miércoles, 31 de enero de 2018

Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat

Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat, 1.900 años de historia

  • El Institut d'Arqueologia Clàssica reconstruye el viaje de los cuatro pilares desde Troya hasta el centro de Barcelona
Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat, 1.900 años de historia
Testigos de la historia. Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat evocan las raíces romanas de Catalunya (Propias)
La roca de granito que pica el cantero de Troya es una verdadera mole. Es lógico. De ella tiene que salir una columna de unos seis metros de altura y de unas veinte toneladas de peso. Su destino, al otro lado del Mediterráneo, es la Tarraco romana, donde dicha columna de granito, junto a otras, terminará por levantarse en el foro provincial coincidiendo, probablemente, con la estancia del emperador Adriano en la ciudad. Pero por todopoderoso que se creyera el emperador, ni él ni nadie podrían haber aventurado, en aquel siglo II d.C. que cuatro de esas mismas columnas llegadas de Troya seguirían presidiendo –unos 1.900 años más tarde– la fachada principal del palacio de una institución llamada Generalitat de Catalunya, en Barcelona.
Ésta es la historia de esas cuatro columnas que, esculpidas hace casi dos mil años, siguen cumpliendo su cometido en la plaza de Sant Jaume. Las investigaciones llevadas a cabo durante años por el Institut Català d'Arqueologia Clàssica (ICAC) han permitido reconstruir este largo viaje en el espacio y en el tiempo. "Este es un buen ejemplo de cómo, antiguamente, la reutilización de materiales arquitectónicos era la cosa más habitual del mundo y a nadie se le ocurría mandarse construir una columna si por allí cerca ya las había antiguas y en buen estado", razona Jordi López, investigador del ICAC.
Las columnas de granito de la región de Troya (la Tróade), en la actual Turquía, fueron, durante siglos, algunas de las manufacturas arquitectónicas más conocidas del Mediterráneo. "Se consideraba este granito un material perdurable y de mucha calidad, y no hay que perder de vista que los patricios romanos que aspiraban a un cierto estatus social siempre intentaban utilizar materiales que les sirvieran para poner de relieve su poder", reflexiona Isabel Rodà, directora del ICAC. Como sucede hoy en día, no todos los materiales tenían la misma consideración. No era lo mismo un cotizadísimo porfirio rojo egipcio que cualquier otro mármol. Según qué materiales –y el granito de la Tróade es uno de ellos– eran, pues, una verdadera exhibición de poderío social y económico.
De ahí que los 45 fustes de granito de la Tróade documentados hasta la fecha en Tarragona –todos ellos, además, de dimensiones similares– lleven a suponer a los investigadores que fueron importados para un mismo conjunto arquitectónico de una gran magnitud y relevancia institucional. No todos tenían la capacidad económica de costear el transporte, vía marítima, de una cantidad tan elevada de columnas de grandes dimensiones, que ya llegaban completamente terminadas (prefabricadas, que diríamos hoy).
La principal hipótesis de los investigadores del ICAC, a falta de pruebas concluyentes, es que todo este conjunto de columnas viajeras debió de llegar a Tarraco con motivo de la estancia del emperador Adriano en la ciudad, que tuvo lugar durante el invierno del 122-123 d.C.
El destino de los fustes habría sido el foro provincial y, más concretamente, el templo dedicado al emperador Augusto, restaurado en aquella época. Coronaban las columnas capiteles de mármol del Proconeso, en la actual Turquía.
Sea como fuere, Roma se vino abajo y con el paso del tiempo las columnas imperiales eran un material demasiado valioso como para ser desaprovechado. "Sabemos gracias a algunas noticias antiguas que algunas de ellas fueron utilizadas en la construcción de una iglesia, hoy desaparecida, en la zona de Sant Pere Sescelades, unos kilómetros al norte de Tarragona", cuenta Isabel Rodà.
Fue en el siglo XVI cuando las columnas troyanas de esta primigenia iglesia empezaron a ser reutilizadas y así fue como, en el año 1598, cuatro de ellas fueron trasladadas hasta Barcelona para presidir la fachada del palacio de la Generalitat.
"Es evidente que detrás del traslado a Barcelona se encuentra Pere Blai, que es el arquitecto a quien se encarga el diseño y las obras de la fachada del palacio que da a la plaza de Sant Jaume", asegura Jordi López. Hasta aquella fecha, pese a haber nacido en Barcelona, Pere Blai, considerado el mayor exponente de la arquitectura renacentista en Catalunya, había desarrollado la mayor parte de su carrera en las comarcas de Tarragona. Blai conocía bien la ciudad de Tarragona y la antigua iglesia de Sant Pere Sescelades, de donde, en 1582, ya había sacado dos de sus columnas romanas para colocarlas –y ahí siguen– en la puerta de acceso a la capilla del Santíssim de la catedral de Tarragona.
Así pues, unos años más tarde, lo único que hizo el insigne arquitecto renacentista fue repetir la operación, pero con cuatro de los fustes llegados desde Troya, en lugar de dos, y en esta ocasión, con Barcelona como destino. El traslado de los cuatro fustes gigantescos se hizo por mar tras recibir la correspondiente autorización del Consejo Municipal de Tarragona.
Según el relato del historiador local José Sánchez Real (en su libro Obra menor III): "El día 9 de diciembre de 1598 recibieron los cónsules de Tarragona una carta de los diputados en la que se les decía que necesitando cuatro columnas para la portalada y teniendo noticia de la existencia de algunas en Tarragona, pedían que se las cedieran". Según este mismo historiador, las autoridades municipales de Tarragona accedieron a la petición que les llegaba desde Barcelona, siempre y cuando no se tocara ninguna de las columnas que tuvieran alguna utilidad en las construcciones de la antigua iglesia de Sant Pere Sescelades que todavía se mantenían en pie.
"Pere Blai necesitaba columnas bien conservadas y nobles, que le fueran bien para una obra solemne como la que se le había encomendado, y las encontró en Tarragona, algo que además resultaba mucho más barato que construirlas de nuevo", reflexiona la directora del ICAC. Y ahí siguen, en una plaza de Sant Jaume que poco se parece, eso sí, a la de la época, que era mucho más pequeña.
En la Tarragona de hoy en día, columnas troyanas hermanas de las cuatro del palacio de la Generalitat pueden observarse en el Passeig Arqueològic y hasta en algún parterre, como elemento decorativo. Es el caso de los cuatro fragmentos de granito que decoran una gran rotonda frente al hotel Imperial Tarraco y con vistas al Mediterráneo y al anfiteatro. Testimonios todos ellos, ya sea de relleno en una rotonda o en palacios ilustres, de una historia que arrancó hace casi dos mil años en una cantera de la Tróade, cuando los romanos dominaban todo un imperio.
Las columnas romanas que jalonan la entrada de Palau
Las columnas romanas que jalonan la entrada de Palau (Propias)
EL PERIODICO

Joan Escofet i Palau

Joan Escofet i Palau

 

Joan Escofet i Palau va néixer a Cadaqués (Alt Empordà) el 1720 i va morir a la mateixa població el 1808. Fou un enginyer i militar català.
El seu llinatge, dedicat al comerç, s'establí a la vila al segle XVI. Als 19 anys ingressà a l'exèrcit. El 1742 participà en l'expedició a Itàlia, on lluità durant set anys i fou ferit en diverses ocasions. Accedí a l'Acadèmia Militar de Barcelona (1749), en la qual obtingué el títol d'enginyer i exercí com a docent. El 1755 fou nomenat enginyer ordinari amb grau de capità. Entre 1760 i 1762, dirigí les obres del nou camí entre Barcelona i Lleida. El 1766 passà a projectar el castell d'Ayamonte (Huelva) i les séquies reials de Motril (Granada) i València. El 1769 s'establí a Lorca (Múrcia) on treballà també en la conducció d'aigües. Durant els anys setanta viatjà repetidament a Amèrica (Veneçuela i Argentina). Fou nomenat brigadier i governador militar de Roses (1780), tinent del rei a Barcelona (1789) i va ser ascendit a mariscal de camp i destinat a Figueres (1791), a fi de contenir la contaminació revolucionària, tot dirigint el cordó sanitari de frontera. A l'esclat de la Guerra Gran, fou enginyer general de l'exèrcit de Catalunya i Rosselló. Conquerí als francesos Sant Llorenç de Cerdans, Arles, el Fort dels Banys i Ceret (abril del 1793). El 1795, com a comandant general de l'Empordà, combaté a Roses i Cadaqués fins a la pau de Basilea. L'any següent fou nomenat governador militar i polític de Barcelona, càrrec que exercí fins a jubilar-s'hi el 1798.

El fondo Joan Escofet i Palau, tesoro del siglo XVIII catalán


El fondo tiene un carácter excepcional, tanto por ser muy raros los fondos de personalidades relevantes de los siglos XVIII y XIX que se conservan en archivos públicos, como por su riqueza de contenidos y su volumen espectacular


“Plano y perfil del quartel de caballería de Figuerola”. (Girona) CAT/ ANC 1-1021 UC 116
"Constitution de la République Française, proposée au peuple français par la Convention Nationale", Paris : Fructidor, an III. CAT/ ANC 1-1021 UC 142


Bando del ejército francés de ocupación. CAT/ ANC 1-1021 UC 142
A finales de 2012 ingresó a título de comodato, de la familia Bach, el fondo personal del general de Cadaqués, Joan Escofet i Palau. Su archivo estuvo en manos de la familia Duran primero y finalmente en la de los depositantes, ambas estirpes cadaquesenses. El fondo resulta excepcional, tanto por el hecho que són muy insólitos los fondos personales de individuos relevantes de los siglos XVIII y XIX que se conserven en archivos públicos, como por su riqueza de contenidos y por su espectacular volumen. Podemos hablar de un auténtico tesoro, si tenemos en cuenta que documenta con extraordinario detalle los aspectos más destacados de la trayectoria vital de uno de los militares catalanes más relevantes de la segunda mitad del setecientos. Durante los primeros meses de este año, el fondo documental ha sido objeto de un primer tratamiento archivístico que ha incluido el acondicionamiento, la clasificación y la descripción sumaria del contenido. El volumen resultante ha sido de 9,3 m (93 cajas de archivo estándar) y el trabajo de descripción ha dado pie a generar 270 registros informáticos, consultables desde esta página Web. De esta manera, el ANC consciente de su alto valor para el conocimiento de la Cataluña del siglo XVIII, ha puesto el fondo a disposición de los investigadores tan rápidamente como ha sido materialmente posible.

Una biografía muy relevante

Joan Escofet y Palau nació en Cadaqués (Girona) en 1720 y murió en la misma población en 1808. Su linaje, dedicado al comercio, se estableció en la villa ya en el siglo XVI. A los 19 años ingresó en el ejército. En 1742 participó en la expedición a Italia, donde luchó durante siete años y fue herido en varias ocasiones. Accedió a la Academia Militar de Barcelona (1749), en la que obtuvo el título de ingeniero y dónde ejerció como docente. En 1755 fue nombrado ingeniero ordinario con el grado de capitán. Entre 1760 y 1762, dirigió las obras del nuevo camino entre Barcelona y Lleida. En 1766 pasó a proyectar el castillo de Ayamonte (Huelva) y las acequias reales de Motril (Granada) y Valencia. En 1769 se establece en Lorca (Murcia) donde trabaja también en la conducción de aguas. Durante los años setenta viaja repetidamente a América (Venezuela y Argentina). Es nombrado brigadier y gobernador militar de Rosas (1780), teniente del rey en Barcelona (1789) y ascendido a mariscal de campo y destinado a Figueras (1791), a fin de contener la "contaminación revolucionaria", dirigiendo el cordón sanitario de la frontera. Al estallar la Guerra de la Convención, fue nombrado ingeniero general del ejército de Cataluña y del Rossellón. Conquistó a los franceses San Lorenzo de Cerdans, Arlés y Ceret (abril de 1793). En 1795, como comandante general del Ampurdán, consiguió resistir en Rosas y Cadaqués hasta la paz de Basilea. Al año siguiente fue nombrado gobernador militar y político de Barcelona, cargo que ejerció hasta su jubilación en 1798.

El contenido del fondo documental

El fondo documental que la familia Bach ha depositado en el ANC incluye una extensa documentación de carácter patrimonial y familiar, de notable interés local: títulos de propiedad, cuentas de arrendamientos y de casa de los inmuebles de Cadaqués y de Vilamacolum, documentación de las familias Escofet, Moreno, Sastre y Duran, documentación de su hermana Ana, de su hija Mariana y de su esposa Manuela Moreno Montfar; de la actividad comercial, en el cambio del siglo XVIII, la de los comerciantes de Figueres Antoni Escofet Comas y José Escofet Sastre, y la de sus descendientes, en particular la de Tomás y Miquel Duran Escofet y la de Manuel Duran Bach. En cuanto a la actividad profesional del productor, reúne documentación de la carrera militar (relaciones de méritos y retribuciones, diarios y ajustes, discursos, proyectos, memoriales y correspondencia), de obra pública (diarios de ejecución, relaciones de cuentas y correspondencia de actividad en la construcción del camino Barcelona-Lleida o con colegas como Francisco Sabatini, Luis Chimioni o Pedro Lucuce), de la Academia de Matemáticas (organización, dossieres de gastos, correspondencia con otros profesores y problemas de fortificación de los alumnos), también documentos como gobernador de la plaza de Rosas, comandante del Cordón Sanitario (informes y correspondencia con los municipios afectados y los puestos de control, certificados y pasaportes), de organización del somatén, con respecto a la participación en las acciones militares de la Guerra de la Convención y como gobernador militar y político de Barcelona. Una tercera parte del fondo contiene una correspondencia muy extensa (1739-1808), relativa a su vida personal y pública. Finalmente, cabe señalar la colección de manuscritos, impresos y monografías que abarcan diversas temáticas: política y gobierno, ingeniería, literatura y ciencias, hasta un gran número de géneros.

El siglo XVIII en los fondos del Archivo Nacional de Cataluña

El fondo Joan Escofet y Palau complementa otros del ANC que facilitan una rica aproximación a los hechos políticos, culturales, económicos y sociales más relevantes de la segunda mitad del Setecientos. Nuestro centro acopia ya, dentro de este marco cronológico, una extensa documentación especialmente de procedencia privada, muy relevante. Además hay que sumarle, todavía, fondos institucionales destacados (Real Audiencia de Cataluña), asociativos (Mont de Pietat de Nostra Senyora de l’Esperança de Barcelona,  Col·legi de Pesadors i Mesuradors Públics de Barcelona o Corredors Reials de Canvis de Barcelona); empresariales (Real Fábrica de Indianas de Miquel Joseph Formentí y Compañía), y sobre todo fondos familiares y patrimoniales, representantes de familias de la burguesía comercial (Nadal o Castañer) o nobiliarias (linajes Oriola-Cortada, comtes de la Vall de Merlès; Moixó, marquesos de Sant Mori; Mercader, comtes de Bell-lloc; Despujol, marquesos de Palmerola; Cruïlles de Peratallada, marquesos del Castell de Torrent; Cartellà de Sabastida, barons de l’Albi; Blanes-Centelles o l’Arxiu del Palau-Requesens). Mención aparte merece el fondo de la Família Barraquer, con el testimonio de varias generaciones de la familia Casanova. Existe también abundante documentación del período en nuestras colecciones (Colección de Bandos, la Colección Bibliográfica o la Colección de manuscritos y documentos sueltos del Archivo Nacional de Cataluña). En definitiva, apoyado en este potente conjunto documental, el fondo de Juan Escofet y Palau contribuye a convertir el ANC en un punto de referencia en el estudio del siglo XVIII catalán.

martes, 30 de enero de 2018

Memòries d’un penya-segat

Memòries d’un penya-segat

Aparcat el projecte del barri Blau@Ictinea, el Morrot segueix sent el gran oblidat de Barcelona





El tranvía 48, a su paso por la carretera del Morrot, en una imagen de 1919.
El tranvía 48, a su paso por la carretera del Morrot, en una imagen de 1919.
La muntanya de Montjuïc de Barcelona sempre ha estat un propòsit no realitzat. Com si es complís amb aquesta un antic malastruc, el lloc que va veure néixer la primitiva Barcelona, que havia de ser pulmó urbà, zona residencial o futur barri tecnològic, segueix arrossegant una llarga tradició de projectes estroncats. La presència del castell, dominant amb la seva silueta amenaçadora tota la plana, va resultar odiosa moltes dècades; despertava una por massa ben justificada. Quan Montjuïc va ser enjardinat el 1929, molts cregueren que es convertiria en un Central Park o Bois de Boulogne a la catalana. Però darrere d’aquesta façana turística i olímpica, encara s’amaga un territori deshabitat, amb una història plena de llegendes.
ON LA CIUTAT PERD EL SEU NOM
El Morrot és el nom que rep el vessant sud de Montjuïc, on la muntanya es precipita abruptament sobre el mar. Els forats de les seves roques acullen una reserva natural de xoriguers (falco tinnunculus), aus rapinyaires que comparteixen amb l’Ajuntament de Barcelona el control d’espècies com els coloms o les gavines. Aquesta paret rocallosa està coronada pel castell, entre el far i el cementiri del sud-oest. I sembla que va ser l’origen geològic del que avui és Barcelona. Ho explica el doctor en arquitectura Estanislau Roca: “En el període Miocè, el Morrot era un illot en el mar que aturava la sorra que portaven les onades, acumulant prou material com per formar una petita península i dibuixar així el litoral barceloní. Segles més tard, els ibers hi van construir la primitiva Barkeno. No va ser fins després de 1714, quan la muntanya va agafar mala imatge. El record dels bombardeigs dels generals Espartero (1842) i Prim (1843) i les històries de tortures i execucions al castell la van convertir en un símbol de l’opressió. Paradoxalment, sense els militars la muntanya hauria estat engolida per les cases”.
L’altre element que la va fer un lloc apartat van ser les pedreres, la més antiga de les quals era la de l’Esperó del Morrot, d’on va sortir la pedra per construir les muralles i els edificis de Barcelona. Se’n treia pedra molinera per les moles dels molins, i els carreus amb què es va aixecar la catedral, Santa Maria del Mar, l’hospital de la Santa Creu, la casa de l’Ardiaca i els palaus gòtics de la ciutat.
Fins a l’arribada de la totxana, totes les cases es van construir amb aquest material (el darrer edifici fet amb pedra de Montjuïc va ser el Banc d’Espanya de la plaça de Catalunya). Durant el segle XX hi van haver 25 pedreres en funcionament, tancades el 1955 pel risc de les voladures amb dinamita.
COVES I LLADRES


Malfactors i misèria


X. T.
Tot i ser un lloc tan literari, pocs han estat els escriptors catalans que han parlat del Morrot. Sabem de les bandes de segrestadors que habitaven les seves coves el segle XIX per la novel·la Barcelona y sus misterios, d’Antoni Altadill. Un altre autor que va parlar d’aquests vorals va ser Juli Vallmitjana, en llibres com La Xava (Edicions de 1984) i Sota Montjuïc (Arola). En un altre registre es trobava Paco Candel, que reflectí les misèries del barraquisme i l’emigració a Els altres catalans (Edicions 62). El veïnat d’aquest racó també surt episòdicament a Ha estallado la paz (Planeta) de Josep Maria Gironella, Una hereva de Barcelona (Ed. 62) de Sergio Vila-Sanjuán, La ciudad de los prodigios (Seix Barral) d’Eduardo Mendoza, o La petita mort (Plaza & Janés) de Roser Caminals. Pel que fa a la crònica d’aquests espadats destaquen Las calles del pecado (Petronio) de Joan Llarch, Can Tunis, l’ocàs d’un barri (Generalitat de Catalunya), de Julio Baños, o Montjuïc, la muntanya de la ciutat (Institut d’Estudis Catalans), d’Estanislau Roca, amb què va obtenir el premi Domènech i Montaner.
El Morrot sempre ha estat un lloc de coves, ja habitades en el Paleolític. Les restes arqueològiques més antigues de Barcelona s’han trobat aquí: un taller del 8.000 a.C., on s’explotava el jaspi groc o vermell de la muntanya per fer ganivets, puntes de fletxa o llança i eines. Quan els romans van traslladar la ciutat de Barkeno al turó del Taber, sota els penya-segats es va fer el primer port on s’obtenien les preuades ostres de Barcelona. Amb la caiguda de l’Imperi, les coves de Montjuïc van ser ocupades per anacoretes i eremites. I la muntanya màgica va ser colonitzada per capelles com les de Sant Julià, Sant Fructuós, Sant Bertran o Santa Madrona (la llegenda diu que va néixer en una cova del Morrot). Aquesta part de la muntanya també acollí els dos cementiris jueus de la ciutat medieval. En segles posteriors, les coves van ser habitades per bandolers i lladres. Corria la veu que hi havia enterrats tresors, com el que van trobar en un forat els constructors de la casa dels Cargols del Paral·lel. El 1641, en la revolta dels Segadors, el virrei de Catalunya es va amagar en una d’elles, on va ser detingut i executat pel poble. Al 1714, les tropes borbòniques detindrien al general Moragues en la cova dels Argenters.
El 1896 el que van trobar va ser un nen assassinat, que commocionà la ciutat. Durant la Primera Guerra Mundial, molts desertors europeus les van habitar; i en temps del pistolerisme s’hi van localitzar amagatalls d’armes i explosius. Tot aquest món subterrani va ser parcialment tapiat durant les obres de l’Exposició de 1929, malgrat que cinc anys després la policia encara va fer una gran batuda per detenir els delinqüents que hi vivien. En la postguerra s’hi refugiarien alguns republicans que no van poder fugir de les autoritats franquistes. El 1963 un home va caure accidentalment en una cova (fet que es repetiria al 1966 i al 1967). I el 1978 es va produir una baralla a cops de puny entre indigents per la propietat d’un avenç. De manera inesperada, al 2006 es van detectar nous habitants en alguna de les coves de la muntanya.
Jaume Susany és membre del Centre d’Estudis de Montjuïc. La seva afició l’ha portat a buscar els túnels del castell: “La de Montjuïc és l’única fortalesa del seu tipus sense camins subterranis coneguts. Però que no siguin de coneixement públic no vol dir que no existeixin. Sabem que el Tren de la Bruixa del Parc d’Atraccions era un tros del túnel que feien servir els militars per transportar municions fins a la bateria d’artilleria de Bellavista, una de les que hi havia a la muntanya. I a la carretera de Montjuïc, davant del carrer Cabanes es conserva una porta tapiada d’un altre passadís”.
A LA ‘CURVA’...
En una de les seves rumbes, el cantant Gato Pérez descrivia aquests espadats com un lloc: “A mig camí del port, on Montjuïc i El Prat es fonen en terrenys guanyats al mar”. Per anar-hi s’havia de passar per la carretera del Morrot, on estava la famosa curva que ell va cantar. Aquest antic camí anava des de les Drassanes fins a Can Tunis, i el XIX era el destí preferit pels suïcides romàntics que es llençaven al mar. En aquells anys, quan hi havia tempesta les onades tallaven la carretera. El pas també era interromput quan feien pràctiques de tir des del castell o quan hi havia esllavissades, molt freqüents. De l’antiga carretera encara se’n pot veure algun tram sota l’actual Ronda del Litoral, construïda entre les dècades de 1970 i 1980.
Per la carretera del Morrot circulava el tramvia 48, dels més peculiars del transport públic barceloní. En aquesta línia havia treballat un jove arquitecte anomenat Antoni Gaudí, que moriria anys després atropellat per un tramvia. Va entrar en funcionament el 1905, amb un trajecte que anava des de la Rambla fins als banys Zoraida i l’hipòdrom de Can Tunis. Llavors semblava que aquesta zona li faria la competència a la Barceloneta com a lloc de bany i d’oci. Però després de la Guerra Civil, el 48 es va convertir en el tramvia del cementiri (Atraccions Apolo-Fossar de Montjuïc). Les esllavissades van fer que fos considerada una línia poc segura; i quan va ser suprimida el 1963 feia el recorregut Palau-Cementiri.

Barcelona distraída y muy secreta

Barcelona distraída y muy secreta

No sé si es por la edad o por los quebraderos de cabeza, que tengo cierta tendencia a dejar desperdigados trocitos de mí misma; como si temiera perderme, o no confiase en quien me gobierna. Nostálgica de la infancia, me he visto obligada a dejar un rastro de migas de pan. Para verme de verdad hay que levantar la mirada, buscarme detrás de un banco de piedra o atisbarme en un agujero. Soy torpe en los detalles, desconfiada y reservada. Y escondo mis tesoros con la avaricia de quien siempre peligra. No por casualidad los objetos encontrados más habitualmente por los arqueólogos que me hurgan son las balas de cañón, de todos los tamaños y las épocas. Con tanto estallido y tanta bomba tengo problemas de memoria. Demasiado a menudo me he dejado deslumbrar por los grandes proyectos. No he planificado mucho, he crecido a golpe de acontecimiento y deprisa y corriendo; me gusta cambiar de sopetón la decoración de casa. Si me paro me deprimo, me da un spleen de tortel de los domingos; ese gusto por la indiferencia tan catalán que aquí llamamos seny.
De pequeña era tan poca cosa que a duras penas fui conocida por unas murallas, ocultas durante siglos entre paredes medianeras. Yo vendía el agua que necesitaban las naves que viajaban de Empúries a Tarraco. Ahora exhibo un trozo de acueducto falso ante la catedral, para deleite de los turistas. Después salté los muros y me salieron un montón de villas nuevas, como un sarpullido adolescente: la del Pi, la del Mar y la de Sant Pere, por donde he dejado esparcidas fachadas góticas y marcas de cantero. Aún conservo la puerta del huerto de los templarios, y el hueco de una mezuzá judía en un portal del Call.
Il·lustració de Stéphane Carteron
© Stéphane Carteron
Aprovechando la abundancia del tráfico marítimo, estrené murallas para dar cabida a los nuevos vecinos. Y ya puestos, segura de enriquecerme construyendo casas para los emigrantes que me poblarían, también rodeé los huertos del Raval. Desgraciadamente, llegó la peste negra, y en lugar de crecer me adelgacé un tercio. De aquella pesadilla guardo pocos recuerdos, solo las iglesias más bellas que tengo: la del Pi, la del Mar y la catedral. Aquellas epidemias duraron más de un siglo, y al acabar llegaron los soldados como una plaga de langostas. Los segadores se alzaron, y en muchas esquinas de piedra conservo marcas de los lugares en los que afilaban las bayonetas. Ya me resignaba a mi tamaño, recién acabada la Guerra de Sucesión, cuando me cortaron un pedazo para construir la Ciutadella. Me amputaron medio barrio de la Ribera; aún se me puede ver la cicatriz en una casa partida por la mitad del paseo del Born. Tengo la piel repleta de símbolos masónicos y tatuada con viejos vítores pintados con sangre de toro en los portales de los antiguos doctorados universitarios.
Ante la antigua isla de Maians, a costa de años de echar escombros, al fin me salió una península, que por semejanza bauticé como la Barceloneta. Lugar de marineros y tabernas que aún conserva su antiguo faro. Una vez libre de murallas me expandí por todos lados. Los militares me dieron permiso para poblar los Vinyars, una amplia zona de seguridad para sus cañones; y la llamé Eixample. Entonces di el estirón. Me hice mayor de repente. En poco tiempo ya me había extendido engullendo a todos los municipios del llano. Los pueblos que me rodeaban nunca me lo han perdonado, y siguen conservando cierta independencia en la actitud y en los modos. Si saben buscar entre los pliegues de mi vestido hallarán los casinos de cada lugar, aún con olor a pueblo.
Fotografia del moll de pescadors de la Barceloneta, presa entre 1880 i 1889.
© Josep Esplugues / AFB
Junto a estas líneas, el muelle de pescadores de la Barceloneta en una imagen tomada entre 1880 y 1889.
Más tarde parcelé las huertas de Sant Bertran y apareció el Poble-sec, la avenida del Paral·lel y la Exposición del 29. ¡Hay que ver lo que salió de un campo de habas! Mi nostalgia juguetona hizo que el primer barrio de barracas me saliese en Montjuïc y se rodease de gallineros y tomateras. Otra guerra civil me hizo varias placitas y avenidas, y los urbanistas de la aviación italiana me dejaron una hilera sin casas en el Arc de Sant Agustí, de recuerdo. Hasta muchos años después no se encontraría por casualidad la plaza del Milicià Desconegut [miliciano desconocido], rotulada con alquitrán en la plaza de Sant Josep Oriol; o la última sirena de la defensa aérea, colgada en la azotea de Can Jorba. Por mucho que quisiera castigarme dejándome sin obra nueva en el centro, el dictador contribuyó a preservar de la especulación mis rincones antiguos y pude salvar mucho. Durante aquella posguerra tan larga acogí a casi un millón de nuevos vecinos, pese a no estar preparada. El Somorrostro, el Pekín, el Carmel o la Perona, lugares de mi geografía que se borraron a toda prisa para no avergonzar al régimen a ojos del mundo. Improvisando de mala manera, prevaleció como siempre el derecho a la ganancia; y me salieron montones de bloques de hormigón, sin ningún servicio básico. La política de verdad la llevaban a cabo las asociaciones de vecinos, mientras los otros catalanes se amontonaban en la Zona Franca. Y la Guineueta, Canyelles o Verdum iban emparentando con los municipios adyacentes, también repletos de emigrantes meridionales. Así me convertí en el centro de un área metropolitana de 4,5 millones de personas.
Las últimas tierras conquistadas en mi municipio me han hecho llegar al mar, en la Vila Olímpica. Otras me han tapado agujeros, como el Fórum, que oculta lo que fue el temido Camp de la Bota. Y las hay que se han planteado como un distrito tecnológico, así el 22@.
Temporal a la barriada de Pekín, febrer 1919.
© Alexandre Merletti / AFB
Abajo, la barriada de Pekín, situada entre el Poblenou y Sant Adrià, afectada por un temporal en febrero de 1919.
A trompicones sigo en crecimiento; capeando con cierta indolencia la tentación de perder mi personalidad para convertirme en un lugar neutro e internacional. Siento la melancolía de quien espera un nuevo acontecimiento que me dé la excusa para ponerlo todo patas arriba. Mientras tanto mis barrios populares se alejan, y el centro se convierte en un escaparate monumental.
Siempre he sabido que las ciudades somos algo más que urbanismo y estadística. Estamos hechas de retazos de tiempos pretéritos, y dejamos un rastro de pequeños detalles que a veces no sabemos cómo explicar a nuestros hijos. Yo puedo enorgullecerme de tener una historia larga y densa. He sido capaz de conservar un montón de espacios en que leer las pasiones y los anhelos que han marcado mi vida. En otros lugares del mundo mis paredes estarían llenas de placas azules de metal recordando una casa natal o un detalle curioso. En cambio, a mí siempre me ha dado pereza recordar según qué cosas. Y muy a menudo lo he acabado haciendo obligada por la presión vecinal. Hay partes enteras de mi biografía que aún me duele mostrar, pero a otras les presto una atención excesiva. Me costó abrir los refugios de la Guerra Civil, y no dejo de darle vueltas a qué hago con los antiguos teatros del Paral·lel. Apenas hablo del pasado libertario, igual que nunca me gustó reconocer que fui un puerto norteamericano. Parece que me acabe de enterar de que hubo barrios de barracas, y veremos qué acabo haciendo con el castillo de Montjuïc. Gracias a Dios, soy de natural distraída y me voy dejando cosas por el camino.
Pese a que me esfuerzo aún me explico poco a los jóvenes. Gran parte de lo que soy está al margen de los circuitos turísticos. Es importante dar a conocer mis archivos documentales y fotográficos, muchos de ellos digitalizados en la red. Entre las carencias echo de menos en internet al Diari de Barcelona, decano de la prensa continental. Hay que potenciar los grupos de investigación local y difundir sus trabajos. Ser distraída me ha hecho secreta, pero no porque pretenda que solo los iniciados lean los mensajes de mis paredes.
Barcelona ha tenido tanto éxito vendiendo su imagen al mundo, que ha hecho de ello su principal fuente de ingresos. La presión del turismo en Ciutat Vella ha expulsado a muchos barceloneses hacia una serie de metástasis del centro como lo han sido Gràcia, el Born, el Poblenou y ahora el Poble-sec. Es perceptible una reactivación de la vida de barrio, con todo lo que tiene también de elemento nostálgico.
Imatge de passejants a Montjuïc entre 1910 i 1920.
© AFB
A pie de página, paseantes en la montaña de Montjuïc entre 1910 y 1920, antes de la gran reforma de la Exposición Internacional.
En los últimos años ha faltado una atención más exigente a la conservación de establecimientos públicos, tiendas y comercios centenarios de Ciutat Vella, que en muchos casos se han visto obligados a afrontar costosas adaptaciones o a cerrar. Al mismo tiempo, elementos privados tan vistosos como decoraciones de fachadas, relojes públicos o farolas ornamentales han desaparecido del paisaje tras una restauración del edificio que los acogía. La ciudad está llena de rótulos de viejos negocios esperando ser catalogados. Lo mismo puede decirse de la aparición de inscripciones de la Guerra Civil, o tapas de alcantarilla que aún conservan los escudos de los antiguos municipios independientes.
En una ciudad como esta la historia está por todas partes. Y en la labor de conservarla y darla a conocer deben estar implicados tanto los organismos públicos como los historiadores aficionados. El caso más evidente sería el de Valerie Powles (1950-2011), la vecina de Poble-sec que luchó por la supervivencia del refugio 307 o de El Molino. Igual que se hizo en tiempos de los primeros ayuntamientos democráticos con los centros cívicos, hoy se podría alejar el peligro de la despersonalización apostando por la historia local. Potenciando una percepción que entienda el pasado como una posibilidad de ocio, como un rasgo de identidad y como un valor añadido para vivir en un cierto lugar de la ciudad

La oficina central de Correos


Un plató a la carta

La atmósfera de la oficina central de Correos ha seducido a cineastas para rodajes de época

OLGA MERINO / BARCELONA
La sede central de Correos, con el lucernario de la Casa Granell i Rigalt. / JOAN CORTADELLAS
La oficina central de Correos tiene un aire chejoviano. No por lo rusa, desde luego, sino por la atmósfera, por el velo sutil con que el grandísimo Antón Chéjov sabía recubrir sus escenarios, de manera que espacio y personaje acababan confundiéndose. El uno se empapaba del otro, y viceversa. Algo de eso ocurre en el edificio que reina en la plaza del negrero Antonio López: ya sea por la luz cenital filtrada desde la claraboya, por los ecos catedralicios -las toses reverberan como en las misas peñazo de la infancia-, o por los suelos de mármol, enseguida se apoderan del visitante el deseo de enviar un telegrama en vez de un wasap o la sensación de que podría cruzarse en cualquier momento con un caballero antiguo, de otra época, tocado con sombrero Fedora y gabardina. ¿Se debe el hechizo a que ya nadie escribe cartas? En realidad, Correos funciona hoy como una empresa logística de paquetería.

Es la única sede que conserva una capilla, justo en la estancia que había albergado los telégrafos para la prensa

Sea cual sea la razón, la atmósfera del recinto ha seducido a numerosos cineastas, y bajo su hermoso lucernario, una estructura de hierro y cristal salida de la casa Granell y Rigalt, el mismo taller que fabricó el vitral del techo del Palau de la Música, se han rodado secuencias de películas como 'Grand Piano', 'Anacleto, agente secreto' o algún anuncio de la Lotería, de cuando triunfaba el calvo interesante. Las escalinatas de la entrada o el 'hall' central, con su empaque señorial y las pinturas 'noucentistes', podrían colar perfectamente como una sucursal bancaria neoyorquina en tiempos de la Gran Depresión.

CUARTEL GENERAL DE FRANCO

También los pasillos interiores, de techos altos y puertas alineadas, darían el pego como internado de época, y en su día la BBC transformó el salón de actos en el cuartel general de Franco durante la guerra civil para una serie histórica, según explica Antonio Aguilar, empleado de Correos y doctor en Geografía Humana. Hizo su tesis sobre la expansión de la red de comunicaciones en Catalunya y conoce tan bien las tripas del edificio que está ultimando un libro sobre sus secretos.

Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner perdieron el concurso público para la adjudicación del edificio

Es la única sede de Correos en España que conserva un oratorio, circunstancia que no reviste en sí mérito alguno pero tiene su gracia: resulta que la estancia había albergado la sala de prensa con sus aparatos de telégrafo -agárrense: ¡los corresponsales debían mandar las crónicas en morse!-, hasta que la cruzada nacionalcatólica de la posguerra la transformó en una capilla cuyos reclinatorios lucen el escudo gremial, con el sobre y la cornamusa. En aquel tiempo, ay, todos los jefes eran del Movimiento y rezaban mucho.
Diseñado por los arquitectos Josep Goday y Jaume Torres, la construcción del edificio culminó en 1927, después de que los planos de otros 'cracks' hubiesen perdido el concurso público: nada menos que los de Domènech i Montaner i Puig i Cadafalch. Con una simetría perfecta, una mitad del edificio la utilizaba Correos y la otra Telégrafos, dos brazos de un mismo cuerpo que se llevaban a matar, como el perro y el gato. Más o menos como fotógrafos y plumillas, aunque lo nuestro, en el fondo, es amor del bueno porque no seríamos nada los unos sin los otros.

AZOTEA DE ENSUEÑO

Y aún queda lo mejor del inmueble. Después de ascender una escalera de caracol, con un ojo tan compacto como el de un faro, reciben al curioso una azotea de ensueño y unas vistas de 360 grados sobre la ciudad. Desde aquí se rodó el anuncio del perfume Le Male, de Jean Paul Gaultier, ese espot en que la proa de un buque rompe la corteza de asfalto para que el marinero pueda besar a la chica, apostada en un balcón de la Via Laietana.

El torreón, a unos 50 metros, ofrece unas vistas espectaculares sobre la ciudad

Desde hace apenas un mes, el Museu d’Història (Muhba) gestiona las visitas al edificio de Correos. Merece la pena; desde el torreón, a unos 50 metros, se entiende por qué Barcelona es mediterránea hasta las trancas. Allí abajo, en la marina de lujo, se distingue el yate del magnate ruso Alisher Usmánov, el dueño del Arsenal (por lo menos, el martes permanecía amarrado). Un capricho de 150 metros de eslora que devuelve a la sabiduría de Chéjov, a las perlas que sembró en su 'Cuaderno de notas': "Para nosotros [los rusos], el amor propio y la vanidad son europeos; la cultura y la acción, asiáticos".

EDIFICIO DE CORREOS, Y...HERMES


Antes había una parada de Metro,llamada CORREOS, donde ahora hay una rejilla metálica...Ver el enlace a continuación, en rojo.




Este proyecto fue realizado por Josep Goday i Casals y JaumeTorres i Graueste  arquitecto catalán nacido en Barcelona. Tío del también arquitecto Josep Torres Clavé, se tituló en 1903, y poco tiempo después consiguió la adjudicación de la construcción del edificio de la Casa de Correos de Barcelona (1914-1928), junto a Josep Goday. Sus edificios más importantes son, las tres Casas Germans Torres: París, 182 (1905), Aribau, 178 (1906) y Aribau, 180 (1908), la Casa Elena Castellano (1907), las Casas Ramos (1908) y un chalet en la calle Panamá (1913). A partir de los años veinte su arquitectura se caracteriza por la adopción de formas barrocas y clasicistas propugnadas por el Noucentisme. Ejemplo de ello son, la casa del Foment d'Obres i Construccions de la calle Balmes, 36-42 (1923) y su casa propia en el passeig de Sant Joan (1928). Junto a su hermano formó la sociedad constructora Torres Germans, que le permitía actuar como arquitecto y promotor a un mismo tiempo. con el objetivo de conseguir ganar el concurso en el que se pretendía proyectar el nuevo edificio de Correos de Barcelona, el cual fue construido en 1927.
El edificio de Correos de Barcelona  cuenta con ese mismo uso desde su creación.
En la actualidad sigue siendo la oficina central de Correos de Barcelona, y es sin duda es uno de esos lugares que para no perdernos si damos un paseo por la zona. Esta mezcla de arquitectura modernista, unas escalinatas fantásticas, puertas giratorias clásicas,  sus altos techos, columnas de mármol, bancos de madera, etc. Sin duda, cuando uno se encuentra en su interior es casi imposible no sentir la sensación de haber viajado al pasado.
.
Claraboya de Correos, y las pinturas noucentistas de Josep Galí, Francesc Labarta, Josep Obiols y Francesc Canyelles.
  HERMES en el edificio de correos
Además, en su interior también podremos encontrar una amplia variedad de pinturas que sin duda le dan el toque final a este fantástico edificio.
El mensajero de los Dioses, en Correos...

El hermoso HERMES (en griego antiguo Έρμῆς) y que en la mitología griega,  es el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, el ingenio y del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los mentirosos.1​ En la posterior mitología romana era denominado como Mercurio. Hijo de Zeus y la pléyade Maya. El himno homérico a Hermes lo invoca como el «de multiforme ingenio (polytropos), de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses».​ Hermes también es protagonista de muchos mitos, como, por ejemplo, el de Filemón y Baucis.
articulo de el periodico de Ctya y http://www.epdlp.com/arquitecto.php?id=5420 con https://mtvo-bcn.blogspot.com.es/2013/05/barcelonaedificio-de-correos-yhermes-el.html

Cien años de innovación pedagógica en Barcelona

Cien años de innovación pedagógica en Barcelona

Nueve centros ideados por el ayuntamiento en 1916 introdujeron en Catalunya la hoy tan en boga renovación educativa

por MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

 
Alumnos de la Escola del Mar durmiendo la siesta sobre unas hamacas en la playa de la Barceloneta, que era utilizada como patio del colegio. / ARCHIVO DE GABRIEL CASAS
 
Tienen toda la razón quienes advierten -a veces en tono de crítica, otras tan solo a título informativo- de que todo el movimiento de innovación pedagógica que tanto revuelo está montando en las escuelas no es en absoluto nuevo. Efectivamente, muchas de las metodologías que irrumpen ahora en las aulas tienen más de cien años de trayectoria, son prácticas docentes de contrastada solvencia, estudiadas desde hace tiempo en las escuelas de Magisterio y aplicadas en mayor o menor medida durante décadas. Algunas se implantaron con éxito en un puñado de escuelas barcelonesas que empezaron a ser proyectadas hace un siglo, en 1916.
“Aquel año, el Ayuntamiento de Barcelona constituyó la Comisión de Cultura, que contó con un equipo asesor en el que el pedagogo Manuel Ainaud formó tándem con el arquitecto Josep Goday, y ambos aunaron esfuerzos para escolarizar a muchos de los niños que hasta entonces andaban todo el día por la calle”, relata Marc Cuixart, nieto de Goday y arquitecto como su abuelo. El resultado fue un patrimonio de nueve escuelas de porte palaciego (ocho de ellas aún existentes; la novena, la Escola del Mar, desapareció en 1938 con los bombardeos de la guerra civil), en las que se introdujeron las últimas tendencias del momento en educación, higiene y hábitos alimentarios saludables, explica Cuixart.

MODELO INNOVADOR Y POPULAR

El arquitecto es, junto con Joan Francesc Ainaud, nieto del otro gran promotor de este proyecto, uno de los participantes en las jornadas que el consistorio ha organizado con motivo del centenario de aquella pionera Comisión de Cultura. “Barcelona, que fue capital de la innovación educativa durante el primer tercio del siglo XX, quiere volver a liderar ese movimiento”, proclama Miquel Àngel Essomba, comisionado de Educación en el ayuntamiento de la capital catalana.

La Comisión de Cultura de 1916 construyó nueve escuelas, en las que se introdujeron las últimas tendencias en educación, higiene y hábitos saludables

El modelo pedagógico que impulsó el gobierno municipal de hace un siglo fue el de una "escuela pública y de calidad", destaca Essomba. “El objetivo era dotar a la ciudad de unos colegios laicos y públicos para los más desfavorecidos”, recuerda Cuixart. Manuel Ainaud y Josep Goday planearon la construcción de 25 grupos escolares, pero su proyecto quedó truncado con el advenimiento de la dictadura de Primo de Ribera, después de que se hubieran construido las tres primeras escuelas: la del Mar, la Farigola de Vallcarca y la Àngel Baixeras. El resto de los centros finalmente inaugurados se terminaron durante la Segunda República.


En aquellos años de principios del siglo XX, una tercera parte de la población infantil no estaba escolarizada y prácticamente todo el sistema educativo estaba bajo el control de la Iglesia. Las diferencias en el grado de instrucción entre los barrios ricos y los que tenían una población predominantemente obrera eran abismales: en Gràcia y en Sant Gervasi, el analfabetismo era del 26%, mientras que en la Barceloneta superaba el 50%.

En aquellos años del primer tercio del siglo XX, una tercera parte de la población infantil no estaba escolarizada y la Iglesia controlaba casi toda la enseñanza

El pedagogo y el arquitecto viajaron a los países más avanzados del momento. A Suiza, a Italia, a Suecia... Y estudiaron también el trabajo que ya se estaba haciendo en Barcelona en la Escola del Bosc de Montjuic (1914) y en los parvularios Montessori de la Via Laietana. Concluyeron que aplicarían metodologías docentes que pusieran al alumno en el centro del aprendizaje e introdujeron las últimas tecnologías de la época. "Los alumnos escuchaban música en gramolas, tenían sesiones de cine en el mismo centro o tomaban ellos mismos los registros de estaciones meteorológicas instaladas en sus patios", prosigue Cuixart.
"Construyeron edificios que eran auténticos palacios, para que toda la ciudad viera lo importante que era la educación de sus hijos, el lugar principal que ocupaba", prosigue el nieto de Goday. "Trabajaron en colaboración con un médico, el doctor Mias, que fue el que les asesoró en cuestiones de higiene. Los colegios contaban, por ejemplo, con duchas para los alumnos, que en casa no tenían agua corriente, y fuentes de agua potable en distintos puntos de la escuela", detalla.
Fuente el periodico de catalunya

La bomba que envió una escuela del mar a la montaña




La bomba que envió una escuela del mar a la montaña

Hace 80 años, el fascista capitán Rampaldi dejó caer sus bombas sobre la aún icónica Escola del Mar, una arcadia infantil


Carles Cols

La Escola del Mar, al fondo, obra de Josep Goday, y varios de sus alumnos, en primer plano, en la hora del baño. / JOSEP DOMÍNGUEZ
Para una ciudad con tanta y tan extraña tradición en ser bombardeada (tan extraña que hasta le ha dedicado dos calles a esos prohombres que la pusieron bajo las bombas, Espartero y Prim, ahí es nada), este mes de enero es una fecha muy señalada del calendario. Se cumplen 80 años de un mes de 1938 en que Barcelona fue bombardeada, de media, cada cuatro días. El ataque más recordado, más que nada porque aún son palpables los impactos de la metralla en las paredes, fue el de la plaza de Sant Felip Neri, el último de la serie, día 31, 42 muertos, pero el que ahora viene al caso es el del 7 de enero, porque el capitán Rampaldi, jefe del escuadrón de dos Savoia S-81, soltó 20 bombas de 50 kilos sobre la Barceloneta y, con esa bárbara acción, destruyó una joya de la ciudad, la Escola del Mar, sí, una escuela, pero distinta a todas las demás, tanto que cuando visitaban la ciudad personalidades de la época, Albert Einstein o Jacinto Benavente, por ejemplo, les llevaban a verla y salían encantados.

En enero de 1938, la ciudad era bombardeada cada cuatro días por la aviación italiana, y así una mañana ardió aquella escuela que causaba admiración internacional

La Escola del Mar ardió ese 7 de enero, pero solo el edificio, una exquisitez de Josep Goday, por situarle, arquitecto del insuficientemente bien ponderado edificio de Correos y de otras ocho escuelas de la ciudad aún en pie. Ardió el edificio, pero no el proyecto, porque la Escola del Mar se fue a la montaña, primero a Montjuïc y luego al Guinardó, donde aún sigue, y fiel además a algunas de sus señas de identidad originales, con los alumnos repartidos bajo banderas de colores, como si el Sombrero Seleccionador de Hogwarts les hubiera seleccionado para que descubrieran el placer de aprender en equipo. El caso es que, como 80 años parece una cifra redonda, se ha celebrado junto a la playa, allí donde se alzaba la escuela, una ceremonia en recuerdo de aquella triste jornada de bombas y, de paso, se ha descubierto una placa que relata sucinta y fielmente lo que allí ocurrió, lo malo, el capitán Rampaldi, y lo bueno, la audacia de Pere Vergés, pedagogo fundador de aquella modernísima escuela. Antes de esta había otra placa, cierto, pero, cosas que solo pasan en esta disparatada metrópoli, quedó tapada por una estación de 'bicing'.
Un día de clase en la Escola del Mar
La placa, efectivamente, ahora luce. Incorpora incluso un par de fotografías viradas en sepia. De la Escola del Mar se conservan decenas de imágenes que irradian todas una enorme alegría. Pero como homenaje, nada supera el documental que hace ocho años rodaron Mireia Corbera, Anna Morejón y Sandra Alsina, pues lograron entrevistar aún a media docena de exalumnos de aquella primera sede del colegio que en primera persona retrataban estupendamente el ambiente que se respiraba en ese centro educativo junto al mar, una suerte de república infantil en la que se elegían cargos como el de cronista general, encargado de levantar acta de los acontecimientos del día, ni que fuera el canto de las alondras, no había segregación por sexos, jamás se daba un cachete o un pescozón y en clase había una gramola para escuchar a Mozart o a Tchaikovsky. Merece mucho la pena dedicarle la media hora que dura 'Han bombardeado una escuela!', tal y como lo titularon las directoras, porque así se encabezó en la prensa una de las noticias que aquel enero de 1938 dio fe, sin dedicarle mucho espacio, al suceso.
Como el trabajo de Corbera, Morejón y Alsina cuenta tanto y tan bien y ahí está, en Youtube, no está de más, aquí, aprovechar el espacio disponible para apostillar tres cuestiones colaterales y de paso ser fiel al 'esprit de chicane' de esta sección.

Barcelona es extraña, dedica calles a quienes la bombardean y hasta obsequió a los siniestros Hermanos Badia con una plaza

Primero. La Escola del Mar, según confirman historiadores de la educación como Joan Soler, fue la repera, un modo de enseñar que merecería haberse propagado, algo imposible, claro, durante el oscurísimo franquismo escolar, pero viable con la recuperación de la democracia. Ya se sabe cuál fue entonces la apuesta oficial del pujolismo, más o menos lo de Hong Kong tras la reunificación con China, un país, dos sistemas, pero en enseñanza, una escuela pública y otra concertada.
Segundo. Un aniversario como este es siempre una oportunidad para revisitar la prensa de la época y, claro, quedarse a cuadros. El actual decano de los periódicos locales apenas dijo nada sobre aquella tremenda pérdida. La portada y la mayor parte de las páginas interiores estaban dedicadas a las hazañas de las tropas republicanas. 'Teruel, limpio de facciosos'. Ese era el título de portada. A la Escola del Mar le dedicaron ocho líneas. Se supone que era para no dar pistas al enemigo. Eso cuentan. Pse... Esquilo, que por algo luchó en la Batalla de Maratón, concluyó hace 2.500 años que la verdad siempre es la primera víctima de una guerra, y la civil del 36 al 39 no fue una excepción. En aquel enero de bombas, el relato en Barcelona era de camino a la victoria. Visto con perspectiva, era todo muy raro. Por enlazar con el principio de esta crónica, igual que aún hay una Rambla Prim y quedan los restos de una calle del Duque de la Victoria, alias de Espartero, ahora solo Duc, entonces había una plaza dedicada a los siniestros Hermanos Badia. ¿Cuál? La actual Francesc Macià.
Maria y Anna, hijas de alumnas de la Escola del Mar, junto a la nueva placa / FERRAN NADEU
Tercero. Del capitán Rampaldi apenas nada se sabe. Despegó en Baleares, sobrevoló Barcelona a 3.000 metros, soltó las bombas y luego hizo un picado para burlar las defensas republicanas y perderse de nuevo hacia el este, como ese personaje de Julian Barnes que, a bordo de un caza y sobre el Canal de la Mancha, realizó idéntica maniobra y vio así dos veces en un día salir el sol. Pero lo de Rampaldi no tuvo nada de poético. Fue pura indecencia. El alto mando italiano tenía dudas sobre si era viable emplear los Savoia en vuelo nocturno. Barcelona  fue su conejillo de indias igual que en 1911 lo fueron las tropas otomanas en Libia cuando otro italiano, Giulio Gavotti, tuvo el sucio honor de protagonizar por primera vez en la historia bélica un bombardeo desde un avión.
fuente:el periodico de catalunya

De l’1 al 30 de gener de 1938, l’aviació legionària italiana bombardejà Barcelona per facilitar les operacions ofensives de l’exèrcit rebel a la República. El mes de novembre del 1937, la ciutat havia esdevingut capital de tres governs —català , basc i espanyol— i el centre polític de defensa de la República en el context de batalles estratègiques importants, com la de Terol, el front d’Extremadura i la renovada resistència de Madrid.
Mai la ciutat havia estat bombardejada amb aquella intensitat. El Poblenou, la Barceloneta, Sant Andreu, Can Tunis, el Gòtic, l’Eixample i el Guinardó van ser els barris més afectats i el port va quedar pràcticament inservible. Va ser en aquests bombardejos que es van produir les massacres infantils a l’escola de Sant Felip Neri i a la Barceloneta. A finals de gener de 1938 s’havien produït ja més morts que en tot el 1937.
Mesos després, els dies 16, 17 i 18 de març, l’aviació feixista atacà Barcelona amb una nova tècnica de guerra: el bombardeig de saturació, que implica el llançament sistemàtic i continuat de bombes en caiguda lliure combinades amb bombes incendiàries, sense un objectiu militar precís, tan sols el propòsit de deixar el territori devastat. En tres dies va haver-hi a l’entorn d’un miler de morts, 1.500 ferits i una important destrucció d’edificis a diversos barris.
En complir-se el vuitantè aniversari d’aquestes agressions a la ciutat republicana, el Comissionat promou aquest programa recordatori dels fets per transmetre records, vivències i coneixement d’aquelles accions a mans del feixisme, amb la finalitat que els ciutadans i ciutadanes d’avui disposin d’elements per valorar la responsabilitat de la destrucció de vides i patrimonis, i també l’esforç de la ciutadania per protegir-se, defensar-se i reorganitzar la vida de la ciutat, que acollia milers de refugiats establerts a Catalunya sota la protecció i coordinació dels municipis.
S’inaugurarà l’exposició “Una infància sota les bombes”, que mostra la vivència dels nens i nenes que van patir els bombardejos i com els van representar en dibuixos fets a les a escoles, refugis i campaments…  I l’empremta que en alguns artistes ha deixat aquella experiència en la seva vida adulta o la interpretació de les marques d’aquells atacs en l’espai urbà.
L’exposició se celebra al Born Centre de Cultura i Memòria del mes de maig al mes d’octubre del 2018.
El programa commemoratiu inclou l’edició del llibre Barcelona, topografia de la destrucció, resultat d’una exhaustiva recerca en arxius municipals per mostrar el detall dels llocs que van rebre els impactes de les bombes, les cases i equipaments destruïts, el nombre d’afectats i la destrucció de béns en cada cas. El volum està acompanyat d’imatges que documenten la destrucció de les estructures de la ciutat, i de col·laboracions d’especialistes que contextualitzen els bombardejos, les estratègies de defensa, les causes i les conseqüències dels atacs.
Fuente: Ayuntament de Barcelona

bombardeos en barcelona en 1938

  Bombardeos

 en Sant Felip Neri

El 30 de enero de 1938, la aviación italiana acabó con la vida de 216 barceloneses, muchos de ellos niños, como respuesta "a las propuestas de tregua rojas"

La explosión de una de bombas que cayó sobre Sant Felip Neri, desde un avión italiano. / Ufficio Storico dell'Aeronautica Militare, Roma




1938 fue el año de los grandes bombardeos de Barcelona. Capital de la República desde noviembre de 1937, cada vez más cercana a los escenarios de las grandes batallas de la guerra civil, la ciudad se convirtió en objetivo aún más prioritario de la aviación italiana y alemana al servicio de Franco. Ese año se produjeron la mayoría de las 385 incursiones aéreas acabaron con las vidas de casi 3.000  barceloneses durante la guerra, pero algunos de esos bombardeos alcanzaron por su crueldad la categoría de míticos, como la devastadora explosión frente al Coliseum en los tres días sangrientos de marzo (16, 17 y 18). Otros deberían ser igualmente recordados, como la destrucción de la Escola del Mar que se acaba de conmemorar. Y sin duda, en la memoria queda la bomba que dejó sus marcas de metralla en la fachada de la iglesia de Sant Felip Neri y acabó con la vida de 42 niños que se habían intentado proteger en el refugio bajo la iglesia. De la matanza de inocentes de Sant Felip Neri se cumple este martes, 30 de enero, el 80º aniversario. Aunque las conmemoraciones públicas, las de todo aquel año de las bombas, empezarán en marzo, con varias actividades agrupadas en el ciclo ‘Memòria de la destrucció’ del Comissionat de Programes de la Memòria del Ayuntamiento de Barcelona.¿Qué sucedió aquel 30 de enero? "No solo fue Sant Felip Neri", recuerda el profesor de la UB David  Íñiguez, coautor de ‘Sota les bombes’ (Angle Editorial) y ‘La guerra aèria a Catalunya’ (Rafael Dalmau Editor). Fueron dos oleadas de bombarderos italianos Savoia 79, a las 8.55 y a las 11.25, y se martilleó el centro de la ciudad, el puerto y la Barceloneta, que quedó arrasada. La segunda insistió en los mismos puntos, llegando a alcanzar a las brigadas de salvamento que rescataban a los heridos. En total, 216 muertos y 87 edificios derrumbados en las calles Sant Domènech del Call, Pi, Duc de laVictòria, Capellans, Avinyó, Escudellers Blancs, Casp, Gran Via, paseo de Sant Joan y las plazas Nova y de Sant Felip Neri. Se utilizaron bombas de 250 kilos, altas como una persona adulta, pensadas para demoler estructuras: una de ellas abrió un cráter de cinco metros de ancho y dos de hondo en medio de la plaza de Sant Felip Neri. Otra hundió el refugio del subterráneo matando a 42 ocupantes, la mayoría niños.
Rescate de heridos en uno de los bombardeos del 30 de enero de 1938. / ARCHIVOS MILITARES ESTATALES RUSOS (RGVA)

Respuesta a la oferta de tregua aérea

Íñiguez pone en contexto aquella acción: "Es la respuesta a la oferta de tregua de los bombardeos republicanos y franquistas". Ese mes de enero la República se hartó de recibir sin responder a los ataques sobre la población civil y lanzó por primera vez los bombarderos Katiuska rusos sobre ciudades como Salamanca, Sevilla y Valladolid. Una vez demostrada (con notables limitaciones; las víctimas fueron pocas y seis tripulaciones rusas regresaron sin descargar sus bombas) la capacidad de devolver el golpe, llegó la oferta del ministro de Defensa Indalecio Prieto. "La aviación se abstendrá en absoluto de bombardear las poblaciones de la retaguardia lejana si el enemigo desiste de hacerlo".
Esa oferta de tregua fue respondida así desde el cuartel general de Franco: "España no está en los edificios ni en las ciudades. Está en las ideas y en el numen de Franco. En la guerra estamos. Adelante, hasta por encima de nuestros muertos". Saben que su  aviación es tecnológicamente más potente, y su respuesta son 200 muertos", dice Íñiguez. Los telegramas entre la Aviación Legionaria italiana, sus superiores y Salamanca son esclarecedores: "A las propuestas rojas para una tregua en el aire", escriben los italianos, se ha respondido bombardeando "en dos oleadas las instalaciones militares más importantes de Barcelona".

Estado de la plaza de Sant Felip Neri en 1942 / AFB / joan ramírez sagarra

El cálculo y la rabia

Desde el mando fascista, en España y en Italia, el cálculo frío. Se trata de atemorizar, matar y enviar un mensaje a cualquier mediador internacional. Desde el suelo, la rabia. El semanario madrileño ‘Crónica’ publica las fotografías de Pau Lluís Torrents con los niños muertos, expuestos en Hospital Clínic para que los familiares los identifiquen sobre el título: ‘El horror de la ‘guerra integral". "Els rebels són fills de l’odi", editorializa el diario de ERC ‘La Humanitat’.
Desde los diarios de vuelo de las escuadrillas italianas que lanzan los ataques, frialdad. Así resume resume el diario del Ala Número 8 de la aviación fascista italiana la mortífera acción: "Dos formaciones de seis aparatos cada una, a intervalos de dos horas, con el puerto de Barcelona y sus cercanías como objetivo, efectúan acción de bombardeo. Comandantes de las formaciones: capitán De Prato y mayor Lamanna. Total de horas de vuelo: 26.20’. Total del explosivo utilizado: 36 bombas de 250 kilos y 24 bombas de 20 kilos. Resultados obtenidos: objetivos alcanzados. Reacción antiaérea: precisa e intensa –intervención de la caza enemiga sin eficacia-". Y punto final.

Memoria de la destrucción

‘Memòria de la destrucció’, dice el comisionado de programas de la Memòria, Ricard Vinyes, será "uno de los programas más importantes" que se plantea su área este año. Sin embargo, no las actividades no arrancarán este enero sino en marzo, coincidiendo con el 80º aniversario de esos tres días de marzo (16, 17 y 18) en que la aviación italiana ensayó la técnica del bombardeo de saturación para romper la moral de la ciudad. El objetivo no es destacar algún hecho trágico aislado sino "conmemorar los bombardeos de Barcelona", en su conjunto.
El acto central será una instalación de luz y sonido en la fachada del ayuntamiento, a cargo del creador Xavier Bové, autor de otras intervenciones en la catedral de Girona o en Roma. "Un elemento muy austero y al mismo tiempo potente", avanza Vinyes. A partir de aquí seguirán otras, como la colocación de placas informativas en las plazas de Manuel Ribé y de Sant Felip Neri –"la que hay ahora es muy noble, pero no explica el bombardeo"- o dedicadas a personajes como Ramon Parera, el creador del pionero sistema de refugios antiaéreos y de la modélica Junta de Defensa Passiva. "Estamos hablando de memoria, no de historia: y la memoria a veces se falsea, como sucedió con la versión, que hasta hace cuatro días aún se repetía, de que las marcas en la fachada de la iglesia de Sant Felip Neri las produjeron los fusilamientos de sacerdotes", apunta Viñas.
El siguiente paso será una exposición en el Born, ‘Una infancia sota les bombes’ (donde de nuevo habrá una evocación de la bomba de Sant Felip Neri, el mural del artista chileno Fernando Prats que hace cinco años se exhibió en la capella de Santa Àgata). Será una muestra muy didáctica, que se quiere convertir en una visita obligada para las escuelas de la ciudad. Como ejemplo de hasta qué punto la experiencia marcó a una generación, se mostrarán los dibujos en que los niños, animados por sus maestras, dibujaban los hechos. "Y cómo algunos de ellos, adultos, hicieron del impacto de las bombas una expresión artística", avanza el comisionado.
Para que quede también un fruto palpable de la conmemoración, se está trabajando en el libro ‘Barcelona, topografía de la destrucció’, a cargo de Laia Aranyó y Mireia Capdevila. Un encargo del Ayuntamiento de Barcelona a la Fundació Pi i Sunyer para hacer un balance definitivo de las destrucciones y víctimas que causaron los bombardeos sobre la ciudad. "Creemos que estará a la altura del proyecto del Ayuntamiento de Londres sobre el Blitz", apunta Vinyes.


La ciudad bombardeada

'Sota les bombes' cuenta la historia de los ataques aéreos sobre Catalunya durante la guerra civil, incluida la terrible cuota que le correspondió a BCN


MAURICIO BERNAL
 
Una de las ilustraciones del libro: el sargento Alférez persigue un Stuka en el cielo de Barcelona. / JOSEP R. CASALS
La más intensa oleada de bombardeos que sufrió Barcelona durante la guerra civil tuvo lugar entre el 21 y el 25 de enero de 1939. La comandancia del Ejército republicano había decidido reforzar la castigada retaguardia enviando a Barcelona barcos repletos de tropas que zarpaban de Valencia y Alicante, y aunque la marina de Franco había recibido órdenes de cerrarles el paso, uno de esos barcos consiguió burlar el cerco. El general golpista no se detuvo en sutilezas, y su reacción consistió en enviar a la aviación a “planchar” el puerto, misión que la aviación ejecutó con diligencia. “Desde el día 21 al 25 de enero de 1939, de día y de noche, la Legión Cóndor lanzará más de 300 toneladas de bombas contra las instalaciones portuarias, aunque muchas caerán también en el núcleo antiguo de la ciudad”, reza el relato que de esas violentas jornadas han llevado a cabo los autores de 'Sota les bombes' (Angle Editorial), un libro profusamente ilustrado sobre los ataques aéreos en Catalunya durante la guerra. Es obra de los historiadores David Íñiguez y David Gesalí y del experto en arte digital Josep Ramon Casals.

El libro recupera historias "secuestradas" por los vencedores como el derribo de un Stuka durante un ataque a BCN

La portada del libro recrea un instante preciso de aquellas jornadas, un momento bélico congelado en el tiempo: un Polikarpov I-15, un Chato de la aviación republicana lanzándose en picado sobre un Junkers Ju 87, un Stuka de la aviación rebelde; al fondo, entre el humo de las explosiones se ven pedazos de ciudad, la Barceloneta, el puerto, el parque de la Ciutadella. Más atrás, el Mediterráneo. “Oleadas de He-111, cazas Messerschmitt Bf 109 y hasta los bombarderos en picado Stuka se enseñorearán del cielo de Barcelona –relata el libro–. Desde los aeródromos del Vallès, los escasos cazas republicanos se enfrentarán a ellos en una épica y dantesca batalla a muerte. En la mañana del primero de esos días, el sargento Francisco Alférez despega del aeródromo de Montmeló con su escuadrilla, la 4º de Chatos, y justo al llegar a Barcelona ve cómo un Stuka se lanza en picado hacia los muelles”. Empieza una persecución que los lleva en dirección sur hasta que la lucha se decanta en favor del sargento Alférez: el piloto enemigo aterriza como puede en la playa de Comaruga. “Será el único Stuka abatido en combate aéreo en toda la guerra de España”, subraya el libro.

UNOS CAZAS FORMIDABLES

El sargento Alférez tenía 18 años entonces y sobrevivió a la guerra, y los autores del libro, investigadores con un extenso recorrido, pudieron hablar en su día con él y escuchar la historia de aquella jornada contada en primera persona. “Nos dijo hasta la hora, que había sido a las 10 de la mañana”, dice Íñiguez. Dado que los Stuka eran tenidos por unos cazas formidables y dado que ningún piloto republicano había conseguido derribar uno hasta entonces, y dado que en los archivos el avión no constó como derribado porque no había sido destruido, a Alférez al principio nadie le creyó. “Es el tipo de historias militares que ha quedado secuestrado por los que ganaron la guerra, como ocurre siempre en las guerras, y ese es uno de los propósitos de este libro, rescatar estas historias y acabar con algunos mitos”, explican los investigadores.

"Hay un ideario colectivo muy afianzado sobre los bombardeos en BCN que muchas veces no se corresponde con la realidad"

Por ejemplo: que fue el crucero franquista 'Canarias' el responsable del primer bombardeo con víctimas mortales en la ciudad. “Aún hay gente en esta ciudad que te dice que fue el 'Canarias' y que su objetivo era destruir la fábrica Elizalde, cuando la verdad es que el bombardeo lo llevó a cabo el crucero italiano 'Eugenio de Savoia' con el objetivo de golpear de forma indiscriminada la ciudad”. Era el 13 de febrero de 1937 y el buque italiano disparó 72 cañonazos sobre Barcelona que causaron 18 muertos y daños en más de 60 edificios del Eixample y Gràcia. El libro, que tiene el rigor por uno de sus nortes, reproduce el documento de la marina de guerra italiana que consigna que el objetivo era simplemente bombardear el centro de la ciudad. “Hay un ideario colectivo muy afianzado con respecto a los bombardeos sobre la ciudad, lo que la gente pensaba que había pasado en tal o cual bombardeo y que se ha transmitido entre generaciones, y que muchas veces no se corresponde con lo que ocurrió en la realidad”.
La guerra desde el aire. La guerra de las bombas. Los ataques nocturnos, los muertos de Sant Felip Neri. Los combates aéreos que los barceloneses de la época tuvieron ocasión de ver en directo, sobre sus cabezas, cuando el conflicto se encaminaba hacia el final. “¿Cuántos bombardeos padeció Catalunya durante la guerra? –preguntan los autores, hacia el final del libro–. La respuesta solo puede ser aproximada, como las víctimas de los bombardeos”. A Barcelona le correspondió una terrible cuota.
fuente del el periodico de catalunya.

 Los Bombardeos sobre la ciudad de Barcelona en la guerra civil 1936-1939

Los bombardeos aéreos de la ciudad de Barcelona en marzo de 1938, que tuvieron lugar los días 16, 17 y 18 y fueron efectuados por parte de la Aviación Legionaria italiana desde sus tres bases en Mallorca (Islas Baleares), fueron posiblemente los más terribles, causando entre 880 y 1300 muertos1 y entre 1500 y 2000​ heridos entre la población civil. Las cifras oficiales de la Generalidad de Cataluña hechas públicas el día 26 de marzo señalaron 875 muertos (de ellos, 118 niños), pero en los días siguientes fueron registradas 49 personas más, lo que da un total de 924 víctimas mortales.​ Además estas cifras oficiales recogen más de 1500 heridos, 48 edificios destruidos y 78 gravemente dañados.​ Es considerado uno de los primeros bombardeos de saturación de la historia y el segundo que más muertos causó en la guerra española en una sola de las incursiones tras el de Guernica.



Durante marzo de 1938, Juan Negrín, presidente del ejecutivo del gobierno republicano español había viajado a París para tratar de que Francia vendiera armas a la república. El 10 de marzo el gobierno francés había dimitido y el 12 de marzo Adolf Hitler había invadido Austria bajo la amenaza de convertir el país en "otra España".​ Franco había aprovechado la victoria en Teruel, la disposición de sus tropas y la enorme superioridad en fuerzas, para iniciar el 9 de marzo la ofensiva de Aragón planificada por el general Juan Vigón. Varios cuerpos de ejército y la Legión Cóndor, con cien mil hombres, doscientos carros de combate y más de mil aviones se dispusieron a avanzar con escasa resistencia republicana. Británicos y franceses, defensores del Comité de No Intervención, se mostraron alertados por el avance franquista que se dirigía al Mediterráneo y la evidente connivencia entre la España de Franco, la Italia fascista y la Alemania nazi. En esta situación el jefe de gobierno francés, Léon Blum, propuso el 16 de marzo al Comité Permanente de Defensa Nacional dar un ultimátum a Franco y que renunciase a las fuerzas alemanas e italianas, mientras la prensa francesa señalaba que varias divisiones estaban preparadas para intervenir en favor de la república. Así, Blum accedió a la venta de armas pedida por Negrín, si bien no apoyó la intervención de unidades francesas en la defensa de Cataluña como también se le solicitó.​ Dentro de la estrategia de Franco para evitar la intervención extranjera en apoyo a la República o las limitaciones a la ayuda que recibía de Italia y Francia, apuntó al embajador alemán en Madrid la posibilidad de prescindir de las unidades de tierra italianas para contentar a Francia y Reino Unido, pero sin desprenderse de la aviación italiana ni de la Legión Cóndor que seguían siéndole muy útiles.






La orden de ataque

El bombardeo fue ordenado personalmente por Benito Mussolini. Aunque se ha esgrimido que esto se hizo sin conocimiento de Franco, en 1967, comentando con Francisco Franco Salgado-Araujo los hechos, señalaría: "todos los bombardeos se hacían siempre por decisión especial del mando español".Italia tenía autonomía en el uso de sus tres bases aéreas en Mallorca (Comando Aviazione Legionaria delle Baleari) y había efectuado bombardeos a lo largo de la costa mediterránea española en varias ocasiones sin contar con una autorización expresa de los militares sublevados españoles.​ El telegrama ordenando el ataque lo recibió el general Vincenzo Velardi, jefe de la Aviación Legionaria en Baleares, en la noche del 16 de marzo, y estaba firmado por el general Valle, subsecretario de la aviación militar italiana en Roma:​
Iniziare da stanotte azione violenta su Barcelona con martellamento diluito nel tempo (Iniciar desde esta noche acción violenta sobre Barcelona con un martilleo espaciado en el tiempo)
Antes de conocerse este telegrama la única prueba que se tenía de que Mussolini era quien había ordenado el bombardeo era una cita en el diario personal del conde Galeazzo Ciano, ministro de asuntos exteriores de la Italia fascista y yerno del Duce:​
La verdad sobre los bombardeos de Barcelona es que Mussolini se los ha ordenado a Valle en la cámara, pocos minutos antes de pronunciar el discurso sobre Austria. Franco no sabía nada y ha pedido suspenderlos, pues crean complicaciones con el extranjero. Mussolini piensa que abaten muy eficazmente la moral de los rojos, mientras las tropas avanzan en Aragón.
Se ha debatido mucho sobre por qué Mussolini dio la orden de bombardear Barcelona (o mejor "machacar" Barcelona pero poco a poco: martellamento diluito nel tempo). Algunos historiadores han señalado que los motivos del Duce estarían relacionados con la anexión de Austria por Hitler, del que sentiría una especie de celos por su éxito sobre un país que Mussolini siempre había considerado bajo su esfera de influencia. También podría haber sido una señal de advertencia a Francia preocupada por la ofensiva de Aragón que si tenía éxito situaría en sus frontera sur de los Pirineos a alemanes e italianos, y que por tanto podría estar planeando la venta masiva de armas al gobierno de la República. Un tercer motivo, aducido por otros historiadores, habría sido que Mussolini quería acelerar el final de la guerra de España y aparecer ante Europa como un triunfador.​ Un cuarto y último motivo, apuntado por el historiador Hilari Raguer, sería que Mussolini quería contrarrestar las conmemoraciones que, en París y en otras ciudades, los antifascistas iban a celebrar por el primer aniversario de "la primera derrota del fascismo", la batalla de Guadalajara. Como se dijo en un editorial del diario Il Popolo d'Italia, que probablemente fue escrito por el propio Mussolini ya que aparece incluido en sus obras completas: i morti di Guadalajara saranno vindicati ("los muertos de Guadalajara serán vengados").​

La estrategia italiana

Como ha destacado Hilari Raguer, la estrategia que utilizaron los aviones italianos fue completamente nueva pues en vez de concentrar todas las bombas en un lugar y en un momento determinados, los bombardeos de Barcelona, que se cebaron en los barrios residenciales y en el denso casco viejo, "se organizaron en cadena ininterrumpida, de modo que los sistemas de alarma y de aviso de la población quedaron trastocados, y cuando sonaban las sirenas ya no se sabía si anunciaba el fin de una incursión o el comienzo de otra". Según un experto de la época, citado por Raguer, el primer ataque comenzó a las 10 y 8 minutos de la noche del 16 y hasta las 3,19 de la tarde del 18 de marzo las sirenas no dejaron de sonar, pues durante todo ese tiempo hubo treinta incursiones aéreas.​ El historiador italiano Ferdinando Pedriali, citado por Solé i Sabaté y Villarroya, confirma esta visión: "la técnica empleada en Barcelona era algo nuevo, nunca probado sobre la población civil. El efecto fue terrorífico: la tarde del 17 comenzó un éxodo de millares de personas al campo". Lo que confirma que el objetivo de Mussolini era como se decía en el telegrama martellamento diluito nel tempo ("machacar [Barcelona] poco a poco").​
El general Francesco Pricolo, que comandaba uno de los escuadrones, señaló sobre los bombardeos aéreos de la aviación italiana en la guerra, y en Barcelona en particular:​
Hay que crear [con los bombardeos aéreos] una sensación de terror inmediato entre la población enemiga, destruyendo continuamente la ciudad, los centros urbanos, todas las fuentes de vida y someterlos a una pesadilla de la que no puedan despertar y que les obligará a rendirse. [...] Los periodistas extranjeros han reconocido que, si el bombardeo constante de Barcelona hubiera continuado a ese ritmo durante dos semanas más, ningún gobierno habría podido evitar la rendición total de la ciudad.
Mussolini, por su parte, reconoció la estrategia que estaban siguiendo sus aviones cuando afirmó que los italianos "están horrorizando al mundo con su agresividad, para variar, en lugar de encantarlo con su guitarra".​
El diario La Vanguardia de Barcelona publicado el 18 de marzo calificaba la estrategia seguida en el bombardeo de Barcelona como "la fórmula guerrera más canallesca y miserable que haya cabido en cabeza humana".​

El bombardeo: objetivos civiles

Barcelona había sufrido durante la guerra y con anterioridad a marzo de 1938 varios bombardeos aéreos, y hasta el final de la guerra sufriría varios más, hasta un total de 51, pero ninguno de esta intensidad e intencionalidad, sólo comparable aunque en menor escala a los bombardeos aéreos de Barcelona en enero de 1938, en los que las bombas también cayeron sobre la parte más habitada de la ciudad. En las comunicaciones de las autoridades italianas sobre los bombardeos de marzo se citaban referencias directas al "centro geográfico".

Las primeras bombas sobre la ciudad cayeron sobre las diez de la noche del 16 de marzo y la acción finalizó sobre las tres de la tarde del día 18. En total se hicieron en algo menos de dos días 17 incursiones, la mayoría de ellas en intervalos de tres horas. La mayoría de las bombas (44 toneladas) cayeron en el centro de la ciudad, siendo zonas muy afectadas las Ramblas, la Diagonal y la Plaza de Cataluña. El día más sangriento fue el 17 de marzo, cuando la mayoría de las acciones se sucedieron por la noche. Se lanzaron bombas experimentales de entre 50 y 100 kilos con poca capacidad de penetración pero una gran fuerza expansiva. Además de edificios, las características de las bombas más pequeñas provocaron muchos muertos y heridos entre quienes se encontraban en las vías públicas, los restaurantes, las plazas o los tranvías.​
Según Langon Davies, un periodista inglés testigo de los ataques, éstos fueron trece (uno el miércoles 16 de marzo, seis el jueves 17 y otros seis el viernes 18) por lo que en realidad Barcelona fue bombardeada un total de 16 minutos y, en cambio, estuvo en situación de alarma durante más de 40 horas. Por su parte, el embajador norteamericano C.A. Bowers, citando a su agregado militar, afirmó que hubo 10 ataques.

Los aviones que llevaron a cabo el ataque fueron los S-81 del 25 Grupo y los Savoia S-79 del 8º Stormo, ambas unidades integradas en la Aviación Legionaria italiana con base en Mallorca, tal como lo refleja el diario histórico de la agrupación: el día 16, fueron diez S-81; el 17, dieciséis Savoia S-79 y nueve S-81; y el 18, doce Savoia S-79.​ Por tanto carecen de fundamento las afirmaciones de que en los bombardeos también participaron hidroaviones alemanes Heinkel He 51C-1 o bombarderos Ju-52.El propio embajador alemán ante Franco Eberhard Von Stohrer afirmó en un informe enviado a Berlín que los "ataques aéreos efectuados hace unos días sobre Barcelona" fueron obra de "bombarderos italianos".​
Las bombas cayeron en la parte central y más poblada de la ciudad, sin que se buscara ningún objetivo concreto y de forma totalmente indiscriminada. El embajador alemán ante el gobierno de Franco Eberhard Von Stohrer escribió lo siguiente en un informe enviado a Berlín desde Salamanca el 23 de marzo de 1938:

He sabido que los ataques aéreos sobre Barcelona efectuados hace unos días por bombarderos italianos han sido literalmente terribles. Casi todos los barrios de la ciudad han sufrido. No hay ningún indicio de que se hayan querido tocar objetivos militares. Centenares de casas y calles han sido destruidos por las bombas, que evidentemente tenían un poder de destrucción muy particular. Se han contado hasta ahora 1.000 muertos, pero se presume que numerosos cadáveres están aún entre los escombros. El número de heridos sobrepasa los tres mil
El momento más terrible se vivió a las dos de la tarde del jueves 17 de marzo cuando una bomba alcanzó en el cruce de la calle Balmes con la Gran Vía de las Cortes Catalanas un camión militar que transportaba dinamita y que iba ocupado por 23 soldados republicanos. La explosión fue tremenda. Murieron todos los soldados y los transeúntes que caminaban por los alrededores. El suceso fue portada en los diarios franceses, británicos y norteamericanos, que llegaron a hablar de que los italianos habían lanzado sobre Barcelona una "superbomba" por los tremendos destrozos y el número de víctimas que se produjeron.

De las 924 víctimas que fueron inscritas en el depósito del Hospital Clínico (y que constituyen la cifra oficial de fallecidos durante el bombardeo) se puede citar a Julia Gay, madre de los hermanos Goytisolo, cuyo recuerdo aparece en un poema de José Agustín Goytisolo y en la obra Coto vedado de Juan Goytisolo.​
La reacción de pánico de los barceloneses por los bombardeos fue descrita así por el comandante Andrés García Calle:​
Empezó el éxodo al campo. Miles y miles de personas salían a las afueras con los colchones encima de los automóviles, camiones, carros o sobre los hombros. Casi todas las tiendas habían cerrado. El espectáculo era verdaderamente deprimente... La situación llegó a la máxima gravedad. La gente, aterrorizada y ya sin control, huía en masa de la ciudad. Cerraron hasta algunos centros oficiales. Recuerdo bien que, personalmente, comprobé que los almacenes de intendencia de la aviación también habían cerrado. Me lo habían asegurado, pero por tratarse de un establecimiento militar no lo creía y fui a cerciorarme de ello

Sin embargo, cuando los bombardeos pasaron la ciudad volvió a una relativa normalidad e incluso, como señaló el embajador norteamericano Bowers, "después de los bestiales bombardeos de Barcelona, miles de personas hasta entonces aletargadas se volvieron activas". El semanario humorístico barcelonés L'Esquella de la Torratxa comentó:​
A pesar de los bárbaros bombardeos sobre Barcelona, L'Esquella no ha perdido su risa, que es un modo como cualquier otro de enseñar los dientes

Según Hugh Thomas, "la República disponía de cazas para repeler la agresión, pero las rivalidades y envidias internas le impidieron aprovechar sus recursos al máximo. El desánimo se fue extendiendo, hasta que se retiraron del frente algunas unidades de cazas para organizar la fuerza de defensa costera a las órdenes del comandante Andrés García Calle".
Franco, enfadado (según Von Stohrer), ordenó que parasen los bombardeos al día siguiente de finalizar, el 19 de marzo, una vez que se habían producido las primeras reacciones de rechazo internacional, para evitar "complicaciones exteriores".​ "Las órdenes de Franco en este sentido, aparte de demostrar la autonomía con que actuaba la aviación italiana, eran meramente tácticas. Posteriores bombardeos sobre la población civil, como los de Granollers y Alicante, son buena prueba de ello".


Reacciones internacionales

Las reacciones de rechazo por los bombardeos fueron prácticamente unánimes en todo el mundo, a excepción de Alemania e Italia. El embajador estadounidense Claude Bowers, que fue testigo de los sucesos a través de los miembros de su embajada en Barcelona, calificó los bombardeos de "terribles" y afirmó que "nada en semejante aterradora escala, se había conocido antes. Las bombas no perseguían un objetivo militar. Eran arrojadas deliberadamente en el centro de la ciudad, la parte más concurrida y habitada...".​
El Senado norteamericano aprobó una protesta en la que se condenaban los bombardeos aéreos sobre la población civil y el secretario de Estado de Estados Unidos Cordel Hull hizo pública una declaración en la que se decía:​
En esta ocasión, cuando la pérdida de vidas humanas entre la población civil no combatiente es quizá mayor de lo que jamás lo haya sido en la historia, creo que estoy hablando en nombre de toda la población norteamericana cuando expreso un sentimiento de horror por todo lo que ha sucedido en Barcelona y cuando expreso la profunda esperanza de que en el futuro los centros de población civil no serán ya objeto de bombardeos militares desde el aire
Un gran efecto entre la opinión pública mundial tuvo la nota aparecida en primera página del diario oficioso del Vaticano L'Osservatore Romano del día 24 de marzo que se entendió como una reprimenda pública del papa Pío XI al "Generalísimo Franco". La nota decía lo siguiente:
Ante el continuo repetirse de bombardeos aéreos de ciudades de España, muchos, particularmente la prensa, se pregunta cuál es la actitud de la Santa Sede sobre hechos tan graves y que tanto conmueven a la opinión pública. (...) A tantas víctimas se han añadido ahora otras, causadas por los recientes bombardeos aéreos de Barcelona: víctimas inocentes, que la Santa Sede más que nunca deplora, mientras, fiel a su misión, continúa haciendo llegar palabras de moderación y consejos de blandura para atenuar lo más posible los horrores de la guerra. Y es por eso que el augusto Pontífice, siempre por su iniciativa e independientemente de la acción de otras potencias, el 21 del corriente ha encargado al antes citado monseñor Antoniutti [delegado papal ante el gobierno "nacionalista" de Burgos] que haga con tal fin un nuevo y urgente paso cerca del Generalísimo Franco
El gobierno republicano de Juan Negrín y la Generalidad de Cataluña tomaron diversas iniciativas para movilizar a la opinión mundial. El primero difundió un manfiesto condenando los bombardeos de Barcelona firmado por diversos intelectuales españoles encabezados por Jacinto Benavente dirigido a escritores y científicos de todo el mundo, al que se adhirieron personalidades como H. G. Wells, André Maurois, John Langdon-Davies, François Mauriac, Jules Romains o Nehru. Por su parte el comisario de propaganda de la Generalidad de Cataluña, Jaume Miravitlles protagonizó en París a finales de marzo de 1938 un mitin sobre el tema "Barcelona ciudad mártir".​
También se mostraron "horrorizados" Francia, a través del jefe de Gobierno Blum, y el Reino Unido, en boca del primer ministro Chamberlain, mientras se sucedieron manifestaciones en distintas ciudades francesas y británicas por los bombardeos y la Santa Sede, a través del nuncio ante Franco, Antoniutti, imploró a aquél que pusiera fin a los bombardeos. El conde Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de la Italia fascista, negó ante el embajador británico en Roma, Lord Perth, que los bombardeos hubieran sido decididos por su país, pero días antes había reconocido lo contrario. No obstante, a efectos de la guerra en España, no hubo cambios significativos en la política oficial de "no intervención".​​
Del impacto internacional que iban a tener los bombardeos de Barcelona de marzo de 1938 fue plenamente consciente el embajador de la Alemania nazi ante Franco, Eberhard von Stohrer. Éste en un informe confidencial enviado desde Salamanca a Berlín con fecha de 23 de marzo, después de reconocer que los bombardeos habían sido "literalmente terribles" y que no perseguían "objetivos militares", afirmó:
Creo que los bombardeos de destrucción cuando no pretenden objetivos netamente militares, no producen el efecto moral que se busca en una guerra civil como la española, sino por el contrario, comportan graves peligros para el porvenir. Estoy convencido de que después de la guerra, tanto en España como en el extranjero, se nos criticará duramente tanto a los italianos como a nosotros, tomando como tema el hecho, bien entendido, de que no habrán sido los aviones españoles los que han destruido sus propias ciudades mediante bombardeos, sino los aviones aliados, italianos y alemanes
Una prueba del tremendo impacto internacional que tuvieron los bombardeos sufridos por Barcelona fue el discurso que pronunció el primer ministro británico Winston Churchill, el 18 de junio de 1940, en el inicio de la batalla de Inglaterra cuando el terror a los bombardeos alemanes era también extremo, en el que puso de ejemplo a los ciudadanos de Barcelona para afrontarlos con coraje:
No quiero menospreciar la severidad del castigo que cae sobre nosotros, pero confío en que nuestros conciudadanos demostrarán ser capaces de resistir como lo hizo el valiente pueblo de Barcelona
Los bombardeos sobre Barcelona cesaron el resto del mes de marzo, pero se trasladaron a otras poblaciones catalanas y de la costa levantina, como los realizados sobre Alicante el 25 de mayo y el que siguió 6 días después sobre Granollers, ambos de extrema dureza. En total, de enero a junio de 1938, la aviación legionaria italiana realizó 782 ataques aéreos en la costa mediterránea española controlada por los republicanos, lanzando 16.558 bombas.​
En enero de 2013 la Audiencia de Barcelona admitió a trámite la querella criminal presentada por dos víctimas de los bombardeos y por la asociación de italianos residentes en Barcelona Altraitalia contra 21 aviadores de la Aviazione Legionaria, aunque no se sabe si alguno de ellos aún está vivo —Paolo Moci, que también participó en el bombardeo de Guernica, y Alberto Lauchard, que llegaron a generales, está confirmado que ya han fallecido—. Entre los denunciados está el mayor Quattrociocchi que después sería el jefe de la aviación de la República de Saló, la Aeronautica Nazionale Repubblicana.​
En 2008, Jesús Garay dirigió un documental ficcionado con el título de Mirando al cielo, que se centra en los bombardeos del 17 de marzo, e incorpora material de la época, imágenes de los hechos y entrevistas con militares, historiadores y supervivientes.​ En 2013, Pere Riera dirigió una obra de teatro con el título de Barcelona representando la tragedia que se vivía en la ciudad de Barcelona durante los bombardeos, a través de la historia del reencuentro de dos amigas separadas por la guerra. La obra se estrenó el 9 de mayo de 2013 en el Teatro Nacional de Cataluña y fue recibida con una gran ovación por parte del público.
​fuente:https://es.wikipedia.org/wiki/Bombardeos_a%C3%A9reos_de_Barcelona_en_marzo_de_1938