miércoles, 10 de enero de 2018

Montjuit o Montjuich

Montjuic o Montjuich 
 (en catalán Montjuïc [ˈmon̪ʒuˈik]) es una montaña de Barcelona (España), con una altura de 173 metros sobre el nivel del mar, que alberga un barrio homónimo, en el distrito de Sants-Montjuic.

Etimología

La atribución tradicional de la etimología de Montjuich es la de "Monte de los judíos", supuestamente del catalán medieval, motivada por la existencia, confirmada por los documentos y la arqueología, de un cementerio judío en la montaña. Igualmente se contempla la posibilidad de que este topónimo venga de la forma latina Mons Iovis, es decir, Monte de Júpiter, nombre mencionado por Pomponio Mela en su obra Corografia:

«Inde ad Tarraconem parva sunt oppida Blande, Iluro, Baetulo, Barcino, Subur, Tolobi; parva flumina Baetulo, iuxta Iovis montem Rubricatum in Barcinonis litore, inter Subur et Tolobin Maius».
Se traduciría como: "Desde aquí hasta Tarraco se encuentran las poblaciones de Blande, Iluro, Baetulo, Barcino, Subur, Tolobi; los pequeños ríos Baetulo, el Rubricatus, al costado del Monte de Júpiter, en la costa de Barcino, y el Maius, entre Subur y Tolobi.

Se han encontrado los restos de un poblado ibérico del siglo III a. C. y siglo II a. C.
Siempre ha sido un lugar estratégico desde el cual defender la ciudad, por lo que desde la antigüedad ha habido una fortaleza en su cima. En 1751 se construyó el actual castillo, obra de Juan Martín Cermeño, que durante la Guerra de la Independencia Española fue ocupado por los franceses.

Es internacionalmente conocido por haber servido de referencia para la estimación de la primera definición del metro: los comisionados ante la petición de la Asamblea Nacional Constituyente, Jean Baptiste Joseph Delambre y Pierre Méchain, midieron la longitud de arco del meridiano que pasa por Francia, de Dunkerque a Montjuich Barcelona, entre 1792 y 1798; los resultados de la medición sirvieron para establecer el Sistema Métrico Decimal.

Al igual que ha sido un punto estratégico para la defensa de la ciudad, lo ha sido para mantenerla bajo control, junto con la fortaleza de la Ciudadela en el otro extremo de la ciudad. En diciembre de 1842, las tropas dirigidas por el General Espartero durante su regencia bombardearon la ciudad desde el castillo; y el general Juan Prim la volvió a bombardear entre septiembre y noviembre de 1843 para poner fin a la revolución popular de la jamancia.

El castillo también ha sido utilizado numerosas veces como prisión para presos políticos hasta los tiempos de la dictadura de Franco, y lugar donde posteriormente eran fusilados y enterrados en el cementerio del lado suroeste de la montaña. Durante el siglo XIX y XX fue escenario de numerosos fusilamientos: varios anarquistas (entre ellos el pedagogo Francisco Ferrer y Guardia), los generales Manuel Goded Llopis y Álvaro Fernández Burriel, ambos por el alzamiento en contra de la República, y en 1940 Lluís Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña.


 En el cementerio de Montjuit
Con fecha 15 de marzo de 2007, la Dirección General de Patrimonio de la Generalidad de Cataluña, de conformidad a la Ley del Patrimonio Cultural Catalán (Ley 9/1993, de 30 de septiembre), declaró una zona de Montjuic Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), por la existencia del cementerio judío medieval de Barcelona, considerado el más grande de Europa de su época.
El cementerio judío de Montjuic se localiza en un pequeño campo ubicado en la vertiente nororiental de la montaña de Montjuich, a unos 100 m sobre el nivel del mar, desde donde se dominaba toda la ciudad medieval de Barcelona, en cuyo interior se ubicaba la judería. Las primeras noticias escritas que existen sobre la necrópolis judía de Barcelona, datan del siglo XI (1091), cuando el conde Ramón Berenguer restituyó unas viñas en la Canonja de la Santa Creu y Santa Eulalia de Barcelona, localizadas en Montjuich (Monte judaico) y que limitaban al este por unas antiguas sepulturas judías (veteres iudorum sepulturas). Esta necrópolis perduró hasta el fin de la judería en el año 1391, momento en el que sufre su devastación y el saqueo de las lápidas funerarias.
Ya desde el siglo XVII se tienen referencias históricas del conocimiento de la ubicación, bastante precisa, del cementerio judío. No fue hasta 1898, debido a la construcción de unas baterías de defensa costera en pleno recinto del cementerio, cuando se tuvo constancia de la primera actuación arqueológica efectuada dentro del recinto, de manera más o menos controlada. Este hecho permitió confirmar que la necrópolis se extendía a ambos lados del camino que conducía al castillo de Montjuic, y que se corresponde con la actual carretera del Castillo. Los trabajos de excavación arqueológica de los años 1945 y 2001 han permitido documentar una parte de la necrópolis con más de 700 tumbas.
A partir de la tipología sepulcral (características de la fosa, su orientación, la posición de los cuerpos) y de la relación espacial entre las sepulturas se puede establecer una cronología de la necrópolis que va del siglo IX al XIV.
De esta necrópolis existe un importante conjunto epigráfico con más de 74 unidades, recogidas en la Series Hebraica de la Monumenta Paleographica Medii Aevi fica. Dentro de este conjunto se debe añadir una nueva lápida epigráfica de un carácter excepcional localizada in situ durante la intervención arqueológica de 2001.
Se trata, por sus características, del conjunto más grande, más significativo y más representativo de la memoria y la cultura de la comunidad judía durante la época medieval en el ámbito de Cataluña y, muy probablemente, del Mediterráneo occidental.


 

 HISTORIA DE LA MONTAÑA DE MONTJUïCH por Carmen Barcelona

Montjuïc, la montaña magica de Barcelona.

Separen aquestes fotos més de 90 anys. Aquesta és la pedrera des d'on s'extreien les pedres per edificar part de Barcelona, i per descomptat, els edificis de l'Exposició de 1929. Fins a fa alguns anys, li denominàvem amb apel·latiu de "el pantà", perquè va haver-hi (ho denota la foto de 1915), un manantial que es va utilitzar per a les obres amb tanta abundància d'aigua, que el que va generar va ser una enorme bassa.
Ara té una altra funció, serveix de niu per a innombrables quantitat d'aus.
Si poden fer-se un volt, no l'hi perdin. És part de la història de Barcelona.
Muntanya de Montjuïc; darrere del Palau Nacional.

Si nos adentramos en el origen del nombre de Montjuïc, nos encontraremos con el primero de los enigmas. Muchos historiadores lo relacionan con la existencia de un cementerio judío (Mont Judaicus), lo cual podría ser cierto, ya que se sabe que esta montaña albergó dos necrópolis y un poblado hebreos. Éste se asentó en Barcelona durante los primeros siglos del cristianismo y estuvo ubicado en la actual zona de Miramar. Sin embargo, otros estudiosos, como Ernesto Milá, José María Carandell y Bartomeu Bera, creen que el término Montjuïc proviene de Monte Jovis, un nombre de origen romano relacionado con la supuesta existencia de un templo emplazado en dicha montaña que había sido consagrado al dios Júpiter. Pero lo cierto es que nada se ha encontrado que refrende esta hipótesis.

Otro de los enigmas que envuelven a Montjuïc tiene que ver con el hecho de que esta montaña sirvió como gran cantera para edificar buena parte de los edificios de la ciudad de Barcelona. Y, según una antigua y arraigada creencia, esta montaña tenía “vida propia” y poseía, además, la capacidad de regenerarse sola, de manera que cuantas más piedras le fueran arrebatadas muchas más crecían en su interior. Tan enraizada estaba esta creencia que el gran naturalista catalán Pere Gil (1551- 1622) afirmó en su magistral y voluminosa Historia Natural de Catalunya que “toda Barcelona está construida con piedra de Montjuïc y esta piedra nace de nuevo en el interior de la montaña, motivo por el cual nunca se acaba”. Y es que Montjuïc debe de tener algo “mágico” que atrae a todos cuantos la visitan, entre ellos algunos grupos de anacoretas que se desplazaron hasta aquel lugar en la Alta Edad Media, sobre todo a la zona que en la actualidad se conoce como La Foixarda. Querían vivir en completa soledad para poder comunicarse mejor con las fuerzas telúricas que supuestamente irradia la inmensa roca. Además, se cree que algunos grupos de ermitaños habitaron también en las cercanías del enigmático dolmen, lugar en el que más tarde se erigió el ya olvidado edificio dedicado a San Antonio, y quizá también en lo que más tarde sería el espléndido, aunque recoleto, Teatro Griego, construido en el interior de una soberbia cantera. Durante la Baja Edad Media y el Renacimiento la montaña empezó a llenarse de pequeñas ermitas y de humildes templos que proporcionaron un aire de sacralidad a todo el entorno. Sabemos con seguridad que existieron como mínimo ocho ermitas o pequeñas edificaciones religiosas distribuidas por toda la roca, de las que actualmente sólo se conserva la consagrada a Santa Madrona, que albergó en su interior los restos de dicha santa hasta que en el año 1714, en el contexto de la Guerra de Sucesión y ante el peligro de su destrucción, fueron trasladados al cercano templo de Sant Pau. No obstante, de poco sirvió, ya que desaparecieron en 1909 y nunca más se supo de ellos. Hemos de resaltar que este nombre, Madrona, no parece referirse a la santa martirizada en Tesalónica, sino que haría referencia a la Diosa Madre, recuerdo de una antigua divinidad que en tiempos remotos fue adorada en dicha montaña.

grcs a las fotos del blog del Sr.Miquel Cartisano ..Tot Barcelona.

Album Montjuïc.

Separen aquestes fotos més de 90 anys. Aquesta és la pedrera des d'on s'extreien les pedres per edificar part de Barcelona, i per descomptat, els edificis de l'Exposició de 1929. Fins a fa alguns anys, li denominàvem amb apel·latiu de "el pantà", perquè va haver-hi (ho denota la foto de 1915), un manantial que es va utilitzar per a les obres amb tanta abundància d'aigua, que el que va generar va ser una enorme bassa.
Ara té una altra funció, serveix de niu per a innombrables quantitat d'aus.
Si poden fer-se un volt, no l'hi perdin. És part de la història de Barcelona.
Muntanya de Montjuïc; darrere del Palau Nacional.




















El objetivo de este escrito es poner de manifiesto la importancia que tiene Montjuïc para Barcelona y ayudar a entender de qué modo ha ido cambiando su relación o dependencia desde la noche de los tiempos hasta nuestros días, y cómo ha pasado desde álgidos momentos de acercamiento hasta tensas situaciones de rechazo, que han llegado a ser incluso de un profundo odio.
Desde el punto de vista geológico, la dependencia de la ciudad es absoluta. La historia nos muestra que un hundimiento de la zona del litoral a comienzos del mioceno, hace millones de años, provocó que el mar invadiera las partes bajas de la franja costera. Posteriormente, otros movimientos produjeron un levantamiento tectónico que formó la montaña de Montjuïc y, al final del periodo terciario, otra transgresión del mar la convirtió en un islote.
Los sedimentos cuaternarios de los materiales procedentes de las erosiones que transportaban los torrentes y ramblas que bajaban de Collserola, muchos de los cuales se pierden actualmente en el subsuelo de Barcelona, así como los que aportaban los ríos, eran arrastrados sistemáticamente por una corriente marina en el sentido predominante de este a oeste que caracteriza la dinámica de nuestro litoral y se fueron depositando en el fondo. El perfil de la costa iba variando a medida que ganaba cada vez más espacio al mar. De este modo, se fue formando el llano de Barcelona y podríamos afirmar que la isla monjóvica o de Montjuïc, por su situación, contribuyó a que quedaran retenidos los sedimentos, a la vez que consolidaba el gran "solar" de Barcelona.
La montaña, por la riqueza geológica de las capas silicificadas que formaban rocas areniscas compactas y duras, constituyendo conglomerados, fue explotada masivamente en un gran número de canteras desde la época de los íberos y los romanos hasta 1957, momento en que se frenó de golpe la extracción masiva de la piedra. Montjuïc y sus canteras, de incomparable calidad, están vinculadas a la historia de la ciudad, que ha nacido y crecido a sus pies.
Una de las más antiguas referencias a Montjuïc, el antiguo manuscrito del jesuita Pere Gil que data del año 1600 aproximadamente, nos dice:
"La montanya de Mont Juich junt a Barcelona es de consideració per averse edificada della tota Barcelona. Diuen que la pedra creyx en ella: y que se a treta mes pedra della que no pujaria tota la dita montanya. Les moles della van per tot lo mon."

[La montaña de Mont Juich junto a Barcelona es de consideración por haberse edificado de ella toda Barcelona. Dicen que la piedra crece en ella: y que se le ha sacado más piedra de la que toda la montaña tendría en altura. Sus muelas van por todo el mundo.]

Verdaguer cita a Montjuïc como la madre orgullosa de su hija Barcelona, que extrae rocas de ella para construir sus edificios:

Secuencia de evolución de las canteras en la morfologia de Montjuïc entre 1855 y 1976.“I al veure que traus sempre rocam de ses entranyes
per tos casals, que creixen com arbres amb saó,
apar que diga a l'ona i al cel i a les muntanyes:
mirau-la, os de mos ossos, s'es feta gran com jo!"(1)

Barcelona ha utilizado la piedra de color grisáceo y de tonos amarillentos y rosados de Montjuïc para construir las murallas, las casas y los templos necesarios para su defensa, abrigo y culto.
La catedral de Barcelona, el Saló del Tinell (que fue el palacio de los Reyes de Aragón), la Llotja de Mar, las iglesias de Sant Pau del Camp, Santa Maria del Mar y del Pi, el antiguo Hospital de la Santa Creu y la Casa de l'Ardiaca fueron edificados con gres o roca arenisca de Montjuïc. El templo de la Sagrada Familia, los edificios de la Universidad, del Seminario, del Palau de Justícia, de aduanas, de correos, del Ayuntamiento, del Palau de la Generalitat, del Parlamento de Cataluña y del Hospital de Sant Pau son otros testimonios de una interminable descripción de edificios públicos construidos con piedra de Montjuïc.

Antes de que se generalizara la utilización a gran escala del ladrillo y la adopción de las piedras artificiales, la piedra del rayo de Montjuïc fue el elemento constructivo básico en la formación del Eixample de Barcelona.

Con la piedra de Montjuïc también se fabricaban muelas, que eran muy apreciadas tanto dentro como fuera del España. El trabajo de las muelas llegó a ser tan importante que el calificativo de molero se hizo extensivo a todos los trabajadores de las canteras. Es ineludible hacer referencia a las cualidades de las muelas catalanas, como se denominaba a las de Montjuïc. Estas muelas daban mejores resultados que las realizadas con otros materiales más duros, como las de granito, ya que su rugosidad era permanente. Arquitectos y escultores de los más diversos lugares han utilizado la piedra de Montjuïc y han valorado sus virtudes en los edificios, monumentos y esculturas que han construido.

A finales del siglo XIX, Montjuïc tenía el aspecto de una gran cantera, totalmente agujereada, como si de un gran queso emmenthal se tratara. Este accidentado relieve condicionaría los posteriores planes y proyectos.
Dejando a un lado la dependencia geológica y material de la ciudad con respecto a Montjuïc, podemos analizar la relación entre el hombre y la montaña a lo largo de la historia.

La singularidad de la montaña como símbolo de relación primordial entre el cielo y la tierra, así como la que le conferían sus condiciones de defensa, sus panorámicas y su dominio territorial, propiciaron una temprana presencia humana. Los íberos formaron los primeros asentamientos importantes de los que se tiene constancia.
Agustí Duran i Sampere narra que hasta el año 218 la civilización ibérica se había desarrollado como una sociedad independiente que había recibido muchas influencias forasteras fruto del contacto con los pueblos de nivel y cultura superiores: los griegos y los fenicio-cartagineses. Después de relatar la diferente suerte que corrieron los poblados ibéricos, concluye que los de Montjuïc fueron algunos de los que se mantuvieron y se convirtieron en ciudades romanas.
Éste fue el destino del poblado indígena de Montjuïc, que dio paso a la ciudad romana anterior a la del Táber. Se supone que, más tarde, debido a las dificultades para establecer el comercio en la montaña, y a causa de los problemas de comunicación y de transporte relacionados con el accidentado relieve, se construyó, en la llanura, la ciudad romana, que fue preciso amurallar por motivos de defensa. Llegan a coexistir dos Barcelonas, la de Montjuïc o de los layetanos y la Barcino del Táber. Mientras la ciudad de la parte baja se consolidó, la de Montjuïc fue paulatinamente abandonada.




Necrópolis judía

La montaña se utilizó como necrópolis judía; de ahí una de las teorías más convincentes acerca del origen del nombre de Montjuïc: "Monte de los Judíos, Monte Judaico o Monte Judío". También se tiene constancia del aprovechamiento agrícola de la montaña: en el Liber Antiquitatum Sedis Barchinone se menciona la existencia de viñas, olivos, higueras, huertos y bosques. Además, la devoción popular originó la construcción de capillas y ermitas para el culto cristiano, que se instalaron en torno a la cornisa situada frente a Barcelona. Sant Bertran, Sant Fruitós, Sant Julià, Sant Ferriol y Santa Madrona se encontraban a una cómoda distancia de los portales de la ciudad amurallada.

Los primeros grabados de Barcelona fueron dibujados desde esta estratégica posición, en el centro de la ladera de la montaña, en donde se abrían las mejores perspectivas de la ciudad. Por otra parte, en los grabados de Barcelona realizados desde la llanura, con frecuencia se representaba Montjuïc en una proporción exagerada, supuestamente porque su presencia resultaba un elemento imprescindible y contundente para la identificación de la ciudad.

En la relación entre la ciudad y la montaña se produjo un punto de inflexión a partir de mediados del siglo XVII, coincidiendo con la presencia del poder de Madrid en el castillo, que se tradujo en un desprecio y/o desafío de la ciudad con respecto de la montaña que duraría siglos.
Tiene una especial significación la cita que encontramos en el libro Memorias políticas y de guerra, de Manuel de Azaña, cuando comenta, entre las escasas referencias anteriores que le llegan de Montjuïc y Barcelona: "La torpeza del artículo me pone de mal humor. Estas gentes son de las que no sabían adoptar en las cuestiones de Cataluña otra receta que la de aquel bruto: ¡Que escupa Montjuïc! Con tamaña falta de talento y de sensibilidad solían acometerse en España los asuntos más delicados y complejos. Y ahora, en vez de ayudar, cocean."
La ciudad respondió de forma negativa a la montaña maldita, la utilizó como vertedero, rellenando con basuras los agujeros de las canteras. Un gran asentamiento de barracas, cobijo de inmigrantes, el gran cementerio que mira al sur y algunos equipamientos desperdigados son otros de los testimonios de esta actitud de rechazo.
Se trata del Montjuïc del desorden, que coincide con las etapas oscuras de nuestra desgraciada historia política y la pérdida de nuestras libertades.


, patrulla militar con motivo de la ejecución de Ferrer i Guàrdia, en 1909.No resulta extraño, por lo tanto, que las revistas republicanas hicieran alusión constantemente a la tensión provocada por el castillo desde donde Espartero, Rodil y Prim bombardearon la ciudad a diestro y siniestro. Un castillo que vio cómo las fuerzas de la reacción fusilaron, el 13 de octubre de 1909, al padre de la Escuela Moderna, Francesc Ferrer i Guàrdia, y a nuestro presidente Lluís Companys i Jover, el 15 de octubre de 1940.
Recuerdo una ilustración de la revista L'Esquella de la Torratxa que resulta muy representativa y en la que se puede ver a un hombre mirando a la montaña desde la ciudad, amenazando al castillo con el puño.
Durante el largo periodo de ocupación militar, y aprovechando las épocas de una paz relativa, las masas populares se fueron acercando a la montaña. La actividad agrícola de los huertos de Sant Bertran se extendió hacia las cuestas de Montjuïc y la gente aprovechaba los días de fiesta para reunirse en torno a las principales fuentes: la Font del Geperut, la Font de Tres Pins, la Font d'en Pessetes, la Font del Gat y la Font Trobada, donde a menudo se podían ver los típicos merenderos y pistas de baile.

La exposición de 1929
Sin embargo, el acercamiento urbanístico de Barcelona y Montjuïc no comenzó hasta principios del siglo XX con el impulso cosmopolita que imprimió Francesc Cambó, coincidiendo con el proyecto de la exposiciones de las Industrias Eléctricas (2), que, finalmente, concluyó con la magna obra de la Exposición Internacional de 1929. Los arquitectos Josep Puig i Cadafalch en la ordenación, Josep Amargós en la gestión y Jean-Claude Nicolas Forestier en los jardines serán las claves de la que podríamos denominar la primera reconquista de Montjuïc, cuya consecuencia fue la clarificación del principal acceso por el portal de la plaza Espanya, a través del eje monumental de la avenida Maria Cristina. El paseo "K" (avenidas del Marquès de Comillas, del Estadi y de Miramar), proyectado por Amargós, permitió conectar la Sección Española, situada en la parte baja, la Sección de las Industrias Eléctricas, situada en la gran explanada que hoy ocupa el Anillo Olímpico, y la Sección Marítima de Miramar.

Los jardines de Forestier representaron un cambio significativo en la concepción de Montjuïc y rompieron con el ideario de la jardinería catalana.
Tras la exposición de 1929, la apuesta por la conjunción urbanística de Barcelona y su montaña se detuvo de golpe. Desde la posguerra hasta la llegada de la democracia sólo se construyeron tres jardines, los de los tres poetas: Jacint Verdaguer, Costa i Llobera y Joan Maragall, así como el Mirador de l'Alcalde.
Los jardines, el parque de atracciones, el Poble Espanyol, las 24 horas, las pruebas automobilísticas de la Penya Rhin, después la Fórmula 1, algunos museos y la reutilización de viejos pabellones junto con otros de nueva construcción para albergar a los certámenes de la Fira de Barcelona y poco más son los contados recursos que tenía la montaña para atraer a los ciudadanos en esta etapa gris de la que sólo destacaría la construcción de la paradigmática Fundació Miró o Centre d'Estudis d'Art Contemporani, tal y como la quería llamar Joan Miró, huyendo del tópico y críptico nombre de museo. Miró, con quien tuve el placer de conversar en varias ocasiones, me contaba que lo que se tenía que hacer era un espacio vivo que dinamizara la promoción del arte contemporáneo. La Fundació Miró, sin duda, ha impreso un importante vínculo cultural con la ciudad y un fuerte magnetismo a la montaña.

A partir del primer ayuntamiento democrático se fue forjando la segunda reconquista, que se materializó gracias a la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992, cuyo fruto es la transformación urbanística de Montjuïc con un planteamiento global. Se reforman las conexiones viarias y se facilita la subida al Anillo Olímpico a través de una serie de escaleras mecánicas integradas en el parque. Se inicia la urbanización del desconocido lado sur, antes ocupado por las basuras y las barracas. Barcelona consigue apropiarse más de la montaña y Montjuïc está cada vez más cerca de la ciudad.
Actualmente, el Ayuntamiento ha puesto en marcha, a través del Centro Gestor, el proyecto de convertir Montjuïc en un parque central equipado de Barcelona, mejorando los accesos, potenciando el transporte público y limitando el tráfico rodado. Se está planteando ordenar el paisaje y las conexiones con los barrios de la ciudad situados a ambos lados de la montaña y definirla en tres estratos, ordenados desde abajo hasta arriba, el parque de la cultura, del deporte y de la naturaleza, con actuaciones en curso y otras programadas con una modélica visión medioambiental y de sostenibilidad.
En estos días de conmoción mundial debido a los efectos de la guerra, me gustaría acabar este escrito con la primera parte del himno que Josep M. de Sagarra compuso en 1936 para la Olimpiada Popular del Estadi de Montjuïc, que fue el contrapunto a los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín, con su dictador, y para los que Barcelona también había presentado su candidatura:

"No és per odi, no és per guerra
que venim a lluitar per cada terra.
Sota el cel blau
l'únic mot que ens escau
és un crit d'alegria i de pau."(3)


El lado sur de Montjuïc (en la imagen, en los años 60) era desconocido para la mayoría de los ciudadanos. Durante mucho tiempo se caracterizó por la presencia de vertederos en las antiguas canteras y por el asentamiento de una gran ciudad de barracas





1 ["Y al ver que sacas siempre roqueda de sus entrañas / Para tus casonas, que crecen como árboles con sazón, / Parece que diga a la ola y al cielo y a las montañas: / ¡Miradla, hueso de mis huesos, ha crecido como yo!"]
2 La presencia militar en la cumbre fue como una espada de Damocles para la ciudad, que se sentía vigilada desde el castillo de Montjuïc. Pero tenemos que reconocer también que el control de los militares impidió que se urbanizase y edificase la montaña, frenando, de este modo, las presiones especulativas de los propietarios del suelo, hasta que, el 16 de julio de 1914, se aprobó la ley que la declaró de utilidad pública y permitió al ayuntamiento acelerar la adquisición de los terrenos a bajo precio.
3 ["No es por odio, no es por guerra / por lo que venimos a luchar por cada tierra. / Bajo el cielo azul / la única palabra que nos conviene / es un grito de alegría y de paz."]

Resultado de imagen de Fomento de Obras y Construcciones S.A. Año 1907
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Cantera de piedra arenisca silícea, de la montaña de Montjuich, propiedad de Fomento de Obras y Construcciones S.A. Año 1907. Curiosa y desconocida imagen
. Col-lecció Vidal Huguet.


Castell de Montjuïc
El castillo de Montjuic (en catalán, Castell de Montjuïc; pronunciación: español local [moncʝ͡uˈik], catalán [mun̪ʒuˈik]) es una antigua fortaleza militar situada en la montaña de Montjuic, en la ciudad de Barcelona. La fortaleza fue una instalación del Ejército español, aunque posteriormente fue cedida al ayuntamiento de la ciudad, quien la gestiona actualmente. Históricamente el castillo ha tenido un importante papel en diversos episodios de la historia de Barcelona.

Historia

De los inicios al siglo XVII


Atalaya primitiva
La primera construcción que ocupó la cima de esta montaña fue una atalaya destinada a informar mediante señales de la proximidad de barcos que se aproximaran a la ciudad.
En 1640, durante la revuelta contra Felipe IV, se realizó la primera fortificación en Montjuic, construida en forma de cuadrilátero de tierra con revestimiento de piedra y barro. Esta fortificación provisional sirvió para rechazar el asalto de las tropas castellanas comandadas por el marqués de los Vélez el 26 de enero de 1641. El fortín original se convirtió en castillo en 1694. Su planta ocupaba toda la parte llana de la cumbre, con tres baluartes mirando hacia tierra y una línea de dientes de sierra mirando al mar. La pequeña fortificación precedente quedó como un reducto interior.

Siglo XVIII

Foso de entrada al castillo de Montjuic
Durante la Guerra de Sucesión, la caída del castillo en manos del duque de Peterborough, el 17 de septiembre de 1705, fue un factor que influyó para que los catalanes se inclinaran por la causa del archiduque Carlos de Austria. Recuperado el 25 de abril de 1706 por Felipe V, lo perdió de nuevo el 12 de mayo de ese mismo año, y no volvió a estar en sus manos hasta el 12 de septiembre de 1714 cuando, conforme al artículo quinto de las Capitulaciones que ese mismo día propuso el duque de Berwik, el castillo fue entregado a las tropas borbónicas. En 1751, el ingeniero militar Juan Martín Cermeño ordenó destruir el antiguo fortín de 1640 y terminó de dar forma al conjunto de edificaciones, dotándolo de servicios y de cisternas, una de ellas de agua potable, y ordenó la construcción del foso. Entre 1779 y 1799 se realizaron diversas obras entre las que destacan las necesarias para instalar en él el doble de hombres, así como la construcción de cocinas para 3000 plazas; el castillo tomó entonces la forma que tiene en la actualidad. Fue dotado de artillería con un número no inferior a los 120 cañones.

Siglo XIX


Bombardeo de Barcelona desde el castillo de Montjuic en 1842.
El 29 de febrero de 1808, un cuerpo de las tropas imperiales de Napoleón, comandadas por el coronel Floresti, subió a la montaña de Montjuic para tomar posesión del castillo. Lo consiguió, ya que el capitán general del Principado había recibido órdenes de la propia corte de recibir plácidamente a las tropas francesas. En 1842, durante la regencia de Espartero, la ciudad de Barcelona fue bombardeada desde este castillo para conseguir así someter una revuelta. En 1843, el general Prim ordenó un nuevo bombardeo de la ciudad. A partir de finales del siglo XIX, el castillo albergó a las víctimas tanto de la represión política social como de la lucha obrera. En él fueron encarcelados y torturados los obreros involucrados en la ola de violencia anarquista de la década de 1890, en especial los numerosos detenidos tras el Atentado de la Procesión del Corpus. El juicio que siguió a las detenciones, conocido como proceso de Montjuic, se hizo famoso por su dureza y las torturas que se realizaron.

Siglo XX

En el castillo se encerró también a los detenidos durante la Semana Trágica; aquí fue fusilado Francisco Ferrer Guardia. En 1919 estaban presos más de 3000 obreros a causa del conflicto de la Canadiense. Tras el estallido de la Guerra Civil los frentepopulistas lo convirtieron en prisión y lugar de fusilamiento para los alzados o los simpatizantes de la "causa nacional", haciéndose famoso el Foso de Santa Elena,donde fueron asesinados militares, curas, conservadores, jóvenes falangistas, estudiantes, empresarios, requetés y todos aquellos que fueran considerados de derechas. En este lugar fue emplazado tras la guerra un Monumento a los caídos en memoria de los fusilados. En Montjuic fue fusilado el general Manuel Goded, junto con otros militares, el 12 de agosto de 1936. El 26 de agosto de 1936 fueron fusilados el comandante de Infantería José López-Amor Jiménez, los capitanes Enrique López Belda y Luis López Varela —jefe regional de la UME y auténtico cerebro de la sublevación militar en Barcelona—,así como el capitán Fernando Lizcano de la Rosa, que había sido jefe de los Mozos de Escuadra tras el 6 de octubre de 1934.
Durante la época franquista fueron ejecutados más de 4000 presos republicanos y catalanistas en el castillo, el más conocido fue el presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys, el 15 de octubre de 1940. Hasta 1960, año en que fue cedido a la ciudad, el castillo sirvió como prisión militar. Después de tres años de obras para acondicionarlo, Franco presidió la inauguración del nuevo museo militar el 24 de junio de 1963; se cedió a Barcelona el recinto pero no el museo que alberga. En 1965 se inauguró un polígono de tiro con arco en el foso de Santa Eulalia.

Período reciente

El 30 de abril de 2007 el presidente del Gobierno y el alcalde de Barcelona acuerdan la cesión íntegra del castillo, en el que deberían ondear las banderas de España, Cataluña, Barcelona y la Unión Europea y del que se debían retirar las antenas instaladas en un plazo máximo de tres años, procediéndose igualmente al cierre del museo militar.
Está previsto que el recinto albergue un Centro de la Paz, que será regido por un consorcio en cuya constitución participarán el Ayuntamiento de Barcelona, el Ministerio de Defensa y la Generalidad de Cataluña.En 2015, en virtud de la Ley de Memoria Histórica, el Ayuntamiento de Barcelona prohibió celebrar la misa que anualmente se celebraba en el castillo desde 1940 por los caídos en la sublevación del 36 por considerarlo un acto de exaltación del golpe militar.
 







La piedra de Montjuïc, el origen de Barcelona

La exposición 'Pedra, Montjuïc, Barcelona. La construcció de la ciutat' muestra la importancia de la cantera de la montaña en el desarrollo de la ciudad


EL PERIÓDICO / Barcelona
La exposición se podrá visitar hasta el 15 de junio en las salas 18 y 19 del patio de armas del Castell de Montjuïc.
La exposición se podrá visitar hasta el 15 de junio en las salas 18 y 19 del patio de armas del Castell de Montjuïc. / periodico
El Castell de Montjuïc presenta un recorrido por la historia de la explotación de las canteras que invita al visitante a conocer la relación entre Barcelona y Montjuïc desde la vertiente matérica y cultural.
La muestra cuenta con la presencia de piezas geológicas, escultóricas y arquitectónicas cedidas por algunos de los principales museos de la ciudad: el el Museu Nacional d’Art de Catalunya, el Museu d’Arqueologia de Catalunya, el Museu d’Història de Barcelona y el Museu de Ciències Naturals.
La exposición, que se podrá ver hasta el 15 de junio en las salas 18 y 19 del patio de armas del Castell de Montjuïc, se estructura en dos capítulos: ‘Montjuïc, primera matèria’ y ‘Escultura Barcelona’.
Montjuïc, primera matèria’ es una aproximación a la montaña como fuente de recursos para la construcción y motor del crecimiento del núcleo urbano.
Este primer espacio expositivo explica el binomio montaña-ciudad: la perspectiva geológica para conocer las características de Montjuïc que la han convertido en proveedora de una piedra de gran calidad, empleada más allá de las fronteras urbanas; los usos que de ella se ha hecho (material de construcción, material para la creación artística, usos domésticos e industriales ...); su presencia en la ciudad, en sus diferentes formatos y presentaciones, y su fisonomía cambiante raíz de la explotación masiva de los últimos ciento cincuenta años.
En resumen, la explotación de las canteras y el crecimiento de la ciudad como factores estrechamente vinculados a lo largo de toda la historia de Barcelona; orígenes, geología, periodos de extracción, usos, funciones, oficios, transformaciones del paisaje natural y urbano, fenómenos sociales, etc.
Escultura Barcelona’ ofrece una mirada artística que va más allá de la historia de la piedra. Ocupando el espacio central de la segunda sala, y singularizando las piezas una a una para destacar su fuerza artística, se muestran obras escultóricas y arquitectónicas de diferentes épocas, estilos y usos que muestran una parte del arte y la historia que se ha construido en piedra en Barcelona.
La exhibición de las piezas, enmarcadas con imágenes y contextualizadas en la ciudad actual, ofrece una experiencia sensorial que pone en valor la piedra no sólo como elemento que ha configurado la fisonomía patrimonial de la ciudad, y su vertiente matérica y constructiva, de gran solidez, sino también como muestras de la destreza de sus creadores y de su belleza.

Una exposición con obras procedentes de diferentes museos

Las piezas son de diferentes momentos históricos de la ciudad, y diseñadas y creadas para diferentes usos, y provienen de algunos de los principales museos de la ciudad, dos de ellos de la misma montaña de Montjuïc: el Museu Nacional d’Art de Catalunya y el Museu d’Arqueologia de Catalunya, y del Museu d’Història de Barcelona.
Se puede ver uno de los capiteles del Templo romano dedicado a Augusto, una estela romana, un fragmento de lápida judía encontrada en Montjuïc, la placa epigráfica del siglo XIV que daba la bienvenida al portal de Sant Antoni, el rosetón del desaparecido convento del Carme, una fuente gótica trabajada y decorada por ambas partes, la gárgola del escultor Tomàs Barça procedente del antiguo Estudio General de Barcelona, y una rueda de molino.
Asimismo, se pueden ver muestras de rocas y láminas delgadas cedidas por el Museu de Ciències Naturals de Barcelona - Museu de Geologia, y un bloque de piedra en bruto procedente de la Pedrera del Borinot, la única cantera que queda activa para cubrir las necesidades de piedra de Montjuïc de la Sagrada Família.
El Castell de Montjuïc fou una fortalesa militar i, després de la guerra civil, va ser un museu militar. Actualment és un equipament municipal depenent de l'Ajuntament de Barcelona. Està ubicat al cim de la muntanya de Montjuïc de Barcelona, situat a més de 170 m d'altura sobre una terrassa rocosa.
Barcelona abans


Mirador del Alcalde
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Los jardines del Mirador del Alcalde se encuentran en la montaña de Montjuïc, en el distrito de Sants-Montjuic de Barcelona. Fueron elaborados entre 1962 y 1969 con un proyecto jardinístico de Joaquim Casamor, mientras que de la fuente monumental se encargó Carles Buïgas. Junto al Mirador del Alcalde se halla una de las paradas del teleférico de Montjuïc.


Detalle de la fuente.
El punto de arranque de estos jardines fue la concesión en 1960 del castillo de Montjuïc al Ayuntamiento de Barcelona por parte de Francisco Franco. Se iniciaron entonces unos trabajos de adecuación del castillo para su nuevo uso, lo que conllevó adicionalmente la urbanización y el ajardinamiento del entorno de la fortaleza. Las obras se realizaron entre 1962 y 1969, aunque ya al año siguiente de su inicio los jardines fueron inaugurados por el general Franco, junto al entonces alcalde de Barcelona, José María de Porcioles, hecho de donde proviene el nombre otorgado al conjunto.
Estaba prevista la construcción de un monumento relativo a la historia de Barcelona, con un proyecto que ganó por concurso el escultor Joan Rebull, el cual diseñó un obelisco de 24 metros de altura que explicaba en una treintena de viñetas la evolución de la ciudad. Sin embargo, esta obra finalmente no se ejecutó, por la oposición del escultor a que fuese inaugurada por el general Franco.
En 1966 el alcalde Porcioles inauguró el Monumento a la Sardana, situado detrás del mirador, que servía de entrada al nuevo Parque de Atracciones de Montjuïc, y en el mismo acto se colocó un rótulo que nombraba al mirador —hasta entonces sin denominación oficial— como Mirador del Alcalde. Al año siguiente se colocó el pavimiento diseñado por Joan Josep Tharrats. Por último, en 1971 se colocaron dos estelas dedicadas a los médicos Gregorio Marañón y Francesc Duran i Reynals, que lamentablemente fueron robadas en 2002.

Descripción


Homenaje a Barcelona (1968), de Josep Maria Subirachs.
El Mirador del Alcalde es una amplia terraza en la vertiente oriental de la montaña de Montjuïc, al pie del castillo, con unas magníficas vistas sobre el puerto de Barcelona y la zona litoral de la ciudad condal. La zona se estructura en una serie de terrazas a distinto nivel, comunicadas por tramos de escaleras y parterres de suaves pendientes. En su parte superior se encuentra un estanque con una fuente ornamental de la que brota el agua que cae en forma de cascadas en un estanque inferior, donde se halla otra fuente ornamental. El proyecto hidráulico fue obra de Carles Buïgas, autor de la Fuente Mágica de Montjuïc.
Los caminos y plazoletas del Mirador están formados por un pavimento de mosaico de 420 m2, formado por materiales como cantos rodados, adoquines, ladrillos, baldosas, trozos de botella, piezas de hierro u hormigón, etc. Diseñado por Joan Josep Tharrats, este pavimento forma parte del Catálogo del Patrimonio Artístico Municipal.
En el nivel inferior se sitúa asimismo la escultura Homenaje a Barcelona (1968), de Josep Maria Subirachs, perteneciente a la denominada etapa «de las penetraciones y las tensiones» del artista (años 1960), caracterizada por el empleo de cuñas encajadas con tornillos y tirantes de hierro, o de piezas tensadas con cables o cuerdas, en ensamblajes que jugaban con la materia y el espacio, con elementos opuestos como materia y forma, gravitación y contrapeso, vacío y lleno, horizontal y vertical.

Vegetación

Gran parte de la zona verde de estos jardines está formada por parterres de césped, junto a los que se encuentran especies como: pino blanco (Pinus halepensis), palmito (Chamaerops humilis), washingtonia (Washinsgtonia robusta), palmera de Canarias (Phoenix canariensis), cica (Cycas revoluta), etc.

Galería

  Anys 60s

Les fonts de Montjuïc

Jardins de la Font del Gat (N. Coll Salieti)


A En tren pels parcs de Barcelona a principis del segle XX vam parlar de quins eren els llocs d’esbarjo dels barcelonins. Abans de l’enderroc de les muralles (1854) la Muralla de Mar va ser el lloc habitual de passeig molt abans que la Rambla. El passeig de l’Esplanada (1802) i el Jardí del General (1816), entre el barri de Ribera i la ciutadella militar (que no seria parc fins el 1888), van ser els primers jardins de la ciutat. A mitjan segle XIX es començaven a construir els primers jardins al passeig de Gràcia. S’iniciava la urbanització del Tibidabo l’any 1889 de la mà del doctor Andreu, el 1912 s’inaugurava el Turó Park i fins l’Exposició Internacional de 1929 no es començava a urbanitzar el niu de pedreres en què des dels romans s’havia convertit Montjuïc, d’on sortia la pedra amb què s’alçà la ciutat segle rere segle. Aquesta urbanització va marcar el cant del cigne de les fonts de Montjuïc i de les fontades.


Les fontades


Pujant a Montjuïc (1910-1920)

“[...] otras de las tradiciones de la verbena de San Juan era de acabar con la coca entre las frondas de Montjuich, mientras la ciudad parecía arder en medio de jubilosas hogueras, y se encendía bajo el fuego multicolor de la vistosa y espectacular pirotecnia. A finales de siglo, prosiguiéndose, entre otras, una vieja costumbre, los barceloneses castizos, los menestrales de gorra, blusa y alpargatas, de corazón limpio como el Julián de «La verbena de la Paloma», se concentraban en los merenderos de la montaña, los que recaían al final de la calle Conde del Asalto, y por el Pueblo Seco se encaramaban a la montaña. En las noches de San Juan y San Pedro los barceloneses comían la «coca de forner» tapizada de azúcar y salpicada de piñones tostados, en las «Font del Gat» de la «Satalia», «d'en Pessetes», del «Geperut», «d'en Conna» o en la «Font Trobada».”



Arturo Llopis, La Vanguardia, 24 de juny de 1965


El costum de fer fontades és una tradició que es remunta segles enrere quan la devoció popular va convertir les ermites de la muntanya (com les de Sant Julià, Sant Ferriol, Sant Beltran o Santa Madrona, documentada el 1403 i única que continua dempeus) en lloc de romiatge. Aquestes excursions solien acabar al voltant d’alguna de les fonts de Montjuïc, on s’aprofitava per menjar i passar el dia, motiu pel qual aviat es van convertir en menjadors a l’aire lliure. Les fonts es van anar complementant amb petites explotacions comercials on es venien aigua amb sucre, xarops i orxates, anissos i bolados. Amb el temps aquestes petites explotacions esdevingueren els famosos merenderos on els més grans encara recorden els balls i les revetlles que s’hi feien.

El públic d’aquestes fontades era eminentment popular. Els barcelonins de la segona meitat del segle XIX i del primer terç del XX treballaven en jornades inacabables i esgotadores, inclosos els dissabtes i molts diumenges. No existien mitjans de transport que permetessin fer grans desplaçaments d'anada i tornada en un sol dia, com sí ho podien fer les classes acomodades que gaudien de transport privat i de segones residències al camp i a la muntanya. Les famílies aprofitaven els pocs dies de festa per fer el que més desitjaven: gaudir d'una jornada de llum solar, bé tan escàs en una ciutat que portava des del segle XIII tancada dins del mateix recinte emmurallat i on la revolució industrial havia disparat la demografia, els problemes d’habitatge i la insalubritat.

El promontori de Montjuïc fa de partició entre dues zones deltaiques, la dels rius Besòs i Llobregat, la qual cosa no fa estrany que hi abundessin les fonts, tot i que la peculiar orografia ha provocat la seva aparició i desaparició al llarg dels temps fins arribar als temps actuals en que tota l’aigua de la muntanya és canalitzada i els records són testimonials.

Segons explica Francesc Carreras Candi a la memòria llegida l’any 1902 a l’Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona (1), de l'any 959 és la primera referència d’una font a Montjuïc, la Font d'Ocua, també coneguda com “La Cova”, i que possiblement fos la Font del Geperut, on consta que hi havia una cova. El 1263, els frares dominics del convent de Santa Caterina, en virtut d'una concessió reial, van iniciar els treballs per dur a terme la primera canalització pública de Barcelona amb aigua de Montjuïc. Probablement el cabal no era abundós, ja que es va prohibir utilitzar-la per a altres usos que no fossin estrictament els d’aigua de boca.

A començaments de segle XIV era molt popular visitar la capella de Sant Julià cada 9 de gener, diada dels sant. Els barcelonins eren atrets pel paisatge que l'envoltava i la font que brollava a la vora. Esmentada ja en el segle X, en el lloc de l’antiga església de Sant Julià de Montjuïc hi consta després l’existència d’una parròquia, al menys fins el 1323. Lluís Desplà la va reedificar el 1487 i se sap que més tard hi va acollir un ermità. Fou enderrocada al segle XVII, a l’època de la construcció del castell de Montjuïc (2).

També hi ha notícies el 1565 sobre la Font de Santa Madrona, propera a la capella del mateix nom. Uns anys abans s'hi havia instal·lat un grup de jesuïtes però tenien problemes d'abastiment d'aigua de la cisterna, que fallava molt sovint. Com a solució s'hi va conduir l'aigua de la Font de Sant Julià, que en aquells anys restava abandonada.

A finals del segle XVI i inicis del XVII, el rector de Vallfogona assenyalava la Font dels Tarongers com la més famosa d'aquell moment, en el recull de poesies La armonia del Parnás (Barcelona, 1703). Podria tractar-se de la Font Trobada o de la Font d'en Conna, que eren situades al torrent dels Tarongers.





Baixant de la Font del Gat. Les fonts populars de Montjuïc

“Paisatge bonic, és el Parc de Montjuïc,

una fontana bella es veu al mig,

que amb molta gran il·lusió

va inspirar una cançó molt feliç.”


Aquest fragment pertanyen a la sardana d’Enric Morera (1926) que dóna nom a una de les dues úniques fonts que resten avui i segurament una de les poques que encara sobreviu a l’imaginari dels barcelonins que no siguin veïns de la muntanya de Montjuïc i dels barris que en formen part, i és la que dóna nom a l'exposició Baixant de la Font del Gat. Les fonts populars de Montjuïc.

Aquesta exposició es pot veure fins el 30 de novembre de 2014 en una petita instal·lació al Castell de Montjuïc, que recrea la Font del Gat amb imatges i a través d’un viatge sensorial (música i so ambiental), contextualitzat amb fotografies d'algunes de les fonts d’autors com Frederic Ballell, Carlos Pérez de Rozas o Josep Brangulí, pioners i introductors del fotoperiodisme a la ciutat durant el primer quart del segle XX, i reproduccions de dibuixos i litografies de Lola Anglada i Pau Febrés Yll. La mostra s’acompanya d’una altra exposició temporal, Montjuïc 1915, primera mirada, de l’Arxiu Fotogràfic de Barcelona, testimoni de la transformació de la muntanya a principis del segle XX, amb imatges de Merletti, Roisin, Sagarra, Brangulí, Godes o Pérez de Rozas, que van retratar de forma continuada i sistemàtica el procés d’urbanització de la muntanya amb motiu de la celebració de la gran Exposició Internacional de 1929.

L'exposició no és una reconstrucció històrica de les fonts i dels seus origens, sinó una evocació del que va ser aquell temps en què la muntanya de Montjuïc era lloc de trobades i excursions populars. Per complementar-la farem un recorregut i n'explicarem l'origen i la localització de cada una d'elles.


Les fonts


La Font del Gat (1930), de Josep Maria de Sagarra

La Font del Gat és situada a la part baixa dels Jardins de Labiral, entrant pel passeig de Santa Madrona. Un conjunt de camins, terrasses i racons s'adapten al relleu del terreny amb pèrgoles, miradors, escales, rampes i una cascada monumental, des de l’avinguda de Miramar, al costat de la Fundació Joan Miró. Aquest jardins van ser propietat del periodista i polític republicà Josep Laribal fins que van ser comprats per l’Ajuntament l’any 1909, i oberts al públic el dia de la revetlla de Sant Joan de 1910.

Dins d’aquests mateixos jardins, però en els terrenys que acabarien sent l’Escola del Bosc, hi havia la Font de Labiral o del Parc de Baix. I entremig de totes dues i va haver la Font d’en Pessetes, que rebia aquest nom perquè es diu que l’any 1848 s’hi va trobar una olla plena de monedes d’or, la qual cosa va traure gent que hi anava a buscar fortuna i en van quedar uns versos populars:




Busca en la font d’en Pessetes el que mai no has de trobar: un home que amb les mans fredes s’hagi sabut escalfar (3)

La Font Trobada

La Font Trobada, també coneguda com de la Magnèsia pel seu contingut en sals d’aquest mineral, era situada al final d'un caminet costerut del Torrent dels Tarongers, entre la part alta del carrer Roser i del carrer Nou. L’any 1778, el Baró de Maldà en feia esment en el seu Calaix de Sastre:


“Cosa de poch temps hà se hà descubert una Font, á la que nomenan Trobada al peu de la montaya de Montjuich, que fá proba als que hán begut de la dita aigua, facilitant-los l'orina i purgació del ventrell. Yo no la hé probada per no tenirla menester.”

La font rajava en un pati que també s'utilitzava com a pista de ball, i on el 1817 es va inaugurar un quiosc de refrescos i s'hi va col·locar una placa que deia:


“Año 1817. El teniente general don Andrés Pérez de Herrasti, gobernador de Barcelona, dedica a sus habitantes este delicioso y saludable sitio, descuidado por tantos siglos.”

Josep Fiter i Inglés, en un article publicat a La Ilustración de Barcelona l’any 1882, la descrivia com un dels llocs més pintorescos de la ciutat i parlava d’un pont rústic que se sustentava entre la frondositat dels arbres. La Font Trobada va subsistir durant anys fins que amb la construcció de la piscina descoberta del Club Natació Montjuïc la font va quedar a l'interior del bar de les instal·lacions. Quan el 1992 Antoni Moragas va construir la nova piscina olímpica sobre l'antiga, la font va desaparèixer definitivament.


La Font Trobada sota la piscina de Montjuïc (1978)


Ben a prop de la Font Trobada, en un protocol (4) de 1843 s'esmenta la Font d'en Peretes en el Torrent dels Jueus, que no és més que un tram del Torrent dels Tarongers que convertit en cami menava antigament cap el cementiri jueu de Montjuïc. En aquest mateix indret també hi va haver el merendero i la Font de la Torre Forta, davant de l'actual plaça de Dante, i la Font de Vista Alegre.


La Font d'en Conna

La Font d'en Conna estava situada al cap de munt del carrer Nou, prop de la Font Trobada, en una raconada al costat d’on surt el funicular a l’aire lliure. Hi havia un restaurant especialitzat en menjar de cassola. Tenia pista de ball i molta mala fama, tant per les baralles com per les trobades sexuals. L’Esquella de la Torratxa en feia broma dient que per allà hi havia passat sis generacions veient “el cargol que treu banya” i fent créixer la població de Barcelona. La mateixa Esquella descrivia així l’indret:


“Té torrent sense aigua, però té torrent; té quatre acacies que semblen noves; té tres bardices amb poesía; té un pedregar mateix que a Suiça, i té font, que ni és termal, ni és sulfurosa, ni sòdica; lo qual vol dir que és saludable, a més d’un regust de pólvora que traspúa del castell, que és lo que la fa de més bon beure.” (5)

La Font dels Tres Pins

La Font dels Tres Pins és l’altra supervivent. Rep aquest nom pels tres pins que es destaquen en el bosquet on es troba. Davant de la Fundació Miró i els Jardins de Labiral, a l’altre costat de l’avinguda de Mirarmar, al capdamunt d’unes escales de pedra a mà dreta queda el pas barrat per una porta de ferro, però per l'esquerra passarem pel mig d'un viver i d'una escola s’arriba a una zona abandonada i feréstega, espai que durant molt de temps va ser ocupat pel barri de barraques de Tres Pins. Si entrem dins el recinte del viver, hi ha un camí que puja tot dret cap a la font. Antigament, l'aigua sortia entre les pedres “con chorrear cantarino y glugluteante", com descrivia Luis Baile Lisón l’any 1940 a Montjuich de Antaño. Era potser el lloc més popular de la muntanya. La gent hi pujava els diumenges a dinar, a fer música i a ballar, i eren atesos en un petit mostrador on es podien comprar begudes i llogar focs per cuinar. El Dimecres de Cendra era també un dels llocs preferits per anar-hi a enterrar la sardina que posava fi al Carnestoltes i encetava la Quaresma.

La Font de la Satalia, també molt popular pels seus balls, estava al capdamunt del carrer Margarit, que ens deixa, precisament, entre el barri de la Satalia i el camp de futbol. La història d’aquest barri està lligat a les seves fonts: la Font del Geperut era al final del carrer del Poeta Cabanyes, i la Font de la Mina, al final del carrer Radas, sempre a l’altre costat del passeig de l’Exposició. Malgrat que les fonts ja no hi són, l’abundància d’aigua del subsòl del barri fa que, encara avui, es puguin trobar construccions hidràuliques alimentades amb curs d’aigua natural que reguen els horts i jardins del barri que abans van ser molt abundants.

La Font del Tir estava dins del que avui són les instal·lacions del Tir Esportiu de Barcelona, sota el Castell de Montjuïc i al costat de les restes del cementiri jueu medieval.

La Font de la Guatlla es trobava als terrenys on anys més tard es va erigir la fàbrica de Can Butsems, per sobre del carrer de Sant Fructuós i fins al carrer Dàlia. Aquesta font va desaparèixer, tot i que amb el temps, després que tanqués Can Butsems i s'urbanitzés tota la zona, es va erigir un monument al carrer Chopin, a prop de la zona anomenada del Turó, que recorda aquella mítica font que ha donat nom al barri. Aquesta font no s'ha de confondre amb la Font de la Mina, situada al final del carrer de la Font Florida. Era propietat de la Cooperativa de Cases Barates d’Obrers i Funcionaris de l’Ajuntament. Aquesta font encara l’hem vist rajar, però a finals dels 80 va ser clausurada, com ens informa Lluís Payarols, veí del barri, argumentant les autoritats de l'època que l'aigua que manava ja no era potable. L'Associació de Veïns i Veïnes treballa des de fa un temps per tornar a obrir-la, sense èxit. Ara és tancada amb una reixa i fins fa poc hi havia un cartell que deia: “Se ruega a los usuarios guardar silencio, los vecinos que duermen se lo agradecerán, de lo contrario nos veremos obligados a cerrar la fuente.”

Pels camins que duien de Can Valero cap a la Zona Franca dos portaven cap a dues fonts que els vells habitants de les barraques de Montjuïc encara deuen recordar. El camí de la Font de la Mamella, avui desaparegut però que els registres arqueològics mantenen viu perquè a la cruïlla amb el Camí del Molí Antic, entre el Castell i el cementiri, hi ha un jaciment iber amb restes d’una cabana, una sitja i una llar de foc.


El Gurugú (ca. 1910)

Més avall, on es troben el carrer del Foc amb Mare de Déu del Port, hi ha el carrer de l’Esparver, relíquia del vell camí del mateix nom que arriba fins la part superior del Sot del Migdia, lloc on estava situat el Pla del Gurugú, una de les zones d’esbarjo preferides de les classes populars de principis del segle XX, amb un quiosc, bancs i zona de ball. Ramon Anglès, oriünd de la muntanya, li explicava al biòleg Sergi García (6) que ell era fill del mas de l’Esparver, desaparegut juntament amb la deu d’aigua cristal·lina, la Font de l’Esparver, que formava un rierol que veient avui el paisatge urbà resulta inversemblant.


La Musclera de Can Tunis

Tenim notícies d'altres com les de l'Ecce-homo, la Pedrera, o Can Tunis i Mare de Déu del Port, aquestes a la banda de la Marina de Can Tunis on abundaven els merenderos com La Musclera (vegeu la foto). Podria ser que alguns d'aquests noms facin referència a balls i zones d'esbarjo com El Rosal, La Walkiria, El Bosque, El Recreo o l'esmentat Gurugú. No hem trobat més documentació però hi insistirem. Les fonts són només una part de la història de Montjuïc. Una part important perquè l’aigua acaba conformant la vida i aplega la gent. Avui Montjuïc ja no és aquella muntanya rural del passat. Les obres olímpiques van acabar d’esborrar els camins que ens indicaven l’activitat humana mil·lenària. Però si la mirem amb atenció, sota les pedres i els arbustos s’hi amaga el passat.


Localització d'algunes fonts de Montjuïc sobre
un plànol (fragment) de 1928 (ICC)

*

Notes:

(1) Carreras y Candi, Francesch. Lo Montjuich de Barcelona. Barcelona: Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, 1903.

(2) Baucells i Reig, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344). Vol. II. Barcelona: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005.
Ramos, M. Lluïsa. Catalunya Romànica. Vol. XX. Barcelona. Enciclopèdia Catalana, 1992.

(3) Citat a Estanislau Roca, Montjuïc, la muntanya de la ciutat. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 1996, p. 385.

(4) AHPB. Sabater y Martínez P. Manuales 1843, 44, 45, ff. 42-43.

(5) L’Esquella de la Torratxa, 23 de juliol de 1914.

(6) Sergi García, "Els valors naturals de Montjuïc", Carrer 101, març-abril de 2007.

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