Montjuic o Montjuich
(en catalán Montjuïc [ˈmon̪ʒuˈik])
es una montaña de Barcelona (España), con una altura de 173 metros
sobre el nivel del mar, que alberga un barrio homónimo, en el distrito
de Sants-Montjuic.
Etimología
La atribución tradicional de la etimología de Montjuich es la de "Monte de los judíos",
supuestamente del catalán medieval, motivada por la existencia,
confirmada por los documentos y la arqueología, de un cementerio judío
en la montaña. Igualmente se contempla la posibilidad de que este
topónimo venga de la forma latina Mons Iovis, es decir, Monte de Júpiter, nombre mencionado por Pomponio Mela en su obra Corografia:
«Inde ad Tarraconem parva sunt oppida Blande, Iluro, Baetulo, Barcino, Subur, Tolobi; parva flumina Baetulo, iuxta Iovis montem Rubricatum in Barcinonis litore, inter Subur et Tolobin Maius».
Se traduciría como: "Desde aquí hasta Tarraco
se encuentran las poblaciones de Blande, Iluro, Baetulo, Barcino,
Subur, Tolobi; los pequeños ríos Baetulo, el Rubricatus, al costado del
Monte de Júpiter, en la costa de Barcino, y el Maius, entre Subur y
Tolobi.
Se han encontrado los restos de un poblado ibérico del siglo III a. C. y siglo II a. C.
Siempre
ha sido un lugar estratégico desde el cual defender la
ciudad, por lo que desde la antigüedad ha habido una fortaleza en su
cima. En 1751 se construyó el actual castillo, obra de Juan Martín
Cermeño, que durante la Guerra de la Independencia Española fue ocupado
por los franceses.
Es
internacionalmente conocido por haber servido de referencia para la
estimación de la primera definición del metro: los comisionados ante la
petición de la Asamblea Nacional Constituyente, Jean Baptiste Joseph
Delambre y Pierre Méchain, midieron la longitud de arco del meridiano
que pasa por Francia, de Dunkerque a Montjuich Barcelona, entre 1792 y
1798; los resultados de la medición sirvieron para establecer el Sistema
Métrico Decimal.
Al
igual que ha sido un punto estratégico para la defensa de la
ciudad, lo ha sido para mantenerla bajo control, junto con la fortaleza
de la Ciudadela en el otro extremo de la ciudad. En diciembre de 1842,
las tropas dirigidas por el General Espartero durante su regencia
bombardearon la ciudad desde el castillo; y el general Juan Prim la
volvió a bombardear entre septiembre y noviembre de 1843 para poner fin a
la revolución popular de la jamancia.
El
castillo también ha sido utilizado numerosas veces como prisión para
presos políticos hasta los tiempos de la dictadura de Franco, y lugar
donde posteriormente eran fusilados y enterrados en el cementerio del
lado suroeste de la montaña. Durante el siglo XIX y XX fue escenario de
numerosos fusilamientos: varios anarquistas (entre ellos el pedagogo
Francisco Ferrer y Guardia), los generales Manuel Goded Llopis y Álvaro
Fernández Burriel, ambos por el alzamiento en contra de la República, y
en 1940 Lluís Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña.
En el cementerio de Montjuit
Con
fecha 15 de marzo de 2007, la Dirección General de Patrimonio de la
Generalidad de Cataluña, de conformidad a la Ley del Patrimonio Cultural
Catalán (Ley 9/1993, de 30 de septiembre), declaró una zona de Montjuic
Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), por la existencia del
cementerio judío medieval de Barcelona, considerado el más grande de
Europa de su época.
El
cementerio judío de Montjuic
se localiza en un pequeño campo ubicado en la vertiente nororiental de
la montaña de Montjuich, a unos 100 m sobre el nivel del mar, desde
donde se dominaba toda la ciudad medieval de Barcelona, en cuyo interior
se ubicaba la judería. Las primeras noticias escritas que existen sobre
la necrópolis judía de Barcelona, datan del siglo XI (1091), cuando el
conde Ramón Berenguer
restituyó unas viñas en la Canonja de la Santa Creu y Santa Eulalia de
Barcelona, localizadas en Montjuich (Monte judaico) y que limitaban al
este por unas antiguas sepulturas judías (veteres iudorum sepulturas).
Esta necrópolis perduró hasta el fin de la judería en el año 1391,
momento en el que sufre su devastación y el saqueo de las lápidas
funerarias.
Ya desde el siglo XVII se tienen referencias históricas del
conocimiento de la ubicación, bastante precisa, del cementerio judío. No
fue hasta 1898, debido a la construcción de unas baterías de defensa
costera en pleno recinto del cementerio, cuando se tuvo constancia de la
primera actuación arqueológica efectuada dentro del recinto, de manera
más o menos controlada. Este hecho permitió confirmar que la necrópolis
se extendía a ambos lados del camino que conducía al castillo de
Montjuic, y que se corresponde con la actual carretera del Castillo. Los
trabajos de excavación arqueológica de los años 1945 y 2001 han
permitido documentar una parte de la necrópolis con más de 700 tumbas.
A partir de la tipología sepulcral (características de la fosa, su
orientación, la posición de los cuerpos) y de la relación espacial entre
las sepulturas se puede establecer una cronología de la necrópolis que
va del siglo IX al XIV.
De esta necrópolis existe un importante conjunto epigráfico con más
de 74 unidades, recogidas en la Series Hebraica de la Monumenta
Paleographica Medii Aevi fica. Dentro de este conjunto se debe añadir
una nueva lápida epigráfica de un carácter excepcional localizada in
situ durante la intervención arqueológica de 2001.
Se trata, por sus características, del conjunto más grande, más
significativo y más representativo de la memoria y la cultura de la
comunidad judía durante la época medieval en el ámbito de Cataluña y,
muy probablemente, del Mediterráneo occidental.
HISTORIA DE LA MONTAÑA DE MONTJUïCH por Carmen Barcelona
Montjuïc, la montaña magica de Barcelona.
Separen aquestes fotos més de 90 anys. Aquesta és la pedrera des d'on s'extreien les pedres per edificar part de Barcelona, i per descomptat, els edificis de l'Exposició de 1929. Fins a fa alguns anys, li denominàvem amb apel·latiu de "el pantà", perquè va haver-hi (ho denota la foto de 1915), un manantial que es va utilitzar per a les obres amb tanta abundància d'aigua, que el que va generar va ser una enorme bassa.
Ara té una altra funció, serveix de niu per a innombrables quantitat d'aus.
Si poden fer-se un volt, no l'hi perdin. És part de la història de Barcelona.
Muntanya de Montjuïc; darrere del Palau Nacional.
Si nos adentramos en el origen del nombre de Montjuïc, nos encontraremos con el primero de los enigmas. Muchos historiadores lo relacionan con la existencia de un cementerio judío (Mont Judaicus), lo cual podría ser cierto, ya que se sabe que esta montaña albergó dos necrópolis y un poblado hebreos. Éste se asentó en Barcelona durante los primeros siglos del cristianismo y estuvo ubicado en la actual zona de Miramar. Sin embargo, otros estudiosos, como Ernesto Milá, José María Carandell y Bartomeu Bera, creen que el término Montjuïc proviene de Monte Jovis, un nombre de origen romano relacionado con la supuesta existencia de un templo emplazado en dicha montaña que había sido consagrado al dios Júpiter. Pero lo cierto es que nada se ha encontrado que refrende esta hipótesis.
Otro de los enigmas que envuelven a Montjuïc tiene que ver con el hecho de que esta montaña sirvió como gran cantera para edificar buena parte de los edificios de la ciudad de Barcelona. Y, según una antigua y arraigada creencia, esta montaña tenía “vida propia” y poseía, además, la capacidad de regenerarse sola, de manera que cuantas más piedras le fueran arrebatadas muchas más crecían en su interior. Tan enraizada estaba esta creencia que el gran naturalista catalán Pere Gil (1551- 1622) afirmó en su magistral y voluminosa Historia Natural de Catalunya que “toda Barcelona está construida con piedra de Montjuïc y esta piedra nace de nuevo en el interior de la montaña, motivo por el cual nunca se acaba”. Y es que Montjuïc debe de tener algo “mágico” que atrae a todos cuantos la visitan, entre ellos algunos grupos de anacoretas que se desplazaron hasta aquel lugar en la Alta Edad Media, sobre todo a la zona que en la actualidad se conoce como La Foixarda. Querían vivir en completa soledad para poder comunicarse mejor con las fuerzas telúricas que supuestamente irradia la inmensa roca. Además, se cree que algunos grupos de ermitaños habitaron también en las cercanías del enigmático dolmen, lugar en el que más tarde se erigió el ya olvidado edificio dedicado a San Antonio, y quizá también en lo que más tarde sería el espléndido, aunque recoleto, Teatro Griego, construido en el interior de una soberbia cantera. Durante la Baja Edad Media y el Renacimiento la montaña empezó a llenarse de pequeñas ermitas y de humildes templos que proporcionaron un aire de sacralidad a todo el entorno. Sabemos con seguridad que existieron como mínimo ocho ermitas o pequeñas edificaciones religiosas distribuidas por toda la roca, de las que actualmente sólo se conserva la consagrada a Santa Madrona, que albergó en su interior los restos de dicha santa hasta que en el año 1714, en el contexto de la Guerra de Sucesión y ante el peligro de su destrucción, fueron trasladados al cercano templo de Sant Pau. No obstante, de poco sirvió, ya que desaparecieron en 1909 y nunca más se supo de ellos. Hemos de resaltar que este nombre, Madrona, no parece referirse a la santa martirizada en Tesalónica, sino que haría referencia a la Diosa Madre, recuerdo de una antigua divinidad que en tiempos remotos fue adorada en dicha montaña.
grcs a las fotos del blog del Sr.Miquel Cartisano ..Tot Barcelona.
Album Montjuïc.
Separen aquestes fotos més de 90 anys. Aquesta és la pedrera des d'on s'extreien les pedres per edificar part de Barcelona, i per descomptat, els edificis de l'Exposició de 1929. Fins a fa alguns anys, li denominàvem amb apel·latiu de "el pantà", perquè va haver-hi (ho denota la foto de 1915), un manantial que es va utilitzar per a les obres amb tanta abundància d'aigua, que el que va generar va ser una enorme bassa.
Ara té una altra funció, serveix de niu per a innombrables quantitat d'aus.
Si poden fer-se un volt, no l'hi perdin. És part de la història de Barcelona.
Muntanya de Montjuïc; darrere del Palau Nacional.
Cantera de piedra arenisca silícea, de la montaña de Montjuich, propiedad de Fomento de Obras y Construcciones S.A. Año 1907. Curiosa y desconocida imagen
HISTORIA DE LA MONTAÑA DE MONTJUïCH por Carmen Barcelona
Montjuïc, la montaña magica de Barcelona.
Separen aquestes fotos més de 90 anys. Aquesta és la pedrera des d'on s'extreien les pedres per edificar part de Barcelona, i per descomptat, els edificis de l'Exposició de 1929. Fins a fa alguns anys, li denominàvem amb apel·latiu de "el pantà", perquè va haver-hi (ho denota la foto de 1915), un manantial que es va utilitzar per a les obres amb tanta abundància d'aigua, que el que va generar va ser una enorme bassa.
Ara té una altra funció, serveix de niu per a innombrables quantitat d'aus.
Si poden fer-se un volt, no l'hi perdin. És part de la història de Barcelona.
Muntanya de Montjuïc; darrere del Palau Nacional.
Si nos adentramos en el origen del nombre de Montjuïc, nos encontraremos con el primero de los enigmas. Muchos historiadores lo relacionan con la existencia de un cementerio judío (Mont Judaicus), lo cual podría ser cierto, ya que se sabe que esta montaña albergó dos necrópolis y un poblado hebreos. Éste se asentó en Barcelona durante los primeros siglos del cristianismo y estuvo ubicado en la actual zona de Miramar. Sin embargo, otros estudiosos, como Ernesto Milá, José María Carandell y Bartomeu Bera, creen que el término Montjuïc proviene de Monte Jovis, un nombre de origen romano relacionado con la supuesta existencia de un templo emplazado en dicha montaña que había sido consagrado al dios Júpiter. Pero lo cierto es que nada se ha encontrado que refrende esta hipótesis.
Otro de los enigmas que envuelven a Montjuïc tiene que ver con el hecho de que esta montaña sirvió como gran cantera para edificar buena parte de los edificios de la ciudad de Barcelona. Y, según una antigua y arraigada creencia, esta montaña tenía “vida propia” y poseía, además, la capacidad de regenerarse sola, de manera que cuantas más piedras le fueran arrebatadas muchas más crecían en su interior. Tan enraizada estaba esta creencia que el gran naturalista catalán Pere Gil (1551- 1622) afirmó en su magistral y voluminosa Historia Natural de Catalunya que “toda Barcelona está construida con piedra de Montjuïc y esta piedra nace de nuevo en el interior de la montaña, motivo por el cual nunca se acaba”. Y es que Montjuïc debe de tener algo “mágico” que atrae a todos cuantos la visitan, entre ellos algunos grupos de anacoretas que se desplazaron hasta aquel lugar en la Alta Edad Media, sobre todo a la zona que en la actualidad se conoce como La Foixarda. Querían vivir en completa soledad para poder comunicarse mejor con las fuerzas telúricas que supuestamente irradia la inmensa roca. Además, se cree que algunos grupos de ermitaños habitaron también en las cercanías del enigmático dolmen, lugar en el que más tarde se erigió el ya olvidado edificio dedicado a San Antonio, y quizá también en lo que más tarde sería el espléndido, aunque recoleto, Teatro Griego, construido en el interior de una soberbia cantera. Durante la Baja Edad Media y el Renacimiento la montaña empezó a llenarse de pequeñas ermitas y de humildes templos que proporcionaron un aire de sacralidad a todo el entorno. Sabemos con seguridad que existieron como mínimo ocho ermitas o pequeñas edificaciones religiosas distribuidas por toda la roca, de las que actualmente sólo se conserva la consagrada a Santa Madrona, que albergó en su interior los restos de dicha santa hasta que en el año 1714, en el contexto de la Guerra de Sucesión y ante el peligro de su destrucción, fueron trasladados al cercano templo de Sant Pau. No obstante, de poco sirvió, ya que desaparecieron en 1909 y nunca más se supo de ellos. Hemos de resaltar que este nombre, Madrona, no parece referirse a la santa martirizada en Tesalónica, sino que haría referencia a la Diosa Madre, recuerdo de una antigua divinidad que en tiempos remotos fue adorada en dicha montaña.
grcs a las fotos del blog del Sr.Miquel Cartisano ..Tot Barcelona.
Album Montjuïc.
Separen aquestes fotos més de 90 anys. Aquesta és la pedrera des d'on s'extreien les pedres per edificar part de Barcelona, i per descomptat, els edificis de l'Exposició de 1929. Fins a fa alguns anys, li denominàvem amb apel·latiu de "el pantà", perquè va haver-hi (ho denota la foto de 1915), un manantial que es va utilitzar per a les obres amb tanta abundància d'aigua, que el que va generar va ser una enorme bassa.
Ara té una altra funció, serveix de niu per a innombrables quantitat d'aus.
Si poden fer-se un volt, no l'hi perdin. És part de la història de Barcelona.
Muntanya de Montjuïc; darrere del Palau Nacional.
El objetivo de este escrito es poner de manifiesto la importancia que tiene Montjuïc para Barcelona y ayudar a entender de qué modo ha ido cambiando su relación o dependencia desde la noche de los tiempos hasta nuestros días, y cómo ha pasado desde álgidos momentos de acercamiento hasta tensas situaciones de rechazo, que han llegado a ser incluso de un profundo odio. Desde el punto de vista geológico, la dependencia de la ciudad es absoluta. La historia nos muestra que un hundimiento de la zona del litoral a comienzos del mioceno, hace millones de años, provocó que el mar invadiera las partes bajas de la franja costera. Posteriormente, otros movimientos produjeron un levantamiento tectónico que formó la montaña de Montjuïc y, al final del periodo terciario, otra transgresión del mar la convirtió en un islote.Los sedimentos cuaternarios de los materiales procedentes de las erosiones que transportaban los torrentes y ramblas que bajaban de Collserola, muchos de los cuales se pierden actualmente en el subsuelo de Barcelona, así como los que aportaban los ríos, eran arrastrados sistemáticamente por una corriente marina en el sentido predominante de este a oeste que caracteriza la dinámica de nuestro litoral y se fueron depositando en el fondo. El perfil de la costa iba variando a medida que ganaba cada vez más espacio al mar. De este modo, se fue formando el llano de Barcelona y podríamos afirmar que la isla monjóvica o de Montjuïc, por su situación, contribuyó a que quedaran retenidos los sedimentos, a la vez que consolidaba el gran "solar" de Barcelona. La montaña, por la riqueza geológica de las capas silicificadas que formaban rocas areniscas compactas y duras, constituyendo conglomerados, fue explotada masivamente en un gran número de canteras desde la época de los íberos y los romanos hasta 1957, momento en que se frenó de golpe la extracción masiva de la piedra. Montjuïc y sus canteras, de incomparable calidad, están vinculadas a la historia de la ciudad, que ha nacido y crecido a sus pies. Una de las más antiguas referencias a Montjuïc, el antiguo manuscrito del jesuita Pere Gil que data del año 1600 aproximadamente, nos dice: "La montanya de Mont Juich junt a Barcelona es de consideració per averse edificada della tota Barcelona. Diuen que la pedra creyx en ella: y que se a treta mes pedra della que no pujaria tota la dita montanya. Les moles della van per tot lo mon." [La montaña de Mont Juich junto a Barcelona es de consideración por haberse edificado de ella toda Barcelona. Dicen que la piedra crece en ella: y que se le ha sacado más piedra de la que toda la montaña tendría en altura. Sus muelas van por todo el mundo.] Verdaguer cita a Montjuïc como la madre orgullosa de su hija Barcelona, que extrae rocas de ella para construir sus edificios: “I al veure que traus sempre rocam de ses entranyes per tos casals, que creixen com arbres amb saó, apar que diga a l'ona i al cel i a les muntanyes: mirau-la, os de mos ossos, s'es feta gran com jo!"(1) Barcelona ha utilizado la piedra de color grisáceo y de tonos amarillentos y rosados de Montjuïc para construir las murallas, las casas y los templos necesarios para su defensa, abrigo y culto. La catedral de Barcelona, el Saló del Tinell (que fue el palacio de los Reyes de Aragón), la Llotja de Mar, las iglesias de Sant Pau del Camp, Santa Maria del Mar y del Pi, el antiguo Hospital de la Santa Creu y la Casa de l'Ardiaca fueron edificados con gres o roca arenisca de Montjuïc. El templo de la Sagrada Familia, los edificios de la Universidad, del Seminario, del Palau de Justícia, de aduanas, de correos, del Ayuntamiento, del Palau de la Generalitat, del Parlamento de Cataluña y del Hospital de Sant Pau son otros testimonios de una interminable descripción de edificios públicos construidos con piedra de Montjuïc. Antes de que se generalizara la utilización a gran escala del ladrillo y la adopción de las piedras artificiales, la piedra del rayo de Montjuïc fue el elemento constructivo básico en la formación del Eixample de Barcelona. Con la piedra de Montjuïc también se fabricaban muelas, que eran muy apreciadas tanto dentro como fuera del España. El trabajo de las muelas llegó a ser tan importante que el calificativo de molero se hizo extensivo a todos los trabajadores de las canteras. Es ineludible hacer referencia a las cualidades de las muelas catalanas, como se denominaba a las de Montjuïc. Estas muelas daban mejores resultados que las realizadas con otros materiales más duros, como las de granito, ya que su rugosidad era permanente. Arquitectos y escultores de los más diversos lugares han utilizado la piedra de Montjuïc y han valorado sus virtudes en los edificios, monumentos y esculturas que han construido. A finales del siglo XIX, Montjuïc tenía el aspecto de una gran cantera, totalmente agujereada, como si de un gran queso emmenthal se tratara. Este accidentado relieve condicionaría los posteriores planes y proyectos. Dejando a un lado la dependencia geológica y material de la ciudad con respecto a Montjuïc, podemos analizar la relación entre el hombre y la montaña a lo largo de la historia. La singularidad de la montaña como símbolo de relación primordial entre el cielo y la tierra, así como la que le conferían sus condiciones de defensa, sus panorámicas y su dominio territorial, propiciaron una temprana presencia humana. Los íberos formaron los primeros asentamientos importantes de los que se tiene constancia. Agustí Duran i Sampere narra que hasta el año 218 la civilización ibérica se había desarrollado como una sociedad independiente que había recibido muchas influencias forasteras fruto del contacto con los pueblos de nivel y cultura superiores: los griegos y los fenicio-cartagineses. Después de relatar la diferente suerte que corrieron los poblados ibéricos, concluye que los de Montjuïc fueron algunos de los que se mantuvieron y se convirtieron en ciudades romanas. Éste fue el destino del poblado indígena de Montjuïc, que dio paso a la ciudad romana anterior a la del Táber. Se supone que, más tarde, debido a las dificultades para establecer el comercio en la montaña, y a causa de los problemas de comunicación y de transporte relacionados con el accidentado relieve, se construyó, en la llanura, la ciudad romana, que fue preciso amurallar por motivos de defensa. Llegan a coexistir dos Barcelonas, la de Montjuïc o de los layetanos y la Barcino del Táber. Mientras la ciudad de la parte baja se consolidó, la de Montjuïc fue paulatinamente abandonada. |
|
Necrópolis judía La montaña se utilizó como necrópolis judía; de ahí una de las teorías más convincentes acerca del origen del nombre de Montjuïc: "Monte de los Judíos, Monte Judaico o Monte Judío". También se tiene constancia del aprovechamiento agrícola de la montaña: en el Liber Antiquitatum Sedis Barchinone se menciona la existencia de viñas, olivos, higueras, huertos y bosques. Además, la devoción popular originó la construcción de capillas y ermitas para el culto cristiano, que se instalaron en torno a la cornisa situada frente a Barcelona. Sant Bertran, Sant Fruitós, Sant Julià, Sant Ferriol y Santa Madrona se encontraban a una cómoda distancia de los portales de la ciudad amurallada. Los primeros grabados de Barcelona fueron dibujados desde esta estratégica posición, en el centro de la ladera de la montaña, en donde se abrían las mejores perspectivas de la ciudad. Por otra parte, en los grabados de Barcelona realizados desde la llanura, con frecuencia se representaba Montjuïc en una proporción exagerada, supuestamente porque su presencia resultaba un elemento imprescindible y contundente para la identificación de la ciudad. En la relación entre la ciudad y la montaña se produjo un punto de inflexión a partir de mediados del siglo XVII, coincidiendo con la presencia del poder de Madrid en el castillo, que se tradujo en un desprecio y/o desafío de la ciudad con respecto de la montaña que duraría siglos. Tiene una especial significación la cita que encontramos en el libro Memorias políticas y de guerra, de Manuel de Azaña, cuando comenta, entre las escasas referencias anteriores que le llegan de Montjuïc y Barcelona: "La torpeza del artículo me pone de mal humor. Estas gentes son de las que no sabían adoptar en las cuestiones de Cataluña otra receta que la de aquel bruto: ¡Que escupa Montjuïc! Con tamaña falta de talento y de sensibilidad solían acometerse en España los asuntos más delicados y complejos. Y ahora, en vez de ayudar, cocean." La ciudad respondió de forma negativa a la montaña maldita, la utilizó como vertedero, rellenando con basuras los agujeros de las canteras. Un gran asentamiento de barracas, cobijo de inmigrantes, el gran cementerio que mira al sur y algunos equipamientos desperdigados son otros de los testimonios de esta actitud de rechazo. Se trata del Montjuïc del desorden, que coincide con las etapas oscuras de nuestra desgraciada historia política y la pérdida de nuestras libertades. No resulta extraño, por lo tanto, que las revistas republicanas hicieran alusión constantemente a la tensión provocada por el castillo desde donde Espartero, Rodil y Prim bombardearon la ciudad a diestro y siniestro. Un castillo que vio cómo las fuerzas de la reacción fusilaron, el 13 de octubre de 1909, al padre de la Escuela Moderna, Francesc Ferrer i Guàrdia, y a nuestro presidente Lluís Companys i Jover, el 15 de octubre de 1940. Recuerdo una ilustración de la revista L'Esquella de la Torratxa que resulta muy representativa y en la que se puede ver a un hombre mirando a la montaña desde la ciudad, amenazando al castillo con el puño. Durante el largo periodo de ocupación militar, y aprovechando las épocas de una paz relativa, las masas populares se fueron acercando a la montaña. La actividad agrícola de los huertos de Sant Bertran se extendió hacia las cuestas de Montjuïc y la gente aprovechaba los días de fiesta para reunirse en torno a las principales fuentes: la Font del Geperut, la Font de Tres Pins, la Font d'en Pessetes, la Font del Gat y la Font Trobada, donde a menudo se podían ver los típicos merenderos y pistas de baile. La exposición de 1929 Sin embargo, el acercamiento urbanístico de Barcelona y Montjuïc no comenzó hasta principios del siglo XX con el impulso cosmopolita que imprimió Francesc Cambó, coincidiendo con el proyecto de la exposiciones de las Industrias Eléctricas (2), que, finalmente, concluyó con la magna obra de la Exposición Internacional de 1929. Los arquitectos Josep Puig i Cadafalch en la ordenación, Josep Amargós en la gestión y Jean-Claude Nicolas Forestier en los jardines serán las claves de la que podríamos denominar la primera reconquista de Montjuïc, cuya consecuencia fue la clarificación del principal acceso por el portal de la plaza Espanya, a través del eje monumental de la avenida Maria Cristina. El paseo "K" (avenidas del Marquès de Comillas, del Estadi y de Miramar), proyectado por Amargós, permitió conectar la Sección Española, situada en la parte baja, la Sección de las Industrias Eléctricas, situada en la gran explanada que hoy ocupa el Anillo Olímpico, y la Sección Marítima de Miramar. Los jardines de Forestier representaron un cambio significativo en la concepción de Montjuïc y rompieron con el ideario de la jardinería catalana. Tras la exposición de 1929, la apuesta por la conjunción urbanística de Barcelona y su montaña se detuvo de golpe. Desde la posguerra hasta la llegada de la democracia sólo se construyeron tres jardines, los de los tres poetas: Jacint Verdaguer, Costa i Llobera y Joan Maragall, así como el Mirador de l'Alcalde. Los jardines, el parque de atracciones, el Poble Espanyol, las 24 horas, las pruebas automobilísticas de la Penya Rhin, después la Fórmula 1, algunos museos y la reutilización de viejos pabellones junto con otros de nueva construcción para albergar a los certámenes de la Fira de Barcelona y poco más son los contados recursos que tenía la montaña para atraer a los ciudadanos en esta etapa gris de la que sólo destacaría la construcción de la paradigmática Fundació Miró o Centre d'Estudis d'Art Contemporani, tal y como la quería llamar Joan Miró, huyendo del tópico y críptico nombre de museo. Miró, con quien tuve el placer de conversar en varias ocasiones, me contaba que lo que se tenía que hacer era un espacio vivo que dinamizara la promoción del arte contemporáneo. La Fundació Miró, sin duda, ha impreso un importante vínculo cultural con la ciudad y un fuerte magnetismo a la montaña. A partir del primer ayuntamiento democrático se fue forjando la segunda reconquista, que se materializó gracias a la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992, cuyo fruto es la transformación urbanística de Montjuïc con un planteamiento global. Se reforman las conexiones viarias y se facilita la subida al Anillo Olímpico a través de una serie de escaleras mecánicas integradas en el parque. Se inicia la urbanización del desconocido lado sur, antes ocupado por las basuras y las barracas. Barcelona consigue apropiarse más de la montaña y Montjuïc está cada vez más cerca de la ciudad. Actualmente, el Ayuntamiento ha puesto en marcha, a través del Centro Gestor, el proyecto de convertir Montjuïc en un parque central equipado de Barcelona, mejorando los accesos, potenciando el transporte público y limitando el tráfico rodado. Se está planteando ordenar el paisaje y las conexiones con los barrios de la ciudad situados a ambos lados de la montaña y definirla en tres estratos, ordenados desde abajo hasta arriba, el parque de la cultura, del deporte y de la naturaleza, con actuaciones en curso y otras programadas con una modélica visión medioambiental y de sostenibilidad. En estos días de conmoción mundial debido a los efectos de la guerra, me gustaría acabar este escrito con la primera parte del himno que Josep M. de Sagarra compuso en 1936 para la Olimpiada Popular del Estadi de Montjuïc, que fue el contrapunto a los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín, con su dictador, y para los que Barcelona también había presentado su candidatura: "No és per odi, no és per guerra que venim a lluitar per cada terra. Sota el cel blau l'únic mot que ens escau és un crit d'alegria i de pau."(3) El lado sur de Montjuïc (en la imagen, en los años 60) era desconocido para la mayoría de los ciudadanos. Durante mucho tiempo se caracterizó por la presencia de vertederos en las antiguas canteras y por el asentamiento de una gran ciudad de barracas 1 ["Y al ver que sacas siempre roqueda de sus entrañas / Para tus casonas, que crecen como árboles con sazón, / Parece que diga a la ola y al cielo y a las montañas: / ¡Miradla, hueso de mis huesos, ha crecido como yo!"] 2 La presencia militar en la cumbre fue como una espada de Damocles para la ciudad, que se sentía vigilada desde el castillo de Montjuïc. Pero tenemos que reconocer también que el control de los militares impidió que se urbanizase y edificase la montaña, frenando, de este modo, las presiones especulativas de los propietarios del suelo, hasta que, el 16 de julio de 1914, se aprobó la ley que la declaró de utilidad pública y permitió al ayuntamiento acelerar la adquisición de los terrenos a bajo precio. 3 ["No es por odio, no es por guerra / por lo que venimos a luchar por cada tierra. / Bajo el cielo azul / la única palabra que nos conviene / es un grito de alegría y de paz."] |
Cantera de piedra arenisca silícea, de la montaña de Montjuich, propiedad de Fomento de Obras y Construcciones S.A. Año 1907. Curiosa y desconocida imagen
. Col-lecció Vidal Huguet.
Castell de Montjuïc
El castillo de Montjuic (en catalán, Castell de Montjuïc; pronunciación: español local [moncʝ͡uˈik], catalán [mun̪ʒuˈik]) es una antigua fortaleza militar situada en la montaña de Montjuic, en la ciudad de Barcelona. La fortaleza fue una instalación del Ejército español, aunque posteriormente fue cedida al ayuntamiento de la ciudad, quien la gestiona actualmente. Históricamente el castillo ha tenido un importante papel en diversos episodios de la historia de Barcelona.
La primera construcción que ocupó la cima de esta montaña fue una atalaya destinada a informar mediante señales de la proximidad de barcos que se aproximaran a la ciudad.
En 1640, durante la revuelta contra Felipe IV, se realizó la primera fortificación en Montjuic, construida en forma de cuadrilátero de tierra con revestimiento de piedra y barro. Esta fortificación provisional sirvió para rechazar el asalto de las tropas castellanas comandadas por el marqués de los Vélez el 26 de enero de 1641. El fortín original se convirtió en castillo en 1694. Su planta ocupaba toda la parte llana de la cumbre, con tres baluartes mirando hacia tierra y una línea de dientes de sierra mirando al mar. La pequeña fortificación precedente quedó como un reducto interior.
Durante la Guerra de Sucesión, la caída del castillo en manos del duque de Peterborough, el 17 de septiembre de 1705, fue un factor que influyó para que los catalanes se inclinaran por la causa del archiduque Carlos de Austria. Recuperado el 25 de abril de 1706 por Felipe V, lo perdió de nuevo el 12 de mayo de ese mismo año, y no volvió a estar en sus manos hasta el 12 de septiembre de 1714 cuando, conforme al artículo quinto de las Capitulaciones que ese mismo día propuso el duque de Berwik, el castillo fue entregado a las tropas borbónicas. En 1751, el ingeniero militar Juan Martín Cermeño ordenó destruir el antiguo fortín de 1640
y terminó de dar forma al conjunto de edificaciones, dotándolo de
servicios y de cisternas, una de ellas de agua potable, y ordenó la
construcción del foso. Entre 1779 y 1799
se realizaron diversas obras entre las que destacan las necesarias para
instalar en él el doble de hombres, así como la construcción de cocinas
para 3000 plazas; el castillo tomó entonces la forma que tiene en la
actualidad. Fue dotado de artillería con un número no inferior a los 120
cañones.
El 29 de febrero de 1808, un cuerpo de las tropas imperiales de Napoleón, comandadas por el coronel Floresti,
subió a la montaña de Montjuic para tomar posesión del castillo. Lo
consiguió, ya que el capitán general del Principado había recibido
órdenes de la propia corte de recibir plácidamente a las tropas francesas. En 1842, durante la regencia de Espartero, la ciudad de Barcelona fue bombardeada desde este castillo para conseguir así someter una revuelta. En 1843, el general Prim ordenó un nuevo bombardeo de la ciudad. A partir de finales del siglo XIX,
el castillo albergó a las víctimas tanto de la represión política
social como de la lucha obrera. En él fueron encarcelados y torturados
los obreros involucrados en la ola de violencia anarquista de la década de 1890, en especial los numerosos detenidos tras el Atentado de la Procesión del Corpus. El juicio que siguió a las detenciones, conocido como proceso de Montjuic, se hizo famoso por su dureza y las torturas que se realizaron.
Durante la época franquista fueron ejecutados más de 4000 presos republicanos y catalanistas en el castillo, el más conocido fue el presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys, el 15 de octubre de 1940. Hasta 1960, año en que fue cedido a la ciudad, el castillo sirvió como prisión militar. Después de tres años de obras para acondicionarlo, Franco presidió la inauguración del nuevo museo militar el 24 de junio de 1963; se cedió a Barcelona el recinto pero no el museo que alberga. En 1965 se inauguró un polígono de tiro con arco en el foso de Santa Eulalia.
Está previsto que el recinto albergue un Centro de la Paz, que será regido por un consorcio en cuya constitución participarán el Ayuntamiento de Barcelona, el Ministerio de Defensa y la Generalidad de Cataluña.En 2015, en virtud de la Ley de Memoria Histórica, el Ayuntamiento de Barcelona prohibió celebrar la misa que anualmente se celebraba en el castillo desde 1940 por los caídos en la sublevación del 36 por considerarlo un acto de exaltación del golpe militar.
Castell de Montjuïc
El castillo de Montjuic (en catalán, Castell de Montjuïc; pronunciación: español local [moncʝ͡uˈik], catalán [mun̪ʒuˈik]) es una antigua fortaleza militar situada en la montaña de Montjuic, en la ciudad de Barcelona. La fortaleza fue una instalación del Ejército español, aunque posteriormente fue cedida al ayuntamiento de la ciudad, quien la gestiona actualmente. Históricamente el castillo ha tenido un importante papel en diversos episodios de la historia de Barcelona.
Historia
De los inicios al siglo XVII
En 1640, durante la revuelta contra Felipe IV, se realizó la primera fortificación en Montjuic, construida en forma de cuadrilátero de tierra con revestimiento de piedra y barro. Esta fortificación provisional sirvió para rechazar el asalto de las tropas castellanas comandadas por el marqués de los Vélez el 26 de enero de 1641. El fortín original se convirtió en castillo en 1694. Su planta ocupaba toda la parte llana de la cumbre, con tres baluartes mirando hacia tierra y una línea de dientes de sierra mirando al mar. La pequeña fortificación precedente quedó como un reducto interior.
Siglo XVIII
Siglo XIX
Siglo XX
En el castillo se encerró también a los detenidos durante la Semana Trágica; aquí fue fusilado Francisco Ferrer Guardia. En 1919 estaban presos más de 3000 obreros a causa del conflicto de la Canadiense. Tras el estallido de la Guerra Civil los frentepopulistas lo convirtieron en prisión y lugar de fusilamiento para los alzados o los simpatizantes de la "causa nacional", haciéndose famoso el Foso de Santa Elena,donde fueron asesinados militares, curas, conservadores, jóvenes falangistas, estudiantes, empresarios, requetés y todos aquellos que fueran considerados de derechas. En este lugar fue emplazado tras la guerra un Monumento a los caídos en memoria de los fusilados. En Montjuic fue fusilado el general Manuel Goded, junto con otros militares, el 12 de agosto de 1936. El 26 de agosto de 1936 fueron fusilados el comandante de Infantería José López-Amor Jiménez, los capitanes Enrique López Belda y Luis López Varela —jefe regional de la UME y auténtico cerebro de la sublevación militar en Barcelona—,así como el capitán Fernando Lizcano de la Rosa, que había sido jefe de los Mozos de Escuadra tras el 6 de octubre de 1934.Durante la época franquista fueron ejecutados más de 4000 presos republicanos y catalanistas en el castillo, el más conocido fue el presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys, el 15 de octubre de 1940. Hasta 1960, año en que fue cedido a la ciudad, el castillo sirvió como prisión militar. Después de tres años de obras para acondicionarlo, Franco presidió la inauguración del nuevo museo militar el 24 de junio de 1963; se cedió a Barcelona el recinto pero no el museo que alberga. En 1965 se inauguró un polígono de tiro con arco en el foso de Santa Eulalia.
Período reciente
El 30 de abril de 2007 el presidente del Gobierno y el alcalde de Barcelona acuerdan la cesión íntegra del castillo, en el que deberían ondear las banderas de España, Cataluña, Barcelona y la Unión Europea y del que se debían retirar las antenas instaladas en un plazo máximo de tres años, procediéndose igualmente al cierre del museo militar.Está previsto que el recinto albergue un Centro de la Paz, que será regido por un consorcio en cuya constitución participarán el Ayuntamiento de Barcelona, el Ministerio de Defensa y la Generalidad de Cataluña.En 2015, en virtud de la Ley de Memoria Histórica, el Ayuntamiento de Barcelona prohibió celebrar la misa que anualmente se celebraba en el castillo desde 1940 por los caídos en la sublevación del 36 por considerarlo un acto de exaltación del golpe militar.
La piedra de Montjuïc, el origen de Barcelona
La exposición 'Pedra, Montjuïc, Barcelona. La construcció de la ciutat' muestra la importancia de la cantera de la montaña en el desarrollo de la ciudad
El
Castell de Montjuïc fou una fortalesa militar i, després de la guerra
civil, va ser un museu militar. Actualment és un equipament municipal
depenent de l'Ajuntament de Barcelona. Està ubicat al cim de la muntanya
de Montjuïc de Barcelona, situat a més de 170 m d'altura sobre una
terrassa rocosa.
Barcelona abans
A En tren pels parcs de Barcelona a principis del segle XX vam parlar de quins eren els llocs d’esbarjo dels barcelonins. Abans de l’enderroc de les muralles (1854) la Muralla de Mar va ser el lloc habitual de passeig molt abans que la Rambla. El passeig de l’Esplanada (1802) i el Jardí del General (1816), entre el barri de Ribera i la ciutadella militar (que no seria parc fins el 1888), van ser els primers jardins de la ciutat. A mitjan segle XIX es començaven a construir els primers jardins al passeig de Gràcia. S’iniciava la urbanització del Tibidabo l’any 1889 de la mà del doctor Andreu, el 1912 s’inaugurava el Turó Park i fins l’Exposició Internacional de 1929 no es començava a urbanitzar el niu de pedreres en què des dels romans s’havia convertit Montjuïc, d’on sortia la pedra amb què s’alçà la ciutat segle rere segle. Aquesta urbanització va marcar el cant del cigne de les fonts de Montjuïc i de les fontades.
El costum de fer fontades és una tradició que es remunta segles enrere quan la devoció popular va convertir les ermites de la muntanya (com les de Sant Julià, Sant Ferriol, Sant Beltran o Santa Madrona, documentada el 1403 i única que continua dempeus) en lloc de romiatge. Aquestes excursions solien acabar al voltant d’alguna de les fonts de Montjuïc, on s’aprofitava per menjar i passar el dia, motiu pel qual aviat es van convertir en menjadors a l’aire lliure. Les fonts es van anar complementant amb petites explotacions comercials on es venien aigua amb sucre, xarops i orxates, anissos i bolados. Amb el temps aquestes petites explotacions esdevingueren els famosos merenderos on els més grans encara recorden els balls i les revetlles que s’hi feien.
El públic d’aquestes fontades era eminentment popular. Els barcelonins de la segona meitat del segle XIX i del primer terç del XX treballaven en jornades inacabables i esgotadores, inclosos els dissabtes i molts diumenges. No existien mitjans de transport que permetessin fer grans desplaçaments d'anada i tornada en un sol dia, com sí ho podien fer les classes acomodades que gaudien de transport privat i de segones residències al camp i a la muntanya. Les famílies aprofitaven els pocs dies de festa per fer el que més desitjaven: gaudir d'una jornada de llum solar, bé tan escàs en una ciutat que portava des del segle XIII tancada dins del mateix recinte emmurallat i on la revolució industrial havia disparat la demografia, els problemes d’habitatge i la insalubritat.
El promontori de Montjuïc fa de partició entre dues zones deltaiques, la dels rius Besòs i Llobregat, la qual cosa no fa estrany que hi abundessin les fonts, tot i que la peculiar orografia ha provocat la seva aparició i desaparició al llarg dels temps fins arribar als temps actuals en que tota l’aigua de la muntanya és canalitzada i els records són testimonials.
Segons explica Francesc Carreras Candi a la memòria llegida l’any 1902 a l’Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona (1), de l'any 959 és la primera referència d’una font a Montjuïc, la Font d'Ocua, també coneguda com “La Cova”, i que possiblement fos la Font del Geperut, on consta que hi havia una cova. El 1263, els frares dominics del convent de Santa Caterina, en virtut d'una concessió reial, van iniciar els treballs per dur a terme la primera canalització pública de Barcelona amb aigua de Montjuïc. Probablement el cabal no era abundós, ja que es va prohibir utilitzar-la per a altres usos que no fossin estrictament els d’aigua de boca.
A començaments de segle XIV era molt popular visitar la capella de Sant Julià cada 9 de gener, diada dels sant. Els barcelonins eren atrets pel paisatge que l'envoltava i la font que brollava a la vora. Esmentada ja en el segle X, en el lloc de l’antiga església de Sant Julià de Montjuïc hi consta després l’existència d’una parròquia, al menys fins el 1323. Lluís Desplà la va reedificar el 1487 i se sap que més tard hi va acollir un ermità. Fou enderrocada al segle XVII, a l’època de la construcció del castell de Montjuïc (2).
També hi ha notícies el 1565 sobre la Font de Santa Madrona, propera a la capella del mateix nom. Uns anys abans s'hi havia instal·lat un grup de jesuïtes però tenien problemes d'abastiment d'aigua de la cisterna, que fallava molt sovint. Com a solució s'hi va conduir l'aigua de la Font de Sant Julià, que en aquells anys restava abandonada.
A finals del segle XVI i inicis del XVII, el rector de Vallfogona assenyalava la Font dels Tarongers com la més famosa d'aquell moment, en el recull de poesies La armonia del Parnás (Barcelona, 1703). Podria tractar-se de la Font Trobada o de la Font d'en Conna, que eren situades al torrent dels Tarongers.
Aquest fragment pertanyen a la sardana d’Enric Morera (1926) que dóna nom a una de les dues úniques fonts que resten avui i segurament una de les poques que encara sobreviu a l’imaginari dels barcelonins que no siguin veïns de la muntanya de Montjuïc i dels barris que en formen part, i és la que dóna nom a l'exposició Baixant de la Font del Gat. Les fonts populars de Montjuïc.
Aquesta exposició es pot veure fins el 30 de novembre de 2014 en una petita instal·lació al Castell de Montjuïc, que recrea la Font del Gat amb imatges i a través d’un viatge sensorial (música i so ambiental), contextualitzat amb fotografies d'algunes de les fonts d’autors com Frederic Ballell, Carlos Pérez de Rozas o Josep Brangulí, pioners i introductors del fotoperiodisme a la ciutat durant el primer quart del segle XX, i reproduccions de dibuixos i litografies de Lola Anglada i Pau Febrés Yll. La mostra s’acompanya d’una altra exposició temporal, Montjuïc 1915, primera mirada, de l’Arxiu Fotogràfic de Barcelona, testimoni de la transformació de la muntanya a principis del segle XX, amb imatges de Merletti, Roisin, Sagarra, Brangulí, Godes o Pérez de Rozas, que van retratar de forma continuada i sistemàtica el procés d’urbanització de la muntanya amb motiu de la celebració de la gran Exposició Internacional de 1929.
L'exposició no és una reconstrucció històrica de les fonts i dels seus origens, sinó una evocació del que va ser aquell temps en què la muntanya de Montjuïc era lloc de trobades i excursions populars. Per complementar-la farem un recorregut i n'explicarem l'origen i la localització de cada una d'elles.
La Font del Gat és situada a la part baixa dels Jardins de Labiral, entrant pel passeig de Santa Madrona. Un conjunt de camins, terrasses i racons s'adapten al relleu del terreny amb pèrgoles, miradors, escales, rampes i una cascada monumental, des de l’avinguda de Miramar, al costat de la Fundació Joan Miró. Aquest jardins van ser propietat del periodista i polític republicà Josep Laribal fins que van ser comprats per l’Ajuntament l’any 1909, i oberts al públic el dia de la revetlla de Sant Joan de 1910.
Dins d’aquests mateixos jardins, però en els terrenys que acabarien sent l’Escola del Bosc, hi havia la Font de Labiral o del Parc de Baix. I entremig de totes dues i va haver la Font d’en Pessetes, que rebia aquest nom perquè es diu que l’any 1848 s’hi va trobar una olla plena de monedes d’or, la qual cosa va traure gent que hi anava a buscar fortuna i en van quedar uns versos populars:
La Font Trobada, també coneguda com de la Magnèsia pel seu contingut en sals d’aquest mineral, era situada al final d'un caminet costerut del Torrent dels Tarongers, entre la part alta del carrer Roser i del carrer Nou. L’any 1778, el Baró de Maldà en feia esment en el seu Calaix de Sastre:
La font rajava en un pati que també s'utilitzava com a pista de ball, i on el 1817 es va inaugurar un quiosc de refrescos i s'hi va col·locar una placa que deia:
Josep Fiter i Inglés, en un article publicat a La Ilustración de Barcelona l’any 1882, la descrivia com un dels llocs més pintorescos de la ciutat i parlava d’un pont rústic que se sustentava entre la frondositat dels arbres. La Font Trobada va subsistir durant anys fins que amb la construcció de la piscina descoberta del Club Natació Montjuïc la font va quedar a l'interior del bar de les instal·lacions. Quan el 1992 Antoni Moragas va construir la nova piscina olímpica sobre l'antiga, la font va desaparèixer definitivament.
Ben a prop de la Font Trobada, en un protocol (4) de 1843 s'esmenta la Font d'en Peretes en el Torrent dels Jueus, que no és més que un tram del Torrent dels Tarongers que convertit en cami menava antigament cap el cementiri jueu de Montjuïc. En aquest mateix indret també hi va haver el merendero i la Font de la Torre Forta, davant de l'actual plaça de Dante, i la Font de Vista Alegre.
La Font d'en Conna estava situada al cap de munt del carrer Nou, prop de la Font Trobada, en una raconada al costat d’on surt el funicular a l’aire lliure. Hi havia un restaurant especialitzat en menjar de cassola. Tenia pista de ball i molta mala fama, tant per les baralles com per les trobades sexuals. L’Esquella de la Torratxa en feia broma dient que per allà hi havia passat sis generacions veient “el cargol que treu banya” i fent créixer la població de Barcelona. La mateixa Esquella descrivia així l’indret:
La Font dels Tres Pins és l’altra supervivent. Rep aquest nom pels tres pins que es destaquen en el bosquet on es troba. Davant de la Fundació Miró i els Jardins de Labiral, a l’altre costat de l’avinguda de Mirarmar, al capdamunt d’unes escales de pedra a mà dreta queda el pas barrat per una porta de ferro, però per l'esquerra passarem pel mig d'un viver i d'una escola s’arriba a una zona abandonada i feréstega, espai que durant molt de temps va ser ocupat pel barri de barraques de Tres Pins. Si entrem dins el recinte del viver, hi ha un camí que puja tot dret cap a la font. Antigament, l'aigua sortia entre les pedres “con chorrear cantarino y glugluteante", com descrivia Luis Baile Lisón l’any 1940 a Montjuich de Antaño. Era potser el lloc més popular de la muntanya. La gent hi pujava els diumenges a dinar, a fer música i a ballar, i eren atesos en un petit mostrador on es podien comprar begudes i llogar focs per cuinar. El Dimecres de Cendra era també un dels llocs preferits per anar-hi a enterrar la sardina que posava fi al Carnestoltes i encetava la Quaresma.
La Font de la Satalia, també molt popular pels seus balls, estava al capdamunt del carrer Margarit, que ens deixa, precisament, entre el barri de la Satalia i el camp de futbol. La història d’aquest barri està lligat a les seves fonts: la Font del Geperut era al final del carrer del Poeta Cabanyes, i la Font de la Mina, al final del carrer Radas, sempre a l’altre costat del passeig de l’Exposició. Malgrat que les fonts ja no hi són, l’abundància d’aigua del subsòl del barri fa que, encara avui, es puguin trobar construccions hidràuliques alimentades amb curs d’aigua natural que reguen els horts i jardins del barri que abans van ser molt abundants.
La Font del Tir estava dins del que avui són les instal·lacions del Tir Esportiu de Barcelona, sota el Castell de Montjuïc i al costat de les restes del cementiri jueu medieval.
La Font de la Guatlla es trobava als terrenys on anys més tard es va erigir la fàbrica de Can Butsems, per sobre del carrer de Sant Fructuós i fins al carrer Dàlia. Aquesta font va desaparèixer, tot i que amb el temps, després que tanqués Can Butsems i s'urbanitzés tota la zona, es va erigir un monument al carrer Chopin, a prop de la zona anomenada del Turó, que recorda aquella mítica font que ha donat nom al barri. Aquesta font no s'ha de confondre amb la Font de la Mina, situada al final del carrer de la Font Florida. Era propietat de la Cooperativa de Cases Barates d’Obrers i Funcionaris de l’Ajuntament. Aquesta font encara l’hem vist rajar, però a finals dels 80 va ser clausurada, com ens informa Lluís Payarols, veí del barri, argumentant les autoritats de l'època que l'aigua que manava ja no era potable. L'Associació de Veïns i Veïnes treballa des de fa un temps per tornar a obrir-la, sense èxit. Ara és tancada amb una reixa i fins fa poc hi havia un cartell que deia: “Se ruega a los usuarios guardar silencio, los vecinos que duermen se lo agradecerán, de lo contrario nos veremos obligados a cerrar la fuente.”
Pels camins que duien de Can Valero cap a la Zona Franca dos portaven cap a dues fonts que els vells habitants de les barraques de Montjuïc encara deuen recordar. El camí de la Font de la Mamella, avui desaparegut però que els registres arqueològics mantenen viu perquè a la cruïlla amb el Camí del Molí Antic, entre el Castell i el cementiri, hi ha un jaciment iber amb restes d’una cabana, una sitja i una llar de foc.
Més avall, on es troben el carrer del Foc amb Mare de Déu del Port, hi ha el carrer de l’Esparver, relíquia del vell camí del mateix nom que arriba fins la part superior del Sot del Migdia, lloc on estava situat el Pla del Gurugú, una de les zones d’esbarjo preferides de les classes populars de principis del segle XX, amb un quiosc, bancs i zona de ball. Ramon Anglès, oriünd de la muntanya, li explicava al biòleg Sergi García (6) que ell era fill del mas de l’Esparver, desaparegut juntament amb la deu d’aigua cristal·lina, la Font de l’Esparver, que formava un rierol que veient avui el paisatge urbà resulta inversemblant.
Tenim notícies d'altres com les de l'Ecce-homo, la Pedrera, o Can Tunis i Mare de Déu del Port, aquestes a la banda de la Marina de Can Tunis on abundaven els merenderos com La Musclera (vegeu la foto). Podria ser que alguns d'aquests noms facin referència a balls i zones d'esbarjo com El Rosal, La Walkiria, El Bosque, El Recreo o l'esmentat Gurugú. No hem trobat més documentació però hi insistirem. Les fonts són només una part de la història de Montjuïc. Una part important perquè l’aigua acaba conformant la vida i aplega la gent. Avui Montjuïc ja no és aquella muntanya rural del passat. Les obres olímpiques van acabar d’esborrar els camins que ens indicaven l’activitat humana mil·lenària. Però si la mirem amb atenció, sota les pedres i els arbustos s’hi amaga el passat.
Notes:
(1) Carreras y Candi, Francesch. Lo Montjuich de Barcelona. Barcelona: Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, 1903.
(2) Baucells i Reig, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344). Vol. II. Barcelona: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005.
Ramos, M. Lluïsa. Catalunya Romànica. Vol. XX. Barcelona. Enciclopèdia Catalana, 1992.
(3) Citat a Estanislau Roca, Montjuïc, la muntanya de la ciutat. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 1996, p. 385.
(4) AHPB. Sabater y Martínez P. Manuales 1843, 44, 45, ff. 42-43.
(5) L’Esquella de la Torratxa, 23 de juliol de 1914.
(6) Sergi García, "Els valors naturals de Montjuïc", Carrer 101, març-abril de 2007.
Barcelona abans
- s
-
Lápidas del Fossar de la Pedrera.
-
Memorial a las víctimas del nazismo.
-
Mausoleo de Lluís Companys.
-
Piedad. Homenaje a los inmolados por la libertad en Cataluña, de Ferran Ventura.
-
A los libertarios muertos por el franquismo, de Juanjo Novella.
-
Fossar de la Pedrera
Desde 1985 acoge los restos mortales de Lluís Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña durante la Guerra Civil Española, ejecutado por el régimen de Franco el 15 de octubre de 1940 después de un juicio sumarísimo. Cada 15 de octubre las autoridades políticas y la sociedad civil catalana realizan una ofrenda floral en memoria del presidente.
Historia
El mismo Lluís Companys, fusilado en el Castillo de Montjuïc el 14 de octubre de 1940, iba a ser enterrado en la fosa común, pero su hermana Ramona llegó a tiempo de identificar el cuerpo y pedir que lo enterrasen en un ataúd que ella misma había traído, de madera noble, y ser inhumado en un nicho que había alquilado, aunque con una placa donde no constaba su nombre.
En 1953 se dejaron de enterrar a los fusilados, aunque los Servicios Funerarios de la ciudad continuaron enterrando allí a los indigentes y personas sin familiares que se hiciesen cargo.
En 1976, con la llegada de la democracia, se hizo el primer acto en memoria de las víctimas de la represión. Se inició entonces una campaña promovida por la Associació Pro-Memòria als Immolats per la Llibertat de Catalunya para el cese de los entierros en la zona y para la dignificación del espacio, a través de un monumento en memoria de las víctimas. En 1985 se inauguró el memorial diseñado por los arquitectos Beth Galí, Màrius Quintana y Pere Casajoana, que comprende un conjunto de columnas con los nombres de las víctimas, una gran zona ajardinada con lápidas singularizadas y el mausoleo de Lluís Companys. Las inscripciones de la entrada las redactó Maria Aurèlia Capmany: una hace referencia a las víctimas de la represión, otra a las víctimas de la fortuna, e incluye los nombres de los que murieron represaliados después de la guerra, tanto si habían sido enterrados allí como si no. También hay un homenaje a las víctimas del nazismo, a través de un conjunto de diez piedras, una por cada uno de los principales campos de concentración nazis, diseñado por el arquitecto Leonard Glaser en el cincuentenario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Por último, se colocó la escultura Piedad. Homenaje a los inmolados por la libertad en Cataluña, una figura de bronce en forma de piedad clásica, obra de Ferran Ventura, como homenaje a todos los ejecutados por el franquismo en Cataluña después de la Guerra Civil. El memorial del Fossar de la Pedrera fue inaugurado el 27 de octubre de 1985 por el presidente de la Generalidad, Jordi Pujol, el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, familiares de Lluís Companys y miembros de la Associació Pro-Memòria.En 2011 se incorporó otro monumento, A los libertarios muertos por el franquismo, obra de Juanjo Novella, en memoria de los miembros de la CNT que murieron por la defensa de la libertad.
Galería
Mirador del Alcalde
Los jardines del Mirador del Alcalde se encuentran en la montaña de Montjuïc, en el distrito de Sants-Montjuic de Barcelona. Fueron elaborados entre 1962 y 1969 con un proyecto jardinístico de Joaquim Casamor, mientras que de la fuente monumental se encargó Carles Buïgas. Junto al Mirador del Alcalde se halla una de las paradas del teleférico de Montjuïc.
Los jardines del Mirador del Alcalde se encuentran en la montaña de Montjuïc, en el distrito de Sants-Montjuic de Barcelona. Fueron elaborados entre 1962 y 1969 con un proyecto jardinístico de Joaquim Casamor, mientras que de la fuente monumental se encargó Carles Buïgas. Junto al Mirador del Alcalde se halla una de las paradas del teleférico de Montjuïc.
El punto de arranque de estos jardines fue la concesión en 1960 del castillo de Montjuïc al Ayuntamiento de Barcelona por parte de Francisco Franco.
Se iniciaron entonces unos trabajos de adecuación del castillo para su
nuevo uso, lo que conllevó adicionalmente la urbanización y el
ajardinamiento del entorno de la fortaleza. Las obras se realizaron
entre 1962 y 1969, aunque ya al año siguiente de su inicio los jardines
fueron inaugurados por el general Franco, junto al entonces alcalde de Barcelona, José María de Porcioles, hecho de donde proviene el nombre otorgado al conjunto.
Estaba prevista la construcción de un monumento relativo a la historia de Barcelona, con un proyecto que ganó por concurso el escultor Joan Rebull, el cual diseñó un obelisco
de 24 metros de altura que explicaba en una treintena de viñetas la
evolución de la ciudad. Sin embargo, esta obra finalmente no se ejecutó,
por la oposición del escultor a que fuese inaugurada por el general
Franco.
En 1966 el alcalde Porcioles inauguró el Monumento a la Sardana, situado detrás del mirador, que servía de entrada al nuevo Parque de Atracciones de Montjuïc, y en el mismo acto se colocó un rótulo que nombraba al mirador —hasta entonces sin denominación oficial— como Mirador del Alcalde. Al año siguiente se colocó el pavimiento diseñado por Joan Josep Tharrats. Por último, en 1971 se colocaron dos estelas dedicadas a los médicos Gregorio Marañón y Francesc Duran i Reynals, que lamentablemente fueron robadas en 2002.
Descripción
El Mirador del Alcalde es una amplia terraza en la vertiente oriental de la montaña de Montjuïc, al pie del castillo, con unas magníficas vistas sobre el puerto de Barcelona
y la zona litoral de la ciudad condal. La zona se estructura en una
serie de terrazas a distinto nivel, comunicadas por tramos de escaleras y
parterres
de suaves pendientes. En su parte superior se encuentra un estanque con
una fuente ornamental de la que brota el agua que cae en forma de
cascadas en un estanque inferior, donde se halla otra fuente ornamental.
El proyecto hidráulico fue obra de Carles Buïgas, autor de la Fuente Mágica de Montjuïc.
Los caminos y plazoletas del Mirador están formados por un pavimento de mosaico de 420 m2,
formado por materiales como cantos rodados, adoquines, ladrillos,
baldosas, trozos de botella, piezas de hierro u hormigón, etc. Diseñado
por Joan Josep Tharrats, este pavimento forma parte del Catálogo del Patrimonio Artístico Municipal.
En el nivel inferior se sitúa asimismo la escultura Homenaje a Barcelona (1968), de Josep Maria Subirachs, perteneciente a la denominada etapa «de las penetraciones y las tensiones» del artista (años 1960),
caracterizada por el empleo de cuñas encajadas con tornillos y tirantes
de hierro, o de piezas tensadas con cables o cuerdas, en ensamblajes
que jugaban con la materia y el espacio, con elementos opuestos como
materia y forma, gravitación y contrapeso, vacío y lleno, horizontal y
vertical.
Vegetación
Gran parte de la zona verde de estos jardines está formada por parterres de césped, junto a los que se encuentran especies como: pino blanco (Pinus halepensis), palmito (Chamaerops humilis), washingtonia (Washinsgtonia robusta), palmera de Canarias (Phoenix canariensis), cica (Cycas revoluta), etc.Galería
-
Cascada de la fuente.
-
Estanque superior.
-
Puente del estanque superior.
-
Detalle del pavimento.
-
Vista de Barcelona desde los jardines.
Anys 60s
Les fonts de Montjuïc
Jardins de la Font del Gat (N. Coll Salieti)
A En tren pels parcs de Barcelona a principis del segle XX vam parlar de quins eren els llocs d’esbarjo dels barcelonins. Abans de l’enderroc de les muralles (1854) la Muralla de Mar va ser el lloc habitual de passeig molt abans que la Rambla. El passeig de l’Esplanada (1802) i el Jardí del General (1816), entre el barri de Ribera i la ciutadella militar (que no seria parc fins el 1888), van ser els primers jardins de la ciutat. A mitjan segle XIX es començaven a construir els primers jardins al passeig de Gràcia. S’iniciava la urbanització del Tibidabo l’any 1889 de la mà del doctor Andreu, el 1912 s’inaugurava el Turó Park i fins l’Exposició Internacional de 1929 no es començava a urbanitzar el niu de pedreres en què des dels romans s’havia convertit Montjuïc, d’on sortia la pedra amb què s’alçà la ciutat segle rere segle. Aquesta urbanització va marcar el cant del cigne de les fonts de Montjuïc i de les fontades.
Les fontades
Pujant a Montjuïc (1910-1920)
“[...] otras de las tradiciones de la verbena de San Juan era de acabar
con la coca entre las frondas de Montjuich, mientras la ciudad parecía
arder en medio de jubilosas hogueras, y se encendía bajo el fuego
multicolor de la vistosa y espectacular pirotecnia. A finales de siglo,
prosiguiéndose, entre otras, una vieja costumbre, los barceloneses
castizos, los menestrales de gorra, blusa y alpargatas, de corazón
limpio como el Julián de «La verbena de la Paloma», se concentraban en
los merenderos de la montaña, los que recaían al final de la calle Conde
del Asalto, y por el Pueblo Seco se encaramaban a la montaña. En las
noches de San Juan y San Pedro los barceloneses comían la «coca de
forner» tapizada de azúcar y salpicada de piñones tostados, en las «Font
del Gat» de la «Satalia», «d'en Pessetes», del «Geperut», «d'en Conna» o
en la «Font Trobada».”
Arturo Llopis, La Vanguardia, 24 de juny de 1965
El costum de fer fontades és una tradició que es remunta segles enrere quan la devoció popular va convertir les ermites de la muntanya (com les de Sant Julià, Sant Ferriol, Sant Beltran o Santa Madrona, documentada el 1403 i única que continua dempeus) en lloc de romiatge. Aquestes excursions solien acabar al voltant d’alguna de les fonts de Montjuïc, on s’aprofitava per menjar i passar el dia, motiu pel qual aviat es van convertir en menjadors a l’aire lliure. Les fonts es van anar complementant amb petites explotacions comercials on es venien aigua amb sucre, xarops i orxates, anissos i bolados. Amb el temps aquestes petites explotacions esdevingueren els famosos merenderos on els més grans encara recorden els balls i les revetlles que s’hi feien.
El públic d’aquestes fontades era eminentment popular. Els barcelonins de la segona meitat del segle XIX i del primer terç del XX treballaven en jornades inacabables i esgotadores, inclosos els dissabtes i molts diumenges. No existien mitjans de transport que permetessin fer grans desplaçaments d'anada i tornada en un sol dia, com sí ho podien fer les classes acomodades que gaudien de transport privat i de segones residències al camp i a la muntanya. Les famílies aprofitaven els pocs dies de festa per fer el que més desitjaven: gaudir d'una jornada de llum solar, bé tan escàs en una ciutat que portava des del segle XIII tancada dins del mateix recinte emmurallat i on la revolució industrial havia disparat la demografia, els problemes d’habitatge i la insalubritat.
El promontori de Montjuïc fa de partició entre dues zones deltaiques, la dels rius Besòs i Llobregat, la qual cosa no fa estrany que hi abundessin les fonts, tot i que la peculiar orografia ha provocat la seva aparició i desaparició al llarg dels temps fins arribar als temps actuals en que tota l’aigua de la muntanya és canalitzada i els records són testimonials.
Segons explica Francesc Carreras Candi a la memòria llegida l’any 1902 a l’Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona (1), de l'any 959 és la primera referència d’una font a Montjuïc, la Font d'Ocua, també coneguda com “La Cova”, i que possiblement fos la Font del Geperut, on consta que hi havia una cova. El 1263, els frares dominics del convent de Santa Caterina, en virtut d'una concessió reial, van iniciar els treballs per dur a terme la primera canalització pública de Barcelona amb aigua de Montjuïc. Probablement el cabal no era abundós, ja que es va prohibir utilitzar-la per a altres usos que no fossin estrictament els d’aigua de boca.
A començaments de segle XIV era molt popular visitar la capella de Sant Julià cada 9 de gener, diada dels sant. Els barcelonins eren atrets pel paisatge que l'envoltava i la font que brollava a la vora. Esmentada ja en el segle X, en el lloc de l’antiga església de Sant Julià de Montjuïc hi consta després l’existència d’una parròquia, al menys fins el 1323. Lluís Desplà la va reedificar el 1487 i se sap que més tard hi va acollir un ermità. Fou enderrocada al segle XVII, a l’època de la construcció del castell de Montjuïc (2).
També hi ha notícies el 1565 sobre la Font de Santa Madrona, propera a la capella del mateix nom. Uns anys abans s'hi havia instal·lat un grup de jesuïtes però tenien problemes d'abastiment d'aigua de la cisterna, que fallava molt sovint. Com a solució s'hi va conduir l'aigua de la Font de Sant Julià, que en aquells anys restava abandonada.
A finals del segle XVI i inicis del XVII, el rector de Vallfogona assenyalava la Font dels Tarongers com la més famosa d'aquell moment, en el recull de poesies La armonia del Parnás (Barcelona, 1703). Podria tractar-se de la Font Trobada o de la Font d'en Conna, que eren situades al torrent dels Tarongers.
Baixant de la Font del Gat. Les fonts populars de Montjuïc
“Paisatge bonic, és el Parc de Montjuïc,
una fontana bella es veu al mig,
que amb molta gran il·lusió
va inspirar una cançó molt feliç.”
Aquest fragment pertanyen a la sardana d’Enric Morera (1926) que dóna nom a una de les dues úniques fonts que resten avui i segurament una de les poques que encara sobreviu a l’imaginari dels barcelonins que no siguin veïns de la muntanya de Montjuïc i dels barris que en formen part, i és la que dóna nom a l'exposició Baixant de la Font del Gat. Les fonts populars de Montjuïc.
Aquesta exposició es pot veure fins el 30 de novembre de 2014 en una petita instal·lació al Castell de Montjuïc, que recrea la Font del Gat amb imatges i a través d’un viatge sensorial (música i so ambiental), contextualitzat amb fotografies d'algunes de les fonts d’autors com Frederic Ballell, Carlos Pérez de Rozas o Josep Brangulí, pioners i introductors del fotoperiodisme a la ciutat durant el primer quart del segle XX, i reproduccions de dibuixos i litografies de Lola Anglada i Pau Febrés Yll. La mostra s’acompanya d’una altra exposició temporal, Montjuïc 1915, primera mirada, de l’Arxiu Fotogràfic de Barcelona, testimoni de la transformació de la muntanya a principis del segle XX, amb imatges de Merletti, Roisin, Sagarra, Brangulí, Godes o Pérez de Rozas, que van retratar de forma continuada i sistemàtica el procés d’urbanització de la muntanya amb motiu de la celebració de la gran Exposició Internacional de 1929.
L'exposició no és una reconstrucció històrica de les fonts i dels seus origens, sinó una evocació del que va ser aquell temps en què la muntanya de Montjuïc era lloc de trobades i excursions populars. Per complementar-la farem un recorregut i n'explicarem l'origen i la localització de cada una d'elles.
Les fonts
La Font del Gat (1930), de Josep Maria de Sagarra
La Font del Gat és situada a la part baixa dels Jardins de Labiral, entrant pel passeig de Santa Madrona. Un conjunt de camins, terrasses i racons s'adapten al relleu del terreny amb pèrgoles, miradors, escales, rampes i una cascada monumental, des de l’avinguda de Miramar, al costat de la Fundació Joan Miró. Aquest jardins van ser propietat del periodista i polític republicà Josep Laribal fins que van ser comprats per l’Ajuntament l’any 1909, i oberts al públic el dia de la revetlla de Sant Joan de 1910.
Dins d’aquests mateixos jardins, però en els terrenys que acabarien sent l’Escola del Bosc, hi havia la Font de Labiral o del Parc de Baix. I entremig de totes dues i va haver la Font d’en Pessetes, que rebia aquest nom perquè es diu que l’any 1848 s’hi va trobar una olla plena de monedes d’or, la qual cosa va traure gent que hi anava a buscar fortuna i en van quedar uns versos populars:
Busca en la font d’en Pessetes el que mai no has de trobar: un home que amb les mans fredes s’hagi sabut escalfar (3)
La Font Trobada
La Font Trobada, també coneguda com de la Magnèsia pel seu contingut en sals d’aquest mineral, era situada al final d'un caminet costerut del Torrent dels Tarongers, entre la part alta del carrer Roser i del carrer Nou. L’any 1778, el Baró de Maldà en feia esment en el seu Calaix de Sastre:
“Cosa de poch temps hà se hà descubert una Font, á la que nomenan Trobada al peu de la montaya de Montjuich, que fá proba als que hán begut de la dita aigua, facilitant-los l'orina i purgació del ventrell. Yo no la hé probada per no tenirla menester.”
La font rajava en un pati que també s'utilitzava com a pista de ball, i on el 1817 es va inaugurar un quiosc de refrescos i s'hi va col·locar una placa que deia:
“Año 1817. El teniente general don Andrés Pérez de Herrasti, gobernador de Barcelona, dedica a sus habitantes este delicioso y saludable sitio, descuidado por tantos siglos.”
Josep Fiter i Inglés, en un article publicat a La Ilustración de Barcelona l’any 1882, la descrivia com un dels llocs més pintorescos de la ciutat i parlava d’un pont rústic que se sustentava entre la frondositat dels arbres. La Font Trobada va subsistir durant anys fins que amb la construcció de la piscina descoberta del Club Natació Montjuïc la font va quedar a l'interior del bar de les instal·lacions. Quan el 1992 Antoni Moragas va construir la nova piscina olímpica sobre l'antiga, la font va desaparèixer definitivament.
La Font Trobada sota la piscina de Montjuïc (1978)
Ben a prop de la Font Trobada, en un protocol (4) de 1843 s'esmenta la Font d'en Peretes en el Torrent dels Jueus, que no és més que un tram del Torrent dels Tarongers que convertit en cami menava antigament cap el cementiri jueu de Montjuïc. En aquest mateix indret també hi va haver el merendero i la Font de la Torre Forta, davant de l'actual plaça de Dante, i la Font de Vista Alegre.
La Font d'en Conna
La Font d'en Conna estava situada al cap de munt del carrer Nou, prop de la Font Trobada, en una raconada al costat d’on surt el funicular a l’aire lliure. Hi havia un restaurant especialitzat en menjar de cassola. Tenia pista de ball i molta mala fama, tant per les baralles com per les trobades sexuals. L’Esquella de la Torratxa en feia broma dient que per allà hi havia passat sis generacions veient “el cargol que treu banya” i fent créixer la població de Barcelona. La mateixa Esquella descrivia així l’indret:
“Té torrent sense aigua, però té torrent; té quatre acacies que semblen noves; té tres bardices amb poesía; té un pedregar mateix que a Suiça, i té font, que ni és termal, ni és sulfurosa, ni sòdica; lo qual vol dir que és saludable, a més d’un regust de pólvora que traspúa del castell, que és lo que la fa de més bon beure.” (5)
La Font dels Tres Pins
La Font dels Tres Pins és l’altra supervivent. Rep aquest nom pels tres pins que es destaquen en el bosquet on es troba. Davant de la Fundació Miró i els Jardins de Labiral, a l’altre costat de l’avinguda de Mirarmar, al capdamunt d’unes escales de pedra a mà dreta queda el pas barrat per una porta de ferro, però per l'esquerra passarem pel mig d'un viver i d'una escola s’arriba a una zona abandonada i feréstega, espai que durant molt de temps va ser ocupat pel barri de barraques de Tres Pins. Si entrem dins el recinte del viver, hi ha un camí que puja tot dret cap a la font. Antigament, l'aigua sortia entre les pedres “con chorrear cantarino y glugluteante", com descrivia Luis Baile Lisón l’any 1940 a Montjuich de Antaño. Era potser el lloc més popular de la muntanya. La gent hi pujava els diumenges a dinar, a fer música i a ballar, i eren atesos en un petit mostrador on es podien comprar begudes i llogar focs per cuinar. El Dimecres de Cendra era també un dels llocs preferits per anar-hi a enterrar la sardina que posava fi al Carnestoltes i encetava la Quaresma.
La Font de la Satalia, també molt popular pels seus balls, estava al capdamunt del carrer Margarit, que ens deixa, precisament, entre el barri de la Satalia i el camp de futbol. La història d’aquest barri està lligat a les seves fonts: la Font del Geperut era al final del carrer del Poeta Cabanyes, i la Font de la Mina, al final del carrer Radas, sempre a l’altre costat del passeig de l’Exposició. Malgrat que les fonts ja no hi són, l’abundància d’aigua del subsòl del barri fa que, encara avui, es puguin trobar construccions hidràuliques alimentades amb curs d’aigua natural que reguen els horts i jardins del barri que abans van ser molt abundants.
La Font del Tir estava dins del que avui són les instal·lacions del Tir Esportiu de Barcelona, sota el Castell de Montjuïc i al costat de les restes del cementiri jueu medieval.
La Font de la Guatlla es trobava als terrenys on anys més tard es va erigir la fàbrica de Can Butsems, per sobre del carrer de Sant Fructuós i fins al carrer Dàlia. Aquesta font va desaparèixer, tot i que amb el temps, després que tanqués Can Butsems i s'urbanitzés tota la zona, es va erigir un monument al carrer Chopin, a prop de la zona anomenada del Turó, que recorda aquella mítica font que ha donat nom al barri. Aquesta font no s'ha de confondre amb la Font de la Mina, situada al final del carrer de la Font Florida. Era propietat de la Cooperativa de Cases Barates d’Obrers i Funcionaris de l’Ajuntament. Aquesta font encara l’hem vist rajar, però a finals dels 80 va ser clausurada, com ens informa Lluís Payarols, veí del barri, argumentant les autoritats de l'època que l'aigua que manava ja no era potable. L'Associació de Veïns i Veïnes treballa des de fa un temps per tornar a obrir-la, sense èxit. Ara és tancada amb una reixa i fins fa poc hi havia un cartell que deia: “Se ruega a los usuarios guardar silencio, los vecinos que duermen se lo agradecerán, de lo contrario nos veremos obligados a cerrar la fuente.”
Pels camins que duien de Can Valero cap a la Zona Franca dos portaven cap a dues fonts que els vells habitants de les barraques de Montjuïc encara deuen recordar. El camí de la Font de la Mamella, avui desaparegut però que els registres arqueològics mantenen viu perquè a la cruïlla amb el Camí del Molí Antic, entre el Castell i el cementiri, hi ha un jaciment iber amb restes d’una cabana, una sitja i una llar de foc.
El Gurugú (ca. 1910)
Més avall, on es troben el carrer del Foc amb Mare de Déu del Port, hi ha el carrer de l’Esparver, relíquia del vell camí del mateix nom que arriba fins la part superior del Sot del Migdia, lloc on estava situat el Pla del Gurugú, una de les zones d’esbarjo preferides de les classes populars de principis del segle XX, amb un quiosc, bancs i zona de ball. Ramon Anglès, oriünd de la muntanya, li explicava al biòleg Sergi García (6) que ell era fill del mas de l’Esparver, desaparegut juntament amb la deu d’aigua cristal·lina, la Font de l’Esparver, que formava un rierol que veient avui el paisatge urbà resulta inversemblant.
La Musclera de Can Tunis
Tenim notícies d'altres com les de l'Ecce-homo, la Pedrera, o Can Tunis i Mare de Déu del Port, aquestes a la banda de la Marina de Can Tunis on abundaven els merenderos com La Musclera (vegeu la foto). Podria ser que alguns d'aquests noms facin referència a balls i zones d'esbarjo com El Rosal, La Walkiria, El Bosque, El Recreo o l'esmentat Gurugú. No hem trobat més documentació però hi insistirem. Les fonts són només una part de la història de Montjuïc. Una part important perquè l’aigua acaba conformant la vida i aplega la gent. Avui Montjuïc ja no és aquella muntanya rural del passat. Les obres olímpiques van acabar d’esborrar els camins que ens indicaven l’activitat humana mil·lenària. Però si la mirem amb atenció, sota les pedres i els arbustos s’hi amaga el passat.
Localització d'algunes fonts de Montjuïc sobre
un plànol (fragment) de 1928 (ICC)
un plànol (fragment) de 1928 (ICC)
*
Notes:
(1) Carreras y Candi, Francesch. Lo Montjuich de Barcelona. Barcelona: Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, 1903.
(2) Baucells i Reig, Josep. Vivir en la Edad Media: Barcelona y su entorno en los siglos XIII y XIV (1200-1344). Vol. II. Barcelona: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005.
Ramos, M. Lluïsa. Catalunya Romànica. Vol. XX. Barcelona. Enciclopèdia Catalana, 1992.
(3) Citat a Estanislau Roca, Montjuïc, la muntanya de la ciutat. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 1996, p. 385.
(4) AHPB. Sabater y Martínez P. Manuales 1843, 44, 45, ff. 42-43.
(5) L’Esquella de la Torratxa, 23 de juliol de 1914.
(6) Sergi García, "Els valors naturals de Montjuïc", Carrer 101, març-abril de 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario