata tan solo de una pintura.
El mural de Sant Pere Nolasc es una de las obras maestras del pintor neoclásico francés Joseph Flaugier
El mural de Sant Pere Nolasc es una de las obras maestras del pintor neoclásico francés Joseph Flaugier (Xavi Casinos)
Este fresco 3D, así como el que decora el interior de la cúpula, es obra del pintor francés Joseph Flaugier y está considerada una de las principales obras murales de la ciudad, al ocupar 387 metros cuadrados. Flaugier se instaló en 1773, a los 16 años, en Barcelona para estudiar en la escuela de la Llotja, centro que posteriormente dirigió en 1809 hasta su muerte, cuatro años después. Introdujo el neoclasicismo en Catalunya y también fundó el primer museo público de pintura de la ciudad.
El efecto tridimensional del mural es asombroso, conseguido mediante la mezcla de grises y ocres. Se da la circunstancia de que en el conjunto están representadas las tres patronas barcelonesas: la virgen de la Mercè como figura central el retablo, y sobre ella y en los flancos, las imágenes de Santa Eulàlia y Santa Madrona. En la cúpula se representa la glorificación de Maria.
En el mural de Sant Pere Nolasc están representadas la virgen María y las tres patronas barcelonesas: la virgen de la Mercè, Santa Eulàlia y Santa Madrona
En el mural de Sant Pere Nolasc están representadas la virgen María y las tres patronas barcelonesas: la virgen de la Mercè, Santa Eulàlia y Santa Madrona (Xavi Casinos)
La iglesia era la capilla del antiguo convento de los Paúles y se erigió entre 1710 y 1746. Cuando el ejército de Napoleón ocupó Barcelona en 1808, se incautó del edificio y lo destinó a hospital militar. Tras la marcha de los franceses, siguió manteniendo está función hasta el fin de la guerra civil en 1939. Poco después se cedió al ayuntamiento, que derribó el viejo convento pero mantuvo y restauró la capilla.
Una vez finalizada la restauración, en 1947, el consistorio cedió la iglesia de Sant Pere Nolasc a la orden de los mercedarios
Una vez finalizada la restauración, en 1947, el consistorio cedió la iglesia de Sant Pere Nolasc a la orden de los mercedarios (Xavi Casinos)
El pórtico que actualmente preside la entrada principal del templo se construyó con columnas procedentes del antiguo claustro. En 1945, durante los trabajos de restauración, se descubrió una cúpula anterior también pintada al fresco y ocultada por la actual. Un fragmento se exhibe con un marco en una de las paredes de la iglesia.
La iglesia de Sant Pere Nolasc preside la plaza Castella de Barcelona
La iglesia de Sant Pere Nolasc preside la plaza Castella de Barcelona (Xavi Casinos)
Una vez finalizada la restauración, en 1947, el consistorio cedió la iglesia a la orden de los mercedarios, fundada por Sant Pere Nolasc.
La iglesia de Sant Pere Nolasc se observa también desde la calle Torras i Amat del Raval
La iglesia de Sant Pere Nolasc se observa también desde la calle Torras i Amat del Raval (Xavi Casinos) 
articulo de: https://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20180923/451943941044/barcelona-secreta-fresco-efecto-3d-sant-pere-nolasc.html

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Los agujeros de la Plaça de Sant Felip Neri, ¿conoces su origen?

Los agujeros de la Plaça de Sant Felip Neri, ¿conoces su origen?

Sant Felip Neri
Seguro que alguna vez te has dejado caer por la Plaça de Sant Felip Neri en el Barrio Gótico, bien porque te la has encontrado callejeando de casualidad o bien porque como buen barcelonés sabes apreciar los rincones con encanto de la ciudad condal. Sea como fuere, seguro que te has fijado en los agujeros de la fachada de la iglesia que da nombre a la plaza; seguro, también, que te has preguntado por qué las paredes no han sido restauradas. Unas marcas que figuran en la fachada como heridas o como cicatrices de un tiempo oscuro.
Oscuro tanto para Barcelona como para España, en general: para conocer el origen de los agujeros hay que retrotraerse a 1938, a los últimos compases de la Guerra Civil.
Los agujeros, más concretamente, se deben a un bombardeo provocado por el bando franquista durante la contienda, en plena toma de Barcelona. El luctuoso acontecimiento tuvo lugar el 30 de enero de 1938 y provocó la muerte de cuarenta y dos personas. La mayoría de ellos eran niños que asistían a la guardería de la plaza y que buscaban refugio en los sótanos de la iglesia. En el momento del bombardeo, los terrenos de la actual plaza los ocupaba un cementerio medieval. Poco quedó después de la bomba, que arrasó con las casas cercanas y causó ciertos daños, aún presentes, en la iglesia.
De hecho una placa lo conmemora desde 2007, ésta reza: “En memoria de las víctimas del bombardeo San Felipe Neri. Aquí murieron 42 personas -la mayoría niños- por acción de la aviación franquista del 30 de enero de 1938”.
Bonus curiosidad macabra: ¿Sabías que Antonio Gaudí se dirigía a ella cuando le atropelló el tranvía?
plaza3
Foto de portada: Marcello Scotti
articulo sacado de: https://barcelonasecreta.com/secretos-barcelona-los-agujeros-sant-felip-neri/

Secretos de Barcelona que te dejarán de piedra

La Ciudad Condal es preciosa, tanto que cada año millones de personas la eligen como destino turístico…Quizá demasiadas. Es genial que su belleza sea tan reconocida a nivel nacional e internacional pero agobia un poco el hecho de no poder andar por la calle sin sentirse una sardina enlatada. A veces dan ganas de huir, de hacer algo distinto y que no haya mucha gente alrededor. Si alguna vez os habéis sentido así, continuad leyendo.
Barcelona es mucho más que los dibujitos que aparecen en los buses turísticos y las postales que venden en la tienda de souvenirs. Eso es solo la fachada, conocer la ciudad requiere más tiempo que la construcción de la Sagrada Familia y solo un verdadero barcelonés lo entiende. Hay lugares que no están en las guías turísticas, incluso cuesta encontrarlos por internet pero que dibujan una ciudad cosmopolita y actual pero con muchos secretos e historias que descubrir ¿Se me pasa alguno?
Hay un Museo del Chocolate
Lo creáis o no, existe un sitio que no tiene nada que envidiar a la fábrica de Willy Wonka; en el que los monumentos y catedrales de Barcelona están hechos de cacao y en el que el nivel de endorfinas está por las nubes: el Museu de la Xocolata.
planes en barcelona
Bar clandestino
El Dry Martini (C/Aribau, 172) es uno de los mejores bares de la ciudad para tomarse un gin-tonic y es muy exclusivo, tanto que para entrar tienes que saberte la contraseña. Su barra de madera está considerada una de las mejores del mundo y, hablando de sentirse como en una peli, esta sería una de cine negro o mafiosos.
dry martini
Refugios antiaéreos
Es posible visitar algunos de los que se utilizaron para protegerse de los ataques aéreos durante la Guerra Civil. De hecho, Barcelona fue la primera ciudad en tener a la población civil como objetivo de los bombarderos durante una guerra. Se encuentran bajo tierra y el hecho de estar ahí pone los pelos de punta. De hecho, lo que más recuerdo de esta experiencia es el silencio y el frío que nos acompañó en todo momento, eso que era primavera…
secretos bcn refugio
Estatua de la libertad
Dicen que Barcelona es el Nueva York español y con razón: los taxis son amarillos, el glamour se respira en cada esquina y tenemos nuestra propia Estatua de la Libertad. Vale, no es tan grande como la estadounidense pero el hecho de que no tenga tantas pretensiones la hace aún más especial. Se encuentra en la Biblioteca Arús (Passeig de Sant Joan, 26) y es una de las tres  reproducciones que existen en el mundo (la otra es la de París, que también está al aire libre).
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Escudo del barça en Santa María del Mar
Desde que se publicó el libro La Catedral del Mar no hay día en el que no haya algo de cola para visitarla. Muchos son los que han podido revivir los pasajes del best seller pero seguro que estaban tan entretenidos imaginando a Arnau que olvidaron que en una de sus vidrieras tiene camuflado el escudo del Barça.
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Terraza Hotel Olivia Plaza
Uno de los mejores lugares para sorprender a ese ligue indie que conociste en el KGB. Es un poquito cara pero el ambiente y las vistas a la ciudad que ofrece merecen bastante la pena. Ideal para disfrutar de un afterwork en un ambiente relajado con música Chill Out.
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Termas romanas
C/Regomir 7-9
Ave César, los que se van a relajar, te saludan. El comercio marítimo era importantísimo en aquella época y uno de los puntos de acceso a la ciudad era la Puerta del Mar, que a cada lado tenía dos termas para que se asearan los visitantes. Al verlas no pude evitar imaginar estar bañándome en ellas, discutiendo sobre negocios o asuntos políticos (Sí, he visto mucho en Canal Historia ¿Vale?)
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Las alcantarillas de Barcelona
Dan mal rollo, muy mal rollo (además de que no huelen precisamente a Eau de Rochas, más bien a “eau de merde”). Al caso, que existe una visita guiada al Depòsit de Retenció d’Aigües Pluvials Joan Miró en el que además de poder imaginar que estás en una peli de espías huyendo del malo malísimo (vale sí, tengo mucha imaginación) entenderás cómo se canalizan los residuos o el agua procedente de la lluvia y qué hay bajo el esplendor del carrer Valencia.
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Cala Sa Tuna
Barcelona tiene una cosa que Madrid, por mucho que intente imitar nunca tendrá y es la playa. Aunque sea nuestro orgullo, cuando está hasta la bandera de turistas le tomamos un poco de manía. Para no caer en el error de volver a la Barceloneta te recomendamos esta recogida cala de la Costa Brava. Genial para desconectar de la ciudad, que ser tan urbanita a veces cansa.
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La tienda de Souvenirs que no es una tienda de Souvenirs
El Chi Ton (Carrer de Provença, 300) parece una tienda más de souvenirs horteras pero no es así. Bajo las sevillanas de plástico, los mantones de manila y las tazas se esconde uno de los restaurantes asiáticos más esclusivos de la ciudad condal: el Chi Ton. Uno de los secretos de Barcelona mejor guardados.
secretos de barcelona

5 lugares abandonados en Barcelona para pasarlo de miedo

lugares abandonados de Barcelona
Hasta Iker Jiménez temblaría al ver cualquiera de estos sitios.
Mal rollo, congoja, vello erizado y una constante sensación de inseguridad. Eso es lo que suelen inspirar los lugares abandonados. Los sentimientos se intensifican, más todavía, si antes fueron edificios con mucha vida o estructuras colosales.
Es normal que no sean pocos quienes intenten y quieran evitarlos. Pero si, igual que nosotros, no eres de esos, quizás te guste saber que en Barcelona también tenemos nuestros tesoritos en ruinas para visitar.
1. Torre Salvana
Bueno, técnicamente no es un edificio abandonado, sino que son unas ruinas medievales de las que se tiene constancia al menos desde el 992. Era una torre de defensa de la familia Cervelló. Aunque ha tenido muchos nombres (Torre Salvana, la Torre d’Eles, la Torre de Cort o de Sacort), también se le conoce con el sobrenombre de Castillo del Infierno. Y desde luego lo merece, porque más de uno evitaría acercarse a solas por la noche a estas ruinas. Aunque si alguien le echa valor, la puede encontrar en Santa Coloma de Cervelló.

lugares abandonados de Barcelona
Fuente: http://enigmaps.com

2. Casino de l’Arrabassada
Pero si algún edificio da mal rollo y es digno de ser comentado por Iker Jiménez, ése es el Casino de l’Arrabassada. Se inauguró en 1899 y tuvo alrededor 23 años de gloria, pero con algunas, digamos, sombras. Cuenta la leyenda que disponía de una habitación del suicidio preparada para los empresarios arruinados. También se dice que, tras su caída en desgracia por la prohibición del juego en 1912, fue el lugar elegido para varios fusilamientos durante la Guerra Civil. Hoy día solo queda una montaña de ruinas envueltas en un halo de misterio y muchos muertos sin nombre, apellidos ni rostro.

lugares abandonados de Catalunya
Fuente: olvidadosymisteriosnoresueltos.blogspot.com.es

3. Aquatic Paradise Sitges
Muy cerca de Barcelona, en Sitges, se encuentra uno de los lugares abandonados más grandes (por tamaño propiamente dicho) de la lista. Cuenta la leyenda que el parque cerró porque los motores de la piscina de olas fallaron y succionaron a un niño, que murió en el acto. Es más probable, sin embargo, que fueran las deudas las que acabasen con el parque solo dos años después de su apertura. Pero el misterio queda ahí.

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Fuente: Foto: Rudy

4. Balneario de La Puda de Montserrat
La Puda de Montserrat fue un balneario situado en el margen izquierdo del Llobregat. Se construyó aprovechando las aguas sulfurosas que emanaron gracias a un terremoto en el Siglo XVIII. El balneario se edificó en 1870 y tuvo gran fama, acogiendo a la burguesía más selecta de Barcelona. De hecho, durante sus mejores momentos llegó a recibir la visita de la mismísima Isabel II. Se cerró en 1958 debido a que una subida del río lo dejó inoperativo y desde entonces está abandonado.

lugares abandonados de Barcelona
Fuente: Flickr de Daniel Martín

5. La Mussara
Un apunte antes de decir nada sobre La Mussara: está en Tarragona, no en Barcelona. Pero éso no es óbice para que no pueda estar en la lista.
La Mussara es, como tantos otros pueblos en España -Belchite es, quizás, el más mítico-, una localidad fantasma. O, siendo más preciosas, abandonado. Abandonado, debido a lo que vino a ser llamado el Gran Trauma, desde 1959. La Mussara está envuelto por un halo de misterio que tiene que ver con dimensiones paralelas e historias diabólicas.

 https://i2.wp.com/barcelonasecreta.com/wp-content/uploads/2018/03/la_mussara.jpg

 articulo sacado de  https://barcelonasecreta.com/lugares-abandonados-barcelona/

martes, 6 de marzo de 2018

Unas obras desentierran varios esqueletos en la Barceloneta

Unas obras desentierran varios esqueletos en la Barceloneta

El dia 22 de febrero de 2018 los arqueólogos llevan excavados en la calle Balboa al menos cuatro cuerpos, en fosas individuales, que podrían corresponder al siglo XVII


Enterramientos localizados en una obra junto a la calle Balboa de la Barceloneta.
Enterramientos localizados en una obra junto a la calle Balboa de la Barceloneta. /foto de VICENS FORNER
Las obras de construcción de una canalización subterránea en la Barceloneta, entre las calles Balboa y Ginebra, ha sacado a la luz un enterramiento múltiple que, a falta de un estudio detenido, podría datarse en el siglo XVII y corresponder a víctimas de algunos de los hechos bélicos sucedidos durante ese siglo, en el cual se desarrollaron la Guerra dels Segadors pero también el asedio francés de 1697.
Tras detenerse las obras, los arqueólogos han desenterrado hasta el momento entre cuatro y cinco restos esqueléticos, aunque no se puede descartar que aparezcan bastantes más. Algunos de ellos en fosas individuales alineadas y otros en una disposición desordenada, que podrían corresponder a los daños sufridos cuando sobre el solar, hoy ocupado por viviendas, se construyeron fábricas durante el siglo XIX.
La zona donde se han localizado los enterramientos estaba ocupada por el mar hasta que, a partir de la construcción del muelle del puerto en 1590 se empezó a acumular la arena procedente de la desembocadura del Besòs hasta formar el triángulo de tierra en que se construyó, tras el asedio de 1714, el barrio de la Barcelonta. Entre ambas fechas, la zona era un arenal despoblado fuera de murallas.
Articulo del el periodico. https://www.elperiodico.com/es/barcelona/20180222/obras-esqueletos-enterrados-barceloneta-6643870

miércoles, 31 de enero de 2018

Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat

Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat, 1.900 años de historia

  • El Institut d'Arqueologia Clàssica reconstruye el viaje de los cuatro pilares desde Troya hasta el centro de Barcelona
Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat, 1.900 años de historia
Testigos de la historia. Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat evocan las raíces romanas de Catalunya (Propias)
La roca de granito que pica el cantero de Troya es una verdadera mole. Es lógico. De ella tiene que salir una columna de unos seis metros de altura y de unas veinte toneladas de peso. Su destino, al otro lado del Mediterráneo, es la Tarraco romana, donde dicha columna de granito, junto a otras, terminará por levantarse en el foro provincial coincidiendo, probablemente, con la estancia del emperador Adriano en la ciudad. Pero por todopoderoso que se creyera el emperador, ni él ni nadie podrían haber aventurado, en aquel siglo II d.C. que cuatro de esas mismas columnas llegadas de Troya seguirían presidiendo –unos 1.900 años más tarde– la fachada principal del palacio de una institución llamada Generalitat de Catalunya, en Barcelona.
Ésta es la historia de esas cuatro columnas que, esculpidas hace casi dos mil años, siguen cumpliendo su cometido en la plaza de Sant Jaume. Las investigaciones llevadas a cabo durante años por el Institut Català d'Arqueologia Clàssica (ICAC) han permitido reconstruir este largo viaje en el espacio y en el tiempo. "Este es un buen ejemplo de cómo, antiguamente, la reutilización de materiales arquitectónicos era la cosa más habitual del mundo y a nadie se le ocurría mandarse construir una columna si por allí cerca ya las había antiguas y en buen estado", razona Jordi López, investigador del ICAC.
Las columnas de granito de la región de Troya (la Tróade), en la actual Turquía, fueron, durante siglos, algunas de las manufacturas arquitectónicas más conocidas del Mediterráneo. "Se consideraba este granito un material perdurable y de mucha calidad, y no hay que perder de vista que los patricios romanos que aspiraban a un cierto estatus social siempre intentaban utilizar materiales que les sirvieran para poner de relieve su poder", reflexiona Isabel Rodà, directora del ICAC. Como sucede hoy en día, no todos los materiales tenían la misma consideración. No era lo mismo un cotizadísimo porfirio rojo egipcio que cualquier otro mármol. Según qué materiales –y el granito de la Tróade es uno de ellos– eran, pues, una verdadera exhibición de poderío social y económico.
De ahí que los 45 fustes de granito de la Tróade documentados hasta la fecha en Tarragona –todos ellos, además, de dimensiones similares– lleven a suponer a los investigadores que fueron importados para un mismo conjunto arquitectónico de una gran magnitud y relevancia institucional. No todos tenían la capacidad económica de costear el transporte, vía marítima, de una cantidad tan elevada de columnas de grandes dimensiones, que ya llegaban completamente terminadas (prefabricadas, que diríamos hoy).
La principal hipótesis de los investigadores del ICAC, a falta de pruebas concluyentes, es que todo este conjunto de columnas viajeras debió de llegar a Tarraco con motivo de la estancia del emperador Adriano en la ciudad, que tuvo lugar durante el invierno del 122-123 d.C.
El destino de los fustes habría sido el foro provincial y, más concretamente, el templo dedicado al emperador Augusto, restaurado en aquella época. Coronaban las columnas capiteles de mármol del Proconeso, en la actual Turquía.
Sea como fuere, Roma se vino abajo y con el paso del tiempo las columnas imperiales eran un material demasiado valioso como para ser desaprovechado. "Sabemos gracias a algunas noticias antiguas que algunas de ellas fueron utilizadas en la construcción de una iglesia, hoy desaparecida, en la zona de Sant Pere Sescelades, unos kilómetros al norte de Tarragona", cuenta Isabel Rodà.
Fue en el siglo XVI cuando las columnas troyanas de esta primigenia iglesia empezaron a ser reutilizadas y así fue como, en el año 1598, cuatro de ellas fueron trasladadas hasta Barcelona para presidir la fachada del palacio de la Generalitat.
"Es evidente que detrás del traslado a Barcelona se encuentra Pere Blai, que es el arquitecto a quien se encarga el diseño y las obras de la fachada del palacio que da a la plaza de Sant Jaume", asegura Jordi López. Hasta aquella fecha, pese a haber nacido en Barcelona, Pere Blai, considerado el mayor exponente de la arquitectura renacentista en Catalunya, había desarrollado la mayor parte de su carrera en las comarcas de Tarragona. Blai conocía bien la ciudad de Tarragona y la antigua iglesia de Sant Pere Sescelades, de donde, en 1582, ya había sacado dos de sus columnas romanas para colocarlas –y ahí siguen– en la puerta de acceso a la capilla del Santíssim de la catedral de Tarragona.
Así pues, unos años más tarde, lo único que hizo el insigne arquitecto renacentista fue repetir la operación, pero con cuatro de los fustes llegados desde Troya, en lugar de dos, y en esta ocasión, con Barcelona como destino. El traslado de los cuatro fustes gigantescos se hizo por mar tras recibir la correspondiente autorización del Consejo Municipal de Tarragona.
Según el relato del historiador local José Sánchez Real (en su libro Obra menor III): "El día 9 de diciembre de 1598 recibieron los cónsules de Tarragona una carta de los diputados en la que se les decía que necesitando cuatro columnas para la portalada y teniendo noticia de la existencia de algunas en Tarragona, pedían que se las cedieran". Según este mismo historiador, las autoridades municipales de Tarragona accedieron a la petición que les llegaba desde Barcelona, siempre y cuando no se tocara ninguna de las columnas que tuvieran alguna utilidad en las construcciones de la antigua iglesia de Sant Pere Sescelades que todavía se mantenían en pie.
"Pere Blai necesitaba columnas bien conservadas y nobles, que le fueran bien para una obra solemne como la que se le había encomendado, y las encontró en Tarragona, algo que además resultaba mucho más barato que construirlas de nuevo", reflexiona la directora del ICAC. Y ahí siguen, en una plaza de Sant Jaume que poco se parece, eso sí, a la de la época, que era mucho más pequeña.
En la Tarragona de hoy en día, columnas troyanas hermanas de las cuatro del palacio de la Generalitat pueden observarse en el Passeig Arqueològic y hasta en algún parterre, como elemento decorativo. Es el caso de los cuatro fragmentos de granito que decoran una gran rotonda frente al hotel Imperial Tarraco y con vistas al Mediterráneo y al anfiteatro. Testimonios todos ellos, ya sea de relleno en una rotonda o en palacios ilustres, de una historia que arrancó hace casi dos mil años en una cantera de la Tróade, cuando los romanos dominaban todo un imperio.
Las columnas romanas que jalonan la entrada de Palau
Las columnas romanas que jalonan la entrada de Palau (Propias)
EL PERIODICO

Joan Escofet i Palau

Joan Escofet i Palau

 

Joan Escofet i Palau va néixer a Cadaqués (Alt Empordà) el 1720 i va morir a la mateixa població el 1808. Fou un enginyer i militar català.
El seu llinatge, dedicat al comerç, s'establí a la vila al segle XVI. Als 19 anys ingressà a l'exèrcit. El 1742 participà en l'expedició a Itàlia, on lluità durant set anys i fou ferit en diverses ocasions. Accedí a l'Acadèmia Militar de Barcelona (1749), en la qual obtingué el títol d'enginyer i exercí com a docent. El 1755 fou nomenat enginyer ordinari amb grau de capità. Entre 1760 i 1762, dirigí les obres del nou camí entre Barcelona i Lleida. El 1766 passà a projectar el castell d'Ayamonte (Huelva) i les séquies reials de Motril (Granada) i València. El 1769 s'establí a Lorca (Múrcia) on treballà també en la conducció d'aigües. Durant els anys setanta viatjà repetidament a Amèrica (Veneçuela i Argentina). Fou nomenat brigadier i governador militar de Roses (1780), tinent del rei a Barcelona (1789) i va ser ascendit a mariscal de camp i destinat a Figueres (1791), a fi de contenir la contaminació revolucionària, tot dirigint el cordó sanitari de frontera. A l'esclat de la Guerra Gran, fou enginyer general de l'exèrcit de Catalunya i Rosselló. Conquerí als francesos Sant Llorenç de Cerdans, Arles, el Fort dels Banys i Ceret (abril del 1793). El 1795, com a comandant general de l'Empordà, combaté a Roses i Cadaqués fins a la pau de Basilea. L'any següent fou nomenat governador militar i polític de Barcelona, càrrec que exercí fins a jubilar-s'hi el 1798.

El fondo Joan Escofet i Palau, tesoro del siglo XVIII catalán


El fondo tiene un carácter excepcional, tanto por ser muy raros los fondos de personalidades relevantes de los siglos XVIII y XIX que se conservan en archivos públicos, como por su riqueza de contenidos y su volumen espectacular


“Plano y perfil del quartel de caballería de Figuerola”. (Girona) CAT/ ANC 1-1021 UC 116
"Constitution de la République Française, proposée au peuple français par la Convention Nationale", Paris : Fructidor, an III. CAT/ ANC 1-1021 UC 142


Bando del ejército francés de ocupación. CAT/ ANC 1-1021 UC 142
A finales de 2012 ingresó a título de comodato, de la familia Bach, el fondo personal del general de Cadaqués, Joan Escofet i Palau. Su archivo estuvo en manos de la familia Duran primero y finalmente en la de los depositantes, ambas estirpes cadaquesenses. El fondo resulta excepcional, tanto por el hecho que són muy insólitos los fondos personales de individuos relevantes de los siglos XVIII y XIX que se conserven en archivos públicos, como por su riqueza de contenidos y por su espectacular volumen. Podemos hablar de un auténtico tesoro, si tenemos en cuenta que documenta con extraordinario detalle los aspectos más destacados de la trayectoria vital de uno de los militares catalanes más relevantes de la segunda mitad del setecientos. Durante los primeros meses de este año, el fondo documental ha sido objeto de un primer tratamiento archivístico que ha incluido el acondicionamiento, la clasificación y la descripción sumaria del contenido. El volumen resultante ha sido de 9,3 m (93 cajas de archivo estándar) y el trabajo de descripción ha dado pie a generar 270 registros informáticos, consultables desde esta página Web. De esta manera, el ANC consciente de su alto valor para el conocimiento de la Cataluña del siglo XVIII, ha puesto el fondo a disposición de los investigadores tan rápidamente como ha sido materialmente posible.

Una biografía muy relevante

Joan Escofet y Palau nació en Cadaqués (Girona) en 1720 y murió en la misma población en 1808. Su linaje, dedicado al comercio, se estableció en la villa ya en el siglo XVI. A los 19 años ingresó en el ejército. En 1742 participó en la expedición a Italia, donde luchó durante siete años y fue herido en varias ocasiones. Accedió a la Academia Militar de Barcelona (1749), en la que obtuvo el título de ingeniero y dónde ejerció como docente. En 1755 fue nombrado ingeniero ordinario con el grado de capitán. Entre 1760 y 1762, dirigió las obras del nuevo camino entre Barcelona y Lleida. En 1766 pasó a proyectar el castillo de Ayamonte (Huelva) y las acequias reales de Motril (Granada) y Valencia. En 1769 se establece en Lorca (Murcia) donde trabaja también en la conducción de aguas. Durante los años setenta viaja repetidamente a América (Venezuela y Argentina). Es nombrado brigadier y gobernador militar de Rosas (1780), teniente del rey en Barcelona (1789) y ascendido a mariscal de campo y destinado a Figueras (1791), a fin de contener la "contaminación revolucionaria", dirigiendo el cordón sanitario de la frontera. Al estallar la Guerra de la Convención, fue nombrado ingeniero general del ejército de Cataluña y del Rossellón. Conquistó a los franceses San Lorenzo de Cerdans, Arlés y Ceret (abril de 1793). En 1795, como comandante general del Ampurdán, consiguió resistir en Rosas y Cadaqués hasta la paz de Basilea. Al año siguiente fue nombrado gobernador militar y político de Barcelona, cargo que ejerció hasta su jubilación en 1798.

El contenido del fondo documental

El fondo documental que la familia Bach ha depositado en el ANC incluye una extensa documentación de carácter patrimonial y familiar, de notable interés local: títulos de propiedad, cuentas de arrendamientos y de casa de los inmuebles de Cadaqués y de Vilamacolum, documentación de las familias Escofet, Moreno, Sastre y Duran, documentación de su hermana Ana, de su hija Mariana y de su esposa Manuela Moreno Montfar; de la actividad comercial, en el cambio del siglo XVIII, la de los comerciantes de Figueres Antoni Escofet Comas y José Escofet Sastre, y la de sus descendientes, en particular la de Tomás y Miquel Duran Escofet y la de Manuel Duran Bach. En cuanto a la actividad profesional del productor, reúne documentación de la carrera militar (relaciones de méritos y retribuciones, diarios y ajustes, discursos, proyectos, memoriales y correspondencia), de obra pública (diarios de ejecución, relaciones de cuentas y correspondencia de actividad en la construcción del camino Barcelona-Lleida o con colegas como Francisco Sabatini, Luis Chimioni o Pedro Lucuce), de la Academia de Matemáticas (organización, dossieres de gastos, correspondencia con otros profesores y problemas de fortificación de los alumnos), también documentos como gobernador de la plaza de Rosas, comandante del Cordón Sanitario (informes y correspondencia con los municipios afectados y los puestos de control, certificados y pasaportes), de organización del somatén, con respecto a la participación en las acciones militares de la Guerra de la Convención y como gobernador militar y político de Barcelona. Una tercera parte del fondo contiene una correspondencia muy extensa (1739-1808), relativa a su vida personal y pública. Finalmente, cabe señalar la colección de manuscritos, impresos y monografías que abarcan diversas temáticas: política y gobierno, ingeniería, literatura y ciencias, hasta un gran número de géneros.

El siglo XVIII en los fondos del Archivo Nacional de Cataluña

El fondo Joan Escofet y Palau complementa otros del ANC que facilitan una rica aproximación a los hechos políticos, culturales, económicos y sociales más relevantes de la segunda mitad del Setecientos. Nuestro centro acopia ya, dentro de este marco cronológico, una extensa documentación especialmente de procedencia privada, muy relevante. Además hay que sumarle, todavía, fondos institucionales destacados (Real Audiencia de Cataluña), asociativos (Mont de Pietat de Nostra Senyora de l’Esperança de Barcelona,  Col·legi de Pesadors i Mesuradors Públics de Barcelona o Corredors Reials de Canvis de Barcelona); empresariales (Real Fábrica de Indianas de Miquel Joseph Formentí y Compañía), y sobre todo fondos familiares y patrimoniales, representantes de familias de la burguesía comercial (Nadal o Castañer) o nobiliarias (linajes Oriola-Cortada, comtes de la Vall de Merlès; Moixó, marquesos de Sant Mori; Mercader, comtes de Bell-lloc; Despujol, marquesos de Palmerola; Cruïlles de Peratallada, marquesos del Castell de Torrent; Cartellà de Sabastida, barons de l’Albi; Blanes-Centelles o l’Arxiu del Palau-Requesens). Mención aparte merece el fondo de la Família Barraquer, con el testimonio de varias generaciones de la familia Casanova. Existe también abundante documentación del período en nuestras colecciones (Colección de Bandos, la Colección Bibliográfica o la Colección de manuscritos y documentos sueltos del Archivo Nacional de Cataluña). En definitiva, apoyado en este potente conjunto documental, el fondo de Juan Escofet y Palau contribuye a convertir el ANC en un punto de referencia en el estudio del siglo XVIII catalán.

martes, 30 de enero de 2018

Memòries d’un penya-segat

Memòries d’un penya-segat

Aparcat el projecte del barri Blau@Ictinea, el Morrot segueix sent el gran oblidat de Barcelona





El tranvía 48, a su paso por la carretera del Morrot, en una imagen de 1919.
El tranvía 48, a su paso por la carretera del Morrot, en una imagen de 1919.
La muntanya de Montjuïc de Barcelona sempre ha estat un propòsit no realitzat. Com si es complís amb aquesta un antic malastruc, el lloc que va veure néixer la primitiva Barcelona, que havia de ser pulmó urbà, zona residencial o futur barri tecnològic, segueix arrossegant una llarga tradició de projectes estroncats. La presència del castell, dominant amb la seva silueta amenaçadora tota la plana, va resultar odiosa moltes dècades; despertava una por massa ben justificada. Quan Montjuïc va ser enjardinat el 1929, molts cregueren que es convertiria en un Central Park o Bois de Boulogne a la catalana. Però darrere d’aquesta façana turística i olímpica, encara s’amaga un territori deshabitat, amb una història plena de llegendes.
ON LA CIUTAT PERD EL SEU NOM
El Morrot és el nom que rep el vessant sud de Montjuïc, on la muntanya es precipita abruptament sobre el mar. Els forats de les seves roques acullen una reserva natural de xoriguers (falco tinnunculus), aus rapinyaires que comparteixen amb l’Ajuntament de Barcelona el control d’espècies com els coloms o les gavines. Aquesta paret rocallosa està coronada pel castell, entre el far i el cementiri del sud-oest. I sembla que va ser l’origen geològic del que avui és Barcelona. Ho explica el doctor en arquitectura Estanislau Roca: “En el període Miocè, el Morrot era un illot en el mar que aturava la sorra que portaven les onades, acumulant prou material com per formar una petita península i dibuixar així el litoral barceloní. Segles més tard, els ibers hi van construir la primitiva Barkeno. No va ser fins després de 1714, quan la muntanya va agafar mala imatge. El record dels bombardeigs dels generals Espartero (1842) i Prim (1843) i les històries de tortures i execucions al castell la van convertir en un símbol de l’opressió. Paradoxalment, sense els militars la muntanya hauria estat engolida per les cases”.
L’altre element que la va fer un lloc apartat van ser les pedreres, la més antiga de les quals era la de l’Esperó del Morrot, d’on va sortir la pedra per construir les muralles i els edificis de Barcelona. Se’n treia pedra molinera per les moles dels molins, i els carreus amb què es va aixecar la catedral, Santa Maria del Mar, l’hospital de la Santa Creu, la casa de l’Ardiaca i els palaus gòtics de la ciutat.
Fins a l’arribada de la totxana, totes les cases es van construir amb aquest material (el darrer edifici fet amb pedra de Montjuïc va ser el Banc d’Espanya de la plaça de Catalunya). Durant el segle XX hi van haver 25 pedreres en funcionament, tancades el 1955 pel risc de les voladures amb dinamita.
COVES I LLADRES


Malfactors i misèria


X. T.
Tot i ser un lloc tan literari, pocs han estat els escriptors catalans que han parlat del Morrot. Sabem de les bandes de segrestadors que habitaven les seves coves el segle XIX per la novel·la Barcelona y sus misterios, d’Antoni Altadill. Un altre autor que va parlar d’aquests vorals va ser Juli Vallmitjana, en llibres com La Xava (Edicions de 1984) i Sota Montjuïc (Arola). En un altre registre es trobava Paco Candel, que reflectí les misèries del barraquisme i l’emigració a Els altres catalans (Edicions 62). El veïnat d’aquest racó també surt episòdicament a Ha estallado la paz (Planeta) de Josep Maria Gironella, Una hereva de Barcelona (Ed. 62) de Sergio Vila-Sanjuán, La ciudad de los prodigios (Seix Barral) d’Eduardo Mendoza, o La petita mort (Plaza & Janés) de Roser Caminals. Pel que fa a la crònica d’aquests espadats destaquen Las calles del pecado (Petronio) de Joan Llarch, Can Tunis, l’ocàs d’un barri (Generalitat de Catalunya), de Julio Baños, o Montjuïc, la muntanya de la ciutat (Institut d’Estudis Catalans), d’Estanislau Roca, amb què va obtenir el premi Domènech i Montaner.
El Morrot sempre ha estat un lloc de coves, ja habitades en el Paleolític. Les restes arqueològiques més antigues de Barcelona s’han trobat aquí: un taller del 8.000 a.C., on s’explotava el jaspi groc o vermell de la muntanya per fer ganivets, puntes de fletxa o llança i eines. Quan els romans van traslladar la ciutat de Barkeno al turó del Taber, sota els penya-segats es va fer el primer port on s’obtenien les preuades ostres de Barcelona. Amb la caiguda de l’Imperi, les coves de Montjuïc van ser ocupades per anacoretes i eremites. I la muntanya màgica va ser colonitzada per capelles com les de Sant Julià, Sant Fructuós, Sant Bertran o Santa Madrona (la llegenda diu que va néixer en una cova del Morrot). Aquesta part de la muntanya també acollí els dos cementiris jueus de la ciutat medieval. En segles posteriors, les coves van ser habitades per bandolers i lladres. Corria la veu que hi havia enterrats tresors, com el que van trobar en un forat els constructors de la casa dels Cargols del Paral·lel. El 1641, en la revolta dels Segadors, el virrei de Catalunya es va amagar en una d’elles, on va ser detingut i executat pel poble. Al 1714, les tropes borbòniques detindrien al general Moragues en la cova dels Argenters.
El 1896 el que van trobar va ser un nen assassinat, que commocionà la ciutat. Durant la Primera Guerra Mundial, molts desertors europeus les van habitar; i en temps del pistolerisme s’hi van localitzar amagatalls d’armes i explosius. Tot aquest món subterrani va ser parcialment tapiat durant les obres de l’Exposició de 1929, malgrat que cinc anys després la policia encara va fer una gran batuda per detenir els delinqüents que hi vivien. En la postguerra s’hi refugiarien alguns republicans que no van poder fugir de les autoritats franquistes. El 1963 un home va caure accidentalment en una cova (fet que es repetiria al 1966 i al 1967). I el 1978 es va produir una baralla a cops de puny entre indigents per la propietat d’un avenç. De manera inesperada, al 2006 es van detectar nous habitants en alguna de les coves de la muntanya.
Jaume Susany és membre del Centre d’Estudis de Montjuïc. La seva afició l’ha portat a buscar els túnels del castell: “La de Montjuïc és l’única fortalesa del seu tipus sense camins subterranis coneguts. Però que no siguin de coneixement públic no vol dir que no existeixin. Sabem que el Tren de la Bruixa del Parc d’Atraccions era un tros del túnel que feien servir els militars per transportar municions fins a la bateria d’artilleria de Bellavista, una de les que hi havia a la muntanya. I a la carretera de Montjuïc, davant del carrer Cabanes es conserva una porta tapiada d’un altre passadís”.
A LA ‘CURVA’...
En una de les seves rumbes, el cantant Gato Pérez descrivia aquests espadats com un lloc: “A mig camí del port, on Montjuïc i El Prat es fonen en terrenys guanyats al mar”. Per anar-hi s’havia de passar per la carretera del Morrot, on estava la famosa curva que ell va cantar. Aquest antic camí anava des de les Drassanes fins a Can Tunis, i el XIX era el destí preferit pels suïcides romàntics que es llençaven al mar. En aquells anys, quan hi havia tempesta les onades tallaven la carretera. El pas també era interromput quan feien pràctiques de tir des del castell o quan hi havia esllavissades, molt freqüents. De l’antiga carretera encara se’n pot veure algun tram sota l’actual Ronda del Litoral, construïda entre les dècades de 1970 i 1980.
Per la carretera del Morrot circulava el tramvia 48, dels més peculiars del transport públic barceloní. En aquesta línia havia treballat un jove arquitecte anomenat Antoni Gaudí, que moriria anys després atropellat per un tramvia. Va entrar en funcionament el 1905, amb un trajecte que anava des de la Rambla fins als banys Zoraida i l’hipòdrom de Can Tunis. Llavors semblava que aquesta zona li faria la competència a la Barceloneta com a lloc de bany i d’oci. Però després de la Guerra Civil, el 48 es va convertir en el tramvia del cementiri (Atraccions Apolo-Fossar de Montjuïc). Les esllavissades van fer que fos considerada una línia poc segura; i quan va ser suprimida el 1963 feia el recorregut Palau-Cementiri.

Barcelona distraída y muy secreta

Barcelona distraída y muy secreta

No sé si es por la edad o por los quebraderos de cabeza, que tengo cierta tendencia a dejar desperdigados trocitos de mí misma; como si temiera perderme, o no confiase en quien me gobierna. Nostálgica de la infancia, me he visto obligada a dejar un rastro de migas de pan. Para verme de verdad hay que levantar la mirada, buscarme detrás de un banco de piedra o atisbarme en un agujero. Soy torpe en los detalles, desconfiada y reservada. Y escondo mis tesoros con la avaricia de quien siempre peligra. No por casualidad los objetos encontrados más habitualmente por los arqueólogos que me hurgan son las balas de cañón, de todos los tamaños y las épocas. Con tanto estallido y tanta bomba tengo problemas de memoria. Demasiado a menudo me he dejado deslumbrar por los grandes proyectos. No he planificado mucho, he crecido a golpe de acontecimiento y deprisa y corriendo; me gusta cambiar de sopetón la decoración de casa. Si me paro me deprimo, me da un spleen de tortel de los domingos; ese gusto por la indiferencia tan catalán que aquí llamamos seny.
De pequeña era tan poca cosa que a duras penas fui conocida por unas murallas, ocultas durante siglos entre paredes medianeras. Yo vendía el agua que necesitaban las naves que viajaban de Empúries a Tarraco. Ahora exhibo un trozo de acueducto falso ante la catedral, para deleite de los turistas. Después salté los muros y me salieron un montón de villas nuevas, como un sarpullido adolescente: la del Pi, la del Mar y la de Sant Pere, por donde he dejado esparcidas fachadas góticas y marcas de cantero. Aún conservo la puerta del huerto de los templarios, y el hueco de una mezuzá judía en un portal del Call.
Il·lustració de Stéphane Carteron
© Stéphane Carteron
Aprovechando la abundancia del tráfico marítimo, estrené murallas para dar cabida a los nuevos vecinos. Y ya puestos, segura de enriquecerme construyendo casas para los emigrantes que me poblarían, también rodeé los huertos del Raval. Desgraciadamente, llegó la peste negra, y en lugar de crecer me adelgacé un tercio. De aquella pesadilla guardo pocos recuerdos, solo las iglesias más bellas que tengo: la del Pi, la del Mar y la catedral. Aquellas epidemias duraron más de un siglo, y al acabar llegaron los soldados como una plaga de langostas. Los segadores se alzaron, y en muchas esquinas de piedra conservo marcas de los lugares en los que afilaban las bayonetas. Ya me resignaba a mi tamaño, recién acabada la Guerra de Sucesión, cuando me cortaron un pedazo para construir la Ciutadella. Me amputaron medio barrio de la Ribera; aún se me puede ver la cicatriz en una casa partida por la mitad del paseo del Born. Tengo la piel repleta de símbolos masónicos y tatuada con viejos vítores pintados con sangre de toro en los portales de los antiguos doctorados universitarios.
Ante la antigua isla de Maians, a costa de años de echar escombros, al fin me salió una península, que por semejanza bauticé como la Barceloneta. Lugar de marineros y tabernas que aún conserva su antiguo faro. Una vez libre de murallas me expandí por todos lados. Los militares me dieron permiso para poblar los Vinyars, una amplia zona de seguridad para sus cañones; y la llamé Eixample. Entonces di el estirón. Me hice mayor de repente. En poco tiempo ya me había extendido engullendo a todos los municipios del llano. Los pueblos que me rodeaban nunca me lo han perdonado, y siguen conservando cierta independencia en la actitud y en los modos. Si saben buscar entre los pliegues de mi vestido hallarán los casinos de cada lugar, aún con olor a pueblo.
Fotografia del moll de pescadors de la Barceloneta, presa entre 1880 i 1889.
© Josep Esplugues / AFB
Junto a estas líneas, el muelle de pescadores de la Barceloneta en una imagen tomada entre 1880 y 1889.
Más tarde parcelé las huertas de Sant Bertran y apareció el Poble-sec, la avenida del Paral·lel y la Exposición del 29. ¡Hay que ver lo que salió de un campo de habas! Mi nostalgia juguetona hizo que el primer barrio de barracas me saliese en Montjuïc y se rodease de gallineros y tomateras. Otra guerra civil me hizo varias placitas y avenidas, y los urbanistas de la aviación italiana me dejaron una hilera sin casas en el Arc de Sant Agustí, de recuerdo. Hasta muchos años después no se encontraría por casualidad la plaza del Milicià Desconegut [miliciano desconocido], rotulada con alquitrán en la plaza de Sant Josep Oriol; o la última sirena de la defensa aérea, colgada en la azotea de Can Jorba. Por mucho que quisiera castigarme dejándome sin obra nueva en el centro, el dictador contribuyó a preservar de la especulación mis rincones antiguos y pude salvar mucho. Durante aquella posguerra tan larga acogí a casi un millón de nuevos vecinos, pese a no estar preparada. El Somorrostro, el Pekín, el Carmel o la Perona, lugares de mi geografía que se borraron a toda prisa para no avergonzar al régimen a ojos del mundo. Improvisando de mala manera, prevaleció como siempre el derecho a la ganancia; y me salieron montones de bloques de hormigón, sin ningún servicio básico. La política de verdad la llevaban a cabo las asociaciones de vecinos, mientras los otros catalanes se amontonaban en la Zona Franca. Y la Guineueta, Canyelles o Verdum iban emparentando con los municipios adyacentes, también repletos de emigrantes meridionales. Así me convertí en el centro de un área metropolitana de 4,5 millones de personas.
Las últimas tierras conquistadas en mi municipio me han hecho llegar al mar, en la Vila Olímpica. Otras me han tapado agujeros, como el Fórum, que oculta lo que fue el temido Camp de la Bota. Y las hay que se han planteado como un distrito tecnológico, así el 22@.
Temporal a la barriada de Pekín, febrer 1919.
© Alexandre Merletti / AFB
Abajo, la barriada de Pekín, situada entre el Poblenou y Sant Adrià, afectada por un temporal en febrero de 1919.
A trompicones sigo en crecimiento; capeando con cierta indolencia la tentación de perder mi personalidad para convertirme en un lugar neutro e internacional. Siento la melancolía de quien espera un nuevo acontecimiento que me dé la excusa para ponerlo todo patas arriba. Mientras tanto mis barrios populares se alejan, y el centro se convierte en un escaparate monumental.
Siempre he sabido que las ciudades somos algo más que urbanismo y estadística. Estamos hechas de retazos de tiempos pretéritos, y dejamos un rastro de pequeños detalles que a veces no sabemos cómo explicar a nuestros hijos. Yo puedo enorgullecerme de tener una historia larga y densa. He sido capaz de conservar un montón de espacios en que leer las pasiones y los anhelos que han marcado mi vida. En otros lugares del mundo mis paredes estarían llenas de placas azules de metal recordando una casa natal o un detalle curioso. En cambio, a mí siempre me ha dado pereza recordar según qué cosas. Y muy a menudo lo he acabado haciendo obligada por la presión vecinal. Hay partes enteras de mi biografía que aún me duele mostrar, pero a otras les presto una atención excesiva. Me costó abrir los refugios de la Guerra Civil, y no dejo de darle vueltas a qué hago con los antiguos teatros del Paral·lel. Apenas hablo del pasado libertario, igual que nunca me gustó reconocer que fui un puerto norteamericano. Parece que me acabe de enterar de que hubo barrios de barracas, y veremos qué acabo haciendo con el castillo de Montjuïc. Gracias a Dios, soy de natural distraída y me voy dejando cosas por el camino.
Pese a que me esfuerzo aún me explico poco a los jóvenes. Gran parte de lo que soy está al margen de los circuitos turísticos. Es importante dar a conocer mis archivos documentales y fotográficos, muchos de ellos digitalizados en la red. Entre las carencias echo de menos en internet al Diari de Barcelona, decano de la prensa continental. Hay que potenciar los grupos de investigación local y difundir sus trabajos. Ser distraída me ha hecho secreta, pero no porque pretenda que solo los iniciados lean los mensajes de mis paredes.
Barcelona ha tenido tanto éxito vendiendo su imagen al mundo, que ha hecho de ello su principal fuente de ingresos. La presión del turismo en Ciutat Vella ha expulsado a muchos barceloneses hacia una serie de metástasis del centro como lo han sido Gràcia, el Born, el Poblenou y ahora el Poble-sec. Es perceptible una reactivación de la vida de barrio, con todo lo que tiene también de elemento nostálgico.
Imatge de passejants a Montjuïc entre 1910 i 1920.
© AFB
A pie de página, paseantes en la montaña de Montjuïc entre 1910 y 1920, antes de la gran reforma de la Exposición Internacional.
En los últimos años ha faltado una atención más exigente a la conservación de establecimientos públicos, tiendas y comercios centenarios de Ciutat Vella, que en muchos casos se han visto obligados a afrontar costosas adaptaciones o a cerrar. Al mismo tiempo, elementos privados tan vistosos como decoraciones de fachadas, relojes públicos o farolas ornamentales han desaparecido del paisaje tras una restauración del edificio que los acogía. La ciudad está llena de rótulos de viejos negocios esperando ser catalogados. Lo mismo puede decirse de la aparición de inscripciones de la Guerra Civil, o tapas de alcantarilla que aún conservan los escudos de los antiguos municipios independientes.
En una ciudad como esta la historia está por todas partes. Y en la labor de conservarla y darla a conocer deben estar implicados tanto los organismos públicos como los historiadores aficionados. El caso más evidente sería el de Valerie Powles (1950-2011), la vecina de Poble-sec que luchó por la supervivencia del refugio 307 o de El Molino. Igual que se hizo en tiempos de los primeros ayuntamientos democráticos con los centros cívicos, hoy se podría alejar el peligro de la despersonalización apostando por la historia local. Potenciando una percepción que entienda el pasado como una posibilidad de ocio, como un rasgo de identidad y como un valor añadido para vivir en un cierto lugar de la ciudad

La oficina central de Correos


Un plató a la carta

La atmósfera de la oficina central de Correos ha seducido a cineastas para rodajes de época

OLGA MERINO / BARCELONA
La sede central de Correos, con el lucernario de la Casa Granell i Rigalt. / JOAN CORTADELLAS
La oficina central de Correos tiene un aire chejoviano. No por lo rusa, desde luego, sino por la atmósfera, por el velo sutil con que el grandísimo Antón Chéjov sabía recubrir sus escenarios, de manera que espacio y personaje acababan confundiéndose. El uno se empapaba del otro, y viceversa. Algo de eso ocurre en el edificio que reina en la plaza del negrero Antonio López: ya sea por la luz cenital filtrada desde la claraboya, por los ecos catedralicios -las toses reverberan como en las misas peñazo de la infancia-, o por los suelos de mármol, enseguida se apoderan del visitante el deseo de enviar un telegrama en vez de un wasap o la sensación de que podría cruzarse en cualquier momento con un caballero antiguo, de otra época, tocado con sombrero Fedora y gabardina. ¿Se debe el hechizo a que ya nadie escribe cartas? En realidad, Correos funciona hoy como una empresa logística de paquetería.

Es la única sede que conserva una capilla, justo en la estancia que había albergado los telégrafos para la prensa

Sea cual sea la razón, la atmósfera del recinto ha seducido a numerosos cineastas, y bajo su hermoso lucernario, una estructura de hierro y cristal salida de la casa Granell y Rigalt, el mismo taller que fabricó el vitral del techo del Palau de la Música, se han rodado secuencias de películas como 'Grand Piano', 'Anacleto, agente secreto' o algún anuncio de la Lotería, de cuando triunfaba el calvo interesante. Las escalinatas de la entrada o el 'hall' central, con su empaque señorial y las pinturas 'noucentistes', podrían colar perfectamente como una sucursal bancaria neoyorquina en tiempos de la Gran Depresión.

CUARTEL GENERAL DE FRANCO

También los pasillos interiores, de techos altos y puertas alineadas, darían el pego como internado de época, y en su día la BBC transformó el salón de actos en el cuartel general de Franco durante la guerra civil para una serie histórica, según explica Antonio Aguilar, empleado de Correos y doctor en Geografía Humana. Hizo su tesis sobre la expansión de la red de comunicaciones en Catalunya y conoce tan bien las tripas del edificio que está ultimando un libro sobre sus secretos.

Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner perdieron el concurso público para la adjudicación del edificio

Es la única sede de Correos en España que conserva un oratorio, circunstancia que no reviste en sí mérito alguno pero tiene su gracia: resulta que la estancia había albergado la sala de prensa con sus aparatos de telégrafo -agárrense: ¡los corresponsales debían mandar las crónicas en morse!-, hasta que la cruzada nacionalcatólica de la posguerra la transformó en una capilla cuyos reclinatorios lucen el escudo gremial, con el sobre y la cornamusa. En aquel tiempo, ay, todos los jefes eran del Movimiento y rezaban mucho.
Diseñado por los arquitectos Josep Goday y Jaume Torres, la construcción del edificio culminó en 1927, después de que los planos de otros 'cracks' hubiesen perdido el concurso público: nada menos que los de Domènech i Montaner i Puig i Cadafalch. Con una simetría perfecta, una mitad del edificio la utilizaba Correos y la otra Telégrafos, dos brazos de un mismo cuerpo que se llevaban a matar, como el perro y el gato. Más o menos como fotógrafos y plumillas, aunque lo nuestro, en el fondo, es amor del bueno porque no seríamos nada los unos sin los otros.

AZOTEA DE ENSUEÑO

Y aún queda lo mejor del inmueble. Después de ascender una escalera de caracol, con un ojo tan compacto como el de un faro, reciben al curioso una azotea de ensueño y unas vistas de 360 grados sobre la ciudad. Desde aquí se rodó el anuncio del perfume Le Male, de Jean Paul Gaultier, ese espot en que la proa de un buque rompe la corteza de asfalto para que el marinero pueda besar a la chica, apostada en un balcón de la Via Laietana.

El torreón, a unos 50 metros, ofrece unas vistas espectaculares sobre la ciudad

Desde hace apenas un mes, el Museu d’Història (Muhba) gestiona las visitas al edificio de Correos. Merece la pena; desde el torreón, a unos 50 metros, se entiende por qué Barcelona es mediterránea hasta las trancas. Allí abajo, en la marina de lujo, se distingue el yate del magnate ruso Alisher Usmánov, el dueño del Arsenal (por lo menos, el martes permanecía amarrado). Un capricho de 150 metros de eslora que devuelve a la sabiduría de Chéjov, a las perlas que sembró en su 'Cuaderno de notas': "Para nosotros [los rusos], el amor propio y la vanidad son europeos; la cultura y la acción, asiáticos".

EDIFICIO DE CORREOS, Y...HERMES


Antes había una parada de Metro,llamada CORREOS, donde ahora hay una rejilla metálica...Ver el enlace a continuación, en rojo.




Este proyecto fue realizado por Josep Goday i Casals y JaumeTorres i Graueste  arquitecto catalán nacido en Barcelona. Tío del también arquitecto Josep Torres Clavé, se tituló en 1903, y poco tiempo después consiguió la adjudicación de la construcción del edificio de la Casa de Correos de Barcelona (1914-1928), junto a Josep Goday. Sus edificios más importantes son, las tres Casas Germans Torres: París, 182 (1905), Aribau, 178 (1906) y Aribau, 180 (1908), la Casa Elena Castellano (1907), las Casas Ramos (1908) y un chalet en la calle Panamá (1913). A partir de los años veinte su arquitectura se caracteriza por la adopción de formas barrocas y clasicistas propugnadas por el Noucentisme. Ejemplo de ello son, la casa del Foment d'Obres i Construccions de la calle Balmes, 36-42 (1923) y su casa propia en el passeig de Sant Joan (1928). Junto a su hermano formó la sociedad constructora Torres Germans, que le permitía actuar como arquitecto y promotor a un mismo tiempo. con el objetivo de conseguir ganar el concurso en el que se pretendía proyectar el nuevo edificio de Correos de Barcelona, el cual fue construido en 1927.
El edificio de Correos de Barcelona  cuenta con ese mismo uso desde su creación.
En la actualidad sigue siendo la oficina central de Correos de Barcelona, y es sin duda es uno de esos lugares que para no perdernos si damos un paseo por la zona. Esta mezcla de arquitectura modernista, unas escalinatas fantásticas, puertas giratorias clásicas,  sus altos techos, columnas de mármol, bancos de madera, etc. Sin duda, cuando uno se encuentra en su interior es casi imposible no sentir la sensación de haber viajado al pasado.
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Claraboya de Correos, y las pinturas noucentistas de Josep Galí, Francesc Labarta, Josep Obiols y Francesc Canyelles.
  HERMES en el edificio de correos
Además, en su interior también podremos encontrar una amplia variedad de pinturas que sin duda le dan el toque final a este fantástico edificio.
El mensajero de los Dioses, en Correos...

El hermoso HERMES (en griego antiguo Έρμῆς) y que en la mitología griega,  es el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, el ingenio y del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los mentirosos.1​ En la posterior mitología romana era denominado como Mercurio. Hijo de Zeus y la pléyade Maya. El himno homérico a Hermes lo invoca como el «de multiforme ingenio (polytropos), de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses».​ Hermes también es protagonista de muchos mitos, como, por ejemplo, el de Filemón y Baucis.
articulo de el periodico de Ctya y http://www.epdlp.com/arquitecto.php?id=5420 con https://mtvo-bcn.blogspot.com.es/2013/05/barcelonaedificio-de-correos-yhermes-el.html

Cien años de innovación pedagógica en Barcelona

Cien años de innovación pedagógica en Barcelona

Nueve centros ideados por el ayuntamiento en 1916 introdujeron en Catalunya la hoy tan en boga renovación educativa

por MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

 
Alumnos de la Escola del Mar durmiendo la siesta sobre unas hamacas en la playa de la Barceloneta, que era utilizada como patio del colegio. / ARCHIVO DE GABRIEL CASAS
 
Tienen toda la razón quienes advierten -a veces en tono de crítica, otras tan solo a título informativo- de que todo el movimiento de innovación pedagógica que tanto revuelo está montando en las escuelas no es en absoluto nuevo. Efectivamente, muchas de las metodologías que irrumpen ahora en las aulas tienen más de cien años de trayectoria, son prácticas docentes de contrastada solvencia, estudiadas desde hace tiempo en las escuelas de Magisterio y aplicadas en mayor o menor medida durante décadas. Algunas se implantaron con éxito en un puñado de escuelas barcelonesas que empezaron a ser proyectadas hace un siglo, en 1916.
“Aquel año, el Ayuntamiento de Barcelona constituyó la Comisión de Cultura, que contó con un equipo asesor en el que el pedagogo Manuel Ainaud formó tándem con el arquitecto Josep Goday, y ambos aunaron esfuerzos para escolarizar a muchos de los niños que hasta entonces andaban todo el día por la calle”, relata Marc Cuixart, nieto de Goday y arquitecto como su abuelo. El resultado fue un patrimonio de nueve escuelas de porte palaciego (ocho de ellas aún existentes; la novena, la Escola del Mar, desapareció en 1938 con los bombardeos de la guerra civil), en las que se introdujeron las últimas tendencias del momento en educación, higiene y hábitos alimentarios saludables, explica Cuixart.

MODELO INNOVADOR Y POPULAR

El arquitecto es, junto con Joan Francesc Ainaud, nieto del otro gran promotor de este proyecto, uno de los participantes en las jornadas que el consistorio ha organizado con motivo del centenario de aquella pionera Comisión de Cultura. “Barcelona, que fue capital de la innovación educativa durante el primer tercio del siglo XX, quiere volver a liderar ese movimiento”, proclama Miquel Àngel Essomba, comisionado de Educación en el ayuntamiento de la capital catalana.

La Comisión de Cultura de 1916 construyó nueve escuelas, en las que se introdujeron las últimas tendencias en educación, higiene y hábitos saludables

El modelo pedagógico que impulsó el gobierno municipal de hace un siglo fue el de una "escuela pública y de calidad", destaca Essomba. “El objetivo era dotar a la ciudad de unos colegios laicos y públicos para los más desfavorecidos”, recuerda Cuixart. Manuel Ainaud y Josep Goday planearon la construcción de 25 grupos escolares, pero su proyecto quedó truncado con el advenimiento de la dictadura de Primo de Ribera, después de que se hubieran construido las tres primeras escuelas: la del Mar, la Farigola de Vallcarca y la Àngel Baixeras. El resto de los centros finalmente inaugurados se terminaron durante la Segunda República.


En aquellos años de principios del siglo XX, una tercera parte de la población infantil no estaba escolarizada y prácticamente todo el sistema educativo estaba bajo el control de la Iglesia. Las diferencias en el grado de instrucción entre los barrios ricos y los que tenían una población predominantemente obrera eran abismales: en Gràcia y en Sant Gervasi, el analfabetismo era del 26%, mientras que en la Barceloneta superaba el 50%.

En aquellos años del primer tercio del siglo XX, una tercera parte de la población infantil no estaba escolarizada y la Iglesia controlaba casi toda la enseñanza

El pedagogo y el arquitecto viajaron a los países más avanzados del momento. A Suiza, a Italia, a Suecia... Y estudiaron también el trabajo que ya se estaba haciendo en Barcelona en la Escola del Bosc de Montjuic (1914) y en los parvularios Montessori de la Via Laietana. Concluyeron que aplicarían metodologías docentes que pusieran al alumno en el centro del aprendizaje e introdujeron las últimas tecnologías de la época. "Los alumnos escuchaban música en gramolas, tenían sesiones de cine en el mismo centro o tomaban ellos mismos los registros de estaciones meteorológicas instaladas en sus patios", prosigue Cuixart.
"Construyeron edificios que eran auténticos palacios, para que toda la ciudad viera lo importante que era la educación de sus hijos, el lugar principal que ocupaba", prosigue el nieto de Goday. "Trabajaron en colaboración con un médico, el doctor Mias, que fue el que les asesoró en cuestiones de higiene. Los colegios contaban, por ejemplo, con duchas para los alumnos, que en casa no tenían agua corriente, y fuentes de agua potable en distintos puntos de la escuela", detalla.
Fuente el periodico de catalunya

La bomba que envió una escuela del mar a la montaña




La bomba que envió una escuela del mar a la montaña

Hace 80 años, el fascista capitán Rampaldi dejó caer sus bombas sobre la aún icónica Escola del Mar, una arcadia infantil


Carles Cols

La Escola del Mar, al fondo, obra de Josep Goday, y varios de sus alumnos, en primer plano, en la hora del baño. / JOSEP DOMÍNGUEZ
Para una ciudad con tanta y tan extraña tradición en ser bombardeada (tan extraña que hasta le ha dedicado dos calles a esos prohombres que la pusieron bajo las bombas, Espartero y Prim, ahí es nada), este mes de enero es una fecha muy señalada del calendario. Se cumplen 80 años de un mes de 1938 en que Barcelona fue bombardeada, de media, cada cuatro días. El ataque más recordado, más que nada porque aún son palpables los impactos de la metralla en las paredes, fue el de la plaza de Sant Felip Neri, el último de la serie, día 31, 42 muertos, pero el que ahora viene al caso es el del 7 de enero, porque el capitán Rampaldi, jefe del escuadrón de dos Savoia S-81, soltó 20 bombas de 50 kilos sobre la Barceloneta y, con esa bárbara acción, destruyó una joya de la ciudad, la Escola del Mar, sí, una escuela, pero distinta a todas las demás, tanto que cuando visitaban la ciudad personalidades de la época, Albert Einstein o Jacinto Benavente, por ejemplo, les llevaban a verla y salían encantados.

En enero de 1938, la ciudad era bombardeada cada cuatro días por la aviación italiana, y así una mañana ardió aquella escuela que causaba admiración internacional

La Escola del Mar ardió ese 7 de enero, pero solo el edificio, una exquisitez de Josep Goday, por situarle, arquitecto del insuficientemente bien ponderado edificio de Correos y de otras ocho escuelas de la ciudad aún en pie. Ardió el edificio, pero no el proyecto, porque la Escola del Mar se fue a la montaña, primero a Montjuïc y luego al Guinardó, donde aún sigue, y fiel además a algunas de sus señas de identidad originales, con los alumnos repartidos bajo banderas de colores, como si el Sombrero Seleccionador de Hogwarts les hubiera seleccionado para que descubrieran el placer de aprender en equipo. El caso es que, como 80 años parece una cifra redonda, se ha celebrado junto a la playa, allí donde se alzaba la escuela, una ceremonia en recuerdo de aquella triste jornada de bombas y, de paso, se ha descubierto una placa que relata sucinta y fielmente lo que allí ocurrió, lo malo, el capitán Rampaldi, y lo bueno, la audacia de Pere Vergés, pedagogo fundador de aquella modernísima escuela. Antes de esta había otra placa, cierto, pero, cosas que solo pasan en esta disparatada metrópoli, quedó tapada por una estación de 'bicing'.
Un día de clase en la Escola del Mar
La placa, efectivamente, ahora luce. Incorpora incluso un par de fotografías viradas en sepia. De la Escola del Mar se conservan decenas de imágenes que irradian todas una enorme alegría. Pero como homenaje, nada supera el documental que hace ocho años rodaron Mireia Corbera, Anna Morejón y Sandra Alsina, pues lograron entrevistar aún a media docena de exalumnos de aquella primera sede del colegio que en primera persona retrataban estupendamente el ambiente que se respiraba en ese centro educativo junto al mar, una suerte de república infantil en la que se elegían cargos como el de cronista general, encargado de levantar acta de los acontecimientos del día, ni que fuera el canto de las alondras, no había segregación por sexos, jamás se daba un cachete o un pescozón y en clase había una gramola para escuchar a Mozart o a Tchaikovsky. Merece mucho la pena dedicarle la media hora que dura 'Han bombardeado una escuela!', tal y como lo titularon las directoras, porque así se encabezó en la prensa una de las noticias que aquel enero de 1938 dio fe, sin dedicarle mucho espacio, al suceso.
Como el trabajo de Corbera, Morejón y Alsina cuenta tanto y tan bien y ahí está, en Youtube, no está de más, aquí, aprovechar el espacio disponible para apostillar tres cuestiones colaterales y de paso ser fiel al 'esprit de chicane' de esta sección.

Barcelona es extraña, dedica calles a quienes la bombardean y hasta obsequió a los siniestros Hermanos Badia con una plaza

Primero. La Escola del Mar, según confirman historiadores de la educación como Joan Soler, fue la repera, un modo de enseñar que merecería haberse propagado, algo imposible, claro, durante el oscurísimo franquismo escolar, pero viable con la recuperación de la democracia. Ya se sabe cuál fue entonces la apuesta oficial del pujolismo, más o menos lo de Hong Kong tras la reunificación con China, un país, dos sistemas, pero en enseñanza, una escuela pública y otra concertada.
Segundo. Un aniversario como este es siempre una oportunidad para revisitar la prensa de la época y, claro, quedarse a cuadros. El actual decano de los periódicos locales apenas dijo nada sobre aquella tremenda pérdida. La portada y la mayor parte de las páginas interiores estaban dedicadas a las hazañas de las tropas republicanas. 'Teruel, limpio de facciosos'. Ese era el título de portada. A la Escola del Mar le dedicaron ocho líneas. Se supone que era para no dar pistas al enemigo. Eso cuentan. Pse... Esquilo, que por algo luchó en la Batalla de Maratón, concluyó hace 2.500 años que la verdad siempre es la primera víctima de una guerra, y la civil del 36 al 39 no fue una excepción. En aquel enero de bombas, el relato en Barcelona era de camino a la victoria. Visto con perspectiva, era todo muy raro. Por enlazar con el principio de esta crónica, igual que aún hay una Rambla Prim y quedan los restos de una calle del Duque de la Victoria, alias de Espartero, ahora solo Duc, entonces había una plaza dedicada a los siniestros Hermanos Badia. ¿Cuál? La actual Francesc Macià.
Maria y Anna, hijas de alumnas de la Escola del Mar, junto a la nueva placa / FERRAN NADEU
Tercero. Del capitán Rampaldi apenas nada se sabe. Despegó en Baleares, sobrevoló Barcelona a 3.000 metros, soltó las bombas y luego hizo un picado para burlar las defensas republicanas y perderse de nuevo hacia el este, como ese personaje de Julian Barnes que, a bordo de un caza y sobre el Canal de la Mancha, realizó idéntica maniobra y vio así dos veces en un día salir el sol. Pero lo de Rampaldi no tuvo nada de poético. Fue pura indecencia. El alto mando italiano tenía dudas sobre si era viable emplear los Savoia en vuelo nocturno. Barcelona  fue su conejillo de indias igual que en 1911 lo fueron las tropas otomanas en Libia cuando otro italiano, Giulio Gavotti, tuvo el sucio honor de protagonizar por primera vez en la historia bélica un bombardeo desde un avión.
fuente:el periodico de catalunya

De l’1 al 30 de gener de 1938, l’aviació legionària italiana bombardejà Barcelona per facilitar les operacions ofensives de l’exèrcit rebel a la República. El mes de novembre del 1937, la ciutat havia esdevingut capital de tres governs —català , basc i espanyol— i el centre polític de defensa de la República en el context de batalles estratègiques importants, com la de Terol, el front d’Extremadura i la renovada resistència de Madrid.
Mai la ciutat havia estat bombardejada amb aquella intensitat. El Poblenou, la Barceloneta, Sant Andreu, Can Tunis, el Gòtic, l’Eixample i el Guinardó van ser els barris més afectats i el port va quedar pràcticament inservible. Va ser en aquests bombardejos que es van produir les massacres infantils a l’escola de Sant Felip Neri i a la Barceloneta. A finals de gener de 1938 s’havien produït ja més morts que en tot el 1937.
Mesos després, els dies 16, 17 i 18 de març, l’aviació feixista atacà Barcelona amb una nova tècnica de guerra: el bombardeig de saturació, que implica el llançament sistemàtic i continuat de bombes en caiguda lliure combinades amb bombes incendiàries, sense un objectiu militar precís, tan sols el propòsit de deixar el territori devastat. En tres dies va haver-hi a l’entorn d’un miler de morts, 1.500 ferits i una important destrucció d’edificis a diversos barris.
En complir-se el vuitantè aniversari d’aquestes agressions a la ciutat republicana, el Comissionat promou aquest programa recordatori dels fets per transmetre records, vivències i coneixement d’aquelles accions a mans del feixisme, amb la finalitat que els ciutadans i ciutadanes d’avui disposin d’elements per valorar la responsabilitat de la destrucció de vides i patrimonis, i també l’esforç de la ciutadania per protegir-se, defensar-se i reorganitzar la vida de la ciutat, que acollia milers de refugiats establerts a Catalunya sota la protecció i coordinació dels municipis.
S’inaugurarà l’exposició “Una infància sota les bombes”, que mostra la vivència dels nens i nenes que van patir els bombardejos i com els van representar en dibuixos fets a les a escoles, refugis i campaments…  I l’empremta que en alguns artistes ha deixat aquella experiència en la seva vida adulta o la interpretació de les marques d’aquells atacs en l’espai urbà.
L’exposició se celebra al Born Centre de Cultura i Memòria del mes de maig al mes d’octubre del 2018.
El programa commemoratiu inclou l’edició del llibre Barcelona, topografia de la destrucció, resultat d’una exhaustiva recerca en arxius municipals per mostrar el detall dels llocs que van rebre els impactes de les bombes, les cases i equipaments destruïts, el nombre d’afectats i la destrucció de béns en cada cas. El volum està acompanyat d’imatges que documenten la destrucció de les estructures de la ciutat, i de col·laboracions d’especialistes que contextualitzen els bombardejos, les estratègies de defensa, les causes i les conseqüències dels atacs.
Fuente: Ayuntament de Barcelona