Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat, 1.900 años de historia
El Institut d'Arqueologia Clàssica reconstruye el viaje de los cuatro pilares desde Troya hasta el centro de Barcelona
Toni Orensanz
La roca de granito que pica el cantero de Troya es una
verdadera mole. Es lógico. De ella tiene que salir una columna de unos
seis metros de altura y de unas veinte toneladas de peso. Su destino, al
otro lado del Mediterráneo, es la Tarraco romana, donde dicha columna
de granito, junto a otras, terminará por levantarse en el foro
provincial coincidiendo, probablemente, con la estancia del emperador
Adriano en la ciudad. Pero por todopoderoso que se creyera el emperador,
ni él ni nadie podrían haber aventurado, en aquel siglo II d.C. que
cuatro de esas mismas columnas llegadas de Troya seguirían presidiendo
–unos 1.900 años más tarde– la fachada principal del palacio de una
institución llamada Generalitat de Catalunya, en Barcelona.
Ésta es la historia de esas cuatro columnas que, esculpidas hace casi
dos mil años, siguen cumpliendo su cometido en la plaza de Sant Jaume.
Las investigaciones llevadas a cabo durante años por el Institut Català
d'Arqueologia Clàssica (ICAC) han permitido reconstruir este largo
viaje en el espacio y en el tiempo. "Este es un buen ejemplo de cómo,
antiguamente, la reutilización de materiales arquitectónicos era la cosa
más habitual del mundo
y a nadie se le ocurría mandarse construir una columna si por allí
cerca ya las había antiguas y en buen estado", razona Jordi López,
investigador del ICAC.
Las columnas de granito de la región de Troya (la Tróade), en
la actual Turquía, fueron, durante siglos, algunas de las manufacturas
arquitectónicas más conocidas del Mediterráneo. "Se consideraba este
granito un material perdurable y de mucha calidad, y no hay que perder
de vista que los patricios romanos que aspiraban a un cierto estatus
social siempre intentaban utilizar materiales que les sirvieran para
poner de relieve su poder", reflexiona Isabel Rodà, directora del ICAC.
Como sucede hoy en día, no todos los materiales tenían la misma
consideración. No era lo mismo un cotizadísimo porfirio rojo egipcio que
cualquier otro mármol. Según qué materiales –y el granito de la Tróade
es uno de ellos– eran, pues, una verdadera exhibición de poderío social y
económico.
De ahí que los 45 fustes de granito de la Tróade documentados hasta
la fecha en Tarragona –todos ellos, además, de dimensiones similares–
lleven a suponer a los investigadores que fueron importados para un
mismo conjunto arquitectónico de una gran magnitud y relevancia
institucional. No todos tenían la capacidad económica de costear el
transporte, vía marítima, de una cantidad tan elevada de columnas de
grandes dimensiones, que ya llegaban completamente terminadas
(prefabricadas, que diríamos hoy).
La principal hipótesis de los investigadores del ICAC, a falta de
pruebas concluyentes, es que todo este conjunto de columnas viajeras
debió de llegar a Tarraco con motivo de la estancia del emperador
Adriano en la ciudad, que tuvo lugar durante el invierno del 122-123
d.C.
El destino de los fustes habría sido el foro provincial y, más
concretamente, el templo dedicado al emperador Augusto, restaurado en
aquella época. Coronaban las columnas capiteles de mármol del Proconeso,
en la actual Turquía.
Sea como fuere, Roma se vino abajo y con el paso del tiempo las
columnas imperiales eran un material demasiado valioso como para ser
desaprovechado. "Sabemos gracias a algunas noticias
antiguas que algunas de ellas fueron utilizadas en la construcción de
una iglesia, hoy desaparecida, en la zona de Sant Pere Sescelades, unos
kilómetros al norte de Tarragona", cuenta Isabel Rodà.
Fue en el siglo XVI cuando las columnas troyanas de esta primigenia
iglesia empezaron a ser reutilizadas y así fue como, en el año 1598,
cuatro de ellas fueron trasladadas hasta Barcelona para presidir la fachada del palacio de la Generalitat.
"Es evidente que detrás del traslado a Barcelona
se encuentra Pere Blai, que es el arquitecto a quien se encarga el
diseño y las obras de la fachada del palacio que da a la plaza de Sant
Jaume", asegura Jordi López. Hasta aquella fecha, pese a haber nacido en
Barcelona, Pere Blai, considerado el mayor exponente de la arquitectura renacentista en Catalunya,
había desarrollado la mayor parte de su carrera en las comarcas de
Tarragona. Blai conocía bien la ciudad de Tarragona y la antigua iglesia
de Sant Pere Sescelades, de donde, en 1582, ya había sacado dos de sus
columnas romanas para colocarlas –y ahí siguen– en la puerta de acceso a
la capilla del Santíssim de la catedral de Tarragona.
Así pues, unos años más tarde, lo único que hizo el insigne
arquitecto renacentista fue repetir la operación, pero con cuatro de los
fustes llegados desde Troya, en lugar de dos, y en esta ocasión, con Barcelona
como destino. El traslado de los cuatro fustes gigantescos se hizo por
mar tras recibir la correspondiente autorización del Consejo Municipal
de Tarragona.
Según el relato del historiador local José Sánchez Real (en su libro
Obra menor III): "El día 9 de diciembre de 1598 recibieron los cónsules
de Tarragona una carta de los diputados en la que se les decía que
necesitando cuatro columnas para la portalada y teniendo noticia de la
existencia de algunas en Tarragona, pedían que se las cedieran". Según
este mismo historiador, las autoridades municipales de Tarragona
accedieron a la petición que les llegaba desde Barcelona,
siempre y cuando no se tocara ninguna de las columnas que tuvieran
alguna utilidad en las construcciones de la antigua iglesia de Sant Pere
Sescelades que todavía se mantenían en pie.
"Pere Blai necesitaba columnas bien conservadas y nobles, que le
fueran bien para una obra solemne como la que se le había encomendado, y
las encontró en Tarragona, algo que además resultaba mucho más barato
que construirlas de nuevo", reflexiona la directora del ICAC. Y ahí
siguen, en una plaza de Sant Jaume que poco se parece, eso sí, a la de
la época, que era mucho más pequeña.
En la Tarragona de hoy en día, columnas troyanas hermanas de las
cuatro del palacio de la Generalitat pueden observarse en el Passeig
Arqueològic y hasta en algún parterre, como elemento decorativo. Es el
caso de los cuatro fragmentos de granito que decoran una gran rotonda
frente al hotel Imperial Tarraco y con vistas al Mediterráneo y al
anfiteatro. Testimonios todos ellos, ya sea de relleno en una rotonda o
en palacios ilustres, de una historia que arrancó hace casi dos mil años
en una cantera de la Tróade, cuando los romanos dominaban todo un
imperio.
Joan Escofet i Palau va néixer a Cadaqués (Alt Empordà) el 1720 i va morir a la mateixa població el 1808. Fou un enginyer i militar català.
El seu llinatge, dedicat al comerç, s'establí a la vila al segle XVI.
Als 19 anys ingressà a l'exèrcit. El 1742 participà en l'expedició a Itàlia, on lluità durant set anys i fou ferit en diverses ocasions. Accedí a l'Acadèmia Militar de Barcelona
(1749), en la qual obtingué el títol d'enginyer i exercí com a docent.
El 1755 fou nomenat enginyer ordinari amb grau de capità. Entre 1760 i
1762, dirigí les obres del nou camí entre Barcelona i Lleida. El 1766 passà a projectar el castell d'Ayamonte (Huelva) i les séquies reials de Motril (Granada) i València. El 1769 s'establí a Lorca (Múrcia) on treballà també en la conducció d'aigües. Durant els anys setanta viatjà repetidament a Amèrica (Veneçuela i Argentina). Fou nomenat brigadier i governador militar de Roses (1780), tinent del rei a Barcelona (1789) i va ser ascendit a mariscal de camp i destinat a Figueres (1791), a fi de contenir la contaminació revolucionària, tot dirigint el cordó sanitari de frontera. A l'esclat de la Guerra Gran, fou enginyer general de l'exèrcit de Catalunya i Rosselló. Conquerí als francesos Sant Llorenç de Cerdans, Arles, el Fort dels Banys i Ceret (abril del 1793). El 1795, com a comandant general de l'Empordà, combaté a Roses i Cadaqués fins a la pau de Basilea. L'any següent fou nomenat governador militar i polític de Barcelona, càrrec que exercí fins a jubilar-s'hi el 1798.
El fondo Joan Escofet i Palau, tesoro del siglo XVIII catalán
El
fondo tiene un carácter excepcional, tanto por ser muy raros los fondos
de personalidades relevantes de los siglos XVIII y XIX que se conservan
en archivos públicos, como por su riqueza de contenidos y su volumen
espectacular
“Plano y perfil del quartel de caballería de Figuerola”. (Girona)
CAT/ ANC 1-1021 UC 116
"Constitution de la République Française, proposée au peuple
français par la Convention Nationale", Paris : Fructidor, an III. CAT/
ANC 1-1021 UC 142
Bando del ejército francés de ocupación.
CAT/ ANC 1-1021 UC 142
A finales de 2012 ingresó a título de comodato, de la familia Bach, el fondo personal del general de Cadaqués,Joan Escofet i Palau.
Su archivo estuvo en manos de la familia Duran primero y finalmente en
la de los depositantes, ambas estirpes cadaquesenses. El fondo resulta
excepcional, tanto por el hecho que són muy insólitos los fondos
personales de individuos relevantes de los siglos XVIII y XIX que se
conserven en archivos públicos, como por su riqueza de contenidos y por
su espectacular volumen. Podemos hablar de un auténtico tesoro, si
tenemos en cuenta que documenta con extraordinario detalle los aspectos
más destacados de la trayectoria vital de uno de los militares catalanes
más relevantes de la segunda mitad del setecientos. Durante los
primeros meses de este año, el fondo documental ha sido objeto de un
primer tratamiento archivístico que ha incluido el acondicionamiento, la
clasificación y la descripción sumaria del contenido. El volumen
resultante ha sido de 9,3 m (93 cajas de archivo estándar) y el trabajo
de descripción ha dado pie a generar 270 registros informáticos,
consultables desde esta página Web. De esta manera, el ANC consciente de
su alto valor para el conocimiento de la Cataluña del siglo XVIII, ha
puesto el fondo a disposición de los investigadores tan rápidamente como
ha sido materialmente posible.
Una biografía muy relevante
Joan Escofet y Palau nació en Cadaqués (Girona)
en 1720 y murió en la misma población en 1808. Su linaje, dedicado al
comercio, se estableció en la villa ya en el siglo XVI. A los 19 años
ingresó en el ejército. En 1742 participó en la expedición a Italia,
donde luchó durante siete años y fue herido en varias ocasiones. Accedió
a la Academia Militar de Barcelona (1749), en la que obtuvo el título
de ingeniero y dónde ejerció como docente. En 1755 fue nombrado
ingeniero ordinario con el grado de capitán. Entre 1760 y 1762, dirigió
las obras del nuevo camino entre Barcelona y Lleida. En 1766 pasó a
proyectar el castillo de Ayamonte (Huelva) y las acequias reales de
Motril (Granada) y Valencia. En 1769 se establece en Lorca (Murcia)
donde trabaja también en la conducción de aguas. Durante los años
setenta viaja repetidamente a América (Venezuela y Argentina). Es
nombrado brigadier y gobernador militar de Rosas (1780), teniente del
rey en Barcelona (1789) y ascendido a mariscal de campo y destinado a
Figueras (1791), a fin de contener la "contaminación revolucionaria",
dirigiendo el cordón sanitario de la frontera. Al estallar la Guerra de
la Convención, fue nombrado ingeniero general del ejército de Cataluña y
del Rossellón. Conquistó a los franceses San Lorenzo de Cerdans, Arlés y
Ceret (abril de 1793). En 1795, como comandante general del Ampurdán,
consiguió resistir en Rosas y Cadaqués hasta la paz de Basilea. Al año
siguiente fue nombrado gobernador militar y político de Barcelona,cargo que ejerció hasta su jubilación en 1798.
El contenido del fondo documental
El fondo documental que la familia Bach ha
depositado en el ANC incluye una extensa documentación de carácter
patrimonial y familiar, de notable interés local: títulos de propiedad,
cuentas de arrendamientos y de casa de los inmuebles de Cadaqués y de
Vilamacolum, documentación de las familias Escofet, Moreno, Sastre y
Duran, documentación de su hermana Ana, de su hija Mariana y de su
esposa Manuela Moreno Montfar; de la actividad comercial, en el cambio
del siglo XVIII, la de los comerciantes de Figueres Antoni Escofet Comas
y José Escofet Sastre, y la de sus descendientes, en particular la de
Tomás y Miquel Duran Escofet y la de Manuel Duran Bach. En cuanto a la
actividad profesional del productor, reúne documentación de la carrera
militar (relaciones de méritos y retribuciones, diarios y ajustes,
discursos, proyectos, memoriales y correspondencia), de obra pública
(diarios de ejecución, relaciones de cuentas y correspondencia de
actividad en la construcción del camino Barcelona-Lleida o con colegas
como Francisco Sabatini, Luis Chimioni o Pedro Lucuce), de la Academia
de Matemáticas (organización, dossieres de gastos, correspondencia con
otros profesores y problemas de fortificación de los alumnos), también
documentos como gobernador de la plaza de Rosas, comandante del Cordón
Sanitario (informes y correspondencia con los municipios afectados y los
puestos de control, certificados y pasaportes), de organización del
somatén, con respecto a la participación en las acciones militares de la
Guerra de la Convención y como gobernador militar y político de
Barcelona. Una tercera parte del fondo contiene una correspondencia muy
extensa (1739-1808), relativa a su vida personal y pública. Finalmente,
cabe señalar la colección de manuscritos, impresos y monografías que
abarcan diversas temáticas: política y gobierno, ingeniería, literatura y
ciencias, hasta un gran número de géneros.
El siglo XVIII en los fondos del Archivo Nacional de Cataluña
El fondo Joan Escofet y Palau complementa otros
del ANC que facilitan una rica aproximación a los hechos políticos,
culturales, económicos y sociales más relevantes de la segunda mitad del
Setecientos. Nuestro centro acopia ya, dentro de este marco
cronológico, una extensa documentación especialmente de procedencia
privada, muy relevante. Además hay que sumarle, todavía, fondos
institucionales destacados (Real Audiencia de Cataluña), asociativos (Mont de Pietat de Nostra Senyora de l’Esperança de Barcelona, Col·legi de Pesadors i Mesuradors Públics de Barcelona o Corredors Reials de Canvis de Barcelona); empresariales (Real Fábrica de Indianas de Miquel Joseph Formentí y Compañía), y sobre todo fondos familiares y patrimoniales, representantes de familias de la burguesía comercial (Nadal o Castañer) o nobiliarias (linajes Oriola-Cortada, comtes de la Vall de Merlès; Moixó, marquesos de Sant Mori; Mercader, comtes de Bell-lloc; Despujol, marquesos de Palmerola; Cruïlles de Peratallada, marquesos del Castell de Torrent; Cartellà de Sabastida, barons de l’Albi; Blanes-Centelles o l’Arxiu del Palau-Requesens). Mención aparte merece el fondo de la Família Barraquer,
con el testimonio de varias generaciones de la familia Casanova. Existe
también abundante documentación del período en nuestras colecciones
(Colección de Bandos, la Colección Bibliográfica o la Colección de
manuscritos y documentos sueltos del Archivo Nacional de Cataluña). En
definitiva, apoyado en este potente conjunto documental, el fondo de
Juan Escofet y Palau contribuye a convertir el ANC en un punto de
referencia en el estudio del siglo XVIII catalán.
Aparcat el projecte del barri Blau@Ictinea, el Morrot segueix sent el gran oblidat de Barcelona
La muntanya de Montjuïc de Barcelona
sempre ha estat un propòsit no realitzat. Com si es complís amb aquesta
un antic malastruc, el lloc que va veure néixer la primitiva Barcelona, que havia de ser pulmó urbà, zona residencial o futur barri tecnològic, segueix arrossegant una llarga tradició de projectes
estroncats. La presència del castell, dominant amb la seva silueta
amenaçadora tota la plana, va resultar odiosa moltes dècades; despertava
una por massa ben justificada. Quan Montjuïc va ser enjardinat el 1929,
molts cregueren que es convertiria en un Central Park o Bois de
Boulogne a la catalana. Però darrere d’aquesta façana turística i
olímpica, encara s’amaga un territori deshabitat, amb una història plena
de llegendes. ON LA CIUTAT PERD EL SEU NOM
El Morrot
és el nom que rep el vessant sud de Montjuïc, on la muntanya es
precipita abruptament sobre el mar. Els forats de les seves roques
acullen una reserva natural de xoriguers (falco tinnunculus), aus rapinyaires que comparteixen amb l’Ajuntament de Barcelona
el control d’espècies com els coloms o les gavines. Aquesta paret
rocallosa està coronada pel castell, entre el far i el cementiri del
sud-oest. I sembla que va ser l’origen geològic del que avui és Barcelona. Ho explica el doctor en arquitectura Estanislau Roca: “En el període Miocè, el Morrot
era un illot en el mar que aturava la sorra que portaven les onades,
acumulant prou material com per formar una petita península i dibuixar
així el litoral barceloní. Segles més tard, els ibers hi van construir
la primitiva Barkeno. No va ser fins després de 1714, quan la muntanya
va agafar mala imatge. El record dels bombardeigs dels generals
Espartero (1842) i Prim (1843) i les històries de tortures i execucions
al castell la van convertir en un símbol de l’opressió. Paradoxalment,
sense els militars la muntanya hauria estat engolida per les cases”.
L’altre element que la va fer un lloc apartat van ser les pedreres, la més antiga de les quals era la de l’Esperó del Morrot, d’on va sortir la pedra per construir les muralles i els edificis de Barcelona.
Se’n treia pedra molinera per les moles dels molins, i els carreus amb
què es va aixecar la catedral, Santa Maria del Mar, l’hospital de la
Santa Creu, la casa de l’Ardiaca i els palaus gòtics de la ciutat.
Fins a l’arribada de la totxana, totes les cases es van
construir amb aquest material (el darrer edifici fet amb pedra de
Montjuïc va ser el Banc d’Espanya de la plaça de Catalunya). Durant el
segle XX hi van haver 25 pedreres en funcionament, tancades el 1955 pel
risc de les voladures amb dinamita. COVES I LLADRES
Malfactors i misèria
X. T.
Tot i ser un lloc tan literari, pocs han estat els escriptors catalans que han parlat del Morrot. Sabem de les bandes de segrestadors que habitaven les seves coves el segle XIX per la novel·la Barcelona y sus misterios, d’Antoni Altadill. Un altre autor que va parlar d’aquests vorals va ser Juli Vallmitjana, en llibres com La Xava (Edicions de 1984) i Sota Montjuïc (Arola). En un altre registre es trobava Paco Candel, que reflectí les misèries del barraquisme i l’emigració a Els altres catalans (Edicions 62). El veïnat d’aquest racó també surt episòdicament a Ha estallado la paz (Planeta) de Josep Maria Gironella, Una hereva de Barcelona (Ed. 62) de Sergio Vila-Sanjuán, La ciudad de los prodigios (Seix Barral) d’Eduardo Mendoza, o La petita mort (Plaza & Janés) de Roser Caminals. Pel que fa a la crònica d’aquests espadats destaquen Las calles del pecado (Petronio) de Joan Llarch, Can Tunis, l’ocàs d’un barri (Generalitat de Catalunya), de Julio Baños, o Montjuïc, la muntanya de la ciutat (Institut d’Estudis Catalans), d’Estanislau Roca, amb què va obtenir el premi Domènech i Montaner.
El Morrot sempre ha estat un lloc de coves, ja habitades en el Paleolític. Les restes arqueològiques més antigues de Barcelona
s’han trobat aquí: un taller del 8.000 a.C., on s’explotava el jaspi
groc o vermell de la muntanya per fer ganivets, puntes de fletxa o
llança i eines. Quan els romans van traslladar la ciutat de Barkeno al
turó del Taber, sota els penya-segats es va fer el primer port on s’obtenien les preuades ostres de Barcelona.
Amb la caiguda de l’Imperi, les coves de Montjuïc van ser ocupades per
anacoretes i eremites. I la muntanya màgica va ser colonitzada per
capelles com les de Sant Julià, Sant Fructuós, Sant Bertran o Santa
Madrona (la llegenda diu que va néixer en una cova del Morrot).
Aquesta part de la muntanya també acollí els dos cementiris jueus de la
ciutat medieval. En segles posteriors, les coves van ser habitades per
bandolers i lladres. Corria la veu que hi havia enterrats tresors, com
el que van trobar en un forat els constructors de la casa dels Cargols
del Paral·lel. El 1641, en la revolta dels Segadors, el virrei de
Catalunya es va amagar en una d’elles, on va ser detingut i executat pel
poble. Al 1714, les tropes borbòniques detindrien al general Moragues
en la cova dels Argenters.
El 1896 el que van trobar va ser un nen assassinat, que
commocionà la ciutat. Durant la Primera Guerra Mundial, molts desertors
europeus les van habitar; i en temps del pistolerisme s’hi van
localitzar amagatalls d’armes i explosius. Tot aquest món subterrani va
ser parcialment tapiat durant les obres de l’Exposició de 1929, malgrat
que cinc anys després la policia encara va fer una gran batuda per
detenir els delinqüents que hi vivien. En la postguerra s’hi refugiarien
alguns republicans que no van poder fugir de les autoritats
franquistes. El 1963 un home va caure accidentalment en una cova (fet
que es repetiria al 1966 i al 1967). I el 1978 es va produir una baralla
a cops de puny entre indigents per la propietat d’un avenç. De manera
inesperada, al 2006 es van detectar nous habitants en alguna de les
coves de la muntanya.
Jaume Susany és membre del Centre d’Estudis de Montjuïc. La
seva afició l’ha portat a buscar els túnels del castell: “La de Montjuïc
és l’única fortalesa del seu tipus sense camins subterranis coneguts.
Però que no siguin de coneixement públic no vol dir que no existeixin.
Sabem que el Tren de la Bruixa del Parc d’Atraccions era un tros del
túnel que feien servir els militars per transportar municions fins a la
bateria d’artilleria de Bellavista, una de les que hi havia a la
muntanya. I a la carretera de Montjuïc, davant del carrer Cabanes es
conserva una porta tapiada d’un altre passadís”. A LA ‘CURVA’...
En una de les seves rumbes, el cantant Gato Pérez descrivia
aquests espadats com un lloc: “A mig camí del port, on Montjuïc i El
Prat es fonen en terrenys guanyats al mar”. Per anar-hi s’havia de
passar per la carretera del Morrot,
on estava la famosa curva que ell va cantar. Aquest antic camí anava
des de les Drassanes fins a Can Tunis, i el XIX era el destí preferit
pels suïcides romàntics que es llençaven al mar. En aquells anys, quan
hi havia tempesta les onades tallaven la carretera. El pas també era
interromput quan feien pràctiques de tir des del castell o quan hi havia
esllavissades, molt freqüents. De l’antiga carretera encara se’n pot
veure algun tram sota l’actual Ronda del Litoral, construïda entre les
dècades de 1970 i 1980.
Per la carretera del Morrot
circulava el tramvia 48, dels més peculiars del transport públic
barceloní. En aquesta línia havia treballat un jove arquitecte anomenat
Antoni Gaudí, que moriria anys després atropellat per un tramvia. Va
entrar en funcionament el 1905, amb un trajecte que anava des de la
Rambla fins als banys Zoraida i l’hipòdrom de Can Tunis. Llavors
semblava que aquesta zona li faria la competència a la Barceloneta com a
lloc de bany i d’oci. Però després de la Guerra Civil, el 48 es va
convertir en el tramvia del cementiri (Atraccions Apolo-Fossar de
Montjuïc). Les esllavissades van fer que fos considerada una línia poc
segura; i quan va ser suprimida el 1963 feia el recorregut
Palau-Cementiri.
Por Xavier Theros. Poeta y antropólogo. Cronista de la ciudad en el diario El País
No sé si es por la edad o por los quebraderos de cabeza, que tengo
cierta tendencia a dejar desperdigados trocitos de mí misma; como si
temiera perderme, o no confiase en quien me gobierna. Nostálgica de la
infancia, me he visto obligada a dejar un rastro de migas de pan. Para
verme de verdad hay que levantar la mirada, buscarme detrás de un banco
de piedra o atisbarme en un agujero. Soy torpe en los detalles,
desconfiada y reservada. Y escondo mis tesoros con la avaricia de quien
siempre peligra. No por casualidad los objetos encontrados más
habitualmente por los arqueólogos que me hurgan son las balas de cañón,
de todos los tamaños y las épocas. Con tanto estallido y tanta bomba
tengo problemas de memoria. Demasiado a menudo me he dejado deslumbrar
por los grandes proyectos. No he planificado mucho, he crecido a golpe
de acontecimiento y deprisa y corriendo; me gusta cambiar de sopetón la
decoración de casa. Si me paro me deprimo, me da un spleen de tortel de los domingos; ese gusto por la indiferencia tan catalán que aquí llamamos seny.
De pequeña era tan poca cosa que a duras penas fui conocida por unas
murallas, ocultas durante siglos entre paredes medianeras. Yo vendía el
agua que necesitaban las naves que viajaban de Empúries a Tarraco. Ahora
exhibo un trozo de acueducto falso ante la catedral, para deleite de
los turistas. Después salté los muros y me salieron un montón de villas
nuevas, como un sarpullido adolescente: la del Pi, la del Mar y la de
Sant Pere, por donde he dejado esparcidas fachadas góticas y marcas de
cantero. Aún conservo la puerta del huerto de los templarios, y el hueco
de una mezuzá judía en un portal del Call.
Aprovechando la abundancia del tráfico marítimo, estrené murallas
para dar cabida a los nuevos vecinos. Y ya puestos, segura de
enriquecerme construyendo casas para los emigrantes que me poblarían,
también rodeé los huertos del Raval. Desgraciadamente, llegó la peste
negra, y en lugar de crecer me adelgacé un tercio. De aquella pesadilla
guardo pocos recuerdos, solo las iglesias más bellas que tengo: la del
Pi, la del Mar y la catedral. Aquellas epidemias duraron más de un
siglo, y al acabar llegaron los soldados como una plaga de langostas.
Los segadores se alzaron, y en muchas esquinas de piedra conservo marcas
de los lugares en los que afilaban las bayonetas. Ya me resignaba a mi
tamaño, recién acabada la Guerra de Sucesión, cuando me cortaron un
pedazo para construir la Ciutadella. Me amputaron medio barrio de la
Ribera; aún se me puede ver la cicatriz en una casa partida por la mitad
del paseo del Born. Tengo la piel repleta de símbolos masónicos y
tatuada con viejos vítores pintados con sangre de toro en los portales
de los antiguos doctorados universitarios.
Ante la antigua isla de Maians, a costa de años de echar escombros,
al fin me salió una península, que por semejanza bauticé como la
Barceloneta. Lugar de marineros y tabernas que aún conserva su antiguo
faro. Una vez libre de murallas me expandí por todos lados. Los
militares me dieron permiso para poblar los Vinyars, una amplia zona de
seguridad para sus cañones; y la llamé Eixample. Entonces di el estirón.
Me hice mayor de repente. En poco tiempo ya me había extendido
engullendo a todos los municipios del llano. Los pueblos que me rodeaban
nunca me lo han perdonado, y siguen conservando cierta independencia en
la actitud y en los modos. Si saben buscar entre los pliegues de mi
vestido hallarán los casinos de cada lugar, aún con olor a pueblo.
Más tarde parcelé las huertas de Sant Bertran y apareció el
Poble-sec, la avenida del Paral·lel y la Exposición del 29. ¡Hay que ver
lo que salió de un campo de habas! Mi nostalgia juguetona hizo que el
primer barrio de barracas me saliese en Montjuïc y se rodease de
gallineros y tomateras. Otra guerra civil me hizo varias placitas y
avenidas, y los urbanistas de la aviación italiana me dejaron una hilera
sin casas en el Arc de Sant Agustí, de recuerdo. Hasta muchos años
después no se encontraría por casualidad la plaza del Milicià Desconegut
[miliciano desconocido], rotulada con alquitrán en la plaza de Sant
Josep Oriol; o la última sirena de la defensa aérea, colgada en la
azotea de Can Jorba. Por mucho que quisiera castigarme dejándome sin
obra nueva en el centro, el dictador contribuyó a preservar de la
especulación mis rincones antiguos y pude salvar mucho. Durante aquella
posguerra tan larga acogí a casi un millón de nuevos vecinos, pese a no
estar preparada. El Somorrostro, el Pekín, el Carmel o la Perona,
lugares de mi geografía que se borraron a toda prisa para no avergonzar
al régimen a ojos del mundo. Improvisando de mala manera, prevaleció
como siempre el derecho a la ganancia; y me salieron montones de bloques
de hormigón, sin ningún servicio básico. La política de verdad la
llevaban a cabo las asociaciones de vecinos, mientras los otros catalanes
se amontonaban en la Zona Franca. Y la Guineueta, Canyelles o Verdum
iban emparentando con los municipios adyacentes, también repletos de
emigrantes meridionales. Así me convertí en el centro de un área
metropolitana de 4,5 millones de personas.
Las últimas tierras conquistadas en mi municipio me han hecho llegar
al mar, en la Vila Olímpica. Otras me han tapado agujeros, como el
Fórum, que oculta lo que fue el temido Camp de la Bota. Y las hay que se
han planteado como un distrito tecnológico, así el 22@.
A trompicones sigo en crecimiento; capeando con cierta indolencia la
tentación de perder mi personalidad para convertirme en un lugar neutro e
internacional. Siento la melancolía de quien espera un nuevo
acontecimiento que me dé la excusa para ponerlo todo patas arriba.
Mientras tanto mis barrios populares se alejan, y el centro se convierte
en un escaparate monumental.
Siempre he sabido que las ciudades somos algo más que urbanismo y
estadística. Estamos hechas de retazos de tiempos pretéritos, y dejamos
un rastro de pequeños detalles que a veces no sabemos cómo explicar a
nuestros hijos. Yo puedo enorgullecerme de tener una historia larga y
densa. He sido capaz de conservar un montón de espacios en que leer las
pasiones y los anhelos que han marcado mi vida. En otros lugares del
mundo mis paredes estarían llenas de placas azules de metal recordando
una casa natal o un detalle curioso. En cambio, a mí siempre me ha dado
pereza recordar según qué cosas. Y muy a menudo lo he acabado haciendo
obligada por la presión vecinal. Hay partes enteras de mi biografía que
aún me duele mostrar, pero a otras les presto una atención excesiva. Me
costó abrir los refugios de la Guerra Civil, y no dejo de darle vueltas a
qué hago con los antiguos teatros del Paral·lel. Apenas hablo del
pasado libertario, igual que nunca me gustó reconocer que fui un puerto
norteamericano. Parece que me acabe de enterar de que hubo barrios de
barracas, y veremos qué acabo haciendo con el castillo de Montjuïc.
Gracias a Dios, soy de natural distraída y me voy dejando cosas por el
camino.
Pese a que me esfuerzo aún me explico poco a los jóvenes. Gran parte
de lo que soy está al margen de los circuitos turísticos. Es importante
dar a conocer mis archivos documentales y fotográficos, muchos de ellos
digitalizados en la red. Entre las carencias echo de menos en internet
al Diari de Barcelona, decano de la prensa continental. Hay que
potenciar los grupos de investigación local y difundir sus trabajos.
Ser distraída me ha hecho secreta, pero no porque pretenda que solo los
iniciados lean los mensajes de mis paredes.
Barcelona ha tenido tanto éxito vendiendo su imagen al mundo, que ha
hecho de ello su principal fuente de ingresos. La presión del turismo en
Ciutat Vella ha expulsado a muchos barceloneses hacia una serie de
metástasis del centro como lo han sido Gràcia, el Born, el Poblenou y
ahora el Poble-sec. Es perceptible una reactivación de la vida de
barrio, con todo lo que tiene también de elemento nostálgico.
En los últimos años ha faltado una atención más exigente a la
conservación de establecimientos públicos, tiendas y comercios
centenarios de Ciutat Vella, que en muchos casos se han visto obligados a
afrontar costosas adaptaciones o a cerrar. Al mismo tiempo, elementos
privados tan vistosos como decoraciones de fachadas, relojes públicos o
farolas ornamentales han desaparecido del paisaje tras una restauración
del edificio que los acogía. La ciudad está llena de rótulos de viejos
negocios esperando ser catalogados. Lo mismo puede decirse de la
aparición de inscripciones de la Guerra Civil, o tapas de alcantarilla
que aún conservan los escudos de los antiguos municipios independientes.
En una ciudad como esta la historia está por todas partes. Y en la
labor de conservarla y darla a conocer deben estar implicados tanto los
organismos públicos como los historiadores aficionados. El caso más
evidente sería el de Valerie Powles (1950-2011), la vecina de Poble-sec
que luchó por la supervivencia del refugio 307 o de El Molino. Igual que
se hizo en tiempos de los primeros ayuntamientos democráticos con los
centros cívicos, hoy se podría alejar el peligro de la
despersonalización apostando por la historia local. Potenciando una
percepción que entienda el pasado como una posibilidad de ocio, como un
rasgo de identidad y como un valor añadido para vivir en un cierto lugar
de la ciudad
La atmósfera de la oficina central de Correos ha seducido a cineastas para rodajes de época
OLGA MERINO / BARCELONA
La sede central de Correos, con el lucernario de la Casa Granell i Rigalt. /
JOAN CORTADELLAS
La oficina central de Correos tiene un aire chejoviano.
No por lo rusa, desde luego, sino por la atmósfera, por el velo sutil
con que el grandísimo Antón Chéjov sabía recubrir sus escenarios, de
manera que espacio y personaje acababan confundiéndose. El uno se
empapaba del otro, y viceversa. Algo de eso ocurre en el edificio que
reina en la plaza del negrero Antonio López: ya sea por la luz cenital
filtrada desde la claraboya, por los ecos catedralicios -las toses
reverberan como en las misas peñazo de la infancia-, o por los suelos de
mármol, enseguida se apoderan del visitante el deseo de enviar un telegrama en vez de un wasap o
la sensación de que podría cruzarse en cualquier momento con un
caballero antiguo, de otra época, tocado con sombrero Fedora y
gabardina. ¿Se debe el hechizo a que ya nadie escribe cartas? En
realidad, Correos funciona hoy como una empresa logística de
paquetería.
Es la única sede que conserva una capilla, justo en la estancia que había albergado los telégrafos para la prensa
Sea cual sea la razón, la atmósfera del recinto ha
seducido a numerosos cineastas, y bajo su hermoso lucernario, una
estructura de hierro y cristal salida de la casa Granell y Rigalt, el
mismo taller que fabricó el vitral del techo del Palau de la Música, se han rodado secuencias de películas como 'Grand Piano', 'Anacleto, agente secreto' o
algún anuncio de la Lotería, de cuando triunfaba el calvo interesante.
Las escalinatas de la entrada o el 'hall' central, con su empaque
señorial y las pinturas 'noucentistes', podrían colar perfectamente como
una sucursal bancaria neoyorquina en tiempos de la Gran Depresión.
CUARTEL GENERAL DE FRANCO
También los pasillos interiores, de techos altos y
puertas alineadas, darían el pego como internado de época, y en su día
la BBC transformó el salón de actos en el cuartel general de Franco
durante la guerra civil para una serie histórica, según explica Antonio Aguilar,
empleado de Correos y doctor en Geografía Humana. Hizo su tesis sobre
la expansión de la red de comunicaciones en Catalunya y conoce tan bien
las tripas del edificio que está ultimando un libro sobre sus secretos.
Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner perdieron el concurso público para la adjudicación del edificio
Es la única sede de Correos en España que conserva un oratorio,
circunstancia que no reviste en sí mérito alguno pero tiene su gracia:
resulta que la estancia había albergado la sala de prensa con sus
aparatos de telégrafo -agárrense: ¡los corresponsales debían mandar las
crónicas en morse!-, hasta que la cruzada nacionalcatólica de la
posguerra la transformó en una capilla cuyos reclinatorios lucen el
escudo gremial, con el sobre y la cornamusa. En aquel tiempo, ay, todos
los jefes eran del Movimiento y rezaban mucho.
Diseñado por los arquitectos Josep Goday y Jaume Torres,
la construcción del edificio culminó en 1927, después de que los planos
de otros 'cracks' hubiesen perdido el concurso público: nada menos que
los de Domènech i Montaner i Puig i Cadafalch. Con una simetría
perfecta, una mitad del edificio la utilizaba Correos y la otra
Telégrafos, dos brazos de un mismo cuerpo que se llevaban a matar, como
el perro y el gato. Más o menos como fotógrafos y plumillas, aunque lo
nuestro, en el fondo, es amor del bueno porque no seríamos nada los unos
sin los otros.
AZOTEA DE ENSUEÑO
Y aún queda lo mejor del inmueble. Después de ascender
una escalera de caracol, con un ojo tan compacto como el de un faro,
reciben al curioso una azotea de ensueño y unas vistas de 360 grados sobre la ciudad.
Desde aquí se rodó el anuncio del perfume Le Male, de Jean Paul
Gaultier, ese espot en que la proa de un buque rompe la corteza de
asfalto para que el marinero pueda besar a la chica, apostada en un
balcón de la Via Laietana.
El torreón, a unos 50 metros, ofrece unas vistas espectaculares sobre la ciudad
Desde hace apenas un mes, el Museu d’Història (Muhba)
gestiona las visitas al edificio de Correos. Merece la pena; desde el
torreón, a unos 50 metros, se entiende por qué Barcelona es mediterránea hasta las trancas.
Allí abajo, en la marina de lujo, se distingue el yate del magnate ruso
Alisher Usmánov, el dueño del Arsenal (por lo menos, el martes
permanecía amarrado). Un capricho de 150 metros de eslora que devuelve a
la sabiduría de Chéjov, a las perlas que sembró en su 'Cuaderno de
notas': "Para nosotros [los rusos], el amor propio y la vanidad son
europeos; la cultura y la acción, asiáticos".
EDIFICIO DE CORREOS, Y...HERMES
Antes había una parada de Metro,llamada CORREOS, donde ahora hay una rejilla metálica...Ver el enlace a continuación, en rojo.
Este proyecto fue realizado por Josep Goday i Casals yJaumeTorres i Graueste arquitecto
catalán nacido en Barcelona. Tío del también arquitecto Josep Torres
Clavé, se tituló en 1903, y poco tiempo después consiguió la
adjudicación de la construcción del edificio de la Casa de Correos de
Barcelona (1914-1928), junto a Josep Goday. Sus edificios
más importantes son, las tres Casas Germans Torres: París, 182 (1905),
Aribau, 178 (1906) y Aribau, 180 (1908), la Casa Elena Castellano
(1907), las Casas Ramos (1908) y un chalet en la calle Panamá (1913). A
partir de los años veinte su arquitectura
se caracteriza por la adopción de formas barrocas y clasicistas
propugnadas por el Noucentisme. Ejemplo de ello son, la casa del Foment
d'Obres i Construccions de la calle Balmes, 36-42 (1923) y su casa
propia en el passeig de Sant Joan (1928). Junto a su hermano formó la
sociedad constructora Torres Germans, que le permitía actuar como
arquitecto y promotor a un mismo tiempo. con el objetivo de conseguir ganar el concurso en el que se
pretendía proyectar el nuevo edificio de Correos de Barcelona, el cual fue
construido en 1927.
El edificio de Correos de Barcelona cuenta con ese mismo uso desde su creación.
En la actualidad sigue siendo la oficina central de Correos
de Barcelona, y es sin duda es uno de esos lugares que para no perdernos si
damos un paseo por la zona. Esta mezcla de arquitectura modernista, unas
escalinatas fantásticas, puertas giratorias clásicas, sus altos techos, columnas de mármol, bancos
de madera, etc. Sin duda, cuando uno se encuentra en su interior es casi
imposible no sentir la sensación de haber viajado al pasado.
.
Claraboya de Correos, y las pinturas noucentistas de Josep Galí, Francesc Labarta,
Josep Obiols y Francesc Canyelles.
HERMES en el edificio de correos
Además, en su interior
también podremos encontrar una amplia variedad de pinturas que sin duda
le dan el toque final a este fantástico edificio.
El mensajero de los Dioses, en Correos...
El hermoso HERMES(en griego antiguo Έρμῆς) y que en la mitología griega, es el dios olímpico
mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, el ingenio y
del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los
mentirosos.1 En la posterior mitología romana era denominado como Mercurio. Hijo de Zeus y la pléyade Maya. El himno homérico a Hermes lo invoca como el «de multiforme ingenio (polytropos),
de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los
sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría
de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses». Hermes también es protagonista de muchos mitos, como, por ejemplo, el de Filemón y Baucis.
articulo de el periodico de Ctya y http://www.epdlp.com/arquitecto.php?id=5420 con https://mtvo-bcn.blogspot.com.es/2013/05/barcelonaedificio-de-correos-yhermes-el.html
Nueve centros ideados por el ayuntamiento en 1916 introdujeron en Catalunya la hoy tan en boga renovación educativa
por MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA
Alumnos de la Escola del Mar durmiendo la siesta sobre unas hamacas
en la playa de la Barceloneta, que era utilizada como patio del colegio.
/
ARCHIVO DE GABRIEL CASAS
Tienen toda la razón quienes advierten -a veces en tono de crítica, otras tan solo a título informativo- de que todo el movimiento de innovación pedagógica que
tanto revuelo está montando en las escuelas no es en absoluto nuevo.
Efectivamente, muchas de las metodologías que irrumpen ahora en las
aulas tienen más de cien años de trayectoria, son
prácticas docentes de contrastada solvencia, estudiadas desde hace
tiempo en las escuelas de Magisterio y aplicadas en mayor o menor medida
durante décadas. Algunas se implantaron con éxito en un puñado de escuelas barcelonesas que empezaron a ser proyectadas hace un siglo, en 1916.
“Aquel año, el Ayuntamiento de Barcelona constituyó la Comisión de Cultura, que contó con un equipo asesor en el que el pedagogo Manuel Ainaud formó tándem con el arquitecto Josep Goday,
y ambos aunaron esfuerzos para escolarizar a muchos de los niños que
hasta entonces andaban todo el día por la calle”, relata Marc Cuixart,
nieto de Goday y arquitecto como su abuelo. El resultado fue un
patrimonio de nueve escuelas de porte palaciego (ocho
de ellas aún existentes; la novena, la Escola del Mar, desapareció en
1938 con los bombardeos de la guerra civil), en las que se introdujeron
las últimas tendencias del momento en educación, higiene y hábitos
alimentarios saludables, explica Cuixart.
MODELO INNOVADOR Y POPULAR
El arquitecto es, junto con Joan Francesc Ainaud, nieto
del otro gran promotor de este proyecto, uno de los participantes en las
jornadas que el consistorio ha organizado con motivo del centenario de aquella pionera Comisión de Cultura. “Barcelona, que fue capital de la innovación educativa durante
el primer tercio del siglo XX, quiere volver a liderar ese movimiento”,
proclama Miquel Àngel Essomba, comisionado de Educación en el
ayuntamiento de la capital catalana.
La Comisión de Cultura de 1916 construyó nueve escuelas, en las que se introdujeron las últimas tendencias en educación, higiene y hábitos saludables
El modelo pedagógico que impulsó el gobierno municipal de hace un siglo fue el de una "escuela pública y de calidad",
destaca Essomba. “El objetivo era dotar a la ciudad de unos colegios
laicos y públicos para los más desfavorecidos”, recuerda Cuixart. Manuel Ainaud y Josep Goday
planearon la construcción de 25 grupos escolares, pero su proyecto
quedó truncado con el advenimiento de la dictadura de Primo de Ribera,
después de que se hubieran construido las tres primeras escuelas: la del
Mar, la Farigola de Vallcarca y la Àngel Baixeras. El resto de los
centros finalmente inaugurados se terminaron durante la Segunda
República.
En aquellos años de principios del siglo XX, una
tercera parte de la población infantil no estaba escolarizada y
prácticamente todo el sistema educativo estaba bajo el control de la
Iglesia. Las diferencias en el grado de instrucción entre los barrios
ricos y los que tenían una población predominantemente obrera eran
abismales: en Gràcia y en Sant Gervasi, el analfabetismo era del 26%,
mientras que en la Barceloneta superaba el 50%.
En aquellos años del primer tercio del siglo XX, una tercera parte de la población infantil no estaba escolarizada y la Iglesia controlaba casi toda la enseñanza
El pedagogo y el arquitecto viajaron a los países más
avanzados del momento. A Suiza, a Italia, a Suecia... Y estudiaron
también el trabajo que ya se estaba haciendo en Barcelona en la Escola
del Bosc de Montjuic (1914) y en los parvularios Montessori de la Via
Laietana. Concluyeron que aplicarían metodologías docentes que pusieran
al alumno en el centro del aprendizaje e introdujeron las últimas
tecnologías de la época. "Los alumnos escuchaban música en gramolas,
tenían sesiones de cine en el mismo centro o tomaban ellos mismos
los registros de estaciones meteorológicas instaladas en sus patios",
prosigue Cuixart.
"Construyeron edificios que eran auténticos palacios,
para que toda la ciudad viera lo importante que era la educación de sus
hijos, el lugar principal que ocupaba", prosigue el nieto de Goday.
"Trabajaron en colaboración con un médico, el doctor Mias, que fue el
que les asesoró en cuestiones de higiene. Los colegios contaban, por
ejemplo, con duchas para los alumnos, que en casa no tenían agua
corriente, y fuentes de agua potable en distintos puntos de la escuela",
detalla.
Fuente el periodico de catalunya
La bomba que envió una escuela del mar a la montaña
Hace 80 años, el fascista capitán Rampaldi dejó caer sus bombas sobre la aún icónica Escola del Mar, una arcadia infantil
Carles Cols
La Escola del Mar, al fondo, obra de Josep Goday, y varios de sus alumnos, en primer plano, en la hora del baño. /
JOSEP DOMÍNGUEZ
Para una ciudad con tanta y tan extraña tradición en ser bombardeada (tan extraña que hasta le ha dedicado dos calles a esos prohombres que la pusieron bajo las bombas, Espartero y Prim, ahí es nada), este mes de enero es una fecha muy señalada del calendario. Se cumplen 80 años de un mes de 1938 en que Barcelona fue bombardeada,
de media, cada cuatro días. El ataque más recordado, más que nada
porque aún son palpables los impactos de la metralla en las paredes, fue
el de la plaza de Sant Felip Neri, el último de la serie, día 31, 42
muertos, pero el que ahora viene al caso es el del 7 de enero, porque el
capitán Rampaldi, jefe del escuadrón de dos Savoia S-81, soltó 20 bombas de 50 kilos sobre la Barceloneta y, con esa bárbara acción, destruyó una joya de la ciudad, la Escola del Mar, sí, una escuela, pero distinta a todas las demás, tanto que cuando visitaban la ciudad personalidades de la época, Albert Einstein o Jacinto Benavente, por ejemplo, les llevaban a verla y salían encantados.
En enero de 1938, la ciudad era bombardeada cada cuatro días por la aviación italiana, y así una mañana ardió aquella escuela que causaba admiración internacional
La Escola del Mar ardió ese 7 de enero, pero solo el edificio, una exquisitez de Josep Goday, por situarle, arquitecto del insuficientemente bien ponderado edificio de Correos y de otras ocho escuelas de la ciudad aún en pie. Ardió el edificio, pero no el proyecto, porque la Escola del Mar
se fue a la montaña, primero a Montjuïc y luego al Guinardó, donde aún
sigue, y fiel además a algunas de sus señas de identidad originales, con
los alumnos repartidos bajo banderas de colores, como si el Sombrero Seleccionador de
Hogwarts les hubiera seleccionado para que descubrieran el placer de
aprender en equipo. El caso es que, como 80 años parece una cifra
redonda, se ha celebrado junto a la playa, allí donde se alzaba la
escuela, una ceremonia en recuerdo de aquella triste jornada de bombas y, de paso, se ha descubierto una placa que relata sucinta y fielmente lo que allí ocurrió, lo malo, el capitán Rampaldi, y lo bueno, la audacia de Pere Vergés,
pedagogo fundador de aquella modernísima escuela. Antes de esta había
otra placa, cierto, pero, cosas que solo pasan en esta disparatada
metrópoli, quedó tapada por una estación de 'bicing'.
Un día de clase en la Escola del Mar
La placa, efectivamente, ahora luce. Incorpora incluso un par de fotografías viradas en sepia. De la Escola del Mar se conservan decenas de imágenes que irradian todas una enorme alegría. Pero como homenaje, nada supera el documental que hace ocho años rodaron Mireia Corbera, Anna Morejón y Sandra Alsina,
pues lograron entrevistar aún a media docena de exalumnos de aquella
primera sede del colegio que en primera persona retrataban
estupendamente el ambiente que se respiraba en ese centro educativo
junto al mar, una suerte de república infantil en la que se elegían
cargos como el de cronista general, encargado de levantar acta de los
acontecimientos del día, ni que fuera el canto de las alondras, no había
segregación por sexos, jamás se daba un cachete o un pescozón y en
clase había una gramola para escuchar a Mozart o a Tchaikovsky. Merece mucho la pena dedicarle la media hora que dura 'Han bombardeado
una escuela!', tal y como lo titularon las directoras, porque así se
encabezó en la prensa una de las noticias que aquel enero de 1938 dio
fe, sin dedicarle mucho espacio, al suceso.
Como el trabajo de Corbera, Morejón y Alsina cuenta
tanto y tan bien y ahí está, en Youtube, no está de más, aquí,
aprovechar el espacio disponible para apostillar tres cuestiones
colaterales y de paso ser fiel al 'esprit de chicane' de esta sección.
Barcelona es extraña, dedica calles a quienes la bombardean y hasta obsequió a los siniestros Hermanos Badia con una plaza
Primero. La Escola del Mar, según confirman historiadores de la educación como Joan Soler,
fue la repera, un modo de enseñar que merecería haberse propagado, algo
imposible, claro, durante el oscurísimo franquismo escolar, pero viable
con la recuperación de la democracia. Ya se sabe cuál fue entonces la
apuesta oficial del pujolismo, más o menos lo de Hong Kong tras la
reunificación con China, un país, dos sistemas, pero en enseñanza, una
escuela pública y otra concertada.
Segundo. Un aniversario como este es siempre una
oportunidad para revisitar la prensa de la época y, claro, quedarse a
cuadros. El actual decano de los periódicos locales apenas dijo nada
sobre aquella tremenda pérdida. La portada y la mayor parte de las
páginas interiores estaban dedicadas a las hazañas de las tropas
republicanas. 'Teruel, limpio de facciosos'. Ese era el título de
portada. A la Escola del Mar le dedicaron ocho líneas. Se supone que era para no dar pistas al enemigo. Eso cuentan. Pse... Esquilo,
que por algo luchó en la Batalla de Maratón, concluyó hace 2.500 años
que la verdad siempre es la primera víctima de una guerra, y la civil
del 36 al 39 no fue una excepción. En aquel enero de bombas, el relato en Barcelona
era de camino a la victoria. Visto con perspectiva, era todo muy raro.
Por enlazar con el principio de esta crónica, igual que aún hay una
Rambla Prim y quedan los restos de una calle del Duque de la Victoria,
alias de Espartero, ahora solo Duc, entonces había una plaza dedicada a los siniestros Hermanos Badia. ¿Cuál? La actual Francesc Macià.
Maria y Anna, hijas de alumnas de la Escola del Mar, junto a la nueva placa / FERRAN NADEU
Tercero. Del capitán Rampaldi apenas nada se sabe. Despegó en Baleares, sobrevoló Barcelona a 3.000 metros, soltó las bombas y luego hizo un picado para burlar las defensas republicanas y perderse de nuevo hacia el este, como ese personaje de Julian Barnes que,
a bordo de un caza y sobre el Canal de la Mancha, realizó idéntica
maniobra y vio así dos veces en un día salir el sol. Pero lo de Rampaldi
no tuvo nada de poético. Fue pura indecencia. El alto mando italiano
tenía dudas sobre si era viable emplear los Savoia en vuelo nocturno. Barcelona fue su conejillo de indias igual que en 1911 lo fueron las tropas otomanas en Libia cuando otro italiano, Giulio Gavotti, tuvo el sucio honor de protagonizar por primera vez en la historia bélica un bombardeo desde un avión.
fuente:el periodico de catalunya
De l’1 al 30 de gener de 1938, l’aviació legionària
italiana bombardejà Barcelona per facilitar les operacions ofensives de
l’exèrcit rebel a la República. El mes de novembre del 1937, la ciutat
havia esdevingut capital de tres governs —català , basc i espanyol— i el
centre polític de defensa de la República en el context de batalles
estratègiques importants, com la de Terol, el front d’Extremadura i la
renovada resistència de Madrid.
Mai la ciutat havia estat bombardejada amb aquella intensitat. El
Poblenou, la Barceloneta, Sant Andreu, Can Tunis, el Gòtic, l’Eixample i
el Guinardó van ser els barris més afectats i el port va quedar
pràcticament inservible. Va ser en aquests bombardejos que es van
produir les massacres infantils a l’escola de Sant Felip Neri i a la
Barceloneta. A finals de gener de 1938 s’havien produït ja més morts que
en tot el 1937.
Mesos després, els dies 16, 17 i 18 de març, l’aviació feixista atacà
Barcelona amb una nova tècnica de guerra: el bombardeig de saturació,
que implica el llançament sistemàtic i continuat de bombes en caiguda
lliure combinades amb bombes incendiàries, sense un objectiu militar
precís, tan sols el propòsit de deixar el territori devastat. En tres
dies va haver-hi a l’entorn d’un miler de morts, 1.500 ferits i una
important destrucció d’edificis a diversos barris.
En complir-se el vuitantè aniversari d’aquestes agressions a la
ciutat republicana, el Comissionat promou aquest programa recordatori
dels fets per transmetre records, vivències i coneixement d’aquelles
accions a mans del feixisme, amb la finalitat que els ciutadans i
ciutadanes d’avui disposin d’elements per valorar la responsabilitat de
la destrucció de vides i patrimonis, i també l’esforç de la ciutadania
per protegir-se, defensar-se i reorganitzar la vida de la ciutat, que
acollia milers de refugiats establerts a Catalunya sota la protecció i
coordinació dels municipis.
S’inaugurarà l’exposició “Una infància sota les bombes”, que
mostra la vivència dels nens i nenes que van patir els bombardejos i
com els van representar en dibuixos fets a les a escoles, refugis i
campaments… I l’empremta que en alguns artistes ha deixat aquella
experiència en la seva vida adulta o la interpretació de les marques
d’aquells atacs en l’espai urbà.
L’exposició se celebra al Born Centre de Cultura i Memòria del mes de maig al mes d’octubre del 2018.
El programa commemoratiu inclou l’edició del llibre Barcelona, topografia de la destrucció,
resultat d’una exhaustiva recerca en arxius municipals per mostrar el
detall dels llocs que van rebre els impactes de les bombes, les cases i
equipaments destruïts, el nombre d’afectats i la destrucció de béns en
cada cas. El volum està acompanyat d’imatges que documenten la
destrucció de les estructures de la ciutat, i de col·laboracions
d’especialistes que contextualitzen els bombardejos, les estratègies de
defensa, les causes i les conseqüències dels atacs.
Fuente: Ayuntament de Barcelona
El 30 de enero de 1938, la aviación italiana acabó con la vida
de 216 barceloneses, muchos de ellos niños, como respuesta "a las
propuestas de tregua rojas"
La explosión de una de bombas que cayó sobre Sant Felip Neri, desde un avión italiano. /
Ufficio Storico dell'Aeronautica Militare, Roma
1938 fue el año de los grandes bombardeos de Barcelona. Capital
de la República desde noviembre de 1937, cada vez más cercana a los
escenarios de las grandes batallas de la guerra civil, la ciudad se
convirtió en objetivo aún más prioritario de la aviación italiana y
alemana al servicio de Franco. Ese año se produjeron la mayoría de las
385 incursiones aéreas acabaron con las vidas de casi
3.000 barceloneses durante la guerra, pero algunos de esos bombardeos
alcanzaron por su crueldad la categoría de míticos, como la devastadora explosión frente al Coliseum en los tres días sangrientos de marzo (16, 17 y 18). Otros deberían ser igualmente recordados, como la destrucción de la Escola del Mar que se acaba de conmemorar. Y sin duda, en la memoria queda la bomba que dejó sus marcas de metralla en la fachada de la iglesia de Sant Felip Neri y
acabó con la vida de 42 niños que se habían intentado proteger en el
refugio bajo la iglesia. De la matanza de inocentes de Sant Felip Neri se cumple este martes, 30 de enero, el 80º aniversario. Aunque
las conmemoraciones públicas, las de todo aquel año de las bombas,
empezarán en marzo, con varias actividades agrupadas en el ciclo ‘Memòria de la destrucció’ del Comissionat de Programes de la Memòria del Ayuntamiento de Barcelona.¿Qué sucedió aquel 30 de enero? "No solo fue Sant Felip Neri", recuerda el profesor de la UB David Íñiguez, coautor de ‘Sota les bombes’ (Angle Editorial) y ‘La guerra aèria a Catalunya’ (Rafael
Dalmau Editor). Fueron dos oleadas de bombarderos italianos Savoia 79, a
las 8.55 y a las 11.25, y se martilleó el centro de la ciudad, el
puerto y la Barceloneta, que quedó arrasada. La segunda insistió en los
mismos puntos, llegando a alcanzar a las brigadas de salvamento que
rescataban a los heridos. En total, 216 muertos y 87 edificios
derrumbados en las calles Sant Domènech del Call, Pi, Duc de laVictòria,
Capellans, Avinyó, Escudellers Blancs, Casp, Gran Via, paseo de Sant
Joan y las plazas Nova y de Sant Felip Neri. Se utilizaron bombas de 250
kilos, altas como una persona adulta, pensadas para demoler
estructuras: una de ellas abrió un cráter de cinco metros de ancho y dos
de hondo en medio de la plaza de Sant Felip Neri. Otra hundió el refugio del subterráneo matando a 42 ocupantes, la mayoría niños.
Rescate de heridos en uno de los bombardeos del 30 de enero de 1938. / ARCHIVOS MILITARES ESTATALES RUSOS (RGVA)
Respuesta a la oferta de tregua aérea
Íñiguez pone en contexto aquella acción: "Es la respuesta a la oferta de tregua de los bombardeos republicanos y franquistas". Ese
mes de enero la República se hartó de recibir sin responder a los
ataques sobre la población civil y lanzó por primera vez los bombarderos
Katiuska rusos sobre ciudades como Salamanca, Sevilla y Valladolid. Una
vez demostrada (con notables limitaciones; las víctimas fueron pocas y
seis tripulaciones rusas regresaron sin descargar sus bombas) la
capacidad de devolver el golpe, llegó la oferta del ministro de Defensa
Indalecio Prieto. "La aviación se abstendrá en absoluto de bombardear
las poblaciones de la retaguardia lejana si el enemigo desiste de
hacerlo".
Esa oferta de tregua fue respondida así desde el cuartel general
de Franco: "España no está en los edificios ni en las ciudades. Está en
las ideas y en el numen de Franco. En la guerra estamos. Adelante,
hasta por encima de nuestros muertos". Saben que su aviación es
tecnológicamente más potente, y su respuesta son 200 muertos", dice
Íñiguez. Los telegramas entre la Aviación Legionaria italiana, sus
superiores y Salamanca son esclarecedores: "A las propuestas rojas para una tregua en el aire", escriben los italianos, se ha respondido bombardeando "en dos oleadas las instalaciones militares más importantes de Barcelona".
Estado de la plaza de Sant Felip Neri en 1942 / AFB / joan ramírez sagarra
El cálculo y la rabia
Desde el mando fascista, en España y en Italia, el cálculo frío.
Se trata de atemorizar, matar y enviar un mensaje a cualquier mediador
internacional. Desde el suelo, la rabia. El semanario madrileño
‘Crónica’ publica las fotografías de Pau Lluís Torrents con los
niños muertos, expuestos en Hospital Clínic para que los familiares los
identifiquen sobre el título: ‘El horror de la ‘guerra
integral". "Els rebels són fills de l’odi", editorializa el diario de
ERC ‘La Humanitat’.
Desde los diarios de vuelo de las escuadrillas italianas que
lanzan los ataques, frialdad. Así resume resume el diario del Ala Número
8 de la aviación fascista italiana la mortífera acción: "Dos
formaciones de seis aparatos cada una, a intervalos de dos horas, con el
puerto de Barcelona y sus cercanías como objetivo, efectúan acción de
bombardeo. Comandantes de las formaciones: capitán De Prato y mayor
Lamanna. Total de horas de vuelo: 26.20’. Total del explosivo utilizado:
36 bombas de 250 kilos y 24 bombas de 20 kilos. Resultados obtenidos:
objetivos alcanzados. Reacción antiaérea: precisa e intensa
–intervención de la caza enemiga sin eficacia-". Y punto final.
Memoria de la destrucción
‘Memòria de la destrucció’, dice el comisionado de programas de la Memòria, Ricard Vinyes, será
"uno de los programas más importantes" que se plantea su área este año.
Sin embargo, no las actividades no arrancarán este enero sino en marzo,
coincidiendo con el 80º aniversario de esos tres días de marzo (16, 17 y
18) en que la aviación italiana ensayó la técnica del bombardeo de
saturación para romper la moral de la ciudad. El objetivo no es destacar
algún hecho trágico aislado sino "conmemorar los bombardeos de
Barcelona", en su conjunto.
El acto central será una instalación de luz y
sonido en la fachada del ayuntamiento, a cargo del creador Xavier Bové,
autor de otras intervenciones en la catedral de Girona o en Roma. "Un
elemento muy austero y al mismo tiempo potente", avanza Vinyes. A partir
de aquí seguirán otras, como la colocación de placas informativas en
las plazas de Manuel Ribé y de Sant Felip Neri –"la que hay ahora es muy
noble, pero no explica el bombardeo"- o dedicadas a personajes como
Ramon Parera, el creador del pionero sistema de refugios antiaéreos y de
la modélica Junta de Defensa Passiva. "Estamos hablando de memoria, no
de historia: y la memoria a veces se falsea, como sucedió con la
versión, que hasta hace cuatro días aún se repetía, de que las marcas en la fachada de la iglesia de Sant Felip Neri las produjeron los fusilamientos de sacerdotes", apunta Viñas.
El siguiente paso será una exposición en el Born, ‘Una infancia sota les bombes’ (donde
de nuevo habrá una evocación de la bomba de Sant Felip Neri, el mural
del artista chileno Fernando Prats que hace cinco años se exhibió en la
capella de Santa Àgata). Será una muestra muy didáctica, que se quiere
convertir en una visita obligada para las escuelas de la ciudad. Como
ejemplo de hasta qué punto la experiencia marcó a una generación, se
mostrarán los dibujos en que los niños, animados por sus maestras,
dibujaban los hechos. "Y cómo algunos de ellos, adultos, hicieron del
impacto de las bombas una expresión artística", avanza el comisionado.
Para que quede también un fruto palpable de la conmemoración, se está trabajando en el libro ‘Barcelona, topografía de la destrucció’, a
cargo de Laia Aranyó y Mireia Capdevila. Un encargo del Ayuntamiento de
Barcelona a la Fundació Pi i Sunyer para hacer un balance definitivo de
las destrucciones y víctimas que causaron los bombardeos sobre la
ciudad. "Creemos que estará a la altura del proyecto del Ayuntamiento de
Londres sobre el Blitz", apunta Vinyes.
La ciudad bombardeada
'Sota les bombes' cuenta la historia de los ataques aéreos sobre Catalunya durante la guerra civil, incluida la terrible cuota que le correspondió a BCN
MAURICIO BERNAL
Una de las ilustraciones del libro: el sargento Alférez persigue un Stuka en el cielo de Barcelona. /
JOSEP R. CASALS
La más intensa oleada de bombardeos que sufrió Barcelona
durante la guerra civil tuvo lugar entre el 21 y el 25 de enero de
1939. La comandancia del Ejército republicano había
decidido reforzar la castigada retaguardia enviando a Barcelona barcos
repletos de tropas que zarpaban de Valencia y Alicante, y aunque la
marina de Franco había recibido órdenes de cerrarles el paso, uno de
esos barcos consiguió burlar el cerco. El general golpista no se detuvo en sutilezas, y
su reacción consistió en enviar a la aviación a “planchar” el puerto,
misión que la aviación ejecutó con diligencia. “Desde el día 21 al 25 de
enero de 1939, de día y de noche, la Legión Cóndor lanzará más de 300 toneladas de bombas contra las instalaciones portuarias, aunque
muchas caerán también en el núcleo antiguo de la ciudad”, reza el
relato que de esas violentas jornadas han llevado a cabo los autores de
'Sota les bombes' (Angle Editorial), un libro profusamente ilustrado
sobre los ataques aéreos en Catalunya durante la guerra. Es obra de los
historiadores David Íñiguez y David Gesalí y del experto en arte digital Josep Ramon Casals.
El libro recupera historias "secuestradas" por los vencedores como el derribo de un Stuka durante un ataque a BCN
La portada del libro recrea un instante preciso de aquellas jornadas, un momento bélico congelado en el tiempo: un Polikarpov I-15, un Chato de la aviación republicana lanzándose
en picado sobre un Junkers Ju 87, un Stuka de la aviación rebelde; al
fondo, entre el humo de las explosiones se ven pedazos de ciudad, la Barceloneta, el puerto, el parque de la Ciutadella. Más
atrás, el Mediterráneo. “Oleadas de He-111, cazas Messerschmitt Bf 109 y
hasta los bombarderos en picado Stuka se enseñorearán del cielo de
Barcelona –relata el libro–. Desde los aeródromos del Vallès, los escasos cazas republicanos se enfrentarán a ellos en una épica y dantesca batalla a muerte. En
la mañana del primero de esos días, el sargento Francisco Alférez
despega del aeródromo de Montmeló con su escuadrilla, la 4º de Chatos, y
justo al llegar a Barcelona ve cómo un Stuka se lanza en picado hacia
los muelles”. Empieza una persecución que los lleva en dirección sur
hasta que la lucha se decanta en favor del sargento Alférez: el piloto
enemigo aterriza como puede en la playa de Comaruga. “Será el único Stuka abatido en combate aéreo en toda la guerra de España”, subraya el libro.
UNOS CAZAS FORMIDABLES
El sargento Alférez tenía 18 años entonces y sobrevivió a
la guerra, y los autores del libro, investigadores con un extenso
recorrido, pudieron hablar en su día con él y escuchar la historia de
aquella jornada contada en primera persona. “Nos dijo hasta la hora, que había sido a las 10 de la mañana”, dice Íñiguez. Dado que los Stuka eran tenidos por unos cazas formidables y
dado que ningún piloto republicano había conseguido derribar uno hasta
entonces, y dado que en los archivos el avión no constó como derribado
porque no había sido destruido, a Alférez al principio nadie le creyó. “Es
el tipo de historias militares que ha quedado secuestrado por los que
ganaron la guerra, como ocurre siempre en las guerras, y ese es uno de
los propósitos de este libro, rescatar estas historias y acabar con
algunos mitos”, explican los investigadores.
"Hay un ideario colectivo muy afianzado sobre los bombardeos en BCN que muchas veces no se corresponde con la realidad"
Por ejemplo: que fue el crucero franquista 'Canarias' el
responsable del primer bombardeo con víctimas mortales en la ciudad.
“Aún hay gente en esta ciudad que te dice que fue el 'Canarias' y que su
objetivo era destruir la fábrica Elizalde, cuando la verdad es que el
bombardeo lo llevó a cabo el crucero italiano 'Eugenio de Savoia' con
el objetivo de golpear de forma indiscriminada la ciudad”. Era
el 13 de febrero de 1937 y el buque italiano disparó 72 cañonazos sobre
Barcelona que causaron 18 muertos y daños en más de 60 edificios del
Eixample y Gràcia. El libro, que tiene el rigor por uno de sus nortes,
reproduce el documento de la marina de guerra italiana que consigna que el objetivo era simplemente bombardear el centro de la ciudad. “Hay
un ideario colectivo muy afianzado con respecto a los bombardeos sobre
la ciudad, lo que la gente pensaba que había pasado en tal o cual
bombardeo y que se ha transmitido entre generaciones, y que muchas veces
no se corresponde con lo que ocurrió en la realidad”.
La guerra desde el aire. La guerra de las bombas. Los ataques nocturnos, los muertos de Sant Felip Neri. Los
combates aéreos que los barceloneses de la época tuvieron ocasión de
ver en directo, sobre sus cabezas, cuando el conflicto se encaminaba
hacia el final. “¿Cuántos bombardeos padeció Catalunya durante la guerra? –preguntan
los autores, hacia el final del libro–. La respuesta solo puede ser
aproximada, como las víctimas de los bombardeos”. A Barcelona le
correspondió una terrible cuota.
fuente del el periodico de catalunya.
Los Bombardeos sobre la ciudad de Barcelona en la guerra civil 1936-1939
Los bombardeos aéreos de la ciudad de Barcelona en marzo de 1938, que tuvieron lugar los días 16, 17 y 18 y fueron efectuados por parte de la Aviación Legionaria italiana desde sus tres bases en Mallorca (Islas Baleares), fueron posiblemente los más terribles, causando entre 880 y 1300 muertos1 y entre 1500 y 2000 heridos entre la población civil. Las cifras oficiales de la Generalidad de Cataluña
hechas públicas el día 26 de marzo señalaron 875 muertos (de ellos, 118
niños), pero en los días siguientes fueron registradas 49 personas más,
lo que da un total de 924 víctimas mortales. Además estas cifras oficiales recogen más de 1500 heridos, 48 edificios destruidos y 78 gravemente dañados. Es considerado uno de los primeros bombardeos de saturación de la historia y el segundo que más muertos causó en la guerra española en una sola de las incursiones tras el de Guernica.
Durante marzo de 1938, Juan Negrín, presidente del ejecutivo del gobierno republicano español había viajado a París para tratar de que Francia vendiera armas a la república. El 10 de marzo el gobierno francés había dimitido y el 12 de marzo Adolf Hitler había invadido Austria bajo la amenaza de convertir el país en "otra España". Franco había aprovechado la victoria en Teruel, la disposición de sus tropas y la enorme superioridad en fuerzas, para iniciar el 9 de marzo la ofensiva de Aragón planificada por el general Juan Vigón.
Varios cuerpos de ejército y la Legión Cóndor, con cien mil hombres,
doscientos carros de combate y más de mil aviones se dispusieron a
avanzar con escasa resistencia republicana. Británicos y franceses, defensores del Comité de No Intervención, se mostraron alertados por el avance franquista que se dirigía al Mediterráneo y la evidente connivencia entre la España de Franco, la Italia fascista y la Alemania nazi. En esta situación el jefe de gobierno francés, Léon Blum, propuso el 16 de marzo
al Comité Permanente de Defensa Nacional dar un ultimátum a Franco y
que renunciase a las fuerzas alemanas e italianas, mientras la prensa
francesa señalaba que varias divisiones estaban preparadas para
intervenir en favor de la república. Así, Blum accedió a la venta de
armas pedida por Negrín, si bien no apoyó la intervención de unidades
francesas en la defensa de Cataluña como también se le solicitó.
Dentro de la estrategia de Franco para evitar la intervención
extranjera en apoyo a la República o las limitaciones a la ayuda que
recibía de Italia y Francia, apuntó al embajador alemán en Madrid
la posibilidad de prescindir de las unidades de tierra italianas para
contentar a Francia y Reino Unido, pero sin desprenderse de la aviación
italiana ni de la Legión Cóndor que seguían siéndole muy útiles.
La orden de ataque
El bombardeo fue ordenado personalmente por Benito Mussolini.
Aunque se ha esgrimido que esto se hizo sin conocimiento de Franco, en
1967, comentando con Francisco Franco Salgado-Araujo los hechos,
señalaría: "todos los bombardeos se hacían siempre por decisión especial
del mando español".Italia tenía autonomía en el uso de sus tres bases aéreas en Mallorca (Comando Aviazione Legionaria delle Baleari)
y había efectuado bombardeos a lo largo de la costa mediterránea
española en varias ocasiones sin contar con una autorización expresa de
los militares sublevados españoles. El telegrama ordenando el ataque lo recibió el general Vincenzo Velardi, jefe de la Aviación Legionaria
en Baleares, en la noche del 16 de marzo, y estaba firmado por el
general Valle, subsecretario de la aviación militar italiana en Roma:
Iniziare da stanotte azione violenta su Barcelona con martellamento diluito nel tempo (Iniciar desde esta noche acción violenta sobre Barcelona con un martilleo espaciado en el tiempo)
Antes de conocerse este telegrama la única prueba que se tenía de que
Mussolini era quien había ordenado el bombardeo era una cita en el
diario personal del conde Galeazzo Ciano, ministro de asuntos exteriores de la Italia fascista y yerno del Duce:
La verdad sobre los bombardeos de Barcelona es que Mussolini se los
ha ordenado a Valle en la cámara, pocos minutos antes de pronunciar el
discurso sobre Austria. Franco no sabía nada y ha pedido suspenderlos,
pues crean complicaciones con el extranjero. Mussolini piensa que abaten
muy eficazmente la moral de los rojos, mientras las tropas avanzan en Aragón.
Se ha debatido mucho sobre por qué Mussolini dio la orden de
bombardear Barcelona (o mejor "machacar" Barcelona pero poco a poco: martellamento diluito nel tempo). Algunos historiadores han señalado que los motivos del Duce
estarían relacionados con la anexión de Austria por Hitler, del que
sentiría una especie de celos por su éxito sobre un país que Mussolini
siempre había considerado bajo su esfera de influencia. También podría
haber sido una señal de advertencia a Francia preocupada por la ofensiva de Aragón
que si tenía éxito situaría en sus frontera sur de los Pirineos a
alemanes e italianos, y que por tanto podría estar planeando la venta
masiva de armas al gobierno de la República. Un tercer motivo, aducido
por otros historiadores, habría sido que Mussolini quería acelerar el
final de la guerra de España y aparecer ante Europa como un triunfador. Un cuarto y último motivo, apuntado por el historiador Hilari Raguer,
sería que Mussolini quería contrarrestar las conmemoraciones que, en
París y en otras ciudades, los antifascistas iban a celebrar por el
primer aniversario de "la primera derrota del fascismo", la batalla de Guadalajara. Como se dijo en un editorial del diario Il Popolo d'Italia, que probablemente fue escrito por el propio Mussolini ya que aparece incluido en sus obras completas: i morti di Guadalajara saranno vindicati ("los muertos de Guadalajara serán vengados").
La estrategia italiana
Como
ha destacado Hilari Raguer, la estrategia que utilizaron los aviones
italianos fue completamente nueva pues en vez de concentrar todas las
bombas en un lugar y en un momento determinados, los bombardeos de
Barcelona, que se cebaron en los barrios residenciales y en el denso
casco viejo, "se organizaron en cadena ininterrumpida, de modo que los
sistemas de alarma y de aviso de la población quedaron trastocados, y
cuando sonaban las sirenas ya no se sabía si anunciaba el fin de una
incursión o el comienzo de otra". Según un experto de la época, citado
por Raguer, el primer ataque comenzó a las 10 y 8 minutos de la noche
del 16 y hasta las 3,19 de la tarde del 18 de marzo las sirenas no
dejaron de sonar, pues durante todo ese tiempo hubo treinta incursiones
aéreas.
El historiador italiano Ferdinando Pedriali, citado por Solé i Sabaté y
Villarroya, confirma esta visión: "la técnica empleada en Barcelona era
algo nuevo, nunca probado sobre la población civil. El efecto fue
terrorífico: la tarde del 17 comenzó un éxodo de millares de personas al
campo". Lo que confirma que el objetivo de Mussolini era como se decía
en el telegrama martellamento diluito nel tempo ("machacar [Barcelona] poco a poco"). El general Francesco Pricolo,
que comandaba uno de los escuadrones, señaló sobre los bombardeos
aéreos de la aviación italiana en la guerra, y en Barcelona en
particular:
Hay que crear [con los bombardeos aéreos] una sensación de terror
inmediato entre la población enemiga, destruyendo continuamente la
ciudad, los centros urbanos, todas las fuentes de vida y someterlos a
una pesadilla de la que no puedan despertar y que les obligará a
rendirse. [...] Los periodistas extranjeros han reconocido que, si el
bombardeo constante de Barcelona hubiera continuado a ese ritmo durante
dos semanas más, ningún gobierno habría podido evitar la rendición total
de la ciudad.
Mussolini, por su parte, reconoció la estrategia que estaban siguiendo sus aviones cuando afirmó que los italianos "están horrorizando al mundo con su agresividad, para variar, en lugar de encantarlo con su guitarra". El diario La Vanguardia de Barcelona publicado el 18 de marzo calificaba la estrategia seguida en el bombardeo de Barcelona como "la fórmula guerrera más canallesca y miserable que haya cabido en cabeza humana".
El bombardeo: objetivos civiles
Barcelona
había sufrido durante la guerra y con anterioridad a marzo de 1938
varios bombardeos aéreos, y hasta el final de la guerra sufriría varios
más, hasta un total de 51, pero ninguno de esta intensidad e
intencionalidad, sólo comparable aunque en menor escala a los bombardeos aéreos de Barcelona en enero de 1938,
en los que las bombas también cayeron sobre la parte más habitada de la
ciudad. En las comunicaciones de las autoridades italianas sobre los
bombardeos de marzo se citaban referencias directas al "centro
geográfico".
Las primeras bombas sobre la ciudad cayeron sobre las diez de la
noche del 16 de marzo y la acción finalizó sobre las tres de la tarde
del día 18. En total se hicieron en algo menos de dos días 17
incursiones, la mayoría de ellas en intervalos de tres horas. La mayoría
de las bombas (44 toneladas) cayeron en el centro de la ciudad, siendo
zonas muy afectadas las Ramblas, la Diagonal y la Plaza de Cataluña. El
día más sangriento fue el 17 de marzo,
cuando la mayoría de las acciones se sucedieron por la noche. Se
lanzaron bombas experimentales de entre 50 y 100 kilos con poca
capacidad de penetración pero una gran fuerza expansiva. Además de
edificios, las características de las bombas más pequeñas provocaron
muchos muertos y heridos entre quienes se encontraban en las vías
públicas, los restaurantes, las plazas o los tranvías. Según Langon Davies,
un periodista inglés testigo de los ataques, éstos fueron trece (uno el
miércoles 16 de marzo, seis el jueves 17 y otros seis el viernes 18)
por lo que en realidad Barcelona fue bombardeada un total de 16 minutos
y, en cambio, estuvo en situación de alarma durante más de 40 horas. Por
su parte, el embajador norteamericano C.A. Bowers, citando a su agregado militar, afirmó que hubo 10 ataques.
Los aviones que llevaron a cabo el ataque fueron los S-81 del 25 Grupo y los Savoia S-79 del 8º Stormo, ambas unidades integradas en la Aviación Legionaria italiana con base en Mallorca, tal como lo refleja el diario histórico de la agrupación: el día 16, fueron diez S-81; el 17, dieciséis Savoia S-79 y nueve S-81; y el 18, doce Savoia S-79. Por tanto carecen de fundamento las afirmaciones de que en los bombardeos también participaron hidroaviones alemanes Heinkel He 51C-1 o bombarderos Ju-52.El propio embajador alemán ante Franco Eberhard Von Stohrer afirmó en un informe enviado a Berlín que los "ataques aéreos efectuados hace unos días sobre Barcelona" fueron obra de "bombarderos italianos". Las bombas cayeron en la parte central y más poblada de la ciudad,
sin que se buscara ningún objetivo concreto y de forma totalmente
indiscriminada. El embajador alemán ante el gobierno de Franco Eberhard Von Stohrer escribió lo siguiente en un informe enviado a Berlín desde Salamanca el 23 de marzo de 1938:
He sabido que los ataques aéreos sobre Barcelona efectuados hace unos
días por bombarderos italianos han sido literalmente terribles. Casi
todos los barrios de la ciudad han sufrido. No hay ningún indicio de que
se hayan querido tocar objetivos militares. Centenares de casas y
calles han sido destruidos por las bombas, que evidentemente tenían un
poder de destrucción muy particular. Se han contado hasta ahora 1.000
muertos, pero se presume que numerosos cadáveres están aún entre los
escombros. El número de heridos sobrepasa los tres mil
El momento más terrible se vivió a las dos de la tarde del jueves 17 de marzo cuando una bomba alcanzó en el cruce de la calle Balmes con la Gran Vía de las Cortes Catalanas
un camión militar que transportaba dinamita y que iba ocupado por 23
soldados republicanos. La explosión fue tremenda. Murieron todos los
soldados y los transeúntes que caminaban por los alrededores. El suceso
fue portada en los diarios franceses, británicos y norteamericanos, que
llegaron a hablar de que los italianos habían lanzado sobre Barcelona
una "superbomba" por los tremendos destrozos y el número de víctimas que
se produjeron.
De las 924 víctimas que fueron inscritas en el depósito del Hospital
Clínico (y que constituyen la cifra oficial de fallecidos durante el
bombardeo) se puede citar a Julia Gay, madre de los hermanos Goytisolo, cuyo recuerdo aparece en un poema de José Agustín Goytisolo y en la obra Coto vedado de Juan Goytisolo. La reacción de pánico de los barceloneses por los bombardeos fue descrita así por el comandante Andrés García Calle:
Empezó el éxodo al campo. Miles y miles de personas salían a las
afueras con los colchones encima de los automóviles, camiones, carros o
sobre los hombros. Casi todas las tiendas habían cerrado. El espectáculo
era verdaderamente deprimente... La situación llegó a la máxima
gravedad. La gente, aterrorizada y ya sin control, huía en masa de la
ciudad. Cerraron hasta algunos centros oficiales. Recuerdo bien que,
personalmente, comprobé que los almacenes de intendencia de la aviación
también habían cerrado. Me lo habían asegurado, pero por tratarse de un
establecimiento militar no lo creía y fui a cerciorarme de ello
Sin embargo, cuando los bombardeos pasaron la ciudad volvió a una
relativa normalidad e incluso, como señaló el embajador norteamericano
Bowers, "después de los bestiales bombardeos de Barcelona, miles de
personas hasta entonces aletargadas se volvieron activas". El semanario
humorístico barcelonés L'Esquella de la Torratxa comentó:
A pesar de los bárbaros bombardeos sobre Barcelona, L'Esquella no ha perdido su risa, que es un modo como cualquier otro de enseñar los dientes
Según Hugh Thomas,
"la República disponía de cazas para repeler la agresión, pero las
rivalidades y envidias internas le impidieron aprovechar sus recursos al
máximo. El desánimo se fue extendiendo, hasta que se retiraron del
frente algunas unidades de cazas para organizar la fuerza de defensa
costera a las órdenes del comandante Andrés García Calle".
Franco, enfadado (según Von Stohrer), ordenó que parasen los bombardeos al día siguiente de finalizar, el 19 de marzo, una vez que se habían producido las primeras reacciones de rechazo internacional, para evitar "complicaciones exteriores".
"Las órdenes de Franco en este sentido, aparte de demostrar la
autonomía con que actuaba la aviación italiana, eran meramente tácticas.
Posteriores bombardeos sobre la población civil, como los de Granollers y Alicante, son buena prueba de ello".
Reacciones internacionales
Las
reacciones de rechazo por los bombardeos fueron prácticamente unánimes
en todo el mundo, a excepción de Alemania e Italia. El embajador
estadounidense Claude Bowers,
que fue testigo de los sucesos a través de los miembros de su embajada
en Barcelona, calificó los bombardeos de "terribles" y afirmó que "nada
en semejante aterradora escala, se había conocido antes. Las bombas no
perseguían un objetivo militar. Eran arrojadas deliberadamente en el
centro de la ciudad, la parte más concurrida y habitada...". El Senado norteamericano aprobó una protesta en la que se condenaban
los bombardeos aéreos sobre la población civil y el secretario de Estado
de Estados Unidos Cordel Hull hizo pública una declaración en la que se decía:
En esta ocasión, cuando la pérdida de vidas humanas entre la
población civil no combatiente es quizá mayor de lo que jamás lo haya
sido en la historia, creo que estoy hablando en nombre de toda la
población norteamericana cuando expreso un sentimiento de horror por
todo lo que ha sucedido en Barcelona y cuando expreso la profunda
esperanza de que en el futuro los centros de población civil no serán ya
objeto de bombardeos militares desde el aire
Un gran efecto entre la opinión pública mundial tuvo la nota aparecida en primera página del diario oficioso del Vaticano L'Osservatore Romano del día 24 de marzo que se entendió como una reprimenda pública del papa Pío XI al "Generalísimo Franco". La nota decía lo siguiente:
Ante el continuo repetirse de bombardeos aéreos de ciudades de
España, muchos, particularmente la prensa, se pregunta cuál es la
actitud de la Santa Sede sobre hechos tan graves y que tanto conmueven a
la opinión pública. (...) A tantas víctimas se han añadido ahora otras,
causadas por los recientes bombardeos aéreos de Barcelona: víctimas
inocentes, que la Santa Sede más que nunca deplora, mientras, fiel a su
misión, continúa haciendo llegar palabras de moderación y consejos de
blandura para atenuar lo más posible los horrores de la guerra. Y es por
eso que el augusto Pontífice, siempre por su iniciativa e
independientemente de la acción de otras potencias, el 21 del corriente
ha encargado al antes citado monseñor Antoniutti [delegado papal ante el
gobierno "nacionalista" de Burgos] que haga con tal fin un nuevo y
urgente paso cerca del Generalísimo Franco
El gobierno republicano de Juan Negrín y la Generalidad de Cataluña
tomaron diversas iniciativas para movilizar a la opinión mundial. El
primero difundió un manfiesto condenando los bombardeos de Barcelona
firmado por diversos intelectuales españoles encabezados por Jacinto Benavente dirigido a escritores y científicos de todo el mundo, al que se adhirieron personalidades como H. G. Wells, André Maurois, John Langdon-Davies, François Mauriac, Jules Romains o Nehru. Por su parte el comisario de propaganda de la Generalidad de Cataluña, Jaume Miravitlles protagonizó en París a finales de marzo de 1938 un mitin sobre el tema "Barcelona ciudad mártir". También se mostraron "horrorizados" Francia, a través del jefe de Gobierno Blum, y el Reino Unido, en boca del primer ministro Chamberlain, mientras se sucedieron manifestaciones en distintas ciudades francesas y británicas por los bombardeos y la Santa Sede, a través del nuncio ante Franco, Antoniutti, imploró a aquél que pusiera fin a los bombardeos. El conde Ciano,
ministro de Asuntos Exteriores de la Italia fascista, negó ante el
embajador británico en Roma, Lord Perth, que los bombardeos hubieran
sido decididos por su país, pero días antes había reconocido lo
contrario. No obstante, a efectos de la guerra en España, no hubo
cambios significativos en la política oficial de "no intervención". Del impacto internacional que iban a tener los bombardeos de
Barcelona de marzo de 1938 fue plenamente consciente el embajador de la Alemania nazi ante Franco, Eberhard von Stohrer. Éste en un informe confidencial enviado desde Salamanca a Berlín
con fecha de 23 de marzo, después de reconocer que los bombardeos
habían sido "literalmente terribles" y que no perseguían "objetivos
militares", afirmó:
Creo que los bombardeos de destrucción cuando no pretenden objetivos
netamente militares, no producen el efecto moral que se busca en una
guerra civil como la española, sino por el contrario, comportan graves
peligros para el porvenir. Estoy convencido de que después de la guerra,
tanto en España como en el extranjero, se nos criticará duramente tanto
a los italianos como a nosotros, tomando como tema el hecho, bien
entendido, de que no habrán sido los aviones españoles los que han
destruido sus propias ciudades mediante bombardeos, sino los aviones
aliados, italianos y alemanes
Una prueba del tremendo impacto internacional que tuvieron los
bombardeos sufridos por Barcelona fue el discurso que pronunció el
primer ministro británico Winston Churchill, el 18 de junio de 1940, en el inicio de la batalla de Inglaterra
cuando el terror a los bombardeos alemanes era también extremo, en el
que puso de ejemplo a los ciudadanos de Barcelona para afrontarlos con
coraje:
No quiero menospreciar la severidad del castigo que cae sobre
nosotros, pero confío en que nuestros conciudadanos demostrarán ser
capaces de resistir como lo hizo el valiente pueblo de Barcelona
Los
bombardeos sobre Barcelona cesaron el resto del mes de marzo, pero se
trasladaron a otras poblaciones catalanas y de la costa levantina, como
los realizados sobre Alicante el 25 de mayo y el que siguió 6 días después sobre Granollers, ambos de extrema dureza. En total, de enero a junio de 1938,
la aviación legionaria italiana realizó 782 ataques aéreos en la costa
mediterránea española controlada por los republicanos, lanzando 16.558
bombas. En
enero de 2013 la Audiencia de Barcelona admitió a trámite la querella
criminal presentada por dos víctimas de los bombardeos y por la
asociación de italianos residentes en Barcelona Altraitalia contra 21
aviadores de la Aviazione Legionaria, aunque no se sabe si alguno de ellos aún está vivo —Paolo Moci, que también participó en el bombardeo de Guernica,
y Alberto Lauchard, que llegaron a generales, está confirmado que ya
han fallecido—. Entre los denunciados está el mayor Quattrociocchi que
después sería el jefe de la aviación de la República de Saló, la Aeronautica Nazionale Repubblicana. En 2008, Jesús Garay dirigió un documental ficcionado con el título de Mirando al cielo, que se centra en los bombardeos del 17 de marzo, e incorpora material de la época, imágenes de los hechos y entrevistas con militares, historiadores y supervivientes.En 2013, Pere Riera dirigió una obra de teatro con el título de Barcelona
representando la tragedia que se vivía en la ciudad de Barcelona
durante los bombardeos, a través de la historia del reencuentro de dos
amigas separadas por la guerra. La obra se estrenó el 9 de mayo de 2013
en el Teatro Nacional de Cataluña y fue recibida con una gran ovación por parte del público. fuente:https://es.wikipedia.org/wiki/Bombardeos_a%C3%A9reos_de_Barcelona_en_marzo_de_1938